lunes, 15 de enero de 2018

Catecismo 2627-2628. La bendición y la adoración II

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Punto 2.628 La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.

. La adoración es la actitud del hombre de reconocerse criatura frente al creador, y esto lo configura todo, la conciencia de ser criatura, la conciencia de que Dios nos ha creado por amor. El hecho de que existamos no es el producto de un devenir ciego ni es fruto de la casualidad sino que es una decisión libre de Dios tomada por amor. Caer en cuenta de esto te cambia el horizonte, te cambia la vida. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como creador y salvador, señor y dueño de todo lo que existe. Esta actitud de reconocernos criaturas no la podemos dar por supuesta pues vivimos en una cultura que tiende a ocultar esta realidad y a vivir en un mundo ficticio en el que nos pensamos que somos el ombligo del mundo, pensamos que todo gira en torno a nosotros, como si el hombre fuese el origen y el fin de todo. Esto se hace ocultando las preguntas fundamentales “de dónde vengo”, “a dónde voy”, ocultando la muerte,… sin embargo la adoración, el reconocer a Dios como fuente de todo es vivir la existencia desde la realidad, soy creatura porque Dios me ha creado por amor, soy y podría no haber sido.

. Nos ocurre que nos planteamos la vida como si fuéramos en un autobús de largo recorrido en el que vamos viendo vídeos, escuchando música, vendiendo cosas, cogiendo el micrófono, etcétera, pero no nos preguntamos quien ha fletado el autobús, a dónde se dirige, o que hay detrás de las cortinas. No nos damos cuenta que somos criaturas, que Dios es nuestro creador, que estamos aquí por algo, alguien nos ha puesto para algo en este viaje. No se puede ser feliz viviendo de espaldas a la realidad, hay que vivir en verdad y esta es la actitud de adoración. Nunca el hombre es tan libre como cuando se arrodilla ante Dios, nunca el hombre es tan esclavo como cuando se olvida de Dios, y no digamos cuando le niega pues entonces se hace esclavo del placer, es esclavo del dinero y es esclavo del poder. La libertad del hombre consiste en reconocer la grandeza de Dios.



. La adoración es la combinación de la conciencia de la grandeza de Dios y de nuestra pequeñez. Tenemos que criticar una cultura que ve con sospecha la grandeza de Dios, porque si no tenemos el peligro de hacer un Dios a nuestra medida, a la medida de nuestras ideologías, de nuestras sensibilidades. Otra afirmación que hemos de tener presente es que no somos nada sin la gracia de Dios, si nos soltamos de la mano de nuestro Padre caeremos seguro, como un niño que se suelta de la mano de su Padre. Postrarnos ante Dios solo lo puede hacer quien se humilla, quien reconoce al mismo tiempo la grandeza de Dios y la propia pequeñez personal. Muchas veces adorar es simplemente contemplar la grandeza de Dios y callar, y confiar en Dios. Por el contrario el que es un soberbio, difícilmente rezará y su oración será como la de aquél fariseo que estaba como utilizando la oración para auto ensalzarse. El soberbio difícilmente hará oración, y hará de la oración un marco para exhibirse, sin embargo la oración es camino de humildad. Que el Señor nos conceda la gracia de sabernos pequeños, pero al mismo tiempo siendo pequeños saber que en Dios lo tenemos todo, en la oración se concentra nuestra pequeñez y la grandeza porque es como ponerse Dios en nuestra mano y nosotros en manos de Dios. Nunca el hombre es tan pequeño cuando reza y nunca el hombre es tan grande cuando reza porque se junta la pequeñez y la grandeza.

martes, 9 de enero de 2018

Catecismo 2626-2627. La bendición y la adoración I

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Punto 2.626 La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición.

. A partir de este punto, el Catecismo comienza a especificar distintos tipos de oración, sin embargo se habla de un movimiento de fondo, es decir, que toda oración cristiana, independientemente de si es de petición, de perdón, de acción de gracias,… tienen como una melodía de fondo común a todas. Ese movimiento de fondo es la bendición que consiste en el encuentro de Dios con el hombre, en ella el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La iniciativa es divina, Dios es quien primero nos ha estado buscando y nos está esperando a que le acojamos en nuestra vida. La oración cristiana es el encuentro entre la sed de Dios y la acogida del hombre.

. La palabra bendición es una acción divina que parte del Padre, la bendición es al mismo tiempo palabra y don, en Dios el decir y el hacer es una sola cosa. En el caso del hombre ya sabemos que de la palabra al hecho hay un trecho. Etimológicamente, la palabra bendecir es “decir bien”, Dios no solo dice bien, Dios hace bien, Dios nos hace bien, eso significa bendecir. Cuando recibimos la bendición recibimos el don del amor de Dios que se prodiga en nosotros. Aplicado al hombre, la bendición hacia Dios es que el hombre responde y se entrega a su creador en acción de gracias.

. Lo primero es predicar el amor de Dios antes de predicar lo que el hombre tiene que hacer. La centralidad de nuestra predicación tiene que ser el cómo Dios te ha amado, cómo te ha bendecido, cómo ha entregado su vida por ti, y de ahí si vendrá después una respuesta de parte del hombre. Antes de predicar la moral y los mandamientos, lo primero es la predicación del kerygma, es decir, del amor que Dios nos tiene que envió a su hijo para salvarnos.

Punto 2.627 Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre (es Él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).

. Hay dos formas fundamentales de este movimiento: la ascendente en que nosotros le bendecimos por habernos bendecido. Efesios 1,3-14 “…el amor tan generosamente derramado en nosotros se convierte en himno de alabanza… derroche de gracia ha tenido Dios con nosotros…” nos preguntamos quienes somos nosotros para que nos haya amado tanto? es una libre decisión de Dios. Mi vida tiene que ser un himno de alabanza a Dios como respuesta al amor incondicional que he recibido. La razón de ser de mi vida es dar gloria a Dios. El que tiene la experiencia del amor de Dios recibe un gran consuelo porque encuentra que la felicidad de esta vida no consiste en sufrir o no sufrir, sino que consiste en saberse amado, luego el gran consuelo que Dios nos da es saber que nos quiere incondicionalmente y eso nos conforta. La felicidad no es pues algo inversamente proporcional al grado de nuestros sufrimientos sino el sabernos amados incondicionalmente. Bendigamos a Dios porque nos consuela, porque nos conforta, y la manera de agradecer a Dios ese consuelo es compartirlo con los demás, intentar consolar y confortar a los que tengo alrededor y trasmitir alegría y esperanza, así estoy devolviéndole a Dios lo que él me ha dado. Otra forma de devolverle a Dios el amor que nos tiene es el tono interior de alegría, a Dios se le bendice con alegría, la vida alegre en medio de las cruces y contrariedades es una forma básica de bendecir a Dios, cuando hay pruebas en nuestra vida, son ocasiones para que nuestro amor sea más gratuito y de cada prueba tenemos que salir con más confianza en Dios, más desprendidos de impurezas. La oración tiene que ser un lugar en el que expresemos la alegría a Dios. El cielo está ya adelantado en la vida de paz interior y de gozo y de alegría, de la misma manera que el infierno está adelantado en la amargura, rencor y odio que muchas personas están viviendo en esta vida.

. La segunda forma es la descendente, en la que imploramos la gracia de Dios, decimos “bendícenos Señor”. El don de Dios tiene que ser suplicado aunque ya hayamos recibido la bendición en Jesucristo. Es desear que Dios esté siempre con nosotros, que su gracia nos acompañe siempre, es pedir a Dios lo que él ya quiere darnos.

jueves, 4 de enero de 2018

Catecismo 2625. La oración después de Pentecostés III

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Punto 2.625 Estas oraciones son en primer lugar las que los fieles escuchan y leen en la sagrada Escritura, pero las actualizan, especialmente las de los salmos, a partir de su cumplimiento en Cristo (cf Lc 24, 27. 44). El Espíritu Santo, que recuerda así a Cristo ante su Iglesia orante, conduce a ésta también hacia la Verdad plena, y suscita nuevas formulaciones que expresarán el insondable Misterio de Cristo que actúa en la vida, los sacramentos y la misión de su Iglesia. Estas formulaciones se desarrollan en las grandes tradiciones litúrgicas y espirituales. Las formas de la oración, tal como las revelan los escritos apostólicos canónicos, siguen siendo normativas para la oración cristiana.

. Los primeros cristianos tuvieron a la sagrada Escritura como escuela principal de su oración, es decir, utilizaban la Escritura para introducirse en la oración. Corremos el riesgo de utilizar una oración estructurada en un formulismo rutinario, o por el contrario utilizar la espontaneidad subjetiva como oración. Ante estos riesgos, los primeros cristianos nos enseñan que el equilibrio lo encontramos haciendo de la sagrada Escritura nuestra escuela de oración, es la fuente principal y por eso nosotros recurrimos en primer lugar a ella. Tras leer y escuchar la Escritura, la actualizamos aplicando esa palabra en nuestra vida y especialmente con los salmos y ver como ese salmo se cumplió en Cristo y a partir de ahí cómo se cumple en nosotros. Hay tres niveles en el rezo de un salmo: el contexto histórico, el sentido Cristocéntrico del salmo, es decir, se ha cumplido en Cristo, y nuestra vivencia existencial de ese salmo. Cristo vivió y experimentó aquello que también nosotros estamos descubriendo en nuestra vida, estamos descubriendo el sentido de nuestra existencia desde la propia existencia de Cristo.

. Se nos remite al episodio de los discípulos de Emaús que lo tenemos en Lucas 24,13: "Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. En este conocido pasaje se nos presentan dos discípulos que estaban viviendo una situación de decepción, de tristeza ante los recientes acontecimientos, pues pensaban que con la muerte de Jesús había terminado todo. Puede ocurrir en nuestra vida que las adversidades, el sufrimiento, la muerte, etcétera, roben el sentido a la existencia. Los discípulos tenían la esperanza puesta en que Jesús liberaría a Israel pero ya murió hace tres días y ante esta situación de adversidad en la que se encuentran no son capaces de encontrar un sentido a la existencia. Continua el pasaje indicando que Jesús camina junto a ellos, les escucha con paciencia y les deja desahogarse para luego reprenderles. Nos enseña este pasaje la paciencia de Dios con el hombre y al mismo tiempo nos enseña nuestra necedad y nuestra torpeza para entender todo lo que ha ocurrido en nuestra vida. Dios tiene una gran paciencia y al mismo tiempo nos sacude con fuerza por nuestra poca fe.

A continuación, Jesús les empieza a explicar todo lo que le ha ocurrido, les va a explicar la historia de la sagrada Escritura cumplida en Jesucristo, empezando por Moisés e hizo un recorrido del Antiguo Testamento referido a él mismo. Esa explicación, quiere decir que Cristo es el cumplimiento de las escrituras. La gran lección que nos da es que si la cruz tuvo sentido en Cristo, también la tiene en nosotros.

. Este pasaje termina en la eucaristía, termina reconociendo a Jesús al partir el pan. La eucaristía es el lugar privilegiado para encontrarnos con Cristo. “Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Los discípulos finalmente tras el encuentro con Cristo resucitado corren para reincorporarse a la comunidad eclesial de la cual habían desertado en su tristeza y en su desesperanza. Nuestra fe se debilita en la medida en que nos apartamos de la comunión con la iglesia y de la vivencia comunitaria de la fe, lo cual quiere decir que la oración también la hacemos comunitariamente.


. El Espíritu Santo nos prepara para la oración, camina con nosotros durante toda nuestra vida incluso sin que nos enteremos, hasta que finalmente hay un momento de gracia en el que percibimos a Jesús y aunque creamos que es en ese momento cuando estamos con Cristo, lo que ocurre es que antes estaba y no lo reconocíamos y ahora está y lo reconocemos, pero el Señor siempre ha estado con nosotros. El momento de gracia es darse cuenta de que está, pero antes ya estaba. El Espíritu Santo nos recuerda a Cristo desde las escrituras y nos manifiesta a Cristo, nos presenta a Cristo para que viéndole a él nos entendamos a nosotros mismos. Comprendiendo lo que Dios ha hecho en Cristo nos entendemos a nosotros, en Cristo se revela el misterio del hombre. La cruz de Cristo no ha sido en balde, ha sido el camino de redención y la puerta de la resurrección. Esto que ha acontecido a Jesucristo lo aplicamos a nosotros y en la eucaristía se nos abren los ojos para entenderlo y nos sumamos a la misión de la iglesia integrándonos en ella.

martes, 2 de enero de 2018

Catecismo 2623-2624. La oración después de Pentecostés II

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Catecismo 2623-2624. La oración después de Pentecostés II

Punto 2.624 En la primera comunidad de Jerusalén, los creyentes “acudían asiduamente a las enseñanzas de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2, 42). Esta secuencia de actos es típica de la oración de la Iglesia; fundada sobre la fe apostólica y autentificada por la caridad, se alimenta con la Eucaristía.

