jueves, 31 de agosto de 2017

Catecismo 2607-2608. Jesús enseña a orar I

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Punto 2.607 Con su oración, Jesús nos enseña a orar. El camino teologal de nuestra oración es su propia oración al Padre. Pero el Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de Jesús sobre la oración. Como un pedagogo, nos toma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre. Dirigiéndose a las multitudes que le siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya saben de la oración por la Antigua Alianza y las prepara para la novedad del Reino que está viniendo. Después les revela en parábolas esta novedad. Por último, a sus discípulos que deberán ser los pedagogos de la oración en su Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del Espíritu Santo.

. En este punto se nos indica explícitamente cómo Jesús enseñó a orar. Al ver rezar a Jesús, nosotros ya estamos aprendiendo a orar, Jesús con su ejemplo ya nos está enseñando porque las palabras convencen pero el ejemplo arrastra. Es muy importante el consejo y el testimonio, es más, nada es más peligroso como un buen consejo acompañado de un mal ejemplo. Jesús es nuestro modelo a seguir, asunto del que no nos podemos avergonzar nunca sino por el contrario sentirnos orgullosos de ser discípulos de Jesucristo. Gracias a la encarnación, podemos seguir el modelo de Jesús. Nosotros viendo orar a Jesús hemos aprendido a orar y también nosotros estamos llamados para con los demás a ser testimonio para que viendo nuestra vida de oración se cuestionen los demás que también están llamados.

. Jesús es un gran pedagogo, hay una gran pedagogía en la revelación de Dios, Jesús no ha venido a derogar la antigua alianza sino que se entronca en ella, y Jesucristo nos ayuda en esa pedagogía que hace él de conducir desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento.

Punto 2.608 Ya en el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda sobre el altar (cf Mt 5, 23-24), el amor a los enemigos y la oración por los perseguidores (cf Mt 5, 44-45), orar al Padre “en lo secreto” (Mt 6, 6), no gastar muchas palabras (cf Mt 6, 7), perdonar desde el fondo del corazón al orar (cf, Mt 6, 14-15), la pureza del corazón y la búsqueda del Reino (cf Mt 6, 21. 25. 33). Esta conversión se centra totalmente en el Padre; es lo propio de un hijo.

. Consejos o enseñanzas concretas que Jesús nos da para orar las vemos en este punto. En el Sermón de la Montaña Jesús nos habla de la reconciliación con el hermano antes de presentarte a orar, en Mateo 5,23-24 lo tenemos muy claramente: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda", es decir, orar bien supone una conversión, una actitud interna en la que no cabe un enfrentamiento con tus hermanos. No caigamos en el error de acudir a la oración para reafirmarnos en nuestro rencor frente a alguien con quien estemos enfrentados. Jesús nos dice que primero dejemos la ofrenda y nos vayamos a reconciliar. A nosotros en la práctica nos ocurre que ciertas reconciliaciones que tenemos pendientes en nuestra vida no sabemos cómo llevarlas a efecto y esto no significa que no podamos ir a orar hasta que eso quede totalmente resuelto sino que podríamos ir a orar pidiendo al Señor que nos dé la gracia de sanar eso que tenemos pendiente de tal forma que al menos nuestra disposición de que cuando vamos a hacer oración sea la de la reconciliación.


. En Mateo 5,43-45 se nos dice: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?", este consejo de Jesús de orar por los que nos persiguen, por los que no nos quieren bien, por los que nos odian, es muy importante. Hay una prueba muy importante para saber si hemos perdonado o no hemos perdonado y es que cuando uno tiene capacidad de orar por alguien que te odia o que te persigue significa que ya has perdonado, aunque luego mi sensibilidad se rebele, porque hay que distinguir entre perdón de la voluntad y una sensibilidad hacia una persona que yo no puedo siempre controlar. Nos gustaría que nuestra sensibilidad quedase plenamente sanada, que no hubiese ningún recuerdo del pasado que nos nublase el horizonte pero mientras tanto, el consejo de Jesús es que oremos por los que nos persiguen, por los que te calumnian.

lunes, 28 de agosto de 2017

Catecismo 2606. Jesús ora VIII

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Punto 2.606 Todos las angustias de la humanidad de todos los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones de la historia de la salvación están recogidas en este grito del Verbo encarnado. He aquí que el Padre las acoge y, por encima de toda esperanza, las escucha al resucitar a su Hijo. Así se realiza y se consuma el drama de la oración en la Economía de la creación y de la salvación. El Salterio nos da la clave para la comprensión de este drama por medio de Cristo. Es en el “hoy” de la Resurrección cuando dice el Padre: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra” (Sal 2, 7-8; cf Hch 13, 33).
La carta a los Hebreos expresa en términos dramáticos cómo actúa la plegaria de Jesús en la victoria de la salvación: “El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Hb 5, 7-9).

