Punto 405 Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual.
. Continuamos con el misterio de la trasmisión del pecado original, se decía que cada uno de nosotros ha nacido con el pecado original en cuanto que lo hemos contraído que no cometido, para nosotros no es un acto, es un estado en el que hemos sido constituidos.
. Es cierto que es un pecado propio, sí es mío, no cabe decir que no es mío, está contraído personalmente en cada uno aunque no lo hayamos cometido personalmente. Adán y Eva fueron constituidos en un estado especial en el paraíso, protegidos por Dios con una santidad y una justicia especial, entonces el pecado original nos priva de esa protección especial, perdemos ese estado de protección. La naturaleza humana era preservada del influjo de satanás y al perder esa protección con el pecado original entonces quedamos sometidos al influjo de satanás sobre nosotros.
. Pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida, los luteranos afirman que la naturaleza humana ha sido totalmente corrompida por el pecado original de manera que no queda en nosotros nada bueno. Naturalmente hablando, el hombre no tiene fuerzas propias para hacer nada bueno y afirman que el hombre es pecado. Esta visión de Lutero, es un drama porque no hay posibilidad de que el hombre haga nada bueno y hay que confiarse a la gracia de Dios y que la gracia nos salve porque nosotros estamos absolutamente corrompidos. En la visión católica decimos que la naturaleza está herida por el pecado, podemos colaborar con la gracia y decimos que nos salvamos no solo por la fe como dice Lutero, sino por la fe y las obras.
. El hecho de que haya una inclinación al mal, lo que llamamos concupiscencia, no significa que sea pecado. Tenemos la voluntad de luchar contra el mal, una cosa es tener y otra consentir que esa concupiscencia te conduzca en tus actos.
. El Catecismo nos dice que el pecado original se explica por la desprotección por Dios. Satanás y sus ángeles tienen un cierto dominio sobre la naturaleza humana tras la ruptura de la protección que tenían Adán y Eva. El bautismo borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios.
Punto 406 La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la reflexión de san Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en oposición a la Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía, por la fuerza natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía la influencia de la falta de Adán a la de un mal ejemplo. Los primeros reformadores protestantes, por el contrario, enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y su libertad anulada por el pecado de los orígenes; identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal (concupiscentia), que sería insuperable. La Iglesia se pronunció especialmente sobre el sentido del dato revelado respecto al pecado original en el II Concilio de Orange en el año 529 (cf. Concilio de Orange II: DS 371-372) y en el Concilio de Trento, en el año 1546 (cf. Concilio de Trento: DS 1510-1516).
. En la historia de la iglesia es difícil formular errores nuevos que no hayan sido ya de una u otra manera afirmados en la historia. Las herejías de hoy en día son copias o reediciones de herejías anteriores. Sobre el tema del pecado original ha habido dos errores contrapuestos, el pelagianismo que enfatizaba mucho la fuerza de voluntad diciendo que el pecado original era un mal ejemplo que nos dieron Adán y Eva. Lo que teníamos que hacer es seguir el buen ejemplo de Jesucristo. Uno con su voluntad tiene que luchar y seguir el buen ejemplo. San Agustín combatió el pelagianismo subrayando la debilidad del hombre, subrayando que lo que ha hecho Jesucristo no es solo un buen ejemplo. En el fondo Pelagio niega el misterio de la lucha entre Cristo y satanás, y es el hombre con su voluntad en el que está la salvación, es el hombre el que se salva a sí mismo con su voluntad y Cristo deja de ser tu salvador, tu redentor, en el fondo lo que hace es reducir a Cristo a un buen ejemplo como un santo cualquiera.
. Por otro lado está la visión pesimista de Lutero donde el hombre no puede colaborar en la salvación porque todo el hombre es pecado. Lo único que puede hacer el hombre es confiar en la gracia de Dios. Son pues dos versiones completamente opuestas, una optimista y otra pesimista. Ante estos dos polos opuestos está la concepción católica que afirma la libertad humana que decía Pelagio, pero no de una manera tan exagerada, y también afirma la herida del pecado original que afirmaba Lutero que lo hacía exageradamente. Y que entiende el pecado original como ese estado que hemos contraído, que tiene que ser rescatado por Cristo gracias a su redención trasmitida especialmente por el bautismo y después coronada por una vida espiritual en la que respondemos a la llamada de Jesucristo con la colaboración de nuestra libertad.
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