Punto
2.607 Con su oración, Jesús nos enseña a orar. El
camino teologal de nuestra oración es su propia oración al Padre. Pero el
Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de Jesús sobre la oración. Como
un pedagogo, nos toma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre.
Dirigiéndose a las multitudes que le siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya
saben de la oración por la Antigua Alianza y las prepara para la novedad del
Reino que está viniendo. Después les revela en parábolas esta novedad. Por
último, a sus discípulos que deberán ser los pedagogos de la oración en su
Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del Espíritu Santo.
.
En este punto se nos indica explícitamente cómo Jesús enseñó a orar. Al ver
rezar a Jesús, nosotros ya estamos aprendiendo a orar, Jesús con su ejemplo ya
nos está enseñando porque las palabras convencen pero el ejemplo arrastra. Es
muy importante el consejo y el testimonio, es más, nada es más peligroso como
un buen consejo acompañado de un mal ejemplo. Jesús es nuestro modelo a seguir,
asunto del que no nos podemos avergonzar nunca sino por el contrario sentirnos
orgullosos de ser discípulos de Jesucristo. Gracias a la encarnación, podemos
seguir el modelo de Jesús. Nosotros viendo orar a Jesús hemos aprendido a orar
y también nosotros estamos llamados para con los demás a ser testimonio para
que viendo nuestra vida de oración se cuestionen los demás que también están
llamados.
.
Jesús es un gran pedagogo, hay una gran pedagogía en la revelación de Dios, Jesús
no ha venido a derogar la antigua alianza sino que se entronca en ella, y
Jesucristo nos ayuda en esa pedagogía que hace él de conducir desde el Antiguo
Testamento hasta el Nuevo Testamento.
Punto
2.608 Ya en el Sermón de la Montaña, Jesús
insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano
antes de presentar una ofrenda sobre el altar (cf Mt 5, 23-24), el
amor a los enemigos y la oración por los perseguidores (cf Mt 5, 44-45),
orar al Padre “en lo secreto” (Mt 6, 6), no gastar muchas palabras
(cf Mt 6, 7), perdonar desde el fondo del corazón al orar
(cf, Mt 6, 14-15), la pureza del corazón y la búsqueda del Reino
(cf Mt 6, 21. 25. 33). Esta conversión se centra totalmente en el
Padre; es lo propio de un hijo.
.
Consejos o enseñanzas concretas que Jesús nos da para orar las vemos en este
punto. En el Sermón de la Montaña Jesús nos habla de la reconciliación con el
hermano antes de presentarte a orar, en Mateo 5,23-24 lo tenemos muy
claramente: "Si, pues, al presentar
tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda", es
decir, orar bien supone una conversión, una actitud interna en la que no cabe
un enfrentamiento con tus hermanos. No caigamos en el error de acudir a la oración
para reafirmarnos en nuestro rencor frente a alguien con quien estemos
enfrentados. Jesús nos dice que primero dejemos la ofrenda y nos vayamos a reconciliar.
A nosotros en la práctica nos ocurre que ciertas reconciliaciones que tenemos
pendientes en nuestra vida no sabemos cómo llevarlas a efecto y esto no
significa que no podamos ir a orar hasta que eso quede totalmente resuelto sino
que podríamos ir a orar pidiendo al Señor que nos dé la gracia de sanar eso que
tenemos pendiente de tal forma que al menos nuestra disposición de que cuando
vamos a hacer oración sea la de la reconciliación.
.
En Mateo 5,43-45 se nos dice: "Habéis
oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos
de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa
vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?", este
consejo de Jesús de orar por los que nos persiguen, por los que no nos quieren
bien, por los que nos odian, es muy importante. Hay una prueba muy importante
para saber si hemos perdonado o no hemos perdonado y es que cuando uno tiene
capacidad de orar por alguien que te odia o que te persigue significa que ya
has perdonado, aunque luego mi sensibilidad se rebele, porque hay que
distinguir entre perdón de la voluntad y una sensibilidad hacia una persona que
yo no puedo siempre controlar. Nos gustaría que nuestra sensibilidad quedase
plenamente sanada, que no hubiese ningún recuerdo del pasado que nos nublase el
horizonte pero mientras tanto, el consejo de Jesús es que oremos por los que
nos persiguen, por los que te calumnian.