Punto 156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010).
. La fe
es una gracia y al mismo tiempo es un acto humano, es un don de Dios y es respuesta
responsable del hombre a la revelación de Dios.
. El
motivo de creer no es que las cosas a nosotros racionalmente nos cuadren. Uno
hace un acto de fe porque es Dios el que se está revelando y no se puede
equivocar. La razón última de la fe no está en mi razón, sino en la confianza
que le otorgo a Dios de que su sabiduría es infinita, y eso no quiere decir que
la fe sea ciega e irracional.
. En el
capítulo nueve de S Juan, en la curación del joven ciego a la puerta del
templo, se ven tres posturas, la del ciego curado, la de sus padres y la
de los fariseos. Los fariseos no aceptan el milagro de Jesucristo porque
ponen en cuestión todo su montaje y entonces interpretan el milagro con que Jesucristo
obra el prodigio con el poder de satanás, los padres del ciego que son
conscientes que hay ha habido algo sorprendente testifican que antes no veía y
ahora sí que ve, pero nosotros no sabemos dar una explicación, no se mojan, y
el propio ciego que sí que se moja, le han devuelto la vista y ve el milagro de
salvación. Son tres posturas distintas ante un mismo hecho milagroso. La fe no
es una cuestión de saber o no saber, sino de adhesión personal a la
llamada personal de Dios que pide tu cambio de vida: los fariseos no estaban
para convertirse de nada, los padres del ciego no están para arriesgar nada y
el ciego si estaba para arriesgar, sigue al hombre que le ha dado la vista y
entonces le expulsan de la sinagoga. Si por la razón fuera, lo padres del ciego
deberían haberse convertido, sin embargo no se mojaron, no quieren saber nada
de lo ocurrido. La razón solo no da la fe. La causa de la fe no está en la
razón pero debe acompañar el acto de fe.
De lo contrario estaríamos ante una fe irresponsable, un fideísmo, que no
es capaz de dar razón de su fe. Solo cuando el corazón humano se rinde al
don de Dios de forma humilde es cuando nace la fe. Por eso muchos vieron
los milagros de Cristo y no todos se convirtieron, al no tener un corazón
limpio.
.
La fe no es consecuencia de un cálculo racional o matemático, y tampoco es
totalmente irracional. No es ni un extremo ni otro, ni racionalismo, ni fideísmo.
. Hay signos externos que nos ayudan a creer: los milagros de
Cristo, en los evangelios las palabras de Jesús no van en solitario, están íntimamente
unidas a obras que acreditan las palabras de Jesús, los milagros son un
complemento de su predicación. La fe aunque no está causada en unos
milagros, sí que se apoya en ellos. Hoy en día parece que está mal visto hablar
de los milagros de Cristo, sin embargo, testifican que Jesús es el
enviado del Padre, y como decía Chesterton, lo más increíble de los milagros es
que existen. Los milagros nos ayudan a creer y nos interpelan hacia nuestra
conversión. Jesús, allí donde no ve disposición para convertirse, se niega
a hacer milagros en plan espectáculo, en plan circo. Los signos de los
santos también nos ayudan, como ha ocurrido en la historia de la iglesia
como el padre Pio o santa Gema. Además se habla de otros signos exteriores que
nos ayudan a creer como las profecías, por ejemplo la de que no le quebrarán ni
un solo hueso. Y la propagación, fecundidad y estabilidad de la iglesia
cuyos dos mil años de vida no se entienden si fuese meramente cosa de los
hombres. Es impresionante que la iglesia sea capaz de encarnarse en
cualquier situación, en su conjunto es una prueba de su divinidad, no puede ser
obra de los hombres. Todo el bien que ha hecho en el mundo, y a pesar de los
miembros que la formamos, lleva a cabo su misión porque el ES la sostiene y la
guía. Cuando te despojas de todo, Dios te da la plena felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario