viernes, 30 de marzo de 2018

Catecismo 2633. La oración de petición V

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Punto 2.633 Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20;Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).

. Cuando uno ora según hemos visto en los puntos anteriores, comprende que todas las necesidades, hasta las más pequeñas, pueden ser objeto de petición, podemos pedirle a Dios hasta lo más sencillo, lo más pequeño. El hecho de fijarnos en lo pequeño no nos descentra de lo esencial sino que lo concreta, pues el amor de Dios no es algo conceptual sino que ese amor de totalidad es capaz de descender a los detalles concretos. Un amor de totalidad si lo engloba todo, también engloba lo pequeño. Desde el amor de Dios todo nos interesa y nos preocupa. A Dios le interesas tú, y si le interesas tú, también le interesa hasta las pequeñas cosas de tu vida. A cualquier padre le preocupa también los pequeños detalles de sus hijos.

. Cristo ha asumido todo para rescatarlo todo, Jesús ha asumido las necesidades propias de nuestra corporalidad, y porque las ha asumido, las ha redimido. Los apóstoles que le acompañaron de cerca, pudieron ver el cansancio de Jesús, su debilidad, su dolor, su miedo, su sed… son todos una serie de sentimientos humanos propios de nuestro ser humano que Jesucristo los asumió. Una de las herejías de los primeros siglos de la iglesia fue la de decir que Dios adoptó una naturaleza humana como si fuera un disfraz, es la tentación de decir que la encarnación es más bien una figura humana para poder ver a Dios pero no es que Dios se hiciera hombre. Esta herejía la iglesia la rechazó porque Dios no solo tomó apariencia humana sino que se hizo hombre, y al hacerse hombre, asumió la condición humana con todas sus debilidades y la redimió. Por tanto, todas las necesidades, hasta las más materiales pueden ser objeto de petición, y no debemos avergonzarnos de ello porque Cristo en su condición humana lo asumió todo, Cristo también tuvo necesidades humanas y necesitaría pedir al Padre por sus propias necesidades y por las de toda la humanidad. Luego la oración en la que le pedimos a Dios tantos dones materiales no es una oración más imperfecta que la oración más espiritual.

. En Filipenses 4,6-7 se nos dice: "No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias." Uno de los signos de que la oración está bien hecha es el grado de confianza y abandono en Dios. El hecho de que seamos unos angustiados implica que nos falta confianza en Dios. Cuenta un misionero una anécdota sobre no inquietarse y estar tranquilo, cuando volando en avión desde África, el avión atravesó una zona de turbulencias más fuerte de lo normal, y se produjo un momento de tensión muy grande, todo se caía al suelo, y vio a un niño que viajaba solo en los primeros asientos. Estaba jugando con sus juguetes y los recogió, pero el niño parecía muy tranquilo, y el misionero se preguntaba por qué estaba tan tranquilo. Al terminar las turbulencias, el niño volvió a sacar sus juguetes y continuó jugando. El misionero se acercó al niño y le comentó lo valiente que era al no tener miedo y el niño le respondió “es que el piloto es mi padre”. El misionero aplicó esta anécdota a nuestra oración de petición, a estar tranquilos cuando sabemos que es Dios Padre quien es el piloto de nuestra vida, igual que ese niño tenía absoluta confianza y abandono en su padre que estaba pilotando el avión.

martes, 27 de marzo de 2018

Catecismo 2632. La oración de petición IV. El deseo y la búsqueda del Reino

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Punto 2.632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.

. Si ante la experiencia de Dios, el primer movimiento es pedir perdón, en este punto se nos dice que el objetivo último no es quedar limpio, sino dar gloria a Dios por su misericordia y buscar el Reino de Dios. Esta búsqueda del rostro de Dios es la oración de petición del Padre Nuestro cuando pedimos que sea santificado, que sea glorificado y que venga su reino, y lo demás se nos dará por añadidura. Entender que el objeto último de nuestra petición es pedir el amor de Dios es establecer un orden de prioridades en nuestra vida del que se tiene que desprender una gran paz interior y una superación de muchos agobios. Los agobios vienen porque los problemas están en nuestro corazón en un orden jerárquico equivocado. Poniendo a Dios en el lugar central de nuestra vida, lo demás se coloca en su lugar. En el Padre Nuestro aprendemos a pedir primero lo sustancial, lo fundamental.

