sábado, 6 de diciembre de 2014

Catecismo 156. Las características de la fe. La fe y la inteligencia I

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Punto 156  El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010).


. La fe es una gracia y al mismo tiempo es un acto humano, es un don de Dios y es respuesta responsable del hombre a la revelación de Dios.
. El motivo de creer no es que las cosas a nosotros racionalmente nos cuadren. Uno hace un acto de fe porque es Dios el que se está revelando y no se puede equivocar. La razón última de la fe no está en mi razón, sino en la confianza que le otorgo a Dios de que su sabiduría es infinita, y eso no quiere decir que la fe sea ciega e irracional.
. En el capítulo nueve de S Juan, en la curación del joven ciego a la puerta del templo, se ven tres posturas, la del ciego curado, la de sus padres y la de los fariseos. Los fariseos no aceptan el milagro de Jesucristo porque ponen en cuestión todo su montaje y entonces interpretan el milagro con que Jesucristo obra el prodigio con el poder de satanás, los padres del ciego que son conscientes que hay ha habido algo sorprendente testifican que antes no veía y ahora sí que ve, pero nosotros no sabemos dar una explicación, no se mojan, y el propio ciego que sí que se moja, le han devuelto la vista y ve el milagro de salvación. Son tres posturas distintas ante un mismo hecho milagroso. La fe no es una cuestión de saber o no saber, sino de adhesión personal a la llamada personal de Dios que pide tu cambio de vida: los fariseos no estaban para convertirse de nada, los padres del ciego no están para arriesgar nada y el ciego si estaba para arriesgar, sigue al hombre que le ha dado la vista y entonces le expulsan de la sinagoga. Si por la razón fuera, lo padres del ciego deberían haberse convertido, sin embargo no se mojaron, no quieren saber nada de lo ocurrido. La razón solo no da la fe. La causa de la fe no está en la razón pero debe acompañar el acto de fe.  De lo contrario estaríamos ante una fe irresponsable, un fideísmo, que no es capaz de dar razón de su fe. Solo cuando el corazón humano se rinde al don de Dios de forma humilde es cuando nace la fe. Por eso muchos vieron los milagros de Cristo y no todos se convirtieron, al no tener un corazón limpio.
. La fe no es consecuencia de un cálculo racional o matemático, y tampoco es totalmente irracional. No es ni un extremo ni otro, ni racionalismo, ni fideísmo.

. Hay signos externos que nos ayudan a creer: los milagros de Cristo, en los evangelios las palabras de Jesús no van en solitario, están íntimamente unidas a obras que acreditan las palabras de Jesús, los milagros son un complemento de su predicación. La fe aunque no está causada en unos milagros, sí que se apoya en ellos. Hoy en día parece que está mal visto hablar de los milagros de Cristo, sin embargo, testifican que Jesús es el enviado del Padre, y como decía Chesterton, lo más increíble de los milagros es que existen. Los milagros nos ayudan a creer y nos interpelan hacia nuestra conversión. Jesús, allí donde no ve disposición para convertirse, se niega a hacer milagros en plan espectáculo, en plan circo. Los signos de los santos también nos ayudan, como ha ocurrido en la historia de la iglesia como el padre Pio o santa Gema. Además se habla de otros signos exteriores que nos ayudan a creer como las profecías, por ejemplo la de que no le quebrarán ni un solo hueso. Y la propagación, fecundidad y estabilidad de la iglesia cuyos dos mil años de vida no se entienden si fuese meramente cosa de los hombres. Es impresionante que la iglesia sea capaz de encarnarse en cualquier situación, en su conjunto es una prueba de su divinidad, no puede ser obra de los hombres. Todo el bien que ha hecho en el mundo, y a pesar de los miembros que la formamos, lleva a cabo su misión porque el ES la sostiene y la guía. Cuando te despojas de todo, Dios te da la plena felicidad. 

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