domingo, 21 de febrero de 2016

Catecismo 787-789. La Iglesia, Cuerpo de Cristo. La Iglesia es comunión con Jesús

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Punto 787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les reveló el Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).

. Marcos 1,16-20 dice “Paseaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al agua. Les dijo Jesús: –Seguidme, y os haré pescadores de hombres. Al momento dejaron sus redes y se fueron con él. Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca reparando las redes. Al punto Jesús los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes, se fueron con Jesús”. En Marcos 3.13-19 nos dice que Jesús pasó la noche haciendo oración y al día siguiente instituyó los doce apóstoles. Jesús asoció a sus discípulos a su vida, es decir, Jesús se rodeó de los apóstoles al comienzo de su vida pública, compaginó su predicación a todas las masas con una experiencia de intimidad con un grupo reducido en torno a él, que estaban recibiendo un discipulado de Jesucristo. Jesús no elige de entre las masas a un grupo, sino que lo hace al mismo tiempo que comienza su predicación.   

 . Lógicamente los discípulos comentarían cosas con Jesús, preguntarían sus dudas. Jesús les reveló a sus discípulos el misterio del reino, en Mateo 13,10-17 “Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas.  Jesús les contestó: “A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías: ‘Por mucho que escuchéis, no entenderéis; por mucho que miréis, no veréis. Pues la mente de este pueblo está embotada: son duros de oído y han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí y que yo los sane.’ “Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen.  Os aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.  Jesús reveló el misterio del reino especialmente utilizando parábolas, que era un género muy adecuado y sugerente para quien tiene deseo de conocer porque sugieren mucho. Para quién no tiene el corazón abierto las parábolas son un género difícil, oscuro y fastidioso, porque en el fondo no tiene el deseo de un conocimiento profundo y vital, más bien está a la defensiva y la parábola le estorba. En ese discipulado tan íntimo que tenía Jesús, utilizó las parábolas para revelar la esencia del reino de Dios.  

. Es el hombre el que no quiere entender lo que sugieren las parábolas y aunque escuchan no entienden, y por mucho que miran no ven. Los que tienen deseo de conocer a Jesús le pueden conocer y los que no tienen deseo de conocer a Jesús no le van a entender, les va a resultar fastidioso. Jesús respeta esa cerrazón de los hombres. Se dice que no hay razones para quien no quiere entender y basta una sugerencia para quien está deseando entender, y esa sugerencia era la parábola.

. Jesús les dio parte en su misión y en sus alegrías, Jesús compartió con ese discipulado. En Lucas 10,17-20 “Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo: –¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre! Jesús les dijo:–Sí, pues yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Os he dado poder para que pisoteéis serpientes y alacranes y para que triunféis sobre toda la fuerza del enemigo sin sufrir ningún daño. Pero no os alegréis de que los espíritus os obedezcan, sino de que vuestros nombres ya estén escritos en el cielo”. Aparte de los doce, había un círculo un poco más amplio cuando vemos a los setenta y dos que tuvieron como su primera experiencia apostólica y venían radiantes de alegría al ver que lo que Jesús les había enseñado tenían la capacidad de ponerlo en práctica y estaban sorprendidos de reproducir las enseñanzas. Estaban contentos y gozosos al igual que Jesús.

. Jesús habla de una comunión más íntima con los que le siguen “permaneced en mí como yo en vosotros, yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él“, es decir, nos recuerda como esa comunión se prolonga más allá de la convivencia de Jesús con sus discípulos. Estamos recibiendo de continuo la vida de Cristo en nosotros, especialmente por la eucaristía.   

Punto 788 Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf. Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt28, 20), les envió su Espíritu (cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33). Por eso, la comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo" (LG 7).

. Juan 14,16-18 “Y yo pediré al Padre que os envíe otro defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con vosotros. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero vosotros lo conocéis, porque él está con vosotros y permanecerá siempre en vosotros. No voy a dejaros abandonados: volveré para estar con vosotros”, Jesús habla de cómo el mundo en el sentido mundano, no conoce al Espíritu, y lo que Jesús había hecho en sus discípulos era prepararles para que tengan una apertura al Espíritu Santo. Si los discípulos ahora pueden recibir el Espíritu Santo es porque Jesús había hecho que ellos conociesen al Espíritu y por eso él dice “le pediré al Padre que os envíe otro paráclito”. Jesús ha ido preparando a los discípulos para que tengan sed, ya han comenzado a conocerle porque ya mora en ellos, Jesús ha ido purificando a los discípulos de sus apegos para que no tengan obstáculos en recibir el Espíritu Santo.

. Jesús no nos deja huérfanos, en Mateo 28, 19-20 “Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo  y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Este texto es importante porque hay una diferencia esencial entre el discipulado humano que ocurre en el seno de una familia, de una escuela o universidad, en el que el discipulado humano hace que uno en la medida en que ha sido formado cada vez es más independiente de su maestro, pero con Jesús es distinto, el discipulado no consiste luego en independizarse de él, sino que cada vez uno se une más a Él. Cada vez uno recibe más de Jesús y se llega a entender la frase de que sin Él no somos nada hasta el punto de que san Pablo llega a decir “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. El discipulado no se queda en una época de nuestra vida en la que nos llenamos de conceptos, aprendemos, y luego vamos por libre. El verdadero discipulado es aquél que se siente más dependiente de Jesús, cada vez está más unido a Jesús hasta formar parte de él. Esto es importante distinguir para no confundir el discipulado humano del discipulado de Jesús. La madurez no es hacerse independiente sino en estar más unido a Jesús.      
Punto 789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia "cuerpo de Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.


. No nos basta con decir que la iglesia está reunida en torno a Cristo, no se trata de que estemos coordinados con Cristo, sino que hablamos de que la iglesia está unificada con Cristo en su cuerpo. Cuando san Pablo está persiguiendo a la iglesia, es derribado del caballo camino de Damasco, escucha una voz, Pablo pregunta quién eres tú, la voz contesta yo soy Jesús a quien tu persigues. Pablo persiguiendo a la iglesia, aún sin saberlo, Pablo está persiguiendo a Jesús. Es un texto bien claro de la unificación que hay entre Jesús y su iglesia. En Mateo 10,40 Jesús nos dice “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”, qué unión tan grande hay entre Jesús y sus discípulos que la compara a la unión que hay entre Jesús y el Padre, y en el evangelio de san Juan vemos como Jesús dice que “el Padre y yo somos una sola cosa”, por lo que en consecuencia lógica podemos decir “mi iglesia y yo somos una sola cosa”. 

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