jueves, 12 de octubre de 2017

Catecismo 2610-2612. Jesús enseña a orar IV

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Punto 2.611 La oración de fe no consiste solamente en decir “Señor, Señor”, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34).

. Una condición para tener una oración profunda es la confianza, es la fe, y Jesús se admiraba de la gran fe del centurión romano y de la mujer cananea. Dice Mateo 8,1: "Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.» Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.» Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.» Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.", es decir, Jesús quedó maravillado por la fe del centurión. Nuestra fe es la puerta a la que Jesús está tocando para que le abramos, para que entre y tengamos amistad con él. El acto de fe es lo contrario a la soberbio y esto a Dios le maravilla.

. En Mateo 15,28: "En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.", a Jesús le conmueve la fe de la cananea. A esta mujer cananea que no forma parte del pueblo de Israel, Jesús le pone a prueba y ella en lugar de venirse abajo, esa prueba acrecienta su petición humilde porque ante las pruebas, la fe lejos de desesperase crece en abandono y confianza. Las pruebas lo que hacen es fortalecer la fe. La cananea pide sin sentirse con derechos pero mendiga la misericordia y este acto de fe le conmueve a Jesús. Es básico ese acto de fe para que nuestra vida de oración esté bien cimentada al presentarnos delante de Dios.



. La oración fe no es sólo decir “Señor, Señor” sino disponerse a vivir y cumplir la voluntad del Padre. Lo vemos en Mateo 7,21 “No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad". Sorprende que Jesús rechaza incluso a personas dicen que se han pasado su vida anunciando el mensaje de Dios, que incluso han expulsado demonios y hecho milagros. Jesús les dice que no han cumplido la voluntad del Padre porque en su mundo interior están cerrados a la voluntad del Padre, haciendo materialmente obras buenas pero sin una disposición de desprendernos de nuestra voluntad. No vale con hacer obras buenas sino que además hay que hacerlas con una voluntad desprendida, sabiendo que somos instrumentos de Dios y no dueños de las obras. La oración ha de ser un gimnasio para emblandecer nuestra voluntad y abrazar la voluntad de Dios para aceptar lo que nos pida. La calidad de la oración se mide por la disponibilidad de la voluntad. Uno no va a la oración a autoafirmarse en sus ideas y en sus proyectos, sino a preguntar al Señor qué es lo que quieres de mí.

. La oración es una especie de decir, “Señor yo tengo preocupaciones y las pongo en tus manos porque estoy seguro que tú te va a ocupar de ellas. Ahora, yo me ocupo de la tuyas, yo me voy a preocupar de las tuyas”. Es como un intercambio de horizontes, Dios preocupado de lo mío y yo preocupado de lo de Dios, esta es la clave de la oración. La oración nos tiene que llevar a la colaboración con la voluntad de Cristo. Cuando uno se pone a colaborar con Dios, no se pone como un francotirador sino que se inserta en toda una trayectoria de hombres de Dios, de hombres de iglesia, que han sido colaboradores con Dios, y yo aporto mi granito de arena y estoy recibiendo mucho que yo no he sembrado, y lo que yo aporto otro lo recogerá. Cuando colaboramos con Dios no nos presentamos como si fuéramos indispensables y sin embargo somos necesarios. Hacer oración es también remangarse como colaborador del Señor.

Punto 2.612 En Jesús “el Reino de Dios está próximo” (Mc 1, 15), llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que es y que viene, en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf Lc 22, 40. 46).

. La oración también es vigilancia, en recuerdo de que vino y en esperanza de que vendrá, y mientras tanto está entre nosotros. La oración es expectativa y el que no espera desde luego ese no ora. La esperanza y la oración son proporcionales una a la otra, sin oración no hay esperanza y sin esperanza no hay oración. El capítulo 13 de san Marcos termina con una invitación a la vigilancia, dice "Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!", entendemos que la oración es una vigilancia durante nuestra vida ordinaria con intensidad, vivir el momento presente como si fuera el primer día o el último día de mi vida, superando la rutina, el cansancio, el materialismo, las distracciones del mundo, viviendo con una perspectiva de eternidad. Vivir teniendo el corazón en el cielo y los pies en la tierra.

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