miércoles, 14 de marzo de 2018

Catecismo 2630. La oración de petición II

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Punto 2.630 El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).

. En el Antiguo Testamento encontramos frecuentemente oraciones de lamentación, y en el Nuevo Testamento se ha terminado dicha oración de lamentación porque el espíritu del Nuevo Testamento deja obsoleta ese tipo de oración, ahora la oración es sostenida por la esperanza. La palabra lamentaciones nos evoca al muro de las lamentaciones donde el pueblo judío tiene una expresión importante en su oración en dicho muro con un género de oración que nos recuerda al Antiguo Testamento pues el pueblo judío no ha reconocido en Jesucristo al mesías que espera Israel y por lo tanto está todavía en el Antiguo Testamento. Existió un género de las lamentaciones en el Antiguo Testamento que ha quedado superado en la esperanza cristiana.


. En la parte final del capítulo cuatro del evangelio de san Juan, leemos el encuentro entre Jesús y la samaritana. Cuando Jesús le dice a la mujer que “llega el momento en que para dar culto al Padre no tendréis que subir a este monte (Garizin) ni a Jerusalén, los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad…”, Jesús está dando respuesta al conflicto del muro de las lamentaciones, está dando respuesta a que para orar no hay que buscar un lugar en concreto, por lo tanto no nos lamentemos por no tener ese lugar concreto, sino que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque la humanidad de Jesucristo es el verdadero templo de Dios.



. A nosotros también nos pasa que es posible que estemos realizando incorrectamente la oración, a base de lamentarnos y olvidándonos que estamos en la etapa de la esperanza firme ya realizada en Jesucristo. Podemos confundir la oración con un desahogo de nuestras penas porque a veces vamos a la oración diciendo “pobre de mí, nadie me entiende, tal y tal, todo es maldad a mi alrededor, menos mal que tú Jesús si me entiendes,…” es decir, una oración que en el fondo es como una especie de desahogo psicológico, y eso tiene poco de cristiano. Tenemos que hacer más auto crítica de nosotros mismos sin creernos que somos los buenos incomprendidos. La esencia de la oración no es la lamentación. La clave de la oración es pedir a Dios que nos enseñe a ver la realidad con sus ojos. La oración bien hecha es aquella que nos permite salir de ella con un tono más esperanzado, más confiado. La oración cristiana nos lleva a confiar no únicamente en el Señor, sino también en los demás.

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