Punto 787 Desde el
comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3,
13-19); les reveló el Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio
parte en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus
sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía
más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en
vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5).
Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro:
"Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él"
(Jn 6, 56).
. Marcos 1,16-20 dice “Paseaba
Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés.
Eran pescadores y estaban echando la red al agua. Les dijo Jesús: –Seguidme,
y os haré pescadores de hombres. Al momento dejaron sus redes y se fueron
con él. Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una
barca reparando las redes. Al punto Jesús
los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes,
se fueron con Jesús”. En Marcos 3.13-19 nos dice que Jesús pasó
la noche haciendo oración y al día siguiente instituyó los doce apóstoles.
Jesús asoció a sus discípulos a su vida, es decir, Jesús se rodeó de los apóstoles
al comienzo de su vida pública, compaginó su predicación a todas las masas con
una experiencia de intimidad con un grupo reducido en torno a él, que
estaban recibiendo un discipulado de Jesucristo. Jesús no elige de entre
las masas a un grupo, sino que lo hace al mismo tiempo que comienza su
predicación.
. Lógicamente los
discípulos comentarían cosas con Jesús, preguntarían sus dudas. Jesús les
reveló a sus discípulos el misterio del reino, en Mateo 13,10-17 “Los discípulos se acercaron a Jesús, y le
preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús
les contestó: “A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino;
pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero
al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por
medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni
entienden. En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías: ‘Por mucho
que escuchéis, no entenderéis; por mucho que miréis, no veréis. Pues la
mente de este pueblo está embotada: son duros de oído y han cerrado sus ojos, para
no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí y que yo los sane.’ “Pero
dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen. Os
aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y
no lo vieron; desearon oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”. Jesús reveló el misterio del reino
especialmente utilizando parábolas, que era un género muy adecuado y sugerente
para quien tiene deseo de conocer porque sugieren mucho. Para quién no tiene
el corazón abierto las parábolas son un género difícil, oscuro y
fastidioso, porque en el fondo no tiene el deseo de un conocimiento profundo y
vital, más bien está a la defensiva y la parábola le estorba. En ese
discipulado tan íntimo que tenía Jesús, utilizó las parábolas para revelar la
esencia del reino de Dios.
. Es el hombre el que no quiere entender lo que sugieren las
parábolas y aunque escuchan no entienden, y por mucho que miran no ven. Los que
tienen deseo de conocer a Jesús le pueden conocer y los que no tienen deseo de
conocer a Jesús no le van a entender, les va a resultar fastidioso. Jesús
respeta esa cerrazón de los hombres. Se dice que no hay razones para quien no
quiere entender y basta una sugerencia para quien está deseando entender, y esa
sugerencia era la parábola.
. Jesús les dio parte en su misión y en sus alegrías, Jesús compartió
con ese discipulado. En Lucas 10,17-20 “Los
setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo: –¡Señor, hasta los
demonios nos obedecen en tu nombre! Jesús les dijo:–Sí, pues yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo. Os he dado poder para que pisoteéis
serpientes y alacranes y para que triunféis sobre toda la fuerza del
enemigo sin sufrir ningún daño. Pero no os alegréis de que los espíritus
os obedezcan, sino de que vuestros nombres ya estén escritos en el cielo”.
Aparte de los doce, había un círculo un poco más amplio cuando vemos a los
setenta y dos que tuvieron como su primera experiencia apostólica y venían
radiantes de alegría al ver que lo que Jesús les había enseñado tenían la
capacidad de ponerlo en práctica y estaban sorprendidos de reproducir las
enseñanzas. Estaban contentos y gozosos al igual que Jesús.
. Jesús habla de una comunión más íntima con los que le siguen “permaneced
en mí como yo en vosotros, yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Anuncia
una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: quien
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él“, es decir, nos
recuerda como esa comunión se prolonga más allá de la convivencia de Jesús con
sus discípulos. Estamos recibiendo de continuo la vida de Cristo en nosotros,
especialmente por la eucaristía.
Punto 788 Cuando
fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó
huérfanos (cf. Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta
el fin de los tiempos (cf. Mt28, 20), les envió su Espíritu
(cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso, la comunión con Jesús
se hizo en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su Espíritu a
sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente
en su cuerpo" (LG 7).
. Juan 14,16-18 “Y yo pediré
al Padre que os envíe otro defensor, el
Espíritu de la verdad, para que esté siempre con vosotros. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen;
pero vosotros lo conocéis, porque él está con vosotros y permanecerá siempre en
vosotros. No voy a dejaros abandonados: volveré para estar con vosotros”, Jesús habla de
cómo el mundo en el sentido mundano, no conoce al Espíritu, y lo que Jesús había
hecho en sus discípulos era prepararles para que tengan una apertura al Espíritu
Santo. Si los discípulos ahora pueden recibir el Espíritu Santo es porque Jesús
había hecho que ellos conociesen al Espíritu y por eso él dice “le pediré al
Padre que os envíe otro paráclito”. Jesús ha ido preparando a los discípulos
para que tengan sed, ya han comenzado a conocerle porque ya mora en ellos, Jesús
ha ido purificando a los discípulos de sus apegos para que no tengan obstáculos
en recibir el Espíritu Santo.
. Jesús no nos deja huérfanos, en Mateo 28, 19-20 “Id, pues, y haced mis discípulos a
todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Este texto es importante porque hay una diferencia esencial entre el
discipulado humano que ocurre en el seno de una familia, de una escuela o universidad,
en el que el discipulado humano hace que uno en la medida en que ha sido
formado cada vez es más independiente de su maestro, pero con Jesús es
distinto, el discipulado no consiste luego en independizarse de él, sino
que cada vez uno se une más a Él. Cada vez uno recibe más de Jesús y
se llega a entender la frase de que sin Él no somos nada hasta el punto de
que san Pablo llega a decir “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en
mí”. El discipulado no se queda en una época de nuestra vida en la que
nos llenamos de conceptos, aprendemos, y luego vamos por libre. El
verdadero discipulado es aquél que se siente más dependiente de Jesús,
cada vez está más unido a Jesús hasta formar parte de él. Esto es
importante distinguir para no confundir el discipulado humano del discipulado
de Jesús. La madurez no es hacerse independiente sino en estar más unido a Jesús.
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Punto 789 La
comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación
íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él:
siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia
"cuerpo de Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad
de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del
cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.
. No nos basta con decir que la iglesia está reunida en torno a
Cristo, no se trata de que estemos coordinados con Cristo, sino que hablamos de
que la iglesia está unificada con Cristo en su cuerpo. Cuando san Pablo
está persiguiendo a la iglesia, es derribado del caballo camino de Damasco,
escucha una voz, Pablo pregunta quién eres tú, la voz contesta yo soy Jesús a
quien tu persigues. Pablo persiguiendo a la iglesia, aún sin saberlo, Pablo
está persiguiendo a Jesús. Es un texto bien claro de la unificación que hay
entre Jesús y su iglesia. En Mateo 10,40 Jesús nos dice “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí,
recibe al que me envió”, qué unión tan grande hay entre Jesús y sus
discípulos que la compara a la unión que hay entre Jesús y el Padre, y en el
evangelio de san Juan vemos como Jesús dice que “el Padre y yo somos una sola
cosa”, por lo que en consecuencia lógica podemos decir “mi iglesia y yo somos
una sola cosa”.
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