. Jesús antes de expirar lanza un fuerte grito desgarrador que está representando e incluyendo los infortunios de toda la humanidad, todas las súplicas, todo lo que hemos clamado a Dios. Jesús asume en ese grito todo el sufrimiento. La respuesta de Dios a este clamor es la resurrección de Jesús, la resurrección es la garantía de que Dios escucha nuestra oración. Sin la resurrección, de poco sirve que Jesús se haga solidario con nosotros, que asuma mis sufrimientos, de poco me vale sentirme solamente acompañado pues necesitamos tener una esperanza trascendente que encontramos en la resurrección. La oración tiene respuesta, pero tenemos que acostumbrarnos también a que en la oración hay silencios, silencios donde parece que uno no es respondido, de hecho la resurrección tiene lugar al tercer día. Tras el grito y la muerte de Jesús, hubo un gran silencio donde en aquel momento, la mayoría pensaba que ese grito no había tenido respuesta, y los discípulos comenzaron cada uno a irse a su casa porque dijeron que Dios no había respondido a ese grito y pensaban que todo se había acabado. Dios quiso que hubiese un tiempo entre la petición de Cristo al Padre hasta la respuesta de la resurrección al tercer día.       Ese tiempo de silencio también se produce en nuestra vida, hay muchas suplicas que dirigimos a Dios que nos concede pero no de forma inmediata sino que precisa un tiempo. En este tiempo de silencio, parece que el mal triunfa, pero Dios tiene la última palabra. Por eso la clave para entender la oración es creer en la victoria de Cristo, en la resurrección, quien no cree en su victoria tiene una oración superficial, tiene una oración sin esperanza.


. La oración de Jesús es una oración que le lleva a obedecer a Dios Padre, y es mucho más fácil ofrecerle a Dios otras cosas como por ejemplo dinero, un sacrificio,… eso puede ser más fácil que la obediencia. El valor salvífico de la oración de Jesús estuvo en su obediencia, en que él en su oración entregó su voluntad al Padre, fuimos redimidos por la obediencia de la voluntad humana de Cristo. Ahora hace falta que nosotros recibamos esa salvación de Cristo y la recibimos obedeciendo, luego mi oración me tiene que llevar también a la obediencia que es lo que más nos cuesta entregar.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Catecismo 2605. Jesús ora V

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Punto 2.605 Cuando llega la hora de cumplir el plan amoroso del Padre, Jesús deja entrever la profundidad insondable de su plegaria filial, no solo antes de entregarse libremente (“Padre... no mi voluntad, sino la tuya”: Lc 22, 42), sino hasta en sus últimas palabras en la Cruz, donde orar y entregarse son una sola cosa: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34); “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 24,43); “Mujer, ahí tienes a tu Hijo [...]. Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27); “Tengo sed” (Jn 19, 28); “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; cf Sal 22, 2); “Todo está cumplido” (Jn 19, 30); “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46), hasta ese “fuerte grito” cuando expira entregando el espíritu (cf Mc 15, 37; Jn 19, 30).

. En este punto se va a hablar de la oración de Jesús durante su Pasión, donde hay pequeñas expresiones que nos introducen en la interioridad de Jesucristo. Se nos proponen las siguientes palabras de Jesús, la primera en Lucas 22,42: “Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” donde se destaca que Jesús se prepara para entregarse libremente, la oración bien hecha es una entrega de nuestra voluntad a Dios. La oración poco tiene que ver como a veces pensamos, con un desahogarnos, con una relajación o un sentirnos bien, a veces definimos la oración por unos parámetros que son bastante accidentales. Aunque es cierto que la oración nos puede llevar a relajarnos y desahogarnos, no dejan de ser efectos colaterales beneficiosos que puede tener la oración en nosotros, pero eso no es la esencia de la oración. La esencia de la oración es una relación amorosa de tú a tú que nos lleva a entregarnos libremente, es un diálogo confiado con quien sabemos que nos ama, que nos conduce a que se haga tú voluntad y no la mía. La esencia de la oración es la entrega confiada en la voluntad de Dios. La gran enseñanza de Jesús en Getsemaní es que la oración es entrega a la voluntad del Padre. Confiar en la voluntad de Dios forma parte de la oración bien realizada.
. Otro momento en que Jesús nos enseña a orar es Lucas 23,24 que dice: "Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen", una oración bien corta que impactó tremendamente a los allí presentes. Aquí de nuevo Jesús empieza por “Padre” porque lo más importante de la oración es la conciencia viva de con quién estoy hablando. Esta oración nos enseña que Jesús no se presenta sólo, sino que se presenta rodeado de sus hermanos, no se presenta pidiendo al Padre que le defienda de la injusticia a la que está siendo sometido, sino que se presenta pidiendo que les perdone. Jesús después de esta intercesión observa la conversión del centurión, la conversión del buen ladrón que serían un gran consuelo para Jesucristo, más que el haberse visto defendido en la injusticia.

. En la siguiente palabra de Jesús en la cruz, no se dirige al Padre sino que Jesús responde al ladrón: "Jesús le dijo: Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso." que estrictamente hablando no es oración porque no está hablando con el Padre pero que nos enseña como Jesús nos presenta a Dios ante los hombres y así nosotros también hemos de presentar a Jesús a los demás, sin ningún rubor, sin importarnos lo que puedan decir, porque la oración es también presentar los hombres ante Dios y viceversa. Si realmente tenemos una experiencia fuerte de Dios, tendríamos necesidad de presentar a Dios ante los demás sin ningún temor, cuando uno tiene la experiencia del amor de Dios Padre, necesita llevar la noticia del amor de Dios ante el mundo sin importarnos de como seamos percibidos, haciendo las cosas como si nadie nos estuviese mirando y hablar como si nadie nos estuviese escuchando, como si estuviéramos a solas con Dios y solamente Dios es tu público.
. Cuando Jesús dice en la cruz lo que nos presenta el evangelio de san Juan 19,26-27 “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.", Jesús nos está enseñando la relación que tenía con su madre, Jesús comparte en el amor todo con María, tanto la cruz como la gloria. Si María no dijo “mi hijo es para mí”, tampoco Jesús dice ahora “mi madre es para mí” sino que Jesús nos da su madre a todos y la comparte con nosotros. María no tuvo una maternidad posesiva y dio a su hijo a todos, y Jesús tampoco se queda poseyendo a su madre y nos la da a todos.
. Una expresión más de Jesús en la cruz la vemos en Juan 19,28 “Tengo sed”, que no es solamente una sed física sino una sed de todos nosotros, sed de nuestra respuesta. Las monjas de la madre Teresa de Calcuta tienen en todas sus capillas una sobria decoración con un crucifijo y junto a él unas letras escritas que pone “Tengo sed”. Jesús tiene sed de que su amor llegue a todos, tiene sed de que los más pobres reciban también el mensaje de la salvación.
. La siguiente expresión que nos presenta el Catecismo es “Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado” que tenemos en Marcos 15,34. Hay una oscuridad en el interior de Jesús. Jesús está viviendo una prueba interior en su oración, Jesús ha querido tener la experiencia de la oscuridad en la oración, no ha querido ahorrarse ese trago. Esta oración se refiere al salmo 22 que empieza con esas palabras “Dios mío, Dios mío porque me has abandonado…” que alcanza su pleno sentido cuando Jesús lo reza en la cruz. Es una oración que nos asoma a la desolación interior. Dios no nos abandona nunca pero es verdad que Dios permite que tengamos la sensación de que hemos sido abandonados, Dios nunca te abandona pero a veces sentimos la soledad, la noche oscura, el dónde está Dios que parece que ha desaparecido. Esto también es una gran lección para nosotros, Jesús ha querido asumir la sequedad de la oración, la sensación del abandono de Dios pues lo que no es asumido no es redimido. En la segunda parte del salmo vemos como Dios escucha a Jesús. En esta palabra, Jesús nos está revelando que la oración es una lucha interior para buscar el rostro de Dios, luchas primero con tus distracciones, luego con tus sufrimientos interiores, luchas con tus momentos de soledad, con tus momentos de abandono. Qué fácil sería dejar la oración en esos momentos de desolación y pruebas cuando ya no tienes una oración de consolación y afecto y entonces en tus noches oscuras abandonas la oración. Jesús comparte con nosotros esta lucha, ese clamar, sufrir, llorar, clamar, suplicar, buscar la luz de Dios, y el Padre le descubrió su corazón especialmente en el momento de la resurrección.
. Juan 19,30 “Todo está cumplido”, es muy importante esta expresión de Jesús pues nos va a enseñar a que nuestra oración sea auténtica y cumpla el objetivo de la oración. Esta expresión nos hace entender que el motor de la vida de Jesucristo es buscar la voluntad de Dios Padre, por tanto el objetivo de la oración cristiana no es otro que buscar la voluntad de Dios. La meta de nuestra vida es buscar la voluntad del Padre, y hemos de tener en cuenta que esa voluntad no siempre va a coincidir con lo que pensamos que debe ser nuestra propia realización, es más, vamos a tener que abrazar nuestra propia cruz. El que conoce a Dios abraza su voluntad porque sabe que Dios es amor y Dios nos quiere, y es lo mejor de lo que me puedo suponer. La oración nos debe llevar a tener más obediencia a la voluntad de Dios en lugar de que nos lleve a ser soberbio o autoafirmarnos en nuestros criterios. La oración nos tiene que llevar a decir “me entrego a la voluntad de Dios”. La obediencia es liberadora, nos libera de muchas dudas, de muchos líos mentales.
. Lucas 23,46 “Padre en tus manos pongo mi espíritu”, en esta oración Jesús nos remarca que antes de qué voy a decir, insiste en a quién se lo voy a decir. En la oración es importante dirigirnos primero al Padre, porque es un diálogo con el Padre, porque es más importante con quién estamos hablando que de qué estamos hablando. Jesús en esta frase subraya el matiz de la confianza, el confiarnos en los caminos de Dios y el abandonarnos en los caminos de Dios. En la búsqueda de la voluntad de Dios, no tratamos de buscar esa voluntad por nuestro propio voluntarismo, con nuestras propias fuerzas viendo a ver cómo lo hago, sino que yo también confío en los caminos de Dios y me abandono en ellos. Jesús en sus noches de oración aprendía a descansar en Dios Padre, se abandonaba en sus manos y se quedaba en paz. La oración es una escuela de abandono en la voluntad de Dios, de poner nuestras cosas en manos de Dios, confiar y descansar. Dios lleva adelante su obra y ninguno somos imprescindibles.
. Jesús finalmente entregó su espíritu, esto nos enseña a hacer de la muerte una entrega de nuestra vida a Dios. Es lo último que nos queda en nuestra vida, entregarla. Morir es cierto que tenemos que morir, pero no es lo mismo que te quiten la vida a que la entregues a Dios Padre. Jesús nos enseña a que el momento de nuestra muerte sea un momento de ofrecimiento.

jueves, 3 de agosto de 2017

Catecismo 2604. Jesús ora IV

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Punto 2.604 La segunda oración nos la transmite san Juan (cf Jn 11, 41-42), antes de la resurrección de Lázaro. La acción de gracias precede al acontecimiento: “Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado”, lo que implica que el Padre escucha siempre su súplica; y Jesús añade a continuación: “Yo sabía bien que tú siempre me escuchas”, lo que implica que Jesús, por su parte, pide de una manera constante. Así, apoyada en la acción de gracias, la oración de Jesús nos revela cómo pedir: antes de que lo pedido sea otorgado, Jesús se adhiere a Aquél que da y que se da en sus dones. El Dador es más precioso que el don otorgado, es el “tesoro”, y en Él está el corazón de su Hijo; el don se otorga como “por añadidura” (cf Mt 6, 21. 33).
La oración “sacerdotal” de Jesús (cf. Jn 17) ocupa un lugar único en la Economía de la salvación. Su explicación se hace al final de esta primera sección. Esta oración, en efecto, muestra el carácter permanente de la plegaria de nuestro Sumo Sacerdote, y, al mismo tiempo, contiene lo que Jesús nos enseña en la oración del Padre Nuestro, la cual se explica en la sección segunda.

. La segunda oración la tenemos en Juan 11,41-42:”Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado." Jesús rodeado de todos aquellos que están acompañando a la familia de Lázaro, Jesús de repente interrumpe la conversación que tenía con ellos, mira al cielo y nos muestra su intimidad con el Padre que la mayoría de las veces no ha sido recogida en los evangelios. Se destaca de este texto que la acción de gracias precede al acontecimiento, es decir, Jesús da gracias porque le ha escuchado el Padre sin haber pedido el milagro de la resurrección de Lázaro. La primera sorpresa que nos da Jesús es que él va a rezar sabiendo conscientemente que antes de ir a rezar ya ha sido escuchado. Una de nuestras mayores pobrezas es que proyectemos ante Dios el tipo de relación que tenemos entre nosotros, y entre nosotros tenemos una relación muchas veces utilitarista, es decir, confío en el prójimo en la medida en la que el prójimo me es digno de confianza, e inevitablemente en esta relación que tenemos con el prójimo estamos aplicando la fórmula de “te doy para que me des”. Hemos de acordarnos del pasaje del evangelio que nos dice “si dais únicamente a aquellos de los que esperáis recibir, entonces qué mérito tenéis?”, situación que es muy explicable desde la lógica carnal pero que estamos llamados a trascender. Lo malo del asunto es que este tipo de relación utilitarista tenemos el riesgo de proyectarla con Dios, de tal manera que uno se dirige a Dios en la medida en la que me satisfaga lo que yo estoy buscando. Jesús nos sorprende cuando dice “te doy gracias porque ya me has escuchado” y se lo dice antes de pedir nada, es decir, hay una confianza tal que la voluntad del Padre va a ser lo mejor para el Hijo, y el Hijo no busca otra cosa que la voluntad del Padre, es una auténtica lección para nosotros. Uno para orar bien, tiene que saber de antemano que ya ha sido escuchado y Dios me va a dar más de lo que yo incluso le voy a pedir, porque yo no sé pedir bien, el amor incondicional de Dios supera mi petición. Dios me quiere más y mejor de lo que yo me quiero a mí mismo.

. Uno entiende así otros pasajes del evangelio como el de Marcos 11,22-24 "Jesús les respondió: Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar" y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis." Cuando vayas a pedir, cree firmemente que ya los has recibido antes de pedirlo y lo tendrás porque Dios te quiere más y mejor y te va a dar lo que necesitas, igual esto me cuesta entenderlo pero sé que lo que me va a dar es lo que yo le pedía y es posible que bastante mejor. La clave para hacer bien oración es esta, confiar en el amor misericordioso de Dios, en su voluntad, me fío más de él que de mí mismo.

. Ocurre a veces que tenemos que vivir el contraste de que lo que yo pensaba que era bueno para mí, pues resulta que Dios pensaba otra cosa, y ese acto de confianza en Dios tiene que verse purificado porque uno resulta que está pasando penurias, está pasando situaciones de prueba, está pasando persecuciones, lo está pasando mal, y le pide a Dios que le libere de su angustia, de su persecución, de su pobreza, y uno ve que Dios aparentemente parece que no le escucha, pero sin embargo el creyente sigue confiando en Dios, sigue creyendo firmemente que su oración es escuchada, aunque no la vea yo realizada como yo esperaba. Hay un himno del cántico de Habacuc 3,17-19 que dice: “Aunque la higuera no volverá a echar brotes, ni habrá que recoger en las viñas. Fallará la cosecha del olivo, los campos no darán alimento, faltará el ganado menor en el aprisco, no habrá ganado mayor en los establos. ¡Mas yo en Yahveh me alegraré, jubilaré en el Dios de mi salvación! Yahveh mi señor es mi fuerza", es decir, el profeta nos dice que no le damos a Dios gracias por tener buena cosecha, por tener más ganado, etcétera, sino que le damos gracias a Dios eternamente más allá de las pruebas. Como nos dice san Juan Crisóstomo, a veces Dios retarda en conceder lo que le estamos pidiendo para que mientras que se retarda su don, estemos con él, pues es más importante estar con él pidiendo el don que recibir el don y olvidarnos de él. En los planes de Dios, a nosotros nos cuesta entender que es lo que nos conviene.

. Jesús en su forma de pedir nos enseña que lo principal es la adhesión al dador de los dones y no a los dones que Dios nos pueda dar. Es más importante que yo busque al dador que a los dones. Si pongo mi corazón en lo que le he pedido a Dios, tengo un peligro muy grande de que la oración esté mal hecha. Lo importante en la oración bien hecha es que pongamos el corazón en la voluntad de Dios y no en el don que yo espero de su voluntad. Es frecuente que nos quedemos con los dones de Dios sin recapacitar en quién me lo ha dado y en el amor que le ha movido para dármelos, y cuando esto es así hay mucho riesgo de que el tipo de oración que yo haga se centre en los dones, en un mero utilitarismo y en una falta de gratitud, con lo que mi oración va a estar viciada.


. En Mateo 6,21-33 se nos hace referencia a que el don se nos otorga por añadidura: " "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo". Pongamos el corazón en Dios y lo demás vendrá por añadidura, a lo mejor no en el orden que uno tiene pensado, pero procuremos que nuestro tesoro sea Dios. Pensemos dónde tenemos nuestras riquezas: en el banco?, en el prestigio?, o están en el sagrario, esto es lo que nos tiene que preocupar.