viernes, 25 de diciembre de 2015

Catecismo 721-723. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' I

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Punto 721 María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el "Trono de la Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia:

. El Espíritu Santo obró en la plenitud de los tiempos en María. El mundo protestante receló del catolicismo pensando en que en la medida en que los católicos venerasen a los santos y especialmente a la Virgen María se iba a quitar la centralidad al que es solo Santo, que es Dios. Entendían de forma restrictiva los pasajes del evangelio que dicen “y no llaméis santo a nadie en la tierra, no llaméis bueno a nadie en la tierra porque uno solo es bueno, no llaméis padre a nadie en la tierra porque uno solo es padre”, y entendiendo esto de forma restrictiva parece que hablar de la santidad de una criatura era contradictorio y era olvidar que el único santo es Dios. Claro que el único santo es Dios, pero Dios ha querido manifestar su santidad de forma difusiva y no exclusiva, la santidad de Dios se manifiesta no excluyendo a los demás de la santidad sino haciéndoles partícipes de su santidad. Por lo tanto hablar de la santidad de los santos y de María no es hacerle sombra a Dios, todo lo contrario, es prolongar la santidad de Dios en sus criaturas. Cuando ensalzamos la santidad de María estamos ensalzando a Dios.

Punto 722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la Madre de Aquel en quien "reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia  (cf. Lc 1, 46-55).

. Se subraya especialmente que el Espíritu Santo preparó a María con su gracia, convenía que fuese llena de gracia. A través de esa expresión “llena de gracia”, la iglesia ha deducido muchas cosas como que sea inmaculada, si se es llena de gracia no cabe el pecado. Se especifica aquí en que consiste estar llena de gracia como ser capaz de acoger el don inefable del omnipotente, es decir, ser dócil a la obra del Espíritu Santo en ella. No poner obstáculos ni barreras.

. Nosotros aprendemos que tenemos que no estorbar a la acción de Dios en nosotros, seamos dóciles aceptando y no ofreciendo lo que a uno se le ocurre. Lo principal es la aceptación porque en ella se expresa la docilidad a lo que Dios hace en nosotros y decir “hágase en mí” y confiar. El don de acogida, de no poner resistencia es el don principal que el Espíritu Santo pone en María. Pidamos nosotros al Espíritu Santo el don de la docilidad, de no endurecernos, de no ponerle condiciones a Dios, de no pretenderle decir a Dios como tiene que hacer las cosas, sino tener plena confianza y docilidad.

. Se dice que hay dos formas de presentarse delante de Dios, una cuando uno firma un cheque en blanco y se lo ofrece a Dios y le dice “Señor ahí está mi firma, pon lo que quieras”, y la otra forma es la de quien coge el cheque, rellena la cantidad, la fecha, el lugar del cobro y se lo presenta a Dios para que se lo firme, y le pide que Dios firme lo que uno ha escrito”. Esta doble forma marca dos estilos muy distintos en la espiritualidad, pues muchas veces vamos con el cheque relleno y pretendemos que Dios nos lo firme y corrobore mi plan, en lugar de que mi actitud sea “firmo el cheque y lo que tú quieras yo también lo quiero”, éste es el estilo de María. Así lo primero es que Dios nos inspire y que no sea una ocurrencia o cabezonada mía, y lo segundo es que Dios lo sostenga y acompañe. Cuando se tiene muy claro que la iniciativa es de Dios, y que es Dios el que hace su obra de santificación en nosotros, y que la santidad no es hacerle sombra a Dios. 

Punto 723 En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 18-21;Ga 4, 26-28).


. Curiosamente, el hecho de que Dios quisiera hacer a una virgen fecunda, engarza con el Antiguo Testamento donde muchos de los profetas fueron concebidos de madres estériles, como el caso de Juan Bautista o el caso de Isaac hijo de Abraham. Es decir, para manifestar que el profeta es un don de Dios, muchas veces Dios elige una madre estéril. Ahora bien en el caso de María no es el caso de una madre estéril, sino que es concebido sin concurso de varón, de una manera virginal para subrayar la total iniciativa de Dios y que hay una desproporción muy grande entre el don de Dios y la colaboración del hombre, es decir, es un don que supera la carne y cualquier mérito humano, es algo dado inmerecidamente.

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