Punto
2.613 San Lucas nos ha trasmitido
tres parábolas principales sobre la oración:
La primera, “el amigo importuno” (cf Lc 11,
5-13), invita a una oración insistente: “Llamad y se os abrirá”. Al que ora
así, el Padre del cielo “le dará todo lo que necesite”, y sobre todo el
Espíritu Santo que contiene todos los dones.
.
La parábola dice así: "Les dijo
también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le
dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un
amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde:
"No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos
acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se
levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad,
y le dará cuanto necesite.» Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y
al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le
pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da
un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que
se lo pidan!»”, esta parábola ha venido a llamarse popularmente la parábola
del amigo inoportuno y nos invita a una oración insistente con confianza plena
de ir a cualquier hora a orar porque Dios ni está dormido ni quiere dejar de
darnos lo que le pedimos sino todo lo contrario, está siempre a nuestro lado
deseando darnos su misericordia. Otra enseñanza de esta parábola es el tema de
la perseverancia, Jesús quiere que crezcamos en hambre y en sed para recibir
los dones que él quiere darnos, que crezcamos en conciencia personal de que el
don del Espíritu Santo es un don inmerecido.
La segunda, “la viuda importuna” (cf Lc 18,
1-8), está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar
siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe. “Pero, cuando el
Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
.
La segunda parábola dice así: "Les
decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin
desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a
los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo:
"¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no
quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto
a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para
que no venga continuamente a importunarme."» Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo
que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están
clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia
pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»",
esta parábola nos enseña por un lado que la posición de la viuda en aquella
sociedad judía era la de una mujer completamente desvalida e indefensa, que
recurre a un juez que es un sinvergüenza que no le hace ningún caso. Lo normal
en la situación de la viuda hubiera sido la desesperación y sin embargo esta
mujer reacciona de otra manera, reacciona con el ejemplo de la paciencia de la
fe. Es decir: “Dios sabe más, yo no sé cómo pero Dios tiene su plan de salvación
aquí, yo no tengo ni idea por donde va a salir el sol, pero va a salir”. Esta
es la mujer que nos da el ejemplo de la paciencia de la fe. Esta mujer tiene la
perspectiva de saber que ahora está sufriendo una injusticia pero llegará el
momento en que Dios saque al descubierto lo que ahora está oculto. Esta mujer
sobre todo tiene la esperanza de que el mal no tiene la última palabra, y es
clamar a Dios para que venga y haga justicia, y que quede todo claro, en el
fondo está como invocando el juicio final. Lo que se subraya de esta situación
es la paciencia de la fe.
La tercera parábola, “el fariseo y el publicano”
(cf Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que
ora. “Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador”. La Iglesia no cesa de
hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison!
. La tercera parábola dice: "Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»", una parábola que nos enseña la actitud de presentarnos de forma humilde ante de Dios. Jesús comienza a dirigirse a unos que alardeaban, es decir, Jesús le contó la parábola probablemente a unos fariseos que se las daban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás. Jesús nos enseña que con esta actitud de ir a la oración creyéndonos que somos unos santos, sin tener conciencia de no ser dignos de que Jesús entre en nuestra casa, esa oración va a quedar totalmente anulada. La única forma de hacer oración es la del publicano, no la del fariseo. Es propio del fariseo buscar un lugar en el que se sienta bien visto y bien considerado, mientras que el publicano se mantiene a distancia, no se atreve a levantar la mirada y pide compasión. Esta actitud del fariseo nos enseña que nuestra distancia con Dios es infinita y que solo puede ser salvada por la misericordia de Dios, nos enseña a no ser dignos porque somos pecadores.
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