Punto 946 Después
de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los
Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en
cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la
asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio
ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión
de los santos es precisamente la Iglesia.
. La comunión de los santos y la iglesia son dos realidades
enlazadas la una con la otra.
Punto 947 "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, 13). "Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10, 24).
. Todos los seres que formamos este género humano, tenemos una misteriosa unión por formar parte del mismo género, los que compartimos la misma naturaleza humana tenemos una misteriosa unión, nada que pase a otro ser humano es indiferente para nosotros. Recordemos que el pecado original de Adán y Eva se trasmitió a todo el género humano por una misteriosa unión del género humano que tiene un mismo origen y un mismo destino en Dios. Jesús al asumir la naturaleza humana se ha unido con todo ser humano. Todos los que formamos parte de este género tenemos una comunión entre nosotros por nuestra naturaleza humana, y además los bautizados formamos parte de un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo.
. Nos puede servir la imagen gráfica para expresar esta comunión de Cristo con su iglesia, de un árbol que tiene sus raíces bajo tierra, y esas raíces son imagen de Cristo que desde su ascensión a los cielos no es visible para nosotros. Esas raíces fundan el tronco que es la iglesia, que es visible y recibe de Cristo su vida. Por las venas de la iglesia, por los vasos capilares de ese tronco corre esa savia, es sangre de Cristo, esa gracia del Espíritu Santo. Jesús da su vida, da el Espíritu Santo y lo da a través del tronco que es la iglesia. Ese árbol tiene unos frutos que son los sacramentos, de tal forma que cuando tomamos esos frutos recibimos en ese sacramento la vida de Cristo trasmitida por el Espíritu Santo a través de la iglesia. Esta imagen subraya la conjunción de misterios, como todo confluye, como todo está íntimamente integrado frente a la tendencia que a veces tenemos nosotros de recibir unas verdades de fe a la carta, es decir, cuando decimos que “creo en Cristo pero no creo en la iglesia”, o decimos “yo creo en este sacramento pero en este otro sacramento no”, es decir, cosas que son absolutamente incoherentes. Vemos como alguien hoy en día se acerca a la iglesia y pide un sacramento cuando no ha recibido otro, y uno dice “el Señor tendrá paciencia con nosotros”… en lugar de tener una visión integrada y en comunión de todos los misterios, tenemos una visión fragmentada de ellos y parece que nos acercamos a Dios como quien va al supermercado a coger unos productos y rechazar otros según le parezca o convenga. Los bienes de gracia son comunicados por Cristo a su iglesia formando un fondo común, un depósito común del que nos somos dueños ante el cuál nos postramos y veneramos.
Punto 948 La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]" y "comunión entre las personas santas [sancti]".
Sancta sanctis [lo que es santo para los que son santos] es lo que se proclama por el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el momento de la elevación de los santos dones antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.
. Aquí el Catecismo nos ilustra con una tradición que nosotros no conocemos porque formamos parte de la liturgia latina, pero en las liturgias católicas orientales es costumbre que antes de distribuir la comunión se diga “lo que es santo para los que son santos” que une las cosas con las personas. Nos recuerda la necesidad de recibir dignamente los sacramentos, y nos recuerda a que hoy en día en algunas celebraciones como bodas se acercan al altar sin estar en gracia de Dios. En el comienzo de la eucaristía se dice “antes de celebrar los sagrados misterios reconozcamos nuestros pecados” y volvemos a pedir perdón porque aunque estemos en gracia de Dios pues sentimos que siempre estamos llenos al menos de pecados veniales y necesitamos purificación, y luego incluso antes de comulgar volvemos a decir “Señor yo no soy digno de que entres en mi casa”. O sea que aunque esté en gracia de Dios y hayamos pedido perdón, antes de comulgar volvemos a decir que no somos dignos. Por lo tanto la necesidad de purificación es proporcional a la conciencia de gratuidad y del don, cuando uno tiene más conciencia del don que recibe más necesidad siente de purificación, ahora cuando uno recibe los sacramentos como cualquier cosa entonces no se tiene ninguna conciencia de necesidad de purificarse. Por eso en la liturgia oriental se dice Sancta sancti y nos recuerda cuando en el pasaje de Mateo uno mal vestido es echado del banquete porque va indignamente a la recepción.
. Sin embargo hay que decir que los sacramentos no son para los perfectos porque uno solo es el santo que es Dios, acordaros cómo Jesús insistió en el evangelio que no necesitan de médico los sanos sino los enfermos, que cuando se escandalizaban los fariseos y los escribas de que Jesús comiese con publicanos y pecadores, pues en Lucas 5,31 Jesús les responde “no necesitan médico los que están sanos sino los que están mal, no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”, y hay que decir que siempre seremos pecadores a la hora de acercarnos a los sacramentos por mucho que nos hayamos intentado purificar pero el Señor quiere que nos acerquemos porque los sacramentos son remedio de nuestra concupiscencia, perdón de nuestros pecados, es decir, los sacramentos no son un premio para los buenos sino la gracia para los débiles y todos somos débiles. Este matiz complementa nuestra indignidad.