Punto
2.626 La bendición expresa el movimiento de
fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el
don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de
bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice,
el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda
bendición.
.
A partir de este punto, el Catecismo comienza a especificar distintos tipos de
oración, sin embargo se habla de un movimiento de fondo, es decir, que toda oración
cristiana, independientemente de si es de petición, de perdón, de acción de
gracias,… tienen como una melodía de fondo común a todas. Ese movimiento de fondo
es la bendición que consiste en el encuentro de Dios con el hombre, en ella el
don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La iniciativa es
divina, Dios es quien primero nos ha estado buscando y nos está esperando a que
le acojamos en nuestra vida. La oración cristiana es el encuentro entre la sed
de Dios y la acogida del hombre.
.
La palabra bendición es una acción divina que parte del Padre, la bendición es
al mismo tiempo palabra y don, en Dios el decir y el hacer es una sola cosa. En
el caso del hombre ya sabemos que de la palabra al hecho hay un trecho. Etimológicamente,
la palabra bendecir es “decir bien”, Dios no solo dice bien, Dios hace bien,
Dios nos hace bien, eso significa bendecir. Cuando recibimos la bendición recibimos
el don del amor de Dios que se prodiga en nosotros. Aplicado al hombre, la bendición
hacia Dios es que el hombre responde y se entrega a su creador en acción de
gracias.
.
Lo primero es predicar el amor de Dios antes de predicar lo que el hombre tiene
que hacer. La centralidad de nuestra predicación tiene que ser el cómo Dios te
ha amado, cómo te ha bendecido, cómo ha entregado su vida por ti, y de ahí si
vendrá después una respuesta de parte del hombre. Antes de predicar la moral y
los mandamientos, lo primero es la predicación del kerygma, es decir, del amor
que Dios nos tiene que envió a su hijo para salvarnos.
Punto
2.627 Dos formas fundamentales expresan este
movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio
de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido;
cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien
implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de
junto al Padre (es Él quien nos bendice; cf 2 Co 13,
13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).
.
Hay dos formas fundamentales de este movimiento: la ascendente en que nosotros
le bendecimos por habernos bendecido. Efesios 1,3-14 “…el amor tan generosamente derramado en nosotros se convierte en himno
de alabanza… derroche de gracia ha tenido Dios con nosotros…” nos
preguntamos quienes somos nosotros para que nos haya amado tanto? es una libre decisión
de Dios. Mi vida tiene que ser un himno de alabanza a Dios como respuesta al
amor incondicional que he recibido. La razón de ser de mi vida es dar gloria a
Dios. El que tiene la experiencia del amor de Dios recibe un gran consuelo
porque encuentra que la felicidad de esta vida no consiste en sufrir o no
sufrir, sino que consiste en saberse amado, luego el gran consuelo que Dios nos
da es saber que nos quiere incondicionalmente y eso nos conforta. La felicidad
no es pues algo inversamente proporcional al grado de nuestros sufrimientos sino
el sabernos amados incondicionalmente. Bendigamos a Dios porque nos consuela,
porque nos conforta, y la manera de agradecer a Dios ese consuelo es
compartirlo con los demás, intentar consolar y confortar a los que tengo
alrededor y trasmitir alegría y esperanza, así estoy devolviéndole a Dios lo
que él me ha dado. Otra forma de devolverle a Dios el amor que nos tiene es el
tono interior de alegría, a Dios se le bendice con alegría, la vida alegre en medio
de las cruces y contrariedades es una forma básica de bendecir a Dios, cuando
hay pruebas en nuestra vida, son ocasiones para que nuestro amor sea más
gratuito y de cada prueba tenemos que salir con más confianza en Dios, más
desprendidos de impurezas. La oración tiene que ser un lugar en el que
expresemos la alegría a Dios. El cielo está ya adelantado en la vida de paz
interior y de gozo y de alegría, de la misma manera que el infierno está
adelantado en la amargura, rencor y odio que muchas personas están viviendo en
esta vida.
. La segunda forma es la descendente, en la que imploramos la gracia de Dios, decimos “bendícenos Señor”. El don de Dios tiene que ser suplicado aunque ya hayamos recibido la bendición en Jesucristo. Es desear que Dios esté siempre con nosotros, que su gracia nos acompañe siempre, es pedir a Dios lo que él ya quiere darnos.
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