martes, 27 de diciembre de 2016

Catecismo 966. María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia. La Asunción de María a los cielos

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Punto 966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
«En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas (Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).

. No se puede hablar de ningún título mariano que aplicamos a María sino partimos del titulo principal que podemos aplicar a María: “María madre de Dios”. La mariología bien entendida tiene su eje en la afirmación que hacemos en el Ave María: Santa María madre de Dios. Lo celebramos el día uno de enero, y no tiene esa popularidad del 15 de agosto día de la Asunción o el día 8 de diciembre día de la Inmaculada, y el día uno de enero se nos puede pasar desapercibido, sin embargo, el título mariano por excelencia, el que lo encuadra todo es el de María madre de Dios. Desde ahí se entienden muchas cosas, se entiende la misma Inmaculada concepción… pues ser madre de Dios conviene que fuese purísima la que había de llevar en su seno al autor de la gracia, convenía que fuese preservada de toda mancha de pecado.

. Distinguimos ascensión de asunción, Jesús ascendió a los cielos y María fue asunta a los cielos. Jesús ascendió a los cielos por su propio poder y María fue asunta a los cielos por el poder de Dios. María es una criatura humana que no tiene ese poder divino y recibe de Dios esa gracia de ascender a los cielos. Esta es una buena contestación a quienes a veces acusan al catolicismo de haber divinizado a la virgen María, en el sentido de ponerla al mismo nivel que a Cristo, y aquí tenemos una buena contestación, la iglesia ha distinguido la ascensión de la asunción siendo ésta la que no tiene poder propio de subir a los cielos sino que es Dios mismo quien la asume a su gloria.

. Cuando decimos la “llena de gracia” es porque ella está unida a Cristo, aún incluso antes de concebirle esta llena de gracia, y la gracia nos será dada en Cristo. María se está conformando a su hijo Jesucristo en su humanidad y en su divinidad. En el caso de María, el misterio es que María es el sarmiento que está unido a Jesucristo y que de él recibe la vida divina pero también Jesús es un sarmiento en el seno de María de la cual recibe la vida humana. Jesús mostró su señorío en el mundo venciendo al pecado y en María Jesús venció al pecado, y mostró su señorío venciendo a la muerte, y en María, Jesús venció a la muerte. María es pues como un icono que refleja la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. Lo que nuestra fe católica dice es que María fue asunta a los cielos en cuerpo y alma. En el momento de la muerte se produce la separación del alma y cuerpo, y el alma es juzgada inmediatamente en el juicio particular, y esa alma irá a gozar de Dios si está preparada, si se auto excluye irá al estado de condenación que llamamos el infierno, o si está abierta a Dios pero no suficientemente purificada irá al estado de purificación que llamamos purgatorio. Esto tiene lugar en el alma en el mismo momento de la muerte cuando el alma se separa del cuerpo a la espera de la resurrección definitiva que tendrá lugar en la parusía, cuando el Señor venga como juez de vivos y muertos y entonces los cuerpos resuciten y se unen a sus almas, y tenga lugar ese juicio final que confirme el juicio particular pero que supone la unión de nuestros cuerpos resucitados a nuestras almas y supone la comunión de todo el cuerpo místico que estaba incompleto. Cuando uno pierde esta perspectiva, pues han habido teólogos, han habido desviaciones en la fe que han afirmado que en el mismo momento de la muerte ha tenido lugar la resurrección, pues no entienden que el cuerpo sigue en el cementerio e incluso se pierde el privilegio mariano de que María fue asunta a los cielos en cuerpo y alma si todo el mundo resucita en cuerpo y alma? Es decir, cuando se niega que en la muerte hay una separación de cuerpo y alma, y la resurrección de nuestros cuerpos tendrá lugar al final de los tiempos en la parusía, se hace incomprensible el dogma de la asunción de María a los cielos. Los santos están gozando en el cielo en alma. María está pues adelantando en cuerpo y alma el gozo en presencia de Dios. Así el Señor ha querido anticipar en María el destino eterno de todos nosotros, la gloria plena.


. La maternidad de María sobrepasa la capacidad humana, es un signo de Dios que nos sobrepasa. En Juan 1,13 “…la cual (la Palabra, el hijo de Dios) no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios” hace referencia al parto virginal. La forma en la que Dios quiso que fuese concebido Jesucristo manifiesta que es verdadero Dios porque fue concebido por obra del Espíritu Santo y que es verdadero hombre porque fue concebido en las entrañas de la virgen María y de ella tomó carne. María con sus oraciones intercede por nosotros ante el salvador que es Cristo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Catecismo 963-965. María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia. Totalmente unida a su Hijo…

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Punto 963 Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza" (LG 53; cf. San Agustín, De sancta virginitate 6, 6)"».  "María [...], Madre de Cristo, Madre de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares al concluir la tercera sesión del Concilio Ecuménico, 21 de noviembre de 1964).

. El Catecismo ya nos ha hablado del papel de María en el misterio de Cristo y en el misterio del Espiritu Santo, y ahora a propósito de la iglesia vuelve a hablar de la Virgen María.

Punto 964 El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte" (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:

«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).

. María es la que está totalmente unida a su Hijo. María nos dio a luz con dolor al pie de la cruz, nos dio a luz en un parto en el que ella se asoció a la pasión de Jesucristo, María no disuadió a Jesús de su entrega, ella acompaña a Jesús camino de la cruz. Jesús ha aprendido humanamente de María a decir “hágase”.  Si Dios quiso que Cristo viniese al mundo por medio de María, también será ahora María el medio por el que Cristo quiera venir al mundo, es decir, si Dios quiere que nosotros seamos hijos en el Hijo, que estemos injertados en Jesucristo, pues querrá servirse del mismo medio que entonces se sirvió. María entonces fue el medio por el que Cristo vino al mundo y María es también ahora en el plan de Dios, el medio por el que Cristo venga a nosotros. En el plan divino, Dios quiso que el salvador viniese de una mujer, y de esa mujer tomase nuestra propia sangre de tal forma que fuésemos hermanos en la gracia con Jesucristo, pues en el plan de Dios es que María siga siendo el medio por el que nosotros seamos hermanos en la gracia de Jesucristo. María no era para Dios un instrumento temporal que trajera a Jesucristo al mundo y que luego dejase de tener presencia, sino que María sigue siendo el puente, el camino para que Jesús nazca en nosotros.

Punto 965 Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones" (LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra" (LG 59).


. En Juan 19,26 “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”. No sabemos cuanto tiempo pasó María en casa de Juan, cuanto tiempo pasó desde la venida del Espíritu Santo y la dormición de María, pero si que es bueno hacer un esfuerzo de reflexión sobre qué papel tuvo María en aquellos años, fuesen muchos o fuesen pocos. María estaría presente orando con los apóstoles la venida del Espíritu Santo, compartiendo desde el principio la eucaristía, integrada en la vida de la iglesia, consolando la primera comunidad cristiana, etcétera. María es para nosotros modelo ejemplar y eficiente: vemos en ella la forma más exquisita de realización de lo que Dios nos pide a todos nosotros en el sentido de que acoge plenamente la palabra de Dios y la hace fecunda, y ella interviene maternalmente, intercede ante Dios para que también nosotros nos dispongamos a recibir a Jesús.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Catecismo 957-959. La comunión de los santos. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra II

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Punto 957 La comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):
«Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires, los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus compañeros y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC 10bis, 232 (Funk 1, 336)).