. Qué entendemos por el Reino de Dios?, lo entendemos como el don del amor de Dios que nos ofrece la vida eterna, el Reino de Dios es el cielo pero al mismo tiempo el cielo es el don de Dios que comienza ya a establecerse entre nosotros, la gracia de Dios que se derrama en la tierra, que se realiza en el seno de la iglesia y que al mismo tiempo se ofrece a todos los hombres. No se puede separar el concepto Reino de Dios de ninguna de estas tres cosas, ni del cielo que es la culminación del Reino de Dios, ni de la iglesia, ni tampoco de la vida de gracia que el Espíritu Santo está suscitando en este mundo. En el fondo, el Reino de Dios se identifica con Jesucristo, decir “venga a nosotros tu Reino” es tanto como decir que “venga Cristo a nosotros”, que “venga el Espíritu Santo a nosotros”. La palabra Reino de Dios tiene todos estos matices que hay que sumarlos todos. Es un comenzar el cielo ya en la tierra, y que la iglesia sea la perfecta imagen de Cristo y al mismo tiempo el Espíritu Santo continúe difundiendo su gracia en toda la tierra.

. La oración tiene como fin último la búsqueda del Reino de Dios y aquí dice el Catecismo que después de haber pedido lo principal que es el Reino, pedimos también todo lo que es necesario para acoger el Reino y para cooperar con su venida. Se nos remite a Hechos 6,6 donde se cuenta como los apóstoles convocaron a los discípulos para resolver el problema que tenían de que no podían atender a todos los pobres y no les parecía bien abandonar la predicación de la palabra y entonces buscaron a siete hombres para ponerlos al frente del cuidado de los pobres y los apóstoles se pudieran dedicar al ministerio de la palabra y la oración. Es decir, no basta con pedir que venga el reino sino también pedir y buscar todo aquello que va a cooperar a su llegada. Algunos se piensan que las obras sociales que tiene la iglesia son un gancho para luego hablar de Dios, y sin embargo son dos dimensiones que están íntimamente ligadas, el Reino de Dios se concreta en el servicio al hombre, a sus necesidades, al cual le estamos anunciando al mismo tiempo a Jesucristo, luego no se puede dividir en partes la palabra Reino de Dios porque lo implica todo.


. La manera de saber que la petición “venga a nosotros tu Reino” ha sido acogida por nosotros es ver que tengamos más capacidad de querernos, de amarnos, y de saber que ese que está junto a nosotros es también algo querido por Dios. Cómo yo no voy a querer a los que Dios  quiere? Cómo yo voy a decir que quiero que me quieras sólo a mí? El termómetro definitivo para evaluar la calidad de esa oración se ve en la confianza en Dios y la caridad hacia el prójimo. Si vemos que después de hacer oración tenemos más confianza en Dios que nos da la paz y nos despreocupamos de los agobios quiere decir que la oración va por buen camino. Ahora bien, si mientras rezamos seguimos con agobios, es que algo está fallando. De la misma manera, si la oración lo que te hace es aislarte en lugar de implicarte más en el amor al prójimo, es que la oración está mal hecha. En conclusión, veamos si nuestra petición de que Dios lo sea todo para nosotros se traduce en una confianza que vence los miedos y las angustias, y en un amor hacia el prójimo incondicional. Confiar más en Dios que nos lleva al abandono y amar al prójimo. Que el Señor nos conceda tener una oración así.

martes, 20 de marzo de 2018

Catecismo 2631. La oración de petición III. La petición de perdón

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Punto 2.631 La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.

. La petición de perdón es la primera oración de petición. A veces tenemos la sensación de que la oración de petición es igual a egoísmo, pero no, para purificar a la oración de petición de la posible acusación de egoísmo, de utilizar a Dios para uno mismo, la respuesta es que la primera oración de petición es la petición de perdón. La petición de perdón es hacer de Dios el centro de la oración y no hacer de uno mismo el centro de la oración. La parábola del fariseo y el publicano es muy clara, lo tenemos en Lucas 18,13: "En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!", y ciertamente el que ora como el publicano tiene muy claro que el centro de la oración es Dios, orar así: a distancia, con la mirada baja, golpeándose el pecho,… es tener una conciencia muy clara de delante de quien estoy. En la oración, no es más importante lo que se dice sino tener una conciencia viva que estoy en la presencia de Dios. El sentirse pecador no depende tanto de tener muchos o pocos pecados, sino de que haya o no haya una fuerte presencia de Dios. Si hay una fuerte presencia de Dios, uno tiene conciencia de ser pecador, pero si la presencia de Dios es pequeña uno no se siente pecador.

. Un ejemplo muy ilustrativo de esto lo tenemos con santa Teresa de Jesús cuando nos indica que estando en una habitación con las ventanas cerradas vio que la mesa estaba aparentemente limpia, pero al abrir una ventana y dejar entrar la luz vio que la mesa estaba llena de polvo. El polvo ya estaba antes de abrir la ventana pero no lo veías, y ahora con la luz te das cuenta que está sucio, y es ahora cuando comienza a haber esperanza de estar limpio. El sentirse pecador depende de cuanta presencia de Dios haya en tu vida. El que hace la negación del pecado lo que hace es dar a entender que no tiene experiencia de Dios, no se ha enterado de la grandeza y el amor de Dios y como no se ha enterado, no se siente pecador, es de los que dice que “yo ni robo ni mato, yo no he hecho nada malo”. La conciencia de ser pecador te da la esperanza, cuando Dios nos da esa luz que entra por la ventana y nos permite ver ese polvo que está encima de la mesa, se mezcla el dolor de la conciencia del pecado y la alegría de la esperanza. Cuando Dios nos permite hacer la oración de petición de perdón por nuestros pecados, estamos comenzando a rezar de verdad, por eso dice el Catecismo que es el primer movimiento de la oración de petición. Si alardeamos de no haber pecado, dejamos a Dios por mentiroso, que entregó a su hijo por la salvación de nuestros pecados, estaríamos diciendo que la redención de Cristo no era necesaria, estaríamos despreciando la redención de Jesús.

. La petición de perdón no solo nos permite recibir la gracia del perdón de Dios, sino que nos permite vivir en paz con todo el mundo que nos rodea porque cuando uno no está en paz con Dios está en guerra con todos los que le rodean. Nuestro enemigo es el pecado, no son los que te rodean. Se ha hablado mucho del don de lágrimas, que es una forma de oración de petición con lágrimas en lugar de con palabras, o bien con palabras bañadas en lágrimas, y sin duda alguna cuando Dios nos da ese don de lágrimas es signo de que la presencia de Dios es muy viva en nosotros. Cuando las lágrimas son por amor, porque yo me veo pecador y al mismo tiempo me veo amado por Dios, entonces el don de lágrimas es un símbolo de que nuestra petición de perdón ha sido aceptada. Si yo a Dios le pido perdón por mis pecados y según le estoy pidiendo perdón se me saltan las lágrimas porque estoy llorando al mismo tiempo de pena pero de alegría, eso es que mi petición de perdón ha sido aceptada. Pocos signos tienes más fuertes de que tu oración ha sido aceptada como tus propias lágrimas, esas lágrimas es como si Dios te dijese “te he escuchado”, y tu petición de perdón ha llegado al corazón de Dios.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Catecismo 2630. La oración de petición II

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Punto 2.630 El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).

. En el Antiguo Testamento encontramos frecuentemente oraciones de lamentación, y en el Nuevo Testamento se ha terminado dicha oración de lamentación porque el espíritu del Nuevo Testamento deja obsoleta ese tipo de oración, ahora la oración es sostenida por la esperanza. La palabra lamentaciones nos evoca al muro de las lamentaciones donde el pueblo judío tiene una expresión importante en su oración en dicho muro con un género de oración que nos recuerda al Antiguo Testamento pues el pueblo judío no ha reconocido en Jesucristo al mesías que espera Israel y por lo tanto está todavía en el Antiguo Testamento. Existió un género de las lamentaciones en el Antiguo Testamento que ha quedado superado en la esperanza cristiana.


. En la parte final del capítulo cuatro del evangelio de san Juan, leemos el encuentro entre Jesús y la samaritana. Cuando Jesús le dice a la mujer que “llega el momento en que para dar culto al Padre no tendréis que subir a este monte (Garizin) ni a Jerusalén, los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad…”, Jesús está dando respuesta al conflicto del muro de las lamentaciones, está dando respuesta a que para orar no hay que buscar un lugar en concreto, por lo tanto no nos lamentemos por no tener ese lugar concreto, sino que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque la humanidad de Jesucristo es el verdadero templo de Dios.



. A nosotros también nos pasa que es posible que estemos realizando incorrectamente la oración, a base de lamentarnos y olvidándonos que estamos en la etapa de la esperanza firme ya realizada en Jesucristo. Podemos confundir la oración con un desahogo de nuestras penas porque a veces vamos a la oración diciendo “pobre de mí, nadie me entiende, tal y tal, todo es maldad a mi alrededor, menos mal que tú Jesús si me entiendes,…” es decir, una oración que en el fondo es como una especie de desahogo psicológico, y eso tiene poco de cristiano. Tenemos que hacer más auto crítica de nosotros mismos sin creernos que somos los buenos incomprendidos. La esencia de la oración no es la lamentación. La clave de la oración es pedir a Dios que nos enseñe a ver la realidad con sus ojos. La oración bien hecha es aquella que nos permite salir de ella con un tono más esperanzado, más confiado. La oración cristiana nos lleva a confiar no únicamente en el Señor, sino también en los demás.

sábado, 24 de febrero de 2018

Catecismo 2629. La oración de petición I

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Punto 2.629 El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él.
. La oración de petición está muy ligada con las necesidades existenciales del hombre, brota de manera muy natural de nosotros. Así como hay otras oraciones en las que tenemos que ser más pacientemente educados como la oración de alabanza, de acción de gracias, etcétera, para la oración de petición más que ser educados en hacerla, hay que ser educados en cómo hacerla, en cómo dirigirla bien, en cómo hacerla para que no la manipulemos. Una forma incorrecta de entender la oración de petición es entender que es una lucha contra la voluntad de Dios, un pulso a Dios, a ver si uno consigue que Dios entre por mi voluntad. Nos ocurre que podemos tener una lucha porque no tenemos clara cuál es la voluntad de Dios, podemos pedir cosas que en principio son buenas, pero no estamos seguros de que Dios quiera dárnoslas en su providencia aquí, ahora, de esta manera y en este orden. La sabiduría y providencia de Dios nos supera. La oración es un combate, no contra la voluntad de Dios sino contra nosotros mismos, contra nuestras circunstancias, para que al final digamos “Señor que en medio de todo este lío se haga tu voluntad” y decir esto no es tan fácil, supone un combate contra nosotros mismos y contra la realidad que nos rodea que desconfía de la voluntad de Dios.




. Somos criaturas que no controlamos ni nuestro origen, ni las adversidades. En esta vida planeas muchas cosas y luego sale todo distinto a como lo habías pensado. Esto es un drama porque nos damos cuenta que no llevamos el timón de nuestra vida, que no la controlamos. La vida es un don que nos ha sido dado sin habernos consultado, nadie nos ha pedido permiso para ser traídos a la vida, la vida es un don que precede a nuestra libertad y nuestra determinación. No reconocer o no aceptar nuestra fragilidad puede llevarnos a auténticos dramas. Forma parte de la condición humana la aceptación humilde de esta realidad, hay muchas cosas que nos son dadas y en nosotros está en cómo conducirlas.



. La cultura agnóstica o atea viene a decir que la religión es como una búsqueda de seguridades para hacer más llevaderas las debilidades de la vida, en vez de aceptar nuestra debilidad nos buscamos el recurso psicológico de Dios para sentirnos más seguros. Sin embargo no hablamos de una sensación psicológica sino de que nuestra realidad es que somos débiles y frágiles, y la vida es así. Lo cierto es que el hombre es frágil, el hombre no es dueño de su existencia, no puede controlar ni su origen, ni su meta, ni sus circunstancias. Esta es la realidad del hombre y recurrir a algo para que me quite el miedo es darle la espalda a la verdad. El hombre es un ser contingente, es un ser que no tiene en sí mismo las respuestas últimas y tiene que recurrir fuera de él a buscarlas, y el que no quiera reconocerlo vive de espaldas a la realidad. Por tanto, frente a quienes dicen que el sentido religioso de la vida es un invento para buscar seguridades, hay que responder que más bien es un camino por el que Dios también llega a nosotros, Dios no nos ha hecho auto suficientes, nos ha hecho dependientes, ha sembrado en nosotros un instinto religioso de dependencia hacia Dios. El hecho de que seamos tan débiles y que caigamos constantemente en los mismos pecados que nos llevan a recurrir frecuentemente a Dios en la oración de petición para pedirle ayuda a Dios, algún día entenderemos que esto es una misericordia de Dios. Es preferible la debilidad de la carne que nos lleva a ser mendigos de la gracia, que la soberbia del espíritu, por eso Dios no nos ha hecho auto suficientes.

. La propia oración de petición es una respuesta a Dios que te busca, una respuesta a la llamada de Dios. Hay una famosa frase de san Agustín que dice “Dios no manda cosas imposibles sino que al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas, a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”, es decir, Dios nos ha hecho como nos ha hecho, nos ha dado unas cualidades, unos talentos que en lugar de enterrarlos  los ponemos al servicio de la construcción del reino de Dios, y habrá muchas situaciones en las que me encuentro impotente, pero te pido que me ayudes. La oración de petición bien hecha nos lleva a ser muy activos y al mismo tiempo a confiar en la providencia. El mejor termómetro para saber si pedimos bien, es la confianza en la providencia. Hacer oración de petición es caer en la cuenta de que Dios me lleva de su mano, y solo por eso merece la pena hacer la oración de petición y por eso nos dice el Catecismo que la petición es ya un retorno hacia Dios, que la oración de petición es paradójicamente una respuesta antes que una llamada, en la petición estamos respondiendo a Dios en su providencia.


. Cómo preparar una homilía: una homilía de cinco minutos probablemente lleva una preparación de una hora y viceversa, es decir, para decir las cosas con intensidad hay que prepararlas. Como consejo, el sacerdote si prepara la homilía delante del sagrario, mejor, los sacerdotes deberíamos tener una mesita delante del sagrario y decirle al Señor “qué les digo”, y el Señor escucha esa oración del sacerdote e inspira esa homilía.

lunes, 15 de enero de 2018

Catecismo 2627-2628. La bendición y la adoración II

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Punto 2.628 La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.

. La adoración es la actitud del hombre de reconocerse criatura frente al creador, y esto lo configura todo, la conciencia de ser criatura, la conciencia de que Dios nos ha creado por amor. El hecho de que existamos no es el producto de un devenir ciego ni es fruto de la casualidad sino que es una decisión libre de Dios tomada por amor. Caer en cuenta de esto te cambia el horizonte, te cambia la vida. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como creador y salvador, señor y dueño de todo lo que existe. Esta actitud de reconocernos criaturas no la podemos dar por supuesta pues vivimos en una cultura que tiende a ocultar esta realidad y a vivir en un mundo ficticio en el que nos pensamos que somos el ombligo del mundo, pensamos que todo gira en torno a nosotros, como si el hombre fuese el origen y el fin de todo. Esto se hace ocultando las preguntas fundamentales “de dónde vengo”, “a dónde voy”, ocultando la muerte,… sin embargo la adoración, el reconocer a Dios como fuente de todo es vivir la existencia desde la realidad, soy creatura porque Dios me ha creado por amor, soy y podría no haber sido.

. Nos ocurre que nos planteamos la vida como si fuéramos en un autobús de largo recorrido en el que vamos viendo vídeos, escuchando música, vendiendo cosas, cogiendo el micrófono, etcétera, pero no nos preguntamos quien ha fletado el autobús, a dónde se dirige, o que hay detrás de las cortinas. No nos damos cuenta que somos criaturas, que Dios es nuestro creador, que estamos aquí por algo, alguien nos ha puesto para algo en este viaje. No se puede ser feliz viviendo de espaldas a la realidad, hay que vivir en verdad y esta es la actitud de adoración. Nunca el hombre es tan libre como cuando se arrodilla ante Dios, nunca el hombre es tan esclavo como cuando se olvida de Dios, y no digamos cuando le niega pues entonces se hace esclavo del placer, es esclavo del dinero y es esclavo del poder. La libertad del hombre consiste en reconocer la grandeza de Dios.



. La adoración es la combinación de la conciencia de la grandeza de Dios y de nuestra pequeñez. Tenemos que criticar una cultura que ve con sospecha la grandeza de Dios, porque si no tenemos el peligro de hacer un Dios a nuestra medida, a la medida de nuestras ideologías, de nuestras sensibilidades. Otra afirmación que hemos de tener presente es que no somos nada sin la gracia de Dios, si nos soltamos de la mano de nuestro Padre caeremos seguro, como un niño que se suelta de la mano de su Padre. Postrarnos ante Dios solo lo puede hacer quien se humilla, quien reconoce al mismo tiempo la grandeza de Dios y la propia pequeñez personal. Muchas veces adorar es simplemente contemplar la grandeza de Dios y callar, y confiar en Dios. Por el contrario el que es un soberbio, difícilmente rezará y su oración será como la de aquél fariseo que estaba como utilizando la oración para auto ensalzarse. El soberbio difícilmente hará oración, y hará de la oración un marco para exhibirse, sin embargo la oración es camino de humildad. Que el Señor nos conceda la gracia de sabernos pequeños, pero al mismo tiempo siendo pequeños saber que en Dios lo tenemos todo, en la oración se concentra nuestra pequeñez y la grandeza porque es como ponerse Dios en nuestra mano y nosotros en manos de Dios. Nunca el hombre es tan pequeño cuando reza y nunca el hombre es tan grande cuando reza porque se junta la pequeñez y la grandeza.

martes, 9 de enero de 2018

Catecismo 2626-2627. La bendición y la adoración I

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Punto 2.626 La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición.

. A partir de este punto, el Catecismo comienza a especificar distintos tipos de oración, sin embargo se habla de un movimiento de fondo, es decir, que toda oración cristiana, independientemente de si es de petición, de perdón, de acción de gracias,… tienen como una melodía de fondo común a todas. Ese movimiento de fondo es la bendición que consiste en el encuentro de Dios con el hombre, en ella el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La iniciativa es divina, Dios es quien primero nos ha estado buscando y nos está esperando a que le acojamos en nuestra vida. La oración cristiana es el encuentro entre la sed de Dios y la acogida del hombre.

. La palabra bendición es una acción divina que parte del Padre, la bendición es al mismo tiempo palabra y don, en Dios el decir y el hacer es una sola cosa. En el caso del hombre ya sabemos que de la palabra al hecho hay un trecho. Etimológicamente, la palabra bendecir es “decir bien”, Dios no solo dice bien, Dios hace bien, Dios nos hace bien, eso significa bendecir. Cuando recibimos la bendición recibimos el don del amor de Dios que se prodiga en nosotros. Aplicado al hombre, la bendición hacia Dios es que el hombre responde y se entrega a su creador en acción de gracias.

. Lo primero es predicar el amor de Dios antes de predicar lo que el hombre tiene que hacer. La centralidad de nuestra predicación tiene que ser el cómo Dios te ha amado, cómo te ha bendecido, cómo ha entregado su vida por ti, y de ahí si vendrá después una respuesta de parte del hombre. Antes de predicar la moral y los mandamientos, lo primero es la predicación del kerygma, es decir, del amor que Dios nos tiene que envió a su hijo para salvarnos.

Punto 2.627 Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre (es Él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).

. Hay dos formas fundamentales de este movimiento: la ascendente en que nosotros le bendecimos por habernos bendecido. Efesios 1,3-14 “…el amor tan generosamente derramado en nosotros se convierte en himno de alabanza… derroche de gracia ha tenido Dios con nosotros…” nos preguntamos quienes somos nosotros para que nos haya amado tanto? es una libre decisión de Dios. Mi vida tiene que ser un himno de alabanza a Dios como respuesta al amor incondicional que he recibido. La razón de ser de mi vida es dar gloria a Dios. El que tiene la experiencia del amor de Dios recibe un gran consuelo porque encuentra que la felicidad de esta vida no consiste en sufrir o no sufrir, sino que consiste en saberse amado, luego el gran consuelo que Dios nos da es saber que nos quiere incondicionalmente y eso nos conforta. La felicidad no es pues algo inversamente proporcional al grado de nuestros sufrimientos sino el sabernos amados incondicionalmente. Bendigamos a Dios porque nos consuela, porque nos conforta, y la manera de agradecer a Dios ese consuelo es compartirlo con los demás, intentar consolar y confortar a los que tengo alrededor y trasmitir alegría y esperanza, así estoy devolviéndole a Dios lo que él me ha dado. Otra forma de devolverle a Dios el amor que nos tiene es el tono interior de alegría, a Dios se le bendice con alegría, la vida alegre en medio de las cruces y contrariedades es una forma básica de bendecir a Dios, cuando hay pruebas en nuestra vida, son ocasiones para que nuestro amor sea más gratuito y de cada prueba tenemos que salir con más confianza en Dios, más desprendidos de impurezas. La oración tiene que ser un lugar en el que expresemos la alegría a Dios. El cielo está ya adelantado en la vida de paz interior y de gozo y de alegría, de la misma manera que el infierno está adelantado en la amargura, rencor y odio que muchas personas están viviendo en esta vida.

. La segunda forma es la descendente, en la que imploramos la gracia de Dios, decimos “bendícenos Señor”. El don de Dios tiene que ser suplicado aunque ya hayamos recibido la bendición en Jesucristo. Es desear que Dios esté siempre con nosotros, que su gracia nos acompañe siempre, es pedir a Dios lo que él ya quiere darnos.