lunes, 30 de noviembre de 2015

Catecismo 691-694. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo

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El nombre propio del Espíritu Santo

Punto 691 "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19).
El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos "espíritu" y "santo".

. El Catecismo está totalmente empapado de la palabra de Dios y vamos a enriquecernos de ello en este punto.  Mateo 28,19 dice “Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Se distingue entre apelativos y nombre propio hablando del Espíritu Santo, hay muchísimos apelativos como el fuego, la luz, la paloma, el sello, la nube, la unción ….. pero como nombre propio se recoge el del Espíritu Santo porque está puesto por Jesús al mismo nivel que el del Padre y el Hijo. Por eso nos atrevemos a llamarle a este nombre de Espíritu Santo, nombre propio.

. Nosotros los cristianos hemos sido bautizados en su nombre, en su nombre comenzamos nuestras reuniones cristianos, en sus nombre somos bendecidos. Los términos espíritu y santo se pueden atribuir cada uno por su cuenta, a las tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son espíritu; el Padre es santo, el Hijo es santo y el Espíritu Santo es santo. No podemos decir lo mismo de los otros términos, por ejemplo, el término hijo no puede ser atribuido al Padre pues el Padre es Padre, no es Hijo.

. El Antiguo Testamento está escrito en hebreo y el Nuevo Testamento está escrito en griego. El término espíritu se traduce del término hebreo Ruah que significa “soplo, aire, viento”, que nos sugiere el significado profundo que tiene el texto de Juan 3,5-8 que recoge el dialogo de Jesús con Nicodemo: “Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu»”, este texto nos ilumina mucho cual es el origen de la palabra nacer del Espíritu, el que uno vuelva a nacer. Nacer del Espíritu Santo en el bautismo, nacer del agua y del Espíritu haciendo una clara referencia al bautismo.

Los apelativos del Espíritu Santo

Punto 692 Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf.1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).

. La traducción literal de paráclito es “aquél que es llamado junto a uno, aquél que es invocado para estar junto a nosotros”, por eso Jesús nos dice que no nos vamos a quedar solos, él va a estar presente en el Espíritu Santo junto a nosotros, no vamos a quedar huérfanos, vamos a sentir la sombra protectora de Dios., nos va a acompañar, a guardar. Así nos lo dice Jesús en el momento de su partida en Juan 14,16 “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” . Paráclito se traduce también habitualmente por Consolador.

. En 1ª Juan 2,1 nos dice que Jesús aboga por nosotros ante el Padre cuando pecamos. Jesús es el primer consolador, pero el Espíritu Santo es el consolador que nos está aliviando nuestras heridas, nos consuela en nuestras dificultades, en nuestros agobios. Igual que Jesús sintió el consuelo en Getsemaní, sintamos el consuelo nosotros del Espíritu Santo.

. Otro apelativo del Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, en Juan 16,13 “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”, el Espíritu Santo no nos consuela en sueños en los que nos podamos refugia, sino que nos consuela en la Verdad.

Punto 693 Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19;1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).

. Todos estos apelativos los encontramos en san Pablo y en san Pedro, por ejemplo en Gálatas 3,14 “Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, en Romanos 8,15 “ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios”, en Romanos 8,11 “Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes”,  en 1ª Pedro 4,14 “Felices si son ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes”.


Los símbolos del Espíritu Santo

Punto 694 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados [...] en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).

. Si no somos gestados en el Espíritu Santo no podemos nacer a la vida eterna. Igual que si no hemos sido gestados en el agua, en el seno de nuestra madre, no nacemos a esta vida. Esta es una profunda comparación que hace el Catecismo. 1ª Corintios 12,13 nos dice “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”.


. En el texto de Juan 19,34 “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua”, la Iglesia siempre ha visto en esa agua la imagen del Espíritu Santo. Juan 7,37 “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Juan 4,10-14 “Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva». «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?». Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna»”. Tenemos que pensar que en el Espíritu Santo encontramos un manantial de agua de vida, tengamos sed del agua viva, sed del Espíritu Santo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Catecismo 689-690. La misión conjunta del Hijo y del Espíritu

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Punto 689 Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf. Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.

. El Catecismo nos presenta el misterio de Dios desde una visión personal, no habla tanto de Dios de forma impersonal como si hablase de una esencia divina, sino de Dios que se relaciona con nosotros como Padre, como Hijo, como Espíritu Santo. Son las personas divinas las que entran en contacto con nosotros. Partimos del Padre como un principio sin principio, nadie le ha infundado a él. No partimos pues de una esencia, sino que partimos de una persona, del Padre. Cuando hablamos de Dios sin decir Padre, Hijo o Espíritu Santo, entendemos que nos referimos a Dios Padre.

. Es conveniente distinguir lo siguiente para una mejor comprensión. Las misiones, se refiere al envío del Hijo o del Espíritu Santo a nosotros. Por ejemplo, en la encarnación tuvo lugar la misión del Hijo, el envío del Padre al Hijo; en Pentecostés se produjo la misión del Espíritu, es enviado el Espíritu Santo. Por tanto misiones es el envío de las personas divinas a nosotros. Procesiones, es lo que tiene lugar en el interior de Dios. Por ejemplo igual que el Padre y el Hijo enviaron el Espíritu Santo en Pentecostés, en el seno de la Trinidad está teniendo lugar ese amor mutuo que está infundiendo el Espíritu Santo entre ellos.  Las misiones son envíos hacia nosotros y las procesiones son las relaciones entre las personas divinas en el seno de la Trinidad. Conocemos lo que pasa en el seno de la Trinidad porque ha habido una misión del Hijo y del Espíritu Santo hacia nosotros.

. Por tanto nosotros cuando celebramos la encarnación el 25 de marzo, el envío del Verbo y cuando celebramos Pentecostés, el envío del Espíritu Santo, aparte de celebrar el acontecimiento de amor hacia nosotros, estamos asomándonos a lo que ocurre en el seno de la Trinidad. Desde las misiones accedemos a las procesiones intratrinitarias, y desde éstas comprendemos la esencia de Dios: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Punto 690 Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (cf. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria (cf. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (cf. Jn 16, 14). La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él:
«La noción de la unción sugiere [...] que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe» (San Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spirirtu Sancto, 16).

. La unción es derramar aceite encima de la piel, y dicho aceite es absorbido y ha pasado a ser una sola cosa con la piel. Esta imagen de la unción es lo que nos dice San Gregorio de que Jesús está empapado del Espíritu Santo. En el bautismo de Jesús en el Jordán se produce la unción del Espíritu Santo y comienza a ejercer su ministerio de tres años.

. El Padre es la fuente de la Trinidad en la medida en la que no recibe la divinidad de nadie, es el principio sin principio, el origen y fuente de la Trinidad. Entrega su naturaleza divina al Hijo y juntamente con el Hijo al Espíritu Santo. El Padre está generando eternamente al Hijo, generar o engendrar no implica el paso del no ser al ser, eternamente existe el Hijo y eternamente está siendo generado por el Padre. El Padre y el Hijo son al mismo tiempo desde toda la eternidad. El Hijo posee la naturaleza divina recibiéndola del Padre. El Padre es dándose y el Hijo es recibiendo. El Hijo es el amado, en quien el Padre se complace. Así para nosotros, el Padre nos lo ha dado todo en Jesucristo, nos lo ha revelado todo en el Hijo. Recibiendo a Cristo, recibiendo su revelación lo tenemos todo.

. El Padre por medio del Hijo nos envía al Espíritu Santo y a su vez el Espíritu a nosotros nos inserta en Cristo para volver al Padre. El Padre posee la naturaleza divina entregándola, el Hijo recibiéndola y el Espíritu Santo recibiéndola y devolviéndola de nuevo al Padre y al Hijo.


. A veces pensamos que la Santísima Trinidad no está clara en las Sagradas Escrituras, y eso es signo de un conocimiento superficial de las escrituras. El Espíritu Santo está apareciendo como sujeto de acciones diversas, por ejemplo, mora en los discípulos, viene a los discípulos, oye, enseña, hace conocer, revela, glorifica a Jesús, da testimonio de Jesús,… todas estas son funciones que Jesús atribuye al Espíritu Santo que aparece como sujeto. Si no fuera una persona no podría hacer todo lo anterior. Se trata de una persona divina porque es el segundo enviado del Padre después de Cristo. En Juan 16,14-15 nos dice “El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes»”, aquí habla de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, recibe de la divinidad de Jesucristo.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Catecismo 687-688. Creo en el Espíritu Santo II

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Punto 687 "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn14, 17).

. La afirmación de entrada es 1ª Corintios 2,11 que dice “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios”, la sagrada escritura nos dice que Dios es amor, y eso es lo íntimo de Dios, la esencia de Dios. Decimos en nuestra fe trinitaria que el amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo.
. El Espíritu Santo no ha querido o no ha sido su función la de revelarse a sí mismo. Ha revelado al Padre o al Hijo pero no a sí mismo. Juan 16,13 dice “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”.       Es decir, el mismo Jesucristo nos dice que el Espíritu Santo vendrá, pero que no hablará de sí mismo sino que revelará al Padre o al Hijo. Por ejemplo tanto en el Jordán (bautismo) como en el monte Tabor, el Espíritu Santo hace que el Padre hablé “.. este es mi Hijo amado”, es decir, hace que el Padre hable. No encontraremos en toda la escritura que el Espíritu Santo hable. El Espíritu Santo no habla, es propio de El hacer una manifestación para que el Padre hable. Lo propio del Espíritu Santo es ser revelador del Padre y del Hijo.

. Al Espíritu Santo no le oímos, no le conocemos sino en la obra, le conocemos en su obrar en una doble forma, en una doble acción: nos revela a Dios y nos dispone a nosotros a recibirlo, a reconocerlo. Este es el estilo del Espíritu Santo, el ocultamiento discreto. Obra sin anunciarse. La gran sorpresa nuestra al encontrarnos con Dios será que él estaba continuamente con nosotros, actuando, y a veces nos quejamos de su ausencia, y que nuestra vida es un especie de evocación del  camino de Emaús, que Jesús camina junto a nosotros, que el Espíritu Santo está inspirando nuestros pensamientos, acciones y palabras y nosotros no le reconocemos hasta el momento de ese partir el pan en el que reconocemos la acción del Espíritu.

. Juan 14,16-17 dice “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. En la medida en que uno conozca y ame al Espíritu Santo, puede recibirlo más, en la medida en la que uno abra libremente su corazón al Espíritu Santo, en la medida en la que le invoquemos, caer en cuenta que mora en nosotros, etcétera.

Punto 688 La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
– en las Escrituras que Él ha inspirado;
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
– en los signos de vida apostólica y misionera;
– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

. Se muestra en este punto un abanico de lugares donde actúa el Espíritu Santo y nosotros podemos reconocerle. La Iglesia es el lugar donde reconozco el Espíritu Santo. Nos indica el Catecismo que hay ocho “lugares especiales” de conocimiento del Espíritu: las Escrituras están inspiradas por el Espíritu Santo y por tanto está preservada de error humano, es palabra cierta, de vida y verdad.  En las Escrituras se nos habla a personas de todos los tiempos, igual de un siglo que de otro, la palabra de Dios trasciende el tiempo y el lugar porque está dicha personalmente a cada uno.

. En la Tradición. Si Jesús dijo “pediré que se os envíe el Espíritu Santo, y os iluminará todo lo que yo os he dicho”, hay pues una promesa de que el Espíritu Santo va a dar luz para interpretar y vivir la Sagrada Escritura. Desde el principio el Espíritu Santo nos está inspirando para interpretar, desde el principio ha actuado en la Iglesia.

. En el magisterio de la Iglesia. El Señor prometió que el Espíritu Santo sostendría a su Iglesia en la interpretación de la Escritura, no nos dejó a expensas del error. Sin el magisterio inspirado por el Espíritu Santo, se llega a considerar la Biblia como un cajón de sastre pues cada uno le hace decir a la Biblia lo que a uno le parece que tiene que decir porque está proyectando su ideología personal, y es muy fácil hacer un Dios a nuestra medida.

. En la liturgia sacramental. Cuando uno va a la Santa Misa participamos por el Espíritu Santo en la liturgia divina del cielo donde el Cristo glorioso ejerce una alabanza a Dios Padre por toda la eternidad, donde los ángeles alaban al Padre, la Virgen María, los coros celestiales y todos los santos alaban a Dios. La liturgia no es una iniciativa donde nos juntamos para desarrollar nuestra capacidad espiritual. Es una participación en la liturgia del cielo, rezar con Cristo al Padre. La liturgia de la tierra no es sino una participación de la liturgia del cielo, con ella estamos entrando en comunión con la liturgia celeste.

. En la oración intercede por nosotros. En Gálatas 4,6 “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” El Espíritu Santo clama en nosotros Abba!, inhabita en nosotros, inspira nuestra oración e intercede por nosotros delante del Padre. Es importante cuando vamos a rezar pedirle que nos inspire la oración, que nos inspire lo que nos conviene pedir, que nos enseñe a pedir lo que Dios quiere darnos, que nos enseñe a conformar nuestra voluntad con la suya. Para que nuestra oración no sea expresión de nuestro capricho, sino dejarnos inspirar para buscar la voluntad de Dios.

. En los carismas y ministerios dentro de la Iglesia. Encontramos una pluriformidad dentro de la iglesia fruto de la riqueza del Espíritu Santo. No se trata de pluralidad sino dentro de una unidad hay una pluriformidad. El Espíritu Santo nos hace distintos pero complementarios dentro del cuerpo místico que es la Iglesia.

. Podemos reconocer el Espíritu Santo en la vida de los santos, que son un reflejo de la luz de Dios. En un santo uno ve como el Espíritu Santo ha suscitado la humildad, y en otro especialmente la caridad, o la valentía, o la generosidad. El Espíritu Santo ha ido obrando en todos ellos, una forma de conocer el Espíritu Santo es verle obrando en la vida de los santos.


. Todos estos son lugares donde descubrimos la presencia oculta pero eficaz del Espíritu Santo. No habla, actúa con un ocultamiento discreto. Revela al Padre y al Hijo. Nos sostiene e inspira. Fecunda su Iglesia.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Catecismo 683-686. Creo en el Espíritu Santo I

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Punto 683 "Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo «nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 7: SC 62 41-42).

. Nuestro primer contacto con Cristo es porque hemos sido atraídos por el Espíritu Santo, a veces hemos tenido la errónea percepción de que el acto de fe es un acto de mera opción personal, que dentro de un pluralismo de opciones uno toma una opción y hace una elección. Esta visión es totalmente falsa, el Señor nos dice  (Juan 15,16) “no sois vosotros lo que me habéis elegido a mí, soy yo el que os ha elegido a vosotros”, la fe antes que una elección nuestra es una atracción de Dios hacia él, y eso no quita que hay un acto libre en el que el hombre tenga que adherirse. Juan 6,44  “Nadie puede venir a mí si primeramente el Padre no lo atrae”, tenemos que pensar que el acto de fe nuestro es fruto de un influjo de la gracia en nuestros corazones, fruto de una atracción que tras ella tenemos la libertad de optar por ella. El Espíritu Santo nos atrae a Cristo sin que seamos conscientes de ello, nos atrae a Cristo. La fe pues, antes es una atracción y posteriormente es una elección.

. En Juan 14,8 Felipe le dice a Cristo “muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre?”, es decir, Jesús es la ventana  a través de la cual nos adentramos en el misterio de Dios Padre. Esto mismo podemos decir del Espíritu Santo con respecto a Jesucristo. A través del Espíritu Santo conocemos a Jesucristo, ahora nadie puede conocer a Jesucristo desde que esta asunto a los cielos si no es a través del influjo del Espíritu Santo. Esta es la economía divina, el plan divino. Un ejemplo gráfico sería el siguiente: el Padre es el manantial, Cristo es el acueducto que une el agua del manantial con la humanidad, y el Espíritu Santo es como el grifo que nos aplica personalmente a cada uno. Esto ocurre especialmente en el bautismo, donde tiene lugar esta aplicación concreta de Cristo, por eso dijo Jesús  a Nicodemo en Juan 3.4-5 “Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios»”. En el Bautismo el Espíritu Santo nos inserta, nos injerta en el misterio de Cristo.

Punto 684 El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad . San Gregorio Nacianceno, "el Teólogo", explica esta progresión por medio de la pedagogía de la "condescendencia" divina:
«El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto, no era prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida ... Así por avances y progresos "de gloria en gloria", es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 31  [Theologica 5], 26: SC 250, 326 [PG 36, 161-164]).

. Aquí se hace una explicación de cómo hemos llegado a conocer el Espíritu Santo. Si ahora es el primero en actuar, ha sido el último en ser revelado. En el Antiguo Testamento fue revelado especialmente el Padre, y ya comenzaba al final a revelarse al Hijo, llega Jesucristo en el Nuevo Testamento  y se entrevé la revelación del Espíritu Santo, Jesús dice “conviene que yo me vaya para que venga a vosotros el Espíritu”. Y a partir de Pentecostés, es la tercera etapa, se revela especialmente el Espíritu Santo.  

Punto 685 Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150). Por eso se ha hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la "teología trinitaria", en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la "Economía" divina.

. La economía divina en su concepto teológico es cómo actúa Dios, cuál es la finalidad que persigue, los caminos por los que quiere llegar a nosotros. No es lo mismo el ser que el actuar, cómo ahora Cristo lleva adelante su plan de salvación para nosotros, esto es lo que se llama economía o plan divino de salvación.  Pentecostés inaugura esa economía de salvación que actúa a través de la Iglesia, es el Espíritu Santo el agente principal de este plan que quiere aplicarnos su gracia. Del mismo modo que Dios modeló el cuerpo del hombre del barro de la tierra y luego le insufló el espíritu y así pasó a ser un hombre viviente, Cristo formó el cuerpo de su iglesia con la elección de sus apóstoles, les preparó para que fueran a predicar, a bautizar etc  y luego le sopló el Espíritu Santo en Pentecostés  y paso a ser una iglesia viva, y la efusión de ese Espíritu Santo es el signo de la inauguración de la economía divina. El Espíritu Santo nos guía en la verdad de Cristo, Juan 16,13-15 “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes». El Espíritu Santo nos va a asociar a Cristo, ésta es la economía divina.

Punto 686 El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. Entonces, este designio divino, que se consuma en Cristo, "Primogénito" y Cabeza de la nueva creación, se realiza en la humanidad por el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.


. Aunque el Espíritu Santo actuaba desde el principio se ha revelado en estos últimos tiempos.  Pentecostés es la fiesta de la fecundidad del sacrificio de Cristo, en el Espíritu Santo celebramos la fecundidad de su muerte y resurrección. Ahora tenemos la posibilidad de entrar en comunión personal con el Espíritu Santo. El plan de salvación donde el Espíritu Santo se hace fecundo el sacrificio de Cristo lo vemos en todos estos aspectos: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Catecismo 678-679. Para juzgar a vivos y muertos

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Punto 678 Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Jl 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).

. El juicio ya estaba profetizado en el Antiguo Testamento, es decir, no es algo novedoso para los judíos que le escuchaban, por ejemplo en Daniel 7,10 “Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros…”, habla de un tribunal donde se abren los libros y comienza el juicio. En Malaquías 3,19 “Porque llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos”. Este es un texto claro en el que Malaquías habla del día del juicio como día de gloria para los justos y como día de castigo para los que se cierran a la gracia de Dios. Este día del juicio formó parte de la predicación de Jesús, que aunque nos parezcan más antipáticos no dejan de estar en el evangelio. Hemos de leer el evangelio plenamente, es más, si hay alguna parte en la que tenemos que insistir más es la que nos resulta más difícil de entender, que me resulta más antipática. Solemos leer lo que más nos gusta, lo que encaja más conmigo, lo que más encaja con mi forma de pensar, y dejamos lo más antipático. El camino es más conformarme yo al evangelio que conformar el evangelio a mí. Jesús pues, predicó el juicio, y esto molesta a la cultura autosuficiente y soberbia que piensa que no tiene que dar cuentas de nada ante nadie. Jesús habló del juicio, y habló del hombre como creatura que tiene que responder ante el creador y dar cuenta de sus obras. Jesús nos dice que el juicio saca a la luz nuestra conducta, en Marcos 12,38-40 “Y él les enseñaba: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad». Hablando Jesús de la hipocresía de los escribas, que hacen las cosas con un asegunda intención, que queda oculta en sus obras, pues precisamente el juicio sacará a la luz esa doble intención. Jesús es el juez capaz de sacar a la luz esa doble intencionalidad que podamos tener en nuestra conducta.

. En Lucas 12,1-3 Jesús nos predica “Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. En este mundo es posible que ocultemos la verdad, pero precisamente el juicio se caracteriza por sacar todas las obras a la luz, los secretos de los corazones, ante Dios todos somos plenamente transparentes.

. La psicología del pecado es ocultarse a la luz y la psicología de la gracia es estar delante de Dios sin nada que ocultar. Todas las obras que hacemos a escondidas de los demás es señal de que esa obra no está hecha conforme a Dios. En el libro del Génesis, cuando se narra el pecado original, Adán y Eva después de desobedecer se esconden de la presencia de Dios, se escapan de la luz de Dios, pues quien obra bien busca la luz y quien obra mal busca la oscuridad.

. El juicio consiste en que ante la presencia de Dios todo lo que puede ser oculto en el hombre está perfectamente visible y es perfectamente conocido, Dios saca todo a la luz, Dios es la luz y conoce el secreto del hombre. El Catecismo nos indica que será condenada la incredulidad culpable, el rechazo de la gracia, por ejemplo en Mateo 11,20-24 “Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú». Aquí vemos claramente que seremos juzgados de nuestra incredulidad, de nuestra falta de fe, no una ignorancia inculpable sino un rechazo de la gracia conocido en la conciencia. También seremos juzgados del cumplimiento de los mandamientos, del respeto y del amor al prójimo, Mateo 5,22 “Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego”. Mateo 7,1-5 “No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes”. En el juicio también añadimos el amor a los pobres y excluidos, también seremos juzgados según este amor, en Mateo 25,40 "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, porque hay una presencia misteriosa pero real de Jesucristo en los pobres y seremos juzgados de ello.

. En el juicio de Dios seremos juzgados sobre nuestra credulidad o incredulidad, sobre nuestra fe, sobre el cumplimiento de los mandamientos, sobre el amor y respeto al prójimo, sobre el juicio que hacemos del prójimo, sobre la misericordia o dureza de corazón y sobre el amor a los pobres y excluidos. Todo esto lo extraemos de distintos pasajes que todos ellos hacen un panorama de conjunto sobre cuál es la materia en la que seremos juzgados.  

Punto 679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus obras (cf. 1 Co 3, 12- 15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).

. El hecho de que Jesucristo se presente como juez de vivos y muertos es un título, una función que denota claramente su divinidad, solamente Dios puede juzgar. Cristo está revestido de esa autoridad de Dios, Cristo tiene el pleno derecho a juzgar y ahora además nos juzga como Dios y como hombre. El hecho de que nuestro juez sea nuestro hermano encarnado en nuestra propia condición humana es para nosotros un consuelo. El saber que somos juzgados por alguien que conoce nuestra debilidad es un aspecto que nos tiene que llenar de confianza porque nos juzga desde dentro, conoce la tentación, conoce nuestra carne. Jesús ha adquirido del Padre la plena potestad de juzgar, en Juan 5,22 “Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, y en Juan 5,27 “…y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre”, Hechos 10,42 “Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.” O en Hechos 17,31  “Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos, el Padre ha fijado el día del juicio por el hombre que ha destinado, el Padre ha querido que el juez sea un hombre, un hombre que es Dios al mismo tiempo, que es Jesucristo.

. Cristo ha venido para salvar, quiere que todos se salven pero la condenación es una posibilidad real de la que nos habla claramente el evangelio. Cada uno se juzga ya a sí mismo por el rechazo a la gracia en esta vida. La salvación o la condenación depende más de la aceptación de cada uno, no es Dios el que te salva o condena sino que es uno mismo el que rechaza el don de su gracia. Uno mismo ante la luz de Dios percibe qué es lo que le corresponde, según el estado de gracia o de pecado del alma, si el estado de gracia supone el poder gozar de Dios en su visión o si el estado de pecado no puede soportar esa luz de Dios y requiere de la tiniebla que le impide ver la luz. Es el propio estado del alma el que se constituye en juez de nosotros mismos.


. Somos retribuidos según la calidad de nuestras obras, en  Corintios 3,12-15 “.. la obra de cada uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra construida sobre el fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra es consumida, se perderá”.  Son nuestras propias obras presentadas ante Dios que como fuego ardiente serán destruidas si son inconsistentes, sin embargo las obras hechas en el amor y la verdad permanecerán ante la presencia de Dios. Es como una criba donde permanece lo verdadero y se disuelve lo falso. Obras hechas por vanidad, por buscar la gloria, … son como obras hechas por heno y paja que son disueltas ante el fuego.  

martes, 10 de noviembre de 2015

Catecismo 675-677. 'Volverá en Gloria'. La última prueba de la Iglesia

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Punto 675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

. Muchas imágenes que se nos describen como será el fin de los tiempos nos resultan difíciles de comprender y de interpretar, por ello vamos a acogernos fielmente a las descripciones sobrias pero profundas que hace el magisterio de la Iglesia. E iluminando los textos más oscuros desde los que son más claros y no al contrario. Desde esta sobriedad y este método vamos a adentrarnos en estos puntos del catecismo que parecen los más misteriosos de la Sagrada Escritura. Antes de la parusía la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes: en Lucas 18,8 nos dice “…Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra? y  en Mateo 24,12 “…Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente. Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos,…”, en Lucas 21,12 “Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,”, y en Juan 15,19-20 “ … Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes”, es decir, Jesús anuncia persecución, anuncia que sus discípulos van a ser perseguidos, en la medida en la que el mundo se aparta de Dios viene la persecución, un mundo que se siente molesto por los testigos de Cristo, molesto porque el que vive en tinieblas se revuelve ante la luz.

. La impostura o rebeldía religiosa suprema es la del anticristo, es decir, la de un pseudo mesianismo en la que el hombre se glorifica a sí mismo. El anticristo no es un personaje como hemos visto en algunas películas sino que es más bien una mentalidad, una opción del hombre en la que se da gloria a sí mismo, colocándose en lugar de Dios. Es como pretender ser como dioses. En 2ª Tesalonicenses 2,4-12 nos dice que hay un poder seductor de la mentira, y ese adversario se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios hasta el extremo de sentarse el mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios: ”que nadie los engañe de ninguna manera. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios”. Este adversario, este anticristo pretende sentarse en el mismo santuario de Dios y proclamarse que él mismo es Dios, es una sociedad, es una cultura, es un pecado de pensamiento frente a Dios que pretende recibir la gloria que solo a Dios puede ser dada. En 2 Juan 7 llama seductor y anticristo a los que no confiesan a Jesucristo como el Dios hecho hombre, a los que no hablan claramente de la encarnación, ese fue el primer anticristo. Y en 1ª Juan 2,18-22 “Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría el Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora… ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo.”,  aquí san Juan habla que no hay que entender el anticristo como una figura en concreto. La Escritura nos explica al anticristo como al que niega que Jesús es el Cristo, el que niega al Padre y al Hijo, el que niega la gloria que debe ser dad a Dios, el que pretende construir un mundo de espaldas a Dios, el que pretende reducir la presencia de Dios.

Punto 676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes"; GS 20-21).

. Una de las falsas interpretaciones que ha existido a lo largo de la historia de lo que es el anticristo y que la iglesia ha rechazado es el milenarismo, es decir, según el milenarismo Cristo vendría a reinar físicamente en la tierra por mil años al final de los cuales regresaría al cielo. Esta doctrina ha tenido bastante fuerza y está basada en el capítulo 20,1-5 del apocalipsis que es un texto oscuro que debe ser iluminado desde otros textos. Dice: “Luego vi que un ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena. El capturó al Dragón, la antigua Serpiente –que es el Diablo o Satanás– y lo encadenó por mil años. Después lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años. Transcurridos esos mil años, será soltado por un breve tiempo. Entonces vi unos tronos, y los que se sentaron en ellos recibieron autoridad para juzgar. También vi las almas de los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a todos los que no habían adorado a la Bestia ni a su imagen, ni habían recibido su marca en la frente o en la mano. Ellos revivieron y reinaron con Cristo durante mil años. Esta es la primera resurrección. Y los demás muertos no pudieron revivir hasta el cumplimiento de esos mil años. ¡Felices y santos, los que participan de la primera resurrección! La segunda muerte no tiene poder sobre ellos: serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él durante mil años”. Es un texto misterioso que habla de mil años, del milenarismo, y que tuvo dos versiones en la iglesia: unos que decían que Jesús vendría antes de la parusía para reinar mil años y que después de ese tiempo regresaría al cielo y otros que decían que cuando venga Cristo en la parusía todos resucitarían y Cristo establecería en la tierra un reinado por mil años y al final de esos mil años los justos irían al cielo y los condenados al infierno. La iglesia rechaza esta interpretación del milenarismo. La verdadera interpretación de los mil años es otra porque en el lenguaje hebreo mil años significa un tiempo largo, indefinido, el número mil es símbolo de un largo tiempo indefinido.

Punto 677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).

. La Iglesia viene a afirmar que va a seguir el mismo camino de muerte y resurrección, el mismo estilo de Jesús. La iglesia está llamada a las bodas del cordero y se presenta como esposa. El cordero ha sido un cordero degollado, y si el esposo ha sido degollado también lo será la esposa. Por lo tanto el camino de la pasión es también el camino de la iglesia. El reino no se va a realizar en un triunfo histórico de la iglesia, más bien va a ser la fuerza de Dios la que venza en última instancia el dominio de mal, esa especie de dominio que tiene satanás sobre este mundo, que es príncipe de este mundo, solamente podrá ser vencido por el reinado de Cristo. En Apocalipsis 20,7-10 se habla de una victoria definitiva de Cristo rey sobre el mal de este mundo “… cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión. Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número será tan grande como las arenas del mar, y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá. El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta. Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos”.


. El triunfo definitivo de Dios tiene un nombre que es el juicio final, no es únicamente una retribución a cada uno de nosotros sino antes que eso es la plena victoria de Dios, la plena victoria del bien sobre el mal, es la demostración última de que el bien tiene la última palabra, de que el mal no se sale con la suya. Apocalipsis 20,12 indica “Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al estanque de fuego”.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Catecismo 673-674. 'Volverá en Gloria'. El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel

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Punto 673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).

. El advenimiento final de Cristo es expresado en la Sagrada Escritura por una parte con unos términos que hacen referencia a una venida deseada por parte de los cristianos, tal es así que la Biblia concluye diciendo “sí Yo vengo pronto, amén, ven señor Jesús”, los cristianos pues invocan la venida de Cristo, suspiran por su llegada. La parusía es liberación. En Lucas 21, 27-28 nos dice “Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”, es un contexto de ánimo y de esperanza por la llegada de Cristo el que nos remite este texto. Sintamos la llegada de Cristo como nuestra liberación y que aumente en todos nosotros el amor por su venida.