. Hoy estamos en el tiempo del Espíritu Santo que nos recuerda todo y va suscitando en nosotros un espíritu de oración, es muy importante que tengamos una gran intimidad con el Espíritu Santo y posiblemente uno de los problemas que tenemos para tener una oración más profunda es que eso del Espíritu Santo nos suena algo muy lejano, muy etéreo, pero sin el Espíritu Santo nuestra oración es un monólogo.

. Desde el comienzo, la iglesia fue fiel a la instrucción del Señor, es decir, esto tiene una gran importancia porque esa instrucción de Jesús es también aplicable a nosotros. La primera comunidad cristiana vivía acudiendo asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles, eran fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a la oración. En estos cuatro aspectos: enseñanza, comunión, eucaristía y oración, encontramos en primer lugar la enseñanza o el conocimiento de Cristo, el Kerygma o el anuncio de Cristo, en segundo lugar eran fieles a la comunión fraterna, es decir, había una comunión entre ellos pues no se puede únicamente enseñar la verdad revelada fuera de la experiencia de la caridad entre nosotros, si no amamos, no seremos capaces de recibir las enseñanzas. Por otra parte, la verdad que Cristo quiere enseñarte no es una verdad que vayas a recibir en solitario sino en comunidad y en comunión con tus hermanos. La verdad no es verdad sin la caridad y no se recibe en solitario sino en comunidad. La iglesia desde el principio enseña creando una comunión fraterna en aquellos a los que se dirige la palabra. Uno de los riesgos que tenemos es tener una experiencia de solidaridad o de caridad sin ser conscientes de que la clave de la caridad nace de Cristo y es el Espíritu Santo el que le da vida y que la grandeza del amor es que yo soy instrumento de Dios para llegar a los demás, y sin eso me quedo cojo pues no es lo mismo el altruismo mío que la caridad de Dios, es infinitamente inferior el altruismo que la caridad de Cristo.

. En tercer lugar está el acudir a la fracción del pan, es decir, celebraban la fe y la caridad y las alimentaban. La eucaristía es celebración y alimento, necesito dar gracias a Dios porque tengo la fe, tengo ese Kerygma que se me está presentando y necesito expresarlo y rezar el Credo públicamente. Al mismo tiempo alimento mi fe, alimento lo que Dios me ha dado. Los primeros cristianos eran fieles a la eucaristía, pero también es verdad que en los Hechos de los Apóstoles se llama la atención sobre los que abandonan la eucaristía, también había gente que fallaba en la asiduidad a la eucaristía y los apóstoles les llamaban la atención, luego siempre ha existido la tentación de la pereza. Posiblemente el alejamiento de la práctica religiosa comienza por la pereza, se comienza diciendo que uno va de vez en cuando a la eucaristía, luego se pasa a decir que uno es católico pero no practicante, luego a decir que creo en Dios pero no en la iglesia, luego a decir que no sé si creo, y por último se llega a decir que no creo. El proceso de alejamiento comenzó en una cesión a nuestra pereza. Generalmente somos menos practicantes de lo que quisiéramos serlo, es la condición humana unida a la estrategia del tentador, luego en la asiduidad a la eucaristía hay que ser fieles para evitar la tentación.


. Por último, se dice que eran fieles a la oración, es decir, que la forma de relación con Dios no era exclusivamente la eucaristía. El mejor signo de una eucaristía bien celebrada es que de ella saquemos deseo de tener más rato con el Señor, de vivir en su presencia. Estos cuatro puntos son la secuencia típica de la oración de la iglesia, que se resumen en tres aspectos: nuestra oración se funda en la fe, en la adhesión a los contenidos de la revelación; se autentifica por la caridad, si yo no amo al prójimo, si no estoy atento a los que sufren a mi alrededor mi oración es teórica; y se alimenta por la eucaristía, tenemos que cuidar mucho la acción de gracias al comulgar.