Punto 781 "En todo
tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin
embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados,
sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de
verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo
suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a poco. Le fue revelando
su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo
esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y
perfecta que iba a realizar en Cristo [...], es decir, el Nuevo Testamento en su
sangre, convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se
unieran, no según la carne, sino en el Espíritu" (LG 9).
. La Iglesia como pueblo de Dios. Comienza el catecismo matizando
que a Dios le es grato todos los pueblos que han intentado practicar la
justicia, que todos los pueblos son pueblos de Dios, no hay ningún
pueblo que no sea pueblo de Dios. En la iglesia como pueblo de Dios, lo más
importante es ser hijo de Dios y no ser obispo o ser Papa. Lo que nos da
dignidad y nos hace sentir privilegiados y elegidos por Dios es antes que nada
ser hijos de Dios, ser bautizados.
. Aunque en el sentido de cómo Dios quiso darse a conocer, Dios
eligió un pueblo concreto que fue el pueblo de Israel. Dios no nos quiso
santificar aisladamente, sino formando un pueblo en nosotros. Formar parte de
un pueblo nos sirve para ir purificando nuestro egocentrismo, nos ayuda a
superar la mentalidad del hombre autónomo. Cada uno tenemos unos talentos
personales que desarrollamos con el estímulo exterior de nuestros hermanos,
poniéndolos al servicio de los demás. El ideal del ser humano no es el hombre
autónomo sino que es el hombre comunión, aquél que entiende que debe de
encontrar su plenitud en la comunión con Cristo y con los demás. Tenemos que
purificar la sensación que tenemos a veces de que los demás nos estorban para
unirnos a Dios. Dios ha querido revelarse a nosotros en el contexto de una
familia, de una comunidad.
. La Iglesia es prefigurada desde el origen en la Trinidad, nace
de Dios, nace convocada por Dios, es preparada en la historia de Israel,
constituida en Cristo y manifestada por la efusión del Espíritu Santo en
Pentecostés.
Las características del Pueblo de Dios
Punto 782 El Pueblo
de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos
religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:
— Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido para sí un pueblo de
aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio
real, una nación santa" (1 P 2, 9).
. La Iglesia es el pueblo de Dios pero Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo, nosotros somos propiedad de Dios pero Dios no es
propiedad nuestra. Dios estará siempre con nosotros.
— Se llega a ser miembro de este cuerpo
no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba",
"del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en
Cristo y el Bautismo.
. Juan 3.3-5 “Jesús le dijo: –Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede
ver el reino de Dios. Nicodemo le preguntó: –Pero ¿cómo puede nacer un
hombre que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez dentro de su madre para
volver a nacer? Jesús le contestó: –Te aseguro que el que no nace del agua
y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Aquí se remarca que la pertenencia a ese
pueblo de Dios se va purificando de una visión carnal. El pueblo de Israel tenía
el peligro de entender mal eso de ser el pueblo elegido, ser el pueblo de Dios
tenía el peligro de entenderse como si fuese una elección de raza, como si
fuera un mérito de la propia raza o linaje. Este peligro es lo que Jesucristo quiere
purificar. Para formar parte de este pueblo, de esta Iglesia, hay que nacer de
nuevo, del agua y del espíritu, hay que nacer desde la conversión, se nace
siendo un hombre nuevo.
— Este pueblo tiene por Cabeza a Jesús
el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye
desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".
— "La identidad de este Pueblo, es la
dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el
Espíritu Santo como en un templo" (LG 9).
— "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar
como el mismo Cristo mismo nos amó (cf. Jn 13, 34)". Esta es la
ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).
— Su misión es ser la sal de la tierra y
la luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro
de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano" (LG 9.
— "Su destino es el Reino de Dios,
que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él
mismo lo lleve también a su perfección" (LG 9).
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