sábado, 22 de octubre de 2016

Catecismo 946-948. La comunión de los santos

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 946 Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.

. La comunión de los santos y la iglesia son dos realidades enlazadas la una con la otra.

Punto 947 "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, 13). "Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

. Todos los seres que formamos este género humano, tenemos una misteriosa unión por formar parte del mismo género, los que compartimos la misma naturaleza humana tenemos una misteriosa unión, nada que pase a otro ser humano es indiferente para nosotros. Recordemos que el pecado original de Adán y Eva se trasmitió a todo el género humano por una misteriosa unión del género humano que tiene un mismo origen y un mismo destino en Dios. Jesús al asumir la naturaleza humana se ha unido con todo ser humano. Todos los que formamos parte de este género tenemos una comunión entre nosotros por nuestra naturaleza humana, y además los bautizados formamos parte de un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo.

. Nos puede servir la imagen gráfica para expresar esta comunión de Cristo con su iglesia, de un árbol que tiene sus raíces bajo tierra, y esas raíces son imagen de Cristo que desde su ascensión a los cielos no es visible para nosotros. Esas raíces fundan el tronco que es la iglesia, que es visible y recibe de Cristo su vida. Por las venas de la iglesia, por los vasos capilares de ese tronco corre esa savia, es sangre de Cristo, esa gracia del Espíritu Santo. Jesús da su vida, da el Espíritu Santo y lo da a través del tronco que es la iglesia. Ese árbol tiene unos frutos que son los sacramentos, de tal forma que cuando tomamos esos frutos recibimos en ese sacramento la vida de Cristo trasmitida por el Espíritu Santo a través de la iglesia. Esta imagen subraya la conjunción de misterios, como todo confluye, como todo está íntimamente integrado frente a la tendencia que a veces tenemos nosotros de recibir unas verdades de fe a la carta, es decir, cuando decimos que “creo en Cristo pero no creo en la iglesia”, o decimos “yo creo en este sacramento pero en este otro sacramento no”, es decir, cosas que son absolutamente incoherentes. Vemos como alguien hoy en día se acerca a la iglesia y pide un sacramento cuando no ha recibido otro, y uno dice “el Señor tendrá paciencia con nosotros”… en lugar de tener una visión integrada y en comunión de todos los misterios, tenemos una visión fragmentada de ellos y parece que nos acercamos a Dios como quien va al supermercado a coger unos productos y rechazar otros según le parezca o convenga. Los bienes de gracia son comunicados por Cristo a su iglesia formando un fondo común, un depósito común del que nos somos dueños ante el cuál nos postramos y veneramos.

Punto 948 La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]" y "comunión entre las personas santas [sancti]".
Sancta sanctis [lo que es santo para los que son santos] es lo que se proclama por el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el momento de la elevación de los santos dones antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.

. Aquí el Catecismo nos ilustra con una tradición que nosotros no conocemos porque formamos parte de la liturgia latina, pero en las liturgias católicas orientales es costumbre que antes de distribuir la comunión se diga “lo que es santo para los que son santos” que une las cosas con las personas. Nos recuerda la necesidad de recibir dignamente los sacramentos, y nos recuerda a que hoy en día en algunas celebraciones como bodas se acercan al altar sin estar en gracia de Dios. En el comienzo de la eucaristía se dice “antes de celebrar los sagrados misterios reconozcamos nuestros pecados” y volvemos a pedir perdón porque aunque estemos en gracia de Dios pues sentimos que siempre estamos llenos al menos de pecados veniales y necesitamos purificación, y luego incluso antes de comulgar volvemos a decir “Señor yo no soy digno de que entres en mi casa”. O sea que aunque esté en gracia de Dios y hayamos pedido perdón, antes de comulgar volvemos a decir que no somos dignos. Por lo tanto la necesidad de purificación es proporcional a la conciencia de gratuidad y del don, cuando uno tiene más conciencia del don que recibe más necesidad siente de purificación, ahora cuando uno recibe los sacramentos como cualquier cosa entonces no se tiene ninguna conciencia de necesidad de purificarse. Por eso en la liturgia oriental se dice Sancta sancti y nos recuerda cuando en el pasaje de Mateo uno mal vestido es echado del banquete porque va indignamente a la recepción.

. Sin embargo hay que decir que los sacramentos no son para los perfectos porque uno solo es el santo que es Dios, acordaros cómo Jesús insistió en el evangelio que no necesitan de médico los sanos sino los enfermos, que cuando se escandalizaban los fariseos y los escribas de que Jesús comiese con publicanos y pecadores, pues en Lucas 5,31 Jesús les responde “no necesitan médico los que están sanos sino los que están mal, no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”, y hay que decir que siempre seremos pecadores a la hora de acercarnos a los sacramentos por mucho que nos hayamos intentado purificar pero el Señor quiere que nos acerquemos porque los sacramentos son remedio de nuestra concupiscencia, perdón de nuestros pecados, es decir, los sacramentos no son un premio para los buenos sino la gracia para los débiles y todos somos débiles. Este matiz complementa nuestra indignidad.

lunes, 3 de octubre de 2016

Catecismo 928-930. La vida consagrada. Los institutos seculares y sociedades de vida apostólica

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 928 "Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde dentro de él" (CIC can. 710).
Punto 929 Por medio de una "vida perfectamente y enteramente consagrada a [esta] santificación" (Pío XII, const. ap. Provida Mater), los miembros de estos institutos participan en la tarea de evangelización de la Iglesia, "en el mundo y desde el mundo mismo" (CIC can. 713, 2), donde su presencia obra a la manera de un "fermento" (PC 11). Su testimonio de vida cristiana mira a ordenar según Dios las realidades temporales y a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio. Mediante vínculos sagrados, asumen los consejos evangélicos y observan entre sí la comunión y la fraternidad propias de su modo de vida secular (CIC, can. 713).

. Los religiosos de alguna manera se apartan del mundo y sin embargo este rasgo no se da en los institutos seculares o sociedades de vida apostólica. Los institutos están más insertos en el mundo, están evangelizando el mundo desde dentro. Lo propio de esta forma de vida consagrada es profesar los consejos evangélicos de seguimiento a Jesucristo, a veces con la palabra compromisos o promesas y viviendo como escondidos dentro del mundo y transformarlo desde dentro siendo fermento.

. Las sociedades de vida apostólica tienen un especial aspecto misionero, y la iglesia le encomienda tareas especiales como por ejemplo la enseñanza, algunos institutos o sociedades tienen sus propios colegios, sus propias obras de enseñanzas o sus propias universidades, por tanto se trata de evangelizar siendo fiel al magisterio desde la educación u otro aspecto de la vida bien sea en una institución católica o no. La vida de los seglares consagrados es cristianizar el mundo, fermentar la sociedad desde dentro haciendo presente el espíritu de Cristo con el testimonio personal de vida.     

Punto 930 Junto a las diversas formas de vida consagrada se encuentran "las sociedades de vida apostólica, cuyos miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la sociedad y, llevando vida fraterna en común, según el propio modo de vida, aspiran a la perfección de la caridad por la observancia de las constituciones. Entre éstas, existen sociedades cuyos miembros abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las constituciones" (CIC, can. 731, 1 y 2).


. Una fe que no se traduce en ningún signo cultural es una fe teórica, mientras que con la inserción en la cultura de los seglares consagrados se van impregnando todas las realidades temporales con el espíritu de Cristo. Así se alimenta el diálogo entre la fe y la cultura. La existencia también de seglares consagrados que dediquen su vida a los medios de comunicación social realizan una tarea al servicio de la verdad. Todas estas tareas son fermento en medio del mundo que lo transforman.