. Se hace una pequeña explicación de porqué veneramos el recuerdo de los santos: no solo lo hacemos como modelos cercanos de imitación sino sobre todo para que la unión de toda la iglesia en el Espíritu se vea reforzada en el amor fraterno, es decir, venerando a los santos que están en el cielo, estamos cumpliendo el mandato de Jesús de amarnos unos a otros. Amando a nuestros hermanos santos, a los miembros de la iglesia del cielo, estamos cumpliendo el mandato de Jesús. El amor al prójimo no solo se refiere al prójimo que está en la iglesia peregrinante.
. La comunión con los hermanos que peregrinan aquí en la tierra nos lleva a Cristo, nos pone en camino de ir hacia Cristo, es como decir ”me hago compañero tuyo para caminar junto contigo para que los dos vayamos a Cristo”, pero la unión con los hermanos que están en el cielo es distinta porque ellos ya están plenamente unidos a Cristo, entonces ya no es un caminar juntos sino que ellos nos traen a Cristo, se convierten en un conducto a través del cual Cristo llega a nosotros.

. Nosotros solo adoramos a Cristo y veneramos a los santos. Venerar a los santos es amarlos como discípulos imitadores del Señor, si los veneramos es a causa de la devoción incomparable hacia Cristo que ellos tenían, en el fondo lo que amamos en ellos es el que hayan sido tan amantes de Cristo. Por lo tanto no tenemos en los santos el fin, los santos no quitan la centralidad de Cristo, al contrario, al amar a los santos, amamos en ellos a Dios. Somos conscientes que los dones de los santos son recibidos de Dios, por lo cual uno al venerar a un santo está glorificando a Dios por los dones que ha dado a ese santo. Cuando uno ordena correctamente su veneración hacia los santos no quita a Cristo la centralidad, sino que glorifica a Dios por las obras que hace en los santos. Es decir, ser santo es participar de la santidad de Dios.

Punto 958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.

.  Aquí habla de la comunión con nuestros hermanos difuntos. El estado de purificación o el purgatorio es un estado de buena esperanza porque el alma es consciente que se está preparando para gozar de Dios. Podemos tener una comunión con ellos que es en el doble sentido, rezar nosotros por las almas del purgatorio y que ellas también interceden por nosotros. Nos podemos imaginar que nuestros fieles difuntos por los cuales hemos orado por su purificación, por la comunión que hay entre nosotros, nos podemos imaginar que ellos se sentirán con un agradecimiento inmenso hacia aquellos que han orado por ellos, se sentirán con la necesidad de devolver ese favor recibido en nuestra oración por su purificación con una intercesión ante Dios por nosotros. Las almas de aquellos fieles difuntos por los que hemos orado por su purificación, nos devuelven con creces esa intercesión que nosotros hemos hecho por ellos, en favor nuestro. Las almas del purgatorio y nosotros estamos de camino y nos apoyamos mutuamente.

Punto 959 En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (LG 51).


. Fruto del pecado original, tenemos una tendencia a la dispersión, y la iglesia está realizando esa vocación de unión para la que fue engendrada por Cristo, para convocar a todos sus hijos. Igual que Jesús tiene esas parábolas en el evangelio donde el buen pastor no descansa hasta reunir todo el rebaño, pues también la iglesia tiene la vocación de ser convocante de todos en una misma familia. La iglesia verá cumplida esta misión cuando en el cielo sea capaz de unir todos sus hijos, entonces la iglesia dirá “misión cumplida”. Para ello la iglesia tiene que purificar esa tendencia que tenemos a la dispersión, con frecuencia nos valoramos más por lo que nos diferencia que por lo que nos une, si uno no se ve distinto a los demás parece que uno no es nadie. Decir que soy hijo de Dios como los demás parece que no tiene chispa, parece que tengo que ser distinto y remarcar mis diferencias con los demás. Sin embargo la iglesia ha recibido la vocación del Señor de convocarnos a todos en una misma familia y de que nos valoremos todos por la común dignidad de hijos de Dios. Cuando estemos en el cielo, las diferencias por las que nos hemos peleado aquí en la tierra nos resultarán ridículas. La iglesia tiene la labor de que nos sintamos hermanos y de que esa comunión que vamos a tener en el cielo, comience ya aquí en la tierra, que nos sintamos aquí ya como hermanos.