Punto
2.606 Todos las angustias de la humanidad de todos los
tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones
de la historia de la salvación están recogidas en este grito del Verbo
encarnado. He aquí que el Padre las acoge y, por encima de toda esperanza, las
escucha al resucitar a su Hijo. Así se realiza y se consuma el drama de la
oración en la Economía de la creación y de la salvación. El Salterio nos da la
clave para la comprensión de este drama por medio de Cristo. Es en el “hoy” de
la Resurrección cuando dice el Padre: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado
hoy. Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad
los confines de la tierra” (Sal 2, 7-8; cf Hch 13, 33).
La carta a los Hebreos expresa en términos dramáticos
cómo actúa la plegaria de Jesús en la victoria de la salvación: “El cual,
habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso
clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su
actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la
obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación
eterna para todos los que le obedecen” (Hb 5, 7-9).
.
Jesús antes de expirar lanza un fuerte grito desgarrador que está representando
e incluyendo los infortunios de toda la humanidad, todas las súplicas, todo lo
que hemos clamado a Dios. Jesús asume en ese grito todo el sufrimiento. La respuesta
de Dios a este clamor es la resurrección de Jesús, la resurrección es la
garantía de que Dios escucha nuestra oración. Sin la resurrección, de poco
sirve que Jesús se haga solidario con nosotros, que asuma mis sufrimientos, de
poco me vale sentirme solamente acompañado pues necesitamos tener una esperanza
trascendente que encontramos en la resurrección. La oración tiene respuesta,
pero tenemos que acostumbrarnos también a que en la oración hay silencios,
silencios donde parece que uno no es respondido, de hecho la resurrección tiene
lugar al tercer día. Tras el grito y la muerte de Jesús, hubo un gran silencio
donde en aquel momento, la mayoría pensaba que ese grito no había tenido
respuesta, y los discípulos comenzaron cada uno a irse a su casa porque dijeron
que Dios no había respondido a ese grito y pensaban que todo se había acabado.
Dios quiso que hubiese un tiempo entre la petición de Cristo al Padre hasta la
respuesta de la resurrección al tercer día. Ese
tiempo de silencio también se produce en nuestra vida, hay muchas suplicas que
dirigimos a Dios que nos concede pero no de forma inmediata sino que precisa un
tiempo. En este tiempo de silencio, parece que el mal triunfa, pero Dios tiene
la última palabra. Por eso la clave para entender la oración es creer en la
victoria de Cristo, en la resurrección, quien no cree en su victoria tiene una
oración superficial, tiene una oración sin esperanza.
.
La oración de Jesús es una oración que le lleva a obedecer a Dios Padre, y es mucho
más fácil ofrecerle a Dios otras cosas como por ejemplo dinero, un sacrificio,…
eso puede ser más fácil que la obediencia. El valor salvífico de la oración de Jesús
estuvo en su obediencia, en que él en su oración entregó su voluntad al Padre,
fuimos redimidos por la obediencia de la voluntad humana de Cristo. Ahora hace
falta que nosotros recibamos esa salvación de Cristo y la recibimos
obedeciendo, luego mi oración me tiene que llevar también a la obediencia que
es lo que más nos cuesta entregar.
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