domingo, 2 de octubre de 2016

Catecismo 925-927. La vida consagrada. La vida religiosa

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 925 Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia (cf. CIC, can. 573), la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. CIC, can. 607).
. Las distintas formas de vida consagrada: institutos seculares, vida eremítica, vírgenes consagradas, sociedades de vida apostólica, vida religiosa, etcétera, todas tienen diferencias pero todas tienen rasgos comunes. Uno de ellos es lo que el Catecismo subraya con la palabra “dimensión escatológica” que hace referencia a la dimensión que nos deja vigilantes a la siguiente vida, eso es algo muy característico de la vida consagrada.
. La vida religiosa subraya la dimensión escatológica, es decir ser un signo ante el mundo de la vida venidera. En la iglesia primitiva, se vivió una espera muy intensa de la venida del Señor, incluso parece ser que el retorno en gloria del Señor iba a ser inminente, y san Pablo reprende a algunos para que no esperen con los brazos cruzados la llegada del Señor y les insiste en que “el que no trabaje que no coma”, sino que esperan la llegada de forma activa e instaurando el reino de Dios entre ellos.
. Uno de los textos de san Pablo que más ayuda a los religiosos a vivir es 1ª Corintios 7, 29-31 donde se habla de esa dimensión escatológica que san Pablo refiere a todos los cristianos pero que especialmente podemos decir de los religiosos, dice “Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa”. Este mundo es pasajero, es un error vivir en esta vida poniendo el corazón definitivamente en ella. La solución que nos da san Pablo es amar las cosas creadas, las cosas que llevamos entre manos pero al mismo tiempo sin apegarnos a ellas. Esto se lleva a cabo amando las cosas no con amor propio sino que las ama con el amor de Cristo, ama las cosas en la voluntad de Dios, “y quiero esto en la medida en la que Dios lo quiera”, “y si Dios no lo quiere pues yo no me voy a llevar un berrinche”, sino que como busco la voluntad de Dios por encima de todo, quedo en paz, amar sin apego, tener sin apego.
. También al religioso le puede ocurrir que su superior le cambie de destino y al religioso se le revuelve todo y entra en crisis. Esto manifiesta que el apego no solo se manifiesta en la vida del seglar sino que también es posible en la vida religiosa, pues las tentaciones de satanás traspasan las paredes del monasterio, convento, etcétera, pero es cierto que en cuanto estado de vida, el religioso tiene una vocación perfecta para amar con intensidad y libremente. Que un cambio de destino le haga entrar en crisis a un religioso puede ocurrir porque el religioso pensaba que estaba amando en Cristo su destino anterior pero también lo estaba amando con amor propio, y esa crisis es una ocasión perfecta para purificarse, de volver al amor primero, de decir “fíjate que yo pensaba que estaba haciendo esto por seguir a Cristo y ahora me cambian de destino y se me revuelven las entrañas, y me doy cuenta que pensando que hacía las cosas para gloria de Dios pues también las hacía por un amor propio, porque me sentía humanamente satisfecho con ello y entonces entro en crisis”.
. Otro rasgo de la vida religiosa que está muy remarcado es la vida fraterna, es el amarnos todos como el Señor nos amó. Esta comunión fraterna tiene una gran trascendencia porque cuanto más se viva esta comunión, se está ayudando a los seglares a creer en el mandamiento de Cristo de amarnos los unos a los otros. Posiblemente, el aspecto más costoso de la vida religiosa es la vida en común, y no tanto el voto de pobreza, castidad u obediencia, porque la vida fraterna supone amar con un amor espiritual. Cuando uno entra en una comunidad religiosa, uno no sabe con quien va a convivir, pero los religiosos se comprometen a un amor recíproco incondicional, con la capacidad de no juzgar a esa persona con la que convive, perdonándole hasta setenta veces siete, poniéndolo todo en común con él, bienes materiales, ideales apostólicos, experiencias espirituales, talentos, etcétera, uno lo comparte todo con los miembros de la comunidad. Este aspecto es un gran testimonio ante el mundo que hace creíble el mandamiento del amor al prójimo de Jesús.
Punto 926 La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de nuestro tiempo.


Punto 927 Todos los religiosos, exentos o no (cf. CIC, can. 591), se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral (cf. CD 33-35). La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas "desde el período de implantación de la Iglesia" (AG 18, 40). "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas Iglesias: desde las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas" (RM 69).