sábado, 4 de julio de 2015

Catecismo 577-582. Jesús y la Ley

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Punto 577 Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una "i" o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los cielos» (Mt 5, 17-19).

. En el comienzo del sermón de la montaña que se considera como la columna vertebral de la predicación de 
Jesús, en ese comienzo Jesús hace una advertencia presentando la ley dada por Dios a Israel en el Sinaí como la primera alianza y una nueva alianza que Dios va a hacer con el mundo en Jesucristo. La primera alianza tuvo la ley de Moisés y la segunda alianza tiene una ley en Jesucristo. En Mateo 5, 17-19 “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos”.

Punto 578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8, 46). Los judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir la Ley en su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7, 19; Hch 13, 38-41; 15, 10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón a Dios por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos" (St 2, 10; cf. Ga 3, 10; 5, 3).

. Jesús antes que nada se presenta como el perfecto cumplidor de la ley, es más, es el que ha podido morir diciendo todo está cumplido. Si Jesús hace interpretaciones, precisiones, correcciones de la ley del Antiguo Testamento es porque busca la correcta interpretación que Dios da a esa misma ley. Jesús distingue entre la ley escrita de Moisés (Torá) y las tradiciones orales que los escribas han ido haciendo en torno a los comentarios que han hecho de la ley de Moisés (Halaká): Jesús da más importancia a la Torá  pues es la palabra de Dios escrita y reprocha que a veces el pueblo de Israel dejando el precepto de Dios, se aferra a las tradiciones de los hombres, pero además Jesús observa que los fariseos interpretan mal el mandato de Moisés por medio de una casuística que les permite aplicarlos en su propio beneficio. Por ejemplo cuando Jesús cura en sábado les responde en Marcos 3,4: «¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?». Pero ellos callaron.” Esta trasgresión de la Halaká del sábado nos conduce a que el hombre no está sujeto al precepto escrupuloso y legalista del sábado porque el precepto supremo es hacer el bien.   

Punto 579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10, 2), el cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11; Hb 9, 15).
. Vemos anécdotas hoy en día en Tierra Santa cuando en el día del sábado, los ascensores de los hoteles están programados para que se paren en cada piso automáticamente para que nadie haga el esfuerzo de pulsar el botón, o también dejar el TV dado media vuelta para que nadie pueda hacer el trabajo de pulsar el botón del mando a distancia. Hay pues una distinción por parte de Jesús entre la ley escrita de Moisés que es la Torá y la tradición oral de los escribas que es la Halaká, así como una denuncia por parte de Jesús del intento de tergiversar el sentido de la ley escrita por medio de una casuística (trampa) interpretada siempre en beneficio propio.

Punto 580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por "aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3, 10) porque "ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15).

. Jesús va más allá, llega a purificar o derogar cierta parte de la ley escrita. Por ejemplo, hasta el punto de suprimir la ley del repudio a la mujer dada por Moisés. Jesús vuelve a la voluntad primera de Dios y deroga la ley del repudio. Jesús se estaba poniendo por encima de la Torá, y viene a dar la ley eterna de la indisolubilidad del matrimonio. Jesús anula la ley de Moisés sobre el tema de la pureza afirmando que nada hay fuera del hombre que entrando en él pueda hacerlo impuro y solo lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. Jesús viene a decir que determinado alimento no es impuro. En el corazón del hombre es de dónde sale el pecado o la entrega virtuosa, en el corazón es donde anida el bien o el mal.

Punto 581 Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11, 28; 3, 2; Mt 22, 23-24, 34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12, 5; 9, 12; Mc 2, 23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mt 7, 28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados [...] pero yo os digo" (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7, 8) de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7, 13).

. En Marcos 7, 6-16: El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres». Y les decía: «Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: «Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro "corbán" –es decir, ofrenda sagrada todo aquello con lo que podría ayudarte...» En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!». Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!».

Punto 582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3, 24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro [...] —así declaraba puros todos los alimentos— . Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no aceptaban su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf.Jn 5, 36; 10, 25. 37-38; 12, 37). Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; 14, 3-4) que realizan sus curaciones.

. Jesús le da un espíritu a la ley, el espíritu del amor, la ley está al servicio del amor al prójimo y del amor a Dios. Una ley sin amor está muerta. En la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor se siente meritorio de sus actos, es como los fariseos que si aguantan el yugo de la ley tienen mérito. Jesús sin eliminar la ley busca ante todo la sinceridad en el cumplimiento y coloca en el amor a Dios y al prójimo el criterio último de comportamiento ante la ley. Cumplir la letra de la ley sin entregarse ni a Dios ni a los hombres está fuera de lugar. Jesús nos dice: “hasta ahora se os ha dicho “no matarás” pero os digo que quién odie a su hermano en su corazón ya está matándole”, o no tomes la mujer del prójimo, pero quien desea a la mujer del prójimo ya está pecando. A Jesús no le vale el cumplimiento de la letra sino que tiene que ir acompañado del cumplimiento del espíritu, del agrado a Dios y al prójimo.


. Acabamos llegando al culmen de que Jesús mismo es la ley en persona: “cielo y tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. Jesús está colocando su palabra en el lugar de la Torá. . Hemos de entender que la ley está grabada en nuestro corazón, y la predicación de la Iglesia no hace sino recordar lo que está escrito dentro de nosotros. La Iglesia no es algo exterior que viene con una serie de leyes y preceptos a coartar nuestra libertad, sino que viene a recordar lo que está escrito dentro de nosotros. Hay que recordarle al hombre desde fuera las cosas porque esta vida puede asfixiar nuestra conciencia y es importante suscitar al hombre lo que tiene escrito en su interior.

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