Punto
2.570 Cuando Dios lo llama, Abraham se pone en camino “como se lo había
dicho el Señor” (Gn 12, 4): todo su corazón “se somete a la Palabra” y
obedece. La escucha del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las
palabras tienen un valor relativo. Por eso, la oración de Abraham se expresa
primeramente con hechos: hombre de silencio, en cada etapa construye un altar
al Señor. Solamente más tarde aparece su primera oración con palabras: una
queja velada recordando a Dios sus promesas que no parecen cumplirse (cf Gn 15,
2-3). De este modo surge desde los comienzos uno de los aspectos de la tensión
dramática de la oración: la prueba de la fe en Dios que es fiel.
. La oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham, pues en él comenzamos a tener un maestro de oración. La oración es obediencia, la oración es la búsqueda de la voluntad de Dios, es sometimiento a la voluntad de Dios, obediencia gozosa de la voluntad de Dios. La clave de la oración es la obediencia en la fe, un acto de fe, de confianza en Dios y de obediencia, la primera oración que Abraham hizo fue una oración no formulada con palabras sino una oración de sometimiento interno a la voluntad de Dios. Tenemos que desconfiar de una oración que no se traduce en una mayor obediencia porque si no estamos haciendo una oración más de búsqueda de uno mismo que otra cosa, la oración es búsqueda de Dios, búsqueda de su voluntad. La oración es Cristo céntrica, es decir, nace de Dios y termina en Dios, e integra al hombre.
. Se pone a Abraham como modelo de la oración, Abraham en su primer periodo de su vida de su encuentro no dice palabras sino que su oración consiste en confiar y en seguir la llamada de Dios en obediencia que le ha dicho que lo deje todo y que vaya donde él le muestre. La oración de Abraham se expresa primeramente en hechos, hombre de silencio que va construyendo un altar al Señor en cada etapa. El silencio está muy ligado a la oración, si uno tiene miedo al silencio, si uno tiene miedo a quedarse a solas con Dios no va a hacer nunca oración, hay que perderle miedo al silencio. La madre Teresa nos dice que el fruto del silencio es la oración, luego no hay que tenerle miedo al silencio pues de nuestro saber callarnos y desde nuestro silencio comenzamos a escuchar a Dios, a obedecerle, a buscarle. Termina este punto diciendo que más tarde aparece su primera oración con palabras, y aparece incluso como una queja velada recordándole a Dios sus promesas que no parecen haberse cumplido como aparece en Génesis 15,2: “Dijo Abram: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.» Dijo Abram: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar.» Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.»“, es decir, que también Abraham comienza a hablar y su primera palabra es de lamento, de queja, es decir, una palabra que denota su lucha interior, que es la lucha de todos nosotros, esa lucha que tiene Abraham entre confiar en Dios y por otra parte decir que no ve, no nota la bendición de Dios y Yahveh le dice “confía”. Esa lucha es la lucha de todo hombre contra nuestra desconfianza frente a la voluntad de Dios que es mi bien. Hacer oración bien no es tener un pulso frente a la voluntad de Dios sino frente a nuestra desconfianza, frente a la falta de obediencia, frente a nuestra soberbia.
Punto 2.571 Habiendo creído en Dios (cf Gn 15, 6), marchando en su presencia y en alianza con él (cf Gn 17, 2), el patriarca está dispuesto a acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa (cf Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38). Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el corazón de Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza (cf Gn 18, 16-33).
. La oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham, pues en él comenzamos a tener un maestro de oración. La oración es obediencia, la oración es la búsqueda de la voluntad de Dios, es sometimiento a la voluntad de Dios, obediencia gozosa de la voluntad de Dios. La clave de la oración es la obediencia en la fe, un acto de fe, de confianza en Dios y de obediencia, la primera oración que Abraham hizo fue una oración no formulada con palabras sino una oración de sometimiento interno a la voluntad de Dios. Tenemos que desconfiar de una oración que no se traduce en una mayor obediencia porque si no estamos haciendo una oración más de búsqueda de uno mismo que otra cosa, la oración es búsqueda de Dios, búsqueda de su voluntad. La oración es Cristo céntrica, es decir, nace de Dios y termina en Dios, e integra al hombre.
. Se pone a Abraham como modelo de la oración, Abraham en su primer periodo de su vida de su encuentro no dice palabras sino que su oración consiste en confiar y en seguir la llamada de Dios en obediencia que le ha dicho que lo deje todo y que vaya donde él le muestre. La oración de Abraham se expresa primeramente en hechos, hombre de silencio que va construyendo un altar al Señor en cada etapa. El silencio está muy ligado a la oración, si uno tiene miedo al silencio, si uno tiene miedo a quedarse a solas con Dios no va a hacer nunca oración, hay que perderle miedo al silencio. La madre Teresa nos dice que el fruto del silencio es la oración, luego no hay que tenerle miedo al silencio pues de nuestro saber callarnos y desde nuestro silencio comenzamos a escuchar a Dios, a obedecerle, a buscarle. Termina este punto diciendo que más tarde aparece su primera oración con palabras, y aparece incluso como una queja velada recordándole a Dios sus promesas que no parecen haberse cumplido como aparece en Génesis 15,2: “Dijo Abram: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.» Dijo Abram: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar.» Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.»“, es decir, que también Abraham comienza a hablar y su primera palabra es de lamento, de queja, es decir, una palabra que denota su lucha interior, que es la lucha de todos nosotros, esa lucha que tiene Abraham entre confiar en Dios y por otra parte decir que no ve, no nota la bendición de Dios y Yahveh le dice “confía”. Esa lucha es la lucha de todo hombre contra nuestra desconfianza frente a la voluntad de Dios que es mi bien. Hacer oración bien no es tener un pulso frente a la voluntad de Dios sino frente a nuestra desconfianza, frente a la falta de obediencia, frente a nuestra soberbia.
Punto 2.571 Habiendo creído en Dios (cf Gn 15, 6), marchando en su presencia y en alianza con él (cf Gn 17, 2), el patriarca está dispuesto a acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa (cf Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38). Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el corazón de Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza (cf Gn 18, 16-33).
. Una vez que Abraham ha confiado en Dios, se produce un misterioso pasaje que es el de la encina de Mambré que es toda una escuela de lo que es la oración que lo vemos en Génesis 18, y el Catecismo lo quiere cotejar con el pasaje de Lucas 1,26-38 punto culminante del encuentro entre Dios y el hombre donde Dios busca a toda la humanidad en María y toda la humanidad en María le dice a Dios “hágase en mi según tu palabra, he aquí la esclava del Señor”. Este momento cumbre lo vemos preparado en el pasaje de Mambré, dónde se le predice la descendencia a Sara mujer de Abraham, se está prefigurando la que será la visita definitiva de Dios a través del arcángel Gabriel a María. Es un pasaje en el que se remarca la acogida de Abraham a Dios. El Catecismo finalmente nos muestra en este punto como Abraham intercede por Sodoma, nos remarca la voluntad de Dios para que seamos corredentores con él, que también nosotros luchemos por la salvación de nuestros hermanos. En resumen, la oración es un acto de obediencia a Dios, un acto de acogida hospitalaria que nos bendice y al mismo tiempo nos asocia y nos introduce en el misterio de redención y corresponsabilidad en el destino eterno de nuestros hermanos.
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