Punto 897 "Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan a su manera de las funciones de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo" (LG 31).
. En el Nuevo Testamento no aparece nunca el término “laicos” para designar a los fieles cristianos. En la comunidad cristiana, a lo que hoy llamamos laicos, se les llama los discípulos o los hermanos, en la Biblia se emplea el término laos, que es pueblo, para designar al pueblo de Dios en oposición a los gentiles. El témino laico podría designar simplemente a un mimebro de ese pueblo elegido por Dios sin más especificaciones. En griego, el término de laos significa más bien al pueblo en diferenciación con la clase dirigente y de aquí ha venido el término de laico, es decir, el pueblo diferenciado de la jerarquía. Los laicos son los que no son la jerarquía o los que no forman parte del estado religioso o consagrado. Solemos utilizar la palabra laico o seglar de forma equivalente, son todos aquellos bautizados en Cristo que tienen esa misión sacerdotal, profética y real, tal y como fueron bautizados y que no han sido incorporados a la jerarquía de la iglesia o al estado de consagración religiosa.
Punto 898 "Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios [...] A ellos de manera especial corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor" (LG 31).
. La vocación del laico es cristificar el mundo, es llevar a Cristo a todos los lugares, que no haya ninguna realidad temporal que no esté cristificada. El gran peligro que tendríamos si no existiese la vocación laical, la vocación de lo seglares, sería el que hubiese como una especie de oposición entre lo sagrado que serían los signos sagrados que la jerarquía hace en la celebración de los sacramentos, en lo religioso, lo santo, todo aquello que está ligado al culto, a la liturgia; y todo el resto sería como lo mundano, lo que no es de Cristo, y esa oposición no es correcta porque todo es de Cristo. Lo propio de la vocación laical es que una familia este viviendo una vocación según Dios, un trabajador lo haga para gloria de Dios y al servicio de Dios, que un medico o un enfermero por ejemplo, realice su vocación como haciendo presente a Cristo en ella, es decir, llevar a Cristo hasta los últimos rincones de la vida. La vida espiritual no es una vida distinta a la vida mundanal, la vida espiritual es la misma del mundo pero vivida en el espíritu de Cristo. De lo contrario tenemos el peligro de vivir en una especie de dualismo entre el mundo creado por Cristo y lo religioso. Lo específico del laico es impregnar el mundo de Jesucristo.
Punto 899 La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia:
«Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Romano Pontífice, y de los Obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia» (Pío XII, Discurso a los cardenales recién creados, 20 de febrero de 1946; citado por Juan Pablo II en CL 9).
. Los laicos no solo pertenecen a la iglesia sino que son iglesia, no son “clientes” de la iglesia, son la iglesia. No es venir a pedir un servicio a la iglesia como el matrimonio o el bautismo y luego se van, eso es no tener conciencia de ser iglesia sino tener conciencia de ser clientes. Es iniciativa de los laicos el descubrir los medios para llevar a Cristo al mundo, no es propio de la iglesia jerárquica llevar esos medios concretos como por ejemplo de soluciones políticas, sino ser los seglares desde la inspiración del Espíritu Santo y bajo las directrices magisteriales de la iglesia los que tienen que ver los caminos concretos de como llevar a Cristo al mundo. La jerarquía da unos principios pero son los laicos bajo la inspiración del Espíritu Santo los que descienden para ver el medio concreto de realización. Por ejemplo, en el reparto del agua, la iglesia puede hablar de un principio de solidaridad en dicho reparto y el laico será el que proponga un plan hidráulico que solucione el reparto del agua o cuantas desalinizadores hacen falta, o que trasvases son necesarios, etecétera.
. Incluso, a los sacerdotes se les prohíbe participar en política, se les prohíbe pertenecer a un partido político pero a un laico no, todo lo contrario se le anima a impregnar la política de Cristo. El laico ha de meterse en el mundo: en la asociación de vecinos, en la APA del colegio…, es decir, en todos los aspectos para cristificarlos. Un laico comprometido no es sólo estar metido todo el día en la iglesia como haciendo la función del sacristán sino llevar a Cristo al mundo. De la misma manera, lo propio del sacerdote comprometido no es meterse en las cosas mundanas como la política, sindicatos, etc que no le pertenecen. A veces nos equivocamos y los sacerdotes juegan a ser seglares y viceversa, y esto es un error muy grande en la configuración vocacional de cada uno. En la iglesia primitiva, que era una iglesia martirial, la diferencia estaba entre ser cristiano o no serlo, no se subrayaba tanto ser laico o ser sacerdote. En la medida en la que terminan las persecuciones contra la iglesia, entra el tiempo de cristiandad, y comienza a subrayarse en exceso la diferencia entre jerarquía y laicado, y esta diferencia se ha ido reduciendo a lo largo del tiempo y culmina en el Concilio Vaticano II donde se redescubre la vocación común a la santidad de todos para que no haya nada que esté sustraído a Cristo, todo está llamado a ser impregando de Cristo. No consideremos por lo tanto insignificante nada de lo que tenemos entre manos, porque todo es de Cristo y está llamado a ser cristificado, a ser rescatado del desorden que el pecado original ha introducido en el mundo.