Punto
2.611 La oración de fe no consiste solamente en decir
“Señor, Señor”, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del
Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración
esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf Mt 9,
38; Lc 10, 2; Jn 4, 34).
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Una condición para tener una oración profunda es la confianza, es la fe, y Jesús
se admiraba de la gran fe del centurión romano y de la mujer cananea. Dice
Mateo 8,1: "Al entrar en Cafarnaúm,
se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa
paralítico con terribles sufrimientos.» Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»
Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta
que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un
subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y
va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y
lo hace.» Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os
aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.", es
decir, Jesús quedó maravillado por la fe del centurión. Nuestra fe es la puerta
a la que Jesús está tocando para que le abramos, para que entre y tengamos
amistad con él. El acto de fe es lo contrario a la soberbio y esto a Dios le
maravilla.
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En Mateo 15,28: "En esto, una mujer
cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad
de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le
respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que
viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a
las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse
ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» El respondió: «No está bien tomar el
pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor - repuso ella -, pero
también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces
Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y
desde aquel momento quedó curada su hija.", a Jesús le conmueve la fe
de la cananea. A esta mujer cananea que no forma parte del pueblo de Israel,
Jesús le pone a prueba y ella en lugar de venirse abajo, esa prueba acrecienta
su petición humilde porque ante las pruebas, la fe lejos de desesperase crece
en abandono y confianza. Las pruebas lo que hacen es fortalecer la fe. La
cananea pide sin sentirse con derechos pero mendiga la misericordia y este acto
de fe le conmueve a Jesús. Es básico ese acto de fe para que nuestra vida de
oración esté bien cimentada al presentarnos delante de Dios.
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La oración fe no es sólo decir “Señor, Señor” sino disponerse a vivir y cumplir
la voluntad del Padre. Lo vemos en Mateo 7,21 “No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los
Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán
aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces
les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad".
Sorprende que Jesús rechaza incluso a personas dicen que se han pasado su vida
anunciando el mensaje de Dios, que incluso han expulsado demonios y hecho
milagros. Jesús les dice que no han cumplido la voluntad del Padre porque en su
mundo interior están cerrados a la voluntad del Padre, haciendo materialmente
obras buenas pero sin una disposición de desprendernos de nuestra voluntad. No
vale con hacer obras buenas sino que además hay que hacerlas con una voluntad
desprendida, sabiendo que somos instrumentos de Dios y no dueños de las obras.
La oración ha de ser un gimnasio para emblandecer nuestra voluntad y abrazar la
voluntad de Dios para aceptar lo que nos pida. La calidad de la oración se mide
por la disponibilidad de la voluntad. Uno no va a la oración a autoafirmarse en
sus ideas y en sus proyectos, sino a preguntar al Señor qué es lo que quieres
de mí.
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La oración es una especie de decir, “Señor yo tengo preocupaciones y las pongo
en tus manos porque estoy seguro que tú te va a ocupar de ellas. Ahora, yo me
ocupo de la tuyas, yo me voy a preocupar de las tuyas”. Es como un intercambio
de horizontes, Dios preocupado de lo mío y yo preocupado de lo de Dios, esta es
la clave de la oración. La oración nos tiene que llevar a la colaboración con
la voluntad de Cristo. Cuando uno se pone a colaborar con Dios, no se pone como
un francotirador sino que se inserta en toda una trayectoria de hombres de
Dios, de hombres de iglesia, que han sido colaboradores con Dios, y yo aporto
mi granito de arena y estoy recibiendo mucho que yo no he sembrado, y lo que yo
aporto otro lo recogerá. Cuando colaboramos con Dios no nos presentamos como si
fuéramos indispensables y sin embargo somos necesarios. Hacer oración es también
remangarse como colaborador del Señor.
Punto
2.612 En Jesús “el Reino de Dios está próximo”
(Mc 1, 15), llama a la conversión y a la fe pero también a
la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que es y
que viene, en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en
la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria
(cf Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la
oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se
cae en la tentación (cf Lc 22, 40. 46).
. La oración también es vigilancia, en recuerdo de que vino y en esperanza de que vendrá, y mientras tanto está entre nosotros. La oración es expectativa y el que no espera desde luego ese no ora. La esperanza y la oración son proporcionales una a la otra, sin oración no hay esperanza y sin esperanza no hay oración. El capítulo 13 de san Marcos termina con una invitación a la vigilancia, dice "Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!", entendemos que la oración es una vigilancia durante nuestra vida ordinaria con intensidad, vivir el momento presente como si fuera el primer día o el último día de mi vida, superando la rutina, el cansancio, el materialismo, las distracciones del mundo, viviendo con una perspectiva de eternidad. Vivir teniendo el corazón en el cielo y los pies en la tierra.
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