miércoles, 23 de agosto de 2017

Catecismo 2605. Jesús ora V

Haz clic AQUI para escuchar los audios completos

Punto 2.605 Cuando llega la hora de cumplir el plan amoroso del Padre, Jesús deja entrever la profundidad insondable de su plegaria filial, no solo antes de entregarse libremente (“Padre... no mi voluntad, sino la tuya”: Lc 22, 42), sino hasta en sus últimas palabras en la Cruz, donde orar y entregarse son una sola cosa: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34); “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 24,43); “Mujer, ahí tienes a tu Hijo [...]. Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27); “Tengo sed” (Jn 19, 28); “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; cf Sal 22, 2); “Todo está cumplido” (Jn 19, 30); “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46), hasta ese “fuerte grito” cuando expira entregando el espíritu (cf Mc 15, 37; Jn 19, 30).

. En este punto se va a hablar de la oración de Jesús durante su Pasión, donde hay pequeñas expresiones que nos introducen en la interioridad de Jesucristo. Se nos proponen las siguientes palabras de Jesús, la primera en Lucas 22,42: “Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” donde se destaca que Jesús se prepara para entregarse libremente, la oración bien hecha es una entrega de nuestra voluntad a Dios. La oración poco tiene que ver como a veces pensamos, con un desahogarnos, con una relajación o un sentirnos bien, a veces definimos la oración por unos parámetros que son bastante accidentales. Aunque es cierto que la oración nos puede llevar a relajarnos y desahogarnos, no dejan de ser efectos colaterales beneficiosos que puede tener la oración en nosotros, pero eso no es la esencia de la oración. La esencia de la oración es una relación amorosa de tú a tú que nos lleva a entregarnos libremente, es un diálogo confiado con quien sabemos que nos ama, que nos conduce a que se haga tú voluntad y no la mía. La esencia de la oración es la entrega confiada en la voluntad de Dios. La gran enseñanza de Jesús en Getsemaní es que la oración es entrega a la voluntad del Padre. Confiar en la voluntad de Dios forma parte de la oración bien realizada.
. Otro momento en que Jesús nos enseña a orar es Lucas 23,24 que dice: "Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen", una oración bien corta que impactó tremendamente a los allí presentes. Aquí de nuevo Jesús empieza por “Padre” porque lo más importante de la oración es la conciencia viva de con quién estoy hablando. Esta oración nos enseña que Jesús no se presenta sólo, sino que se presenta rodeado de sus hermanos, no se presenta pidiendo al Padre que le defienda de la injusticia a la que está siendo sometido, sino que se presenta pidiendo que les perdone. Jesús después de esta intercesión observa la conversión del centurión, la conversión del buen ladrón que serían un gran consuelo para Jesucristo, más que el haberse visto defendido en la injusticia.

. En la siguiente palabra de Jesús en la cruz, no se dirige al Padre sino que Jesús responde al ladrón: "Jesús le dijo: Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso." que estrictamente hablando no es oración porque no está hablando con el Padre pero que nos enseña como Jesús nos presenta a Dios ante los hombres y así nosotros también hemos de presentar a Jesús a los demás, sin ningún rubor, sin importarnos lo que puedan decir, porque la oración es también presentar los hombres ante Dios y viceversa. Si realmente tenemos una experiencia fuerte de Dios, tendríamos necesidad de presentar a Dios ante los demás sin ningún temor, cuando uno tiene la experiencia del amor de Dios Padre, necesita llevar la noticia del amor de Dios ante el mundo sin importarnos de como seamos percibidos, haciendo las cosas como si nadie nos estuviese mirando y hablar como si nadie nos estuviese escuchando, como si estuviéramos a solas con Dios y solamente Dios es tu público.
. Cuando Jesús dice en la cruz lo que nos presenta el evangelio de san Juan 19,26-27 “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.", Jesús nos está enseñando la relación que tenía con su madre, Jesús comparte en el amor todo con María, tanto la cruz como la gloria. Si María no dijo “mi hijo es para mí”, tampoco Jesús dice ahora “mi madre es para mí” sino que Jesús nos da su madre a todos y la comparte con nosotros. María no tuvo una maternidad posesiva y dio a su hijo a todos, y Jesús tampoco se queda poseyendo a su madre y nos la da a todos.
. Una expresión más de Jesús en la cruz la vemos en Juan 19,28 “Tengo sed”, que no es solamente una sed física sino una sed de todos nosotros, sed de nuestra respuesta. Las monjas de la madre Teresa de Calcuta tienen en todas sus capillas una sobria decoración con un crucifijo y junto a él unas letras escritas que pone “Tengo sed”. Jesús tiene sed de que su amor llegue a todos, tiene sed de que los más pobres reciban también el mensaje de la salvación.
. La siguiente expresión que nos presenta el Catecismo es “Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado” que tenemos en Marcos 15,34. Hay una oscuridad en el interior de Jesús. Jesús está viviendo una prueba interior en su oración, Jesús ha querido tener la experiencia de la oscuridad en la oración, no ha querido ahorrarse ese trago. Esta oración se refiere al salmo 22 que empieza con esas palabras “Dios mío, Dios mío porque me has abandonado…” que alcanza su pleno sentido cuando Jesús lo reza en la cruz. Es una oración que nos asoma a la desolación interior. Dios no nos abandona nunca pero es verdad que Dios permite que tengamos la sensación de que hemos sido abandonados, Dios nunca te abandona pero a veces sentimos la soledad, la noche oscura, el dónde está Dios que parece que ha desaparecido. Esto también es una gran lección para nosotros, Jesús ha querido asumir la sequedad de la oración, la sensación del abandono de Dios pues lo que no es asumido no es redimido. En la segunda parte del salmo vemos como Dios escucha a Jesús. En esta palabra, Jesús nos está revelando que la oración es una lucha interior para buscar el rostro de Dios, luchas primero con tus distracciones, luego con tus sufrimientos interiores, luchas con tus momentos de soledad, con tus momentos de abandono. Qué fácil sería dejar la oración en esos momentos de desolación y pruebas cuando ya no tienes una oración de consolación y afecto y entonces en tus noches oscuras abandonas la oración. Jesús comparte con nosotros esta lucha, ese clamar, sufrir, llorar, clamar, suplicar, buscar la luz de Dios, y el Padre le descubrió su corazón especialmente en el momento de la resurrección.
. Juan 19,30 “Todo está cumplido”, es muy importante esta expresión de Jesús pues nos va a enseñar a que nuestra oración sea auténtica y cumpla el objetivo de la oración. Esta expresión nos hace entender que el motor de la vida de Jesucristo es buscar la voluntad de Dios Padre, por tanto el objetivo de la oración cristiana no es otro que buscar la voluntad de Dios. La meta de nuestra vida es buscar la voluntad del Padre, y hemos de tener en cuenta que esa voluntad no siempre va a coincidir con lo que pensamos que debe ser nuestra propia realización, es más, vamos a tener que abrazar nuestra propia cruz. El que conoce a Dios abraza su voluntad porque sabe que Dios es amor y Dios nos quiere, y es lo mejor de lo que me puedo suponer. La oración nos debe llevar a tener más obediencia a la voluntad de Dios en lugar de que nos lleve a ser soberbio o autoafirmarnos en nuestros criterios. La oración nos tiene que llevar a decir “me entrego a la voluntad de Dios”. La obediencia es liberadora, nos libera de muchas dudas, de muchos líos mentales.
. Lucas 23,46 “Padre en tus manos pongo mi espíritu”, en esta oración Jesús nos remarca que antes de qué voy a decir, insiste en a quién se lo voy a decir. En la oración es importante dirigirnos primero al Padre, porque es un diálogo con el Padre, porque es más importante con quién estamos hablando que de qué estamos hablando. Jesús en esta frase subraya el matiz de la confianza, el confiarnos en los caminos de Dios y el abandonarnos en los caminos de Dios. En la búsqueda de la voluntad de Dios, no tratamos de buscar esa voluntad por nuestro propio voluntarismo, con nuestras propias fuerzas viendo a ver cómo lo hago, sino que yo también confío en los caminos de Dios y me abandono en ellos. Jesús en sus noches de oración aprendía a descansar en Dios Padre, se abandonaba en sus manos y se quedaba en paz. La oración es una escuela de abandono en la voluntad de Dios, de poner nuestras cosas en manos de Dios, confiar y descansar. Dios lleva adelante su obra y ninguno somos imprescindibles.
. Jesús finalmente entregó su espíritu, esto nos enseña a hacer de la muerte una entrega de nuestra vida a Dios. Es lo último que nos queda en nuestra vida, entregarla. Morir es cierto que tenemos que morir, pero no es lo mismo que te quiten la vida a que la entregues a Dios Padre. Jesús nos enseña a que el momento de nuestra muerte sea un momento de ofrecimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario