Punto 2.579 David es, por excelencia, el rey “según el corazón de Dios”, el pastor que ruega por su pueblo y en su nombre, aquel cuya sumisión a la voluntad de Dios, cuya alabanza y arrepentimiento serán modelo de la oración del pueblo. Ungido de Dios, su oración es adhesión fiel a la promesa divina (cf 2 S 7, 18-29), confianza cordial y gozosa en aquel que es el único Rey y Señor. En los Salmos, David, inspirado por el Espíritu Santo, es el primer profeta de la oración judía y cristiana. La oración de Cristo, verdadero Mesías e hijo de David, revelará y llevará a su plenitud el sentido de esta oración.
. Se nos presenta a David como el rey según el corazón de Dios. Esto es muy consolador porque David fue un hombre muy pecador, cometió pecados graves, incluso el homicidio por quedarse con la mujer de Urías, por quedarse con la mujer que no era la suya y lo hizo a costa de provocar que se matara a su esposo. Esto es consolador porque a nuestro alejamiento de Dios, a nuestro pecado que arrastramos, cuando pensamos que la santidad ya no es para mí, lo estamos haciendo desde nuestro amor propio humano y pensamos que la santidad es una obra del hombre y no un don de la gracia de Dios. El Señor nos dice que al que mucho se le perdonó, mucho amará, y a veces en la providencia, el Señor permite nuestros años de alejamiento de Él para que hagamos la experiencia de la misericordia y salgamos renovados con un deseo de amar y de reparar, y de recuperar el tiempo perdido en nuestra vida. Lo importante no es tanto el recorrido de la historia de nuestra vida sino la meta a la que llegamos.
. Las características de la oración de David que se nos muestran son las siguientes: sumisión a la voluntad de Dios, alabanza y arrepentimiento. Su oración le hacía más sumiso a la voluntad del Padre, le llevaba a un arrepentimiento profundo y de ahí se desprendía una alabanza. La calidad de la oración se mide por los efectos de transformación que se producen en nosotros, cada vez que David se pone a orar, se está sujetando más a la voluntad de Dios, confía más en los planes de Dios. Es tener un profundo arrepentimiento delante del Señor, es darnos cuenta de nuestra indignidad y a la vez experimentar nuestra necesidad de Él. Paradójicamente cuanto menos merezco al Señor, más le necesito. Así es la oración, es decir, una oración bien hecha no es la que dice palabras bonitas o la que tiene sensaciones románticas, sino aquella que nos lleve al arrepentimiento, que nos lleve a un corazón con deseo de renacer a una vida nueva en una confianza plena en la voluntad de Dios. La calidad de la oración se mide por la potencia de transformación que tiene en nuestra vida.
. David en su oración remarca la conciencia de indignidad, cuando uno se presenta ante Dios uno no se presenta con sentimientos de derechos ante Él sino todo lo contrario: “Señor no soy digno”. Este aspecto de como presentarnos delante de Dios es muy importante. Seguidamente, David le pide a Yahveh que le sostenga y que no sea un estorbo para llevar a cabo la obra de salvación que Dios quiere realizar en él. Cuando David hace oración tiene una obediencia a la voluntad de Dios y al mismo tiempo una confianza alegre en Él.
Punto 2.580 El Templo de Jerusalén, la casa de oración que David quería construir, será la obra de su hijo, Salomón. La oración de la Dedicación del Templo (cf 1 R 8, 10-61) se apoya en la Promesa de Dios y su Alianza, la presencia activa de su Nombre entre su Pueblo y el recuerdo de los grandes hechos del Exodo. El rey eleva entonces las manos al cielo y ruega al Señor por él, por todo el pueblo, por las generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y sus necesidades diarias, para que todas las naciones sepan que Dios es el único Dios y que el corazón del pueblo le pertenece por entero a El.
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