Punto 874 El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad:
«Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó en su Iglesia diversos ministerios que están ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto, los ministros que posean la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para que todos los que son miembros del Pueblo de Dios [...] lleguen a la salvación» (LG 18).
. La afirmación central de este punto es que Cristo es la fuente del ministerio. Esto viene a disipar ciertas deformaciones que se han podido tener como por ejemplo que Cristo predicó vagamente el reino de Dios. Como si no hubiese instituido la iglesia y se hubiese puesto a predicar unos valores sin concretarlos en caminos concretos, Jesús predicó unos valores y también estableció caminos para llegar a esos valores. Cristo es camino, verdad y vida. La iglesia no se hace a sí misma, muchas veces se habla de la iglesia en el sentido de que tiene que cambiar en esto y en lo otro, como si la iglesia pudiese hacerse a sí misma, como si se hubiese dado su ser a sí misma. La iglesia no se ha dado a sí misma, Cristo es la fuente del ministerio.
Punto 875 "¿Cómo creerán en aquél a quien no han oído? ¿cómo oirán sin que se les predique? y ¿cómo predicarán si no son enviados?" (Rm 10, 14-15). Nadie, ningún individuo ni ninguna comunidad, puede anunciarse a sí mismo el Evangelio. "La fe viene de la predicación" (Rm10, 17). Nadie se puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar el Evangelio. El enviado del Señor habla y obra no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él los obispos y los presbíteros reciben la misión y la facultad (el "poder sagrado") de actuar in persona Christi Capitis, los diáconos las fuerzas para servir al pueblo de Dios en la "diaconía" de la liturgia, de la palabra y de la caridad, en comunión con el obispo y su presbiterio. Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan, por don de Dios, lo que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar, la tradición de la Iglesia lo llama "sacramento". El ministerio de la Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico.
. Para creer hay que oír, para oír hay que predicar y para predicar hay que ser enviado. Nadie puede anunciarse a sí mismo el evangelio, siempre lo recibimos, de hecho hay una figura en la iglesia que es el predicador de la casa pontificia, que tiene como misión predicar al Papa porque nadie puede anunciarse a sí mismo el evangelio, y al Papa le anuncia el evangelio este predicador. Igual que por ejemplo los sacerdotes se confiesan también con un sacerdote porque como decía san Agustín “yo para vosotros soy pastor, pero con vosotros soy oveja”.
. Nadie se da a sí mismo el mandato de anunciar el evangelio. Los ministros no hablan como delegados (protestantes) de la comunidad, sino que hablan en nombre de Jesucristo, el sacerdote no es delegado de una comunidad. La gracia nadie se la da a sí mismo, la gracia es dada, esto se visibiliza litúrgicamente en muchos detalles, por ejemplo al comulgar el sacerdote nos da la comunión, es decir, la gracia nos es dada, la comunión no es como un auto servicio. Cristo ha habilitado a unos hombres para actuar en persona de Cristo cabeza. A esto se le llama sacramento, es decir, un camino habilitado por Dios a través del cual se nos da la gracia.
Punto 876 El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son verdaderamente "siervos de Cristo" (Rm 1, 1), a imagen de Cristo que, libremente ha tomado por nosotros "la forma de siervo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos (cf. 1 Co 9, 19).
. El carácter de servicio está íntimamente ligado a la naturaleza sacramental, la palabra jerarquía significa servicio y la máxima autoridad en la iglesia que es el Papa, es el máximo servidor de todos. Jesús nos enseña que la autoridad conferida se traduce en el servicio, no se traduce en vivir en la comodidad respaldada por esa autoridad. El ministro es siervo voluntariamente, se despoja de las seguridades que podría tener en el mundo para poner su vida al servicio a los demás. Cuando se dice “vives como un cura” hay bastante de ignorancia de lo que es la vida de un sacerdote. Si leemos las vidas del santo cura de Ars o de san Juan de Ávila, a nadie se le ocurriría decir “vives como un cura”. El sacerdote para poder ser servidor de todos tiene que ser libre para no apegarse a nada ni a nadie, no tiene que ser propiedad de nadie, el sacerdote debe saber adaptarse al ambiente en el que está evangelizando y hacerse todo para todos como Jesús se hizo todo a todos, a los humildes, a los fariseos, a los sacerdotes, a los pobres, etcétera. Tenemos que comprender, porque somos también posesivos y tendemos solo a mirar por lo nuestro, que el ser servidor de todos sin atarse a nada deja un poco insatisfecho a todo el mundo pues el sacerdote es servidor de todos y no de un particular.
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