 . El Catecismo nos recuerda que Dios no nos ha concedido saber el momento de la parusía, “a vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén”. Por lo tanto, renunciemos a poner fechas al fin de los tiempos pues Jesús ya nos dijo “aquél día no lo sabe nadie, ni los ángeles del cielo ni el hijo sino solo el Padre”.  Hemos de vivir con confianza y abandono en las manos de Dios. La Sagrada Escritura nos insiste en que será en cualquier momento, y es algo a lo que hemos de estar preparados como las diez doncellas que esperaban al esposo con la lámpara encendida, sin miedo, con amor a su venida.

. Ahora la mano de Dios retiene el advenimiento, es decir, está en manos de Dios la llegada de la parusía final, espera que los tiempos se consumen, espera con su paciencia, Dios espera el momento oportuno, es la paciencia de Dios que espera que los tiempos se maduren.

. Ante los supuestos anuncios apocalípticos que podamos recibir o que podamos ser manipulados, leemos en Mateo 24,29 “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre. Todas las razas de la tierra se golpearán el pecho y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a sus ángeles para que, al sonido de la trompeta, congreguen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto”. Jesús habla de estos signos apocalípticos a lo largo del capítulo 24 del evangelio de san Mateo.

. Los cristianos tenemos que estar orientados al futuro glorioso sin dejar de vivir el momento presente, sin que la atención a la parusía nos haga quitar la atención al momento presente. La espera de la llegada de Jesucristo, el amor al día de su llegada no nos tiene que quitar la concentración en la predicación del evangelio tal y como Jesús nos manifiesta.  

Punto 674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).


. En Romanos 11 nos habla de que la parusía final tendrá lugar cuando el pueblo judío haya llegado a reconocer en Cristo al mesías, por ejemplo 11,25 “… el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: "De Sión vendrá el Libertador. El apartará la impiedad de Jacob”, es decir, que existe como una profecía de Jesús de que el endurecimiento parcial del pueblo judío durará hasta que el evangelio haya sido predicado a todos los gentiles, después también al final el pueblo judío acepte a Jesucristo antes de la parusía final. En Mateo 23,39 “¡Jerusalén, Jerusalén,…   Les aseguro que ya no me verán más, hasta que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!», Jesús está hablando de su llegada final cuando el pueblo judío sea capaz de reconocer en él al mesías que había esperado. Quizás el pueblo judío piense que la religión judía y la religión cristiana sean dos cosas distintas, pero nosotros no pensamos eso, pensamos que el judaísmo es una preparación de la llegada de Cristo, para nosotros el judaísmo y el cristianismo son como el río y el mar, uno conduce al otro, son como promesa y cumplimiento. Pero una parte importante del pueblo judío sigue esperando la llegada de un mesías y se equivocan, ese mesías ya llegó. Hasta qué punto estamos unidos los judíos y los cristianos que nosotros pensamos que somos una sola religión, el cristianismo es el cumplimiento en el Nuevo Testamento de la promesa del judaísmo en el Antiguo Testamento.      

sábado, 7 de noviembre de 2015

Catecismo 671-672. 'Volverá en Gloria' ...esperando que todo le sea sometido

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Punto 671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).

. Tras la gloria de Cristo, de su ascensión, contrasta ver que el mal sigue presente en el mundo. Se da una convivencia misteriosa entre la gracia y el pecado, entre la victoria de Cristo y el influjo del mal en el mundo. Somos conscientes de esta situación dónde aún no se ha establecido el reino plenamente en la tierra.

Punto 672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13;Mc 13, 33-37).

. En Mateo 24, 3 y siguientes Jesús les contesta a los apóstoles que antes de su venida habrá hambre,… dolores de parto “Cuando llegó al monte de los Olivos, Jesús se sentó y sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu Venida y del fin del mundo?». El les respondió: «Tengan cuidado de que no los engañen, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Yo soy el Mesías", y engañarán a mucha gente. Ustedes oirán hablar de guerras y de rumores de guerras; no se alarmen: todo esto debe suceder, pero todavía no será el fin. En efecto, se levantará nación contra nación y reino contra reino. En muchas partes habrá hambre y terremotos. Todo esto no será más que el comienzo de los dolores del parto.

. En Efesios 5,16 vemos parte de este contraste “Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. Y en Mateo 12,28 nos dice que el reino de Dios ya ha llegado a nosotros “si expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Y otra vez en la 1ª carta de Juan 4,3 “Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo. El error y la mentira circulan por el mundo como por su casa, abundan violencias, injusticias, el imperio del mal se muestra poderoso en el mundo laboral, político, económico, cultural, etcétera, la gente sufre, los pobres y también los ricos de otra forma, la humanidad se pregunta desconcertada y desesperada porqué las