domingo, 25 de junio de 2017

Catecismo 2581-2582. Elías, los profetas y la conversión del corazón I

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Punto 2.581 Para el pueblo de Dios, el Templo debía ser el lugar donde aprender a orar: las peregrinaciones, las fiestas, los sacrificios, la ofrenda de la tarde, el incienso, los panes de “la proposición”, todos estos signos de la santidad y de la gloria de Dios, Altísimo pero muy cercano, eran llamamientos y caminos para la oración. Sin embargo, el ritualismo arrastraba al pueblo con frecuencia hacia un culto demasiado exterior. Era necesaria la educación de la fe, la conversión del corazón. Esta fue la misión de los profetas, antes y después del destierro.

. Aquí se insiste en que el Templo es el lugar en el que se aprende a orar, no solo el lugar en el que se ora sino también en el que se aprende a orar porque la oración no es algo teórico. La oración se aprende haciendo igual que se aprende a caminar andando. La oración no puede ser una clase teórica, la mejor escuela de oración es la que tiene lugar practicándola,  no creemos en metodologías que no se adentran en la vivencia del misterio.


. Por ejemplo, cuando vamos a un santuario y uno está un rato de oración, uno recibe una auténtica lección de oración de los fieles que allí acuden. En nuestras capillas cuando uno entra, dependiendo del ambiente con el que se encuentra, uno inconscientemente se suma a ese ambiente que se encuentra. Si uno al entrar ve que todo el mundo está hablando y charlando, lo más fácil es sumarse a esa verbena, y al contrario si uno ve un ambiente de recogimiento lo más fácil es sumarse a ese recogimiento. Es decir, sin darnos cuenta, somos testimonio o anti testimonio, estamos ayudando o estamos estorbando. Por eso Jesús reprochó cuando dijo “habéis convertido este templo que es casa de oración en una cueva de ladrones…” porque a Jesús le duele que el templo de Jerusalén no haya sido el lugar de recogimiento y oración.





. Hay otra serie de signos además de la actitud de los presentes en el templo que son las peregrinaciones, las fiestas, los sacrificios, el incienso que están llamados a ser una escuela de oración. Estos signos son camino y llamamiento para la oración. Otros signos visibles de la antigua alianza son la circuncisión, la imposición de manos, la unción y consagración, los sacrificios, la Pascua, que son una especie de prefiguración de los sacramentos de la nueva alianza, de lo que estaba por llegar en Jesucristo.

. En este punto se nos advierte del ritualismo o culto exteriorista, es decir, de un culto vacío. El peligro del ritualismo nace del riesgo de la doble vida: que por una parte exista el rito litúrgico y por otra parte mi vida ordinaria, como si el cultivo del espíritu fuese un capítulo aparte en nuestra vida, entonces uno dedica un tiempo de su vida al rito del culto a Dios y luego el resto de su vida está adentrada en una sociedad competitiva sin que lo primero configure lo segundo. Es el peligro de vivir de forma contradictoria, el riesgo de tener una relación con Dios que no tenga nada que ver con el resto de nuestra vida, por eso nos indica el Catecismo que los profetas para luchar contra el ritualismo lo que querían era educar en la fe y la conversión del corazón. La mejor manera de superar el ritualismo es tener conciencia de la necesidad de la conversión, que en el fondo es la unidad de vida, la coherencia de vida, que el Espíritu Santo mueva nuestra vida. Así seguro que superamos el ritualismo.

Punto 2.582 Elías es el padre de los profetas, de la raza de los que buscan a Dios, de los que van tras su rostro (cf Sal 24, 6). Su nombre, “El Señor es mi Dios”, anuncia el grito del pueblo en respuesta a su oración sobre el monte Carmelo (cf 1 R 18, 39). Santiago nos remite a él para incitarnos a orar: “La oración ferviente del justo tiene mucho poder” (St 5, 16; cf St 5, 16-18).

. Elías es el padre de los profetas, de él se dice que es de la raza de los que buscan a Dios entendiendo por raza el que era un buscador nato, el que tiene deseo de conocer a Dios. Elías es un buscador de Dios, y la clave para entrar en Dios es el deseo de encontrarle. Santiago en el capítulo cinco nos remite a Elías como él modelo del hombre orante, para orar con insistencia y perseverancia. Es poderosa la oración perseverante pues la no perseverancia indica mucho, indica la falta de confianza en Dios. Si no hay perseverancia es que creo pero no mucho. Elías es el hombre que reza día y noche porque confía en Dios.