sábado, 7 de enero de 2017

Catecismo 976-978. Creo en el perdón de los pecados. Un solo bautismo para el perdón de los pecados I

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Punto 976 El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a su Apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).
(La Segunda parte del Catecismo tratará explícitamente del perdón de los pecados por el Bautismo, el sacramento de la Penitencia y los demás sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Aquí basta con evocar brevemente, por tanto, algunos datos básicos).

. El símbolo de los apóstoles o credo de los apóstoles, que es el credo corto que habitualmente rezamos en la santa Misa, se compone de tres partes, la primera referida al Padre, la segunda referida a Jesucristo y la tercera al Espíritu Santo. En esta tercera parte, se vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo. Dentro de la tercera parte entran: la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Estas cinco materias de fe están ligadas al Espíritu Santo porque se entienden como dones del Espíritu Santo. La iglesia católica se inauguró en Pentecostés, el Espíritu Santo es el que nos une creando entre nosotros una profunda comunión, si el pecado nos fraccionó, el Espíritu Santo crea comunión entre nosotros. Por la fuerza del Espíritu Santo resucitaremos a una vida nueva y nuestros cuerpos serán regenerados. Es el Espíritu Santo el que nos introduce en la vida divina.
. El perdón de los pecados se liga al Espíritu Santo sobre todo por el texto de Juan 20,22-23 “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos », es un pasaje de una de las apariciones de Cristo resucitado que es una preparación de Pentecostés porque también aquí aparecen los apóstoles como hombres temblorosos, llenos de miedo, estando las puertas cerradas por miedo a los judíos, y Jesús se presenta en medio de ellos sin haber tocado la puerta para donar la paz, con ello se remarca la paz como un don de Cristo. Una vez que les dice “paz a vosotros”, les mostró las manos y el costado, les muestra las huellas de la pasión, les está diciendo “mirad cual es el precio de la paz”, el don de la paz es un don que Cristo nos ha obtenido por su muerte redentora. Nosotros los cristianos concebimos la paz no solo como una especie de estrategia política que lleva más o menos a una convivencia que a veces es una paz que no es mas que un egoísmo consensuado, a veces las paces políticas son una especie de injusticias consensuadas. La paz de Cristo no es una estrategia sino que consiste en el hombre que nace de nuevo, que renace, que es recreado por Cristo, parte de un profundo arrepentimiento que hace al hombre nuevo. La paz del mundo es una paz compatible con que el hombre siga siendo el hombre viejo, el hombre lleno de pecado, puede ser una paz que hasta a veces le puede resultar más rentable y pueda sacar un provecho egoísta.
. Jesús sopla sobre los apóstoles, y el don del Espíritu Santo está recibido por la imagen del soplido, imagen que también la iglesia la ha recogido en algunas imágenes sacramentales como por ejemplo cuando el obispo en la misa crismal sopla sobre los óleos que serán utilizados por las parroquias durante todo el año. Igualmente evocamos ese soplido en Génesis 2,7 “Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”, y si el soplo de Dios creó al hombre, el soplo de Jesucristo recrea al hombre por el perdón de los pecados. Hay un nacer que está en la creación de Dios y hay un renacer que está en la recreación de los sacramentos por el que Dios nos regenera a una vida nueva. Hemos nacido físicamente y hemos nacido sobrenaturalmente en nuestro Bautismo.
Punto 977 Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al Bautismo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará" (Mc 16, 15-16). El Bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (cf. Rm 4, 25), a fin de que "vivamos también una vida nueva" (Rm 6, 4).

. Recibimos la vida resucitada de Jesucristo del sacramento del bautismo. El bautismo es nuestra pascua, para nosotros el bautismo es la pascua de Jesús, el paso de la muerte a la vida, por eso la primitiva comunidad cristiana celebraba los bautismos en la noche pascual simbolizando en ello que es nuestro paso de la muerte a la vida.

Punto 978 "En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la culpa original, sea de cualquier otra cometida u omitida por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarlas. Sin embargo, la gracia del Bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario [...] todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal" (Catecismo Romano, 1, 11, 3).


. Se remarca que el sacramento por excelencia para el perdón de los pecados es el bautismo que nos recrea, nos hace hombres nuevos, es tan pleno el perdón que no nos queda nada por borrar. Cuando un adulto es bautizado, está recibiendo el perdón de todos los pecados personales que haya podido cometer porque el bautismo le ha recreado plenamente a una vida nueva. Ahora bien, el bautismo no nos libra de las tendencias de la naturaleza humana, no elimina nuestra tendencia a la concupiscencia que nos puede arrastrar al pecado. La virgen María es la única persona humana que no ha tenido esa concupiscencia, esa tendencia al mal, pero nosotros sí que la tenemos, y hacemos compatible dos cosas, una que el bautizado ha quedado regenerado plenamente, es una criatura nueva, en él no queda rastro de pecado, está perfectamente purificado, aunque a nivel natural el bautizado tiene que luchar con sus tendencias como todo el mundo, el bautizado va a tener la misma tendencia a la pereza que el no bautizado, va a tener la misma tendencia al egoísmo que el no bautizado.

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