domingo, 27 de noviembre de 2016

Catecismo 952-953. La comunión de los santos. La comunión de los bienes espirituales II

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Punto 952 “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo" (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1, 3).

. Se hace referencia a los textos de los hechos de los apóstoles donde se relata como era la comunidad en la primitiva iglesia cristiana. En este texto vemos que nadie llamaba suyo a sus bienes sino que todo era en común entre ellos, no había entre ellos ningún necesitado porque todo se ponía a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según su necesidad. Hechos 2,42 “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”, son cuatro fundamentos en torno a los cuales giraba la primitiva comunidad cristiana: la enseñanza de los apóstoles, la eucaristía, la puesta en común de los bienes y las oraciones. Es una iglesia que está alimentada por la enseñanza, por la celebración de la eucaristía, traduciendo a la realidad de la vida de cada uno la comunión de los bienes y la oración. Es una comunidad que si le faltara alguno de estos cuatro pilares quedaría coja. El ideal de la comunicación de los bienes, la iglesia no lo interpretó como una especie de comunismo, hay una propiedad privada con una conciencia muy clara de no ser una propiedad privada con derecho absoluto a ella. El término que el Catecismo utiliza es que somos administradores de aquello que se nos ha dado en propiedad. Esto lo vemos en Lucas 16,1-3 “Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando." Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas...", el cristiano es un administrador, la administración consiste en una propiedad pasajera de la cual después tendremos que dar cuenta, y esa propiedad pasajera hace referencia al tiempo de esta vida porque todo ese dinero y cualidades que Dios nos ha dado van a quedar aquí. Hemos de utilizar sagazmente los bienes materiales en función de los bienes eternos que se nos ofrecen en la vida eterna. De poco nos sirve todo lo que hemos recibido si no es para buscar los dones eternos, servirnos de los bienes al servicio de reino de Cristo.

Punto 953 La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, "ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14, 7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12, 26-27). "La caridad no busca su interés" (1 Co 13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.

. La caridad no es una cuestión privada sino que también forma parte de un signo comunitario. La comunión en la caridad consiste en que en la medida en que se ama a otra persona, uno se goza del bien del prójimo, y uno se entristece del mal del prójimo. La madre Teresa decía que el peor pecado es la indiferencia, el que seamos indiferentes hacia el destino de nuestro hermano. Frente a esa indiferencia, la caridad goza del bien del prójimo sin sufrir de celos ni de envidia, y sufre del mal del prójimo sin alegrarse de sus males. Este don es muy purificador del corazón, el amar a las personas por sí mismas sin entrar en comparaciones ni en sentimientos de celos ni ver en el prójimo a un competidor. La caridad ama al prójimo por sí mismo, es amar desde Dios al prójimo.

. Uno de los motivos principales de tristeza es el estarse mirando el ombligo a sí mismo, el estar pensando nada más que en uno mismo. El Señor nos hace una gran don cuando nos permite entregarnos al prójimo porque principalmente es uno mismo el que es favorecido cuando realiza la caridad con el prójimo, es uno mismo el principal beneficiado porque el Señor me da la gracia de olvidarme de mí mismo. La felicidad consiste en el olvido de uno mismo en la entrega generosa a los demás. Jesús nos dijo en el evangelio, en Mateo 10,39 “el que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará, podemos decir que el que busque su propia felicidad como fin último de su vida, no la encuentra, sin embargo el que busque la felicidad del prójimo, curiosamente encontrará la suya propia. Jesús nos dice que si quieres ser feliz, olvídate de ti mismo y busca la felicidad del prójimo y entonces encontrarás la tuya. Si haces de tu propia felicidad el fin de tu vida, paradójicamente no la vas a encontrar. Si quieres ser feliz, busca hacer feliz al prójimo. Pidamos al Señor una sensibilidad de comunión en la caridad, de amar no en torno a nuestro ego, a nuestro yo.

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