domingo, 10 de septiembre de 2017

Catecismo 2608. Jesús enseña a orar II

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 2.608 Ya en el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda sobre el altar (cf Mt 5, 23-24), el amor a los enemigos y la oración por los perseguidores (cf Mt 5, 44-45), orar al Padre “en lo secreto” (Mt 6, 6), no gastar muchas palabras (cf Mt 6, 7), perdonar desde el fondo del corazón al orar (cf, Mt 6, 14-15), la pureza del corazón y la búsqueda del Reino (cf Mt 6, 21. 25. 33). Esta conversión se centra totalmente en el Padre; es lo propio de un hijo.

. Otro consejo que nos da Jesús lo tenemos en Mateo 6,6 “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”, si bien en otros pasajes evangélicos vemos  cómo se enfatiza el testimonio público que hemos de dar ante los demás como cuando se dice que “no se enciende una lámpara para esconderla y que no la vean los demás”, lo que se insiste es que la finalidad última de la oración no tiene que ser el juicio o la aprobación de los hombres sino buscar la complacencia de Dios, dicho de otra manera, quién es mi público?, ante quién hago yo las cosas?, ante los demás para que me aplaudan o para recibir algo de ellos a cambio?. La cuestión decisiva no es que me vean o que no me vean, de hecho Jesús rezó en la sinagoga, ante sus discípulos y públicamente, es decir, Jesús en esos momentos no estaba orando cerrado en su cuarto. La clave está en cuál es mi público, el ser visto por los hombres o el ser visto por Dios. Jesús quiere que nuestra oración sea un ponernos ante Dios, quiere que busquemos la intimidad de estar con el Señor. Es bueno tener lugares de especial intimidad con el Señor en la oración pues nos ayuda a crecer en conciencia de que lo principal de la oración es estar con él.
. Jesús nos dice que no gastemos muchas palabras al orar. Mateo 6,7: “Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo”. Este consejo de Jesús parece contrario a muchas oraciones que hacemos como el Rosario, la oración de los Salmos o la Liturgia de las horas. Sin embargo, como en todo, hay que entender lo que Jesús nos está diciendo, Jesús no está diciendo que cuando oremos no digamos palabras sino que sería un error muy grande pensar que el valor de la oración está en nuestro discurso, en pensar que hemos hecho una composición y una estructura de nuestra oración de una manera perfecta, como quien se prepara un discurso hilando muy bien las frases. Las palabras no son el fin de la oración sino que son un instrumento para ponernos en presencia de Dios. La clave de la oración está en ponernos en presencia de Dios, lo principal de la oración es a quién me dirijo, con quién estoy, antes de qué le digo.
. Mateo 6,21: “Dónde tengas tus riquezas, allí tendrás el corazón”, es una llamada de atención que nos hace Jesús. Nos pregunta dónde está el centro de gravedad de nuestra vida, porque si la oración no ocupa un lugar central en nuestra vida, es que nuestro centro de gravedad no está en Dios, estará en la televisión, en el ocio, etcétera. Pregúntate en qué empleas tú tiempo, en qué descansas y en la respuesta que te des, te delata dónde tienes puesto tú corazón.


. Mateo 6,25: “Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. Jesús en este pasaje nos enseña que la oración bien hecha nos tiene que llevar al abandono, a abandonarte en manos de Dios sabiendo que estamos en buenas manos. Yo no voy a vivir agobiado, el agobio es propio de quien se piensa que está solo, un niño no está agobiado si sus padres están cerca, uno está agobiado cuando se cree que está solo. La clave de nuestra vida es entender que no estamos solos, es entender que nuestro Padre Dios nos acompaña siempre, por tanto la oración bien hecha me da la conciencia de que no me voy a agobiar en la vida, Dios me acompaña, Dios no me abandona en ningún momento. El hombre de oración es el que se preocupa sobre todo de agradar a Dios y lo demás ya vendrá por su propio peso. Hay un orden de prioridades y la oración nos ayuda a vivirlo intensamente, la oración nos ordena los valores de la existencia, y esto es un gran bien para el hombre. Saber poner a Dios lo primero nos ayuda a entender que lo segundo y lo tercero pues son eso, lo segundo y lo tercero. Cuántas veces el hombre sufre porque le está dando prioridad a lo que no lo tiene. Este es el gran consejo que da Jesús para que la oración sea un traer a Dios en nuestra vida y que ordene el resto de nuestra existencia.

No hay comentarios: