Punto 105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo».
«La santa madre Iglesia, según la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia.
. Creemos en la sagrada escritura en el sentido en que Dios es autor de la misma. Así tras las lecturas decimos palabra de Dios. El Espíritu ha inspirado para que la palabra sea escrita y para reconocerla como palabra de Dios. Cuando decimos que Dios es el autor de la palabra, no es en el sentido en que Dios ha dictado la escritura a los escritores, sino en el sentido de que es capaz de intervenir respetando la libertad del escritor inspirado por el Espíritu Santo.
. El canon, regla o medida bíblica establece que son 73 libros los que son considerados palabra de Dios. En el antiguo testamento se consideran los libros que Jesucristo escuchó y proclamo como palabra de Dios. Para el nuevo testamento, es la tradición de la Iglesia la que define los libros inspirados y los que no como componentes del mismo e inspirados por la palabra de Dios.
Punto 106 Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. «En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería».
. No nos imaginemos un autor escribiendo la palabra de Dios en el sentido de que entra en trance, y se pone a escribir, no. Son conscientes de lo que escribían. La Iglesia reconoce la huella del Espíritu en los escritos.
Punto 107 Los libros inspirados enseñan la verdad. «Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra».
. Una garantía que tenemos es que lo libros enseñan la verdad. Las teorías humanas y las filosofías pasan, caducan, cielo y tierra pasaran pero mis palabras no pasaran, la palabra de Dios es la que permanece, es eterna, es capaz de hablar a un hombre del s I y uno de hoy.
. La palabra verdad está unida al amor. Es mejor morir por la verdad que sacrificar la verdad. Estamos hechos para la verdad y Dios nos ha dado un instrumento para conocerla que es la escritura. Se nos revelan muchas cosas importantes en la sagrada escritura.
. Quien te ama te dice la verdad, los enemigos te adulan. Estemos abiertos y amemos la verdad.
Punto 108 Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super missus est, 4,11: PL 183, 86B). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24, 45).
. La fe cristiana no es la religión del libro como puede ser el Islam con el Corán, los cristianos somos el pueblo del acontecimiento que ha sido puesto luego por escrito o también transmitido por la tradición de la Iglesia, que hay dos fuentes de revelación. La presencia de Dios entre nosotros supera la presencia del libro.
. La Biblia son afirmaciones de acontecimientos. Existe el riesgo de decir: que más dan los hechos históricos como el sepulcro vacío, o este u otro milagro, o que Cristo resucitase, que lo importante son los valores que se transmiten. Así reducimos la palabra de Dios al valor ético o moral que pueda transmitir, pero lo importante de la palabra de Dios es el acontecimiento verdadero que tiene lugar. Frente a la tendencia de difuminar lo histórico, afirmemos que somos el pueblo del acontecimiento, y la verdad no se inventa sino que acontece, y nuestra tarea es descubrirla y proclamarla.
. El Espíritu Santo no solo actuó para ponerlo por escrito, sino a nosotros para acogerlo y a la Iglesia para predicarlo. El predicador dice: ven a mí Espíritu Santo para que yo sea instrumento tuyo a la hora de predicar esta palabra, que tu espíritu me mueva a mí predicarla como movió al autor para escribirla, y el que escucha la palabra dice ven Espíritu Santo, ayúdame a escuchar esta palabra para acogerla con la misma humildad que María acogió la palabra de Dios en su seno.
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