Punto
2.614 Cuando Jesús confía abiertamente a sus
discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su
oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al
lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es “pedir en su Nombre” (Jn 14,
13). La fe en Él introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque
Jesús es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). La fe da su fruto en
el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Él en el Padre
que nos ama en Él hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la
certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de
Jesús (cf Jn 14, 13-14).
.
Cuando Jesús nos enseña cómo orar, no únicamente nos está diciendo cómo hacerlo
ahora sino que nos está abriendo un poquito la puerta del cielo y nos está
diciendo cuál va a ser nuestro ser en la vida eterna. La oración va a ser
nuestra vocación en la vida eterna, el hombre está llamado por toda la eternidad
a alabar a Dios, a glorificarle, a darle gracias. Cuando a uno la oración le
resulta algo cansado, extraño, ritualista, vacío, etcétera y se le dice que el
cielo va a ser hacer oración por toda la eternidad pues poca prisa va a tener
por ir al cielo. El gran problema que tenemos para entender lo que es el cielo,
es que resulta que decir que Dios es nuestro descanso –“venid a mí los que
estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”- solo la entendemos a nivel
experiencial si la hacemos aquí. Si uno no ha tenido la experiencia del gozo de
estar con Cristo en oración, aunque solamente hayan sido momentos pasajeros, es
difícil que desee el cielo. Sin embargo, cuando se ha tenido experiencia de
estar con Cristo, uno espera con deseo el día del encuentro con él. Enseñarnos
a orar es también una ventana del cielo.
.
La gran novedad de la enseñanza de Jesucristo es descubrirnos que él es el
camino para llegar al Padre, hay que pedir en nombre de Jesús, en nombre de
Cristo llegamos al Padre. Cristo es nuestro salvador, es el mediador entre Dios
y el hombre, esta es la gran noticia que Cristo en nuestro salvador. La
humanidad de Cristo es el puente con el que Dios ha querido salvar esa
distancia infinita entre Dios y el hombre. En Juan 14 que dice “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones;
si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido
y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté
yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino.» Le dice Tomás:
«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo
habéis visto.» Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Le
dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe?
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al
Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las
palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es
el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.
Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en
mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al
Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré", es
un texto en el que Jesús nos lo dice todo, en él está la plenitud de la
revelación, él es Dios con nosotros de manera que si estamos con él, estamos
con Dios. Él es Dios mismo hecho hombre, la gran novedad del cristianismo es
que Cristo es el embajador que nos llama amigos, que no tiene secretos porque
todo lo que el Padre le ha dicho nos lo ha revelado y en Cristo, por el poder
del Espíritu Santo, tenemos pleno acceso al Padre. Cuando uno
comprende esta revelación, entiende que aquí está la felicidad que algunos la
buscamos en otros lugares que no son más que cubos de basura. Si viviésemos la oración
con intensidad, no nos afectarían los disgustos de la vida porque viviendo
unidos a Dios nada nos puede quitar la paz interior. Ahora bien, si estamos
alejados de Dios, esto es un desastre. El mundo es distinto en la medida en que
uno cambia.
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