Punto
2.632 La petición cristiana está centrada en el deseo
y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de
Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en
las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para
acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo
y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de
la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo,
el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas
las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10,
1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col1, 3-6; 4, 3-4. 12).
Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
.
Si ante la experiencia de Dios, el primer movimiento es pedir perdón, en este
punto se nos dice que el objetivo último no es quedar limpio, sino dar gloria a
Dios por su misericordia y buscar el Reino de Dios. Esta búsqueda del rostro de
Dios es la oración de petición del Padre Nuestro cuando pedimos que sea
santificado, que sea glorificado y que venga su reino, y lo demás se nos dará
por añadidura. Entender que el objeto último de nuestra petición es pedir el
amor de Dios es establecer un orden de prioridades en nuestra vida del que se
tiene que desprender una gran paz interior y una superación de muchos agobios.
Los agobios vienen porque los problemas están en nuestro corazón en un orden
jerárquico equivocado. Poniendo a Dios en el lugar central de nuestra vida, lo
demás se coloca en su lugar. En el Padre Nuestro aprendemos a pedir primero lo
sustancial, lo fundamental.
.
Qué entendemos por el Reino de Dios?, lo entendemos como el don del amor de
Dios que nos ofrece la vida eterna, el Reino de Dios es el cielo pero al mismo
tiempo el cielo es el don de Dios que comienza ya a establecerse entre
nosotros, la gracia de Dios que se derrama en la tierra, que se realiza en el
seno de la iglesia y que al mismo tiempo se ofrece a todos los hombres. No se
puede separar el concepto Reino de Dios de ninguna de estas tres cosas, ni del
cielo que es la culminación del Reino de Dios, ni de la iglesia, ni tampoco de
la vida de gracia que el Espíritu Santo está suscitando en este mundo. En el
fondo, el Reino de Dios se identifica con Jesucristo, decir “venga a nosotros
tu Reino” es tanto como decir que “venga Cristo a nosotros”, que “venga el Espíritu
Santo a nosotros”. La palabra Reino de Dios tiene todos estos matices que hay
que sumarlos todos. Es un comenzar el cielo ya en la tierra, y que la iglesia
sea la perfecta imagen de Cristo y al mismo tiempo el Espíritu Santo continúe
difundiendo su gracia en toda la tierra.
. La oración tiene como fin último la búsqueda del Reino de Dios y aquí dice el Catecismo que después de haber pedido lo principal que es el Reino, pedimos también todo lo que es necesario para acoger el Reino y para cooperar con su venida. Se nos remite a Hechos 6,6 donde se cuenta como los apóstoles convocaron a los discípulos para resolver el problema que tenían de que no podían atender a todos los pobres y no les parecía bien abandonar la predicación de la palabra y entonces buscaron a siete hombres para ponerlos al frente del cuidado de los pobres y los apóstoles se pudieran dedicar al ministerio de la palabra y la oración. Es decir, no basta con pedir que venga el reino sino también pedir y buscar todo aquello que va a cooperar a su llegada. Algunos se piensan que las obras sociales que tiene la iglesia son un gancho para luego hablar de Dios, y sin embargo son dos dimensiones que están íntimamente ligadas, el Reino de Dios se concreta en el servicio al hombre, a sus necesidades, al cual le estamos anunciando al mismo tiempo a Jesucristo, luego no se puede dividir en partes la palabra Reino de Dios porque lo implica todo.
. La
manera de saber que la petición “venga a nosotros tu Reino” ha sido acogida por
nosotros es ver que tengamos más capacidad de querernos, de amarnos, y de saber
que ese que está junto a nosotros es también algo querido por Dios. Cómo yo no
voy a querer a los que Dios quiere? Cómo
yo voy a decir que quiero que me quieras sólo a mí? El termómetro definitivo
para evaluar la calidad de esa oración se ve en la confianza en Dios y la caridad
hacia el prójimo. Si vemos que después de hacer oración tenemos más confianza
en Dios que nos da la paz y nos despreocupamos de los agobios quiere decir que
la oración va por buen camino. Ahora bien, si mientras rezamos seguimos con agobios,
es que algo está fallando. De la misma manera, si la oración lo que te hace es
aislarte en lugar de implicarte más en el amor al prójimo, es que la oración está
mal hecha. En conclusión, veamos si nuestra petición de que Dios lo sea todo
para nosotros se traduce en una confianza que vence los miedos y las angustias,
y en un amor hacia el prójimo incondicional. Confiar más en Dios que nos lleva
al abandono y amar al prójimo. Que el Señor nos conceda tener una oración así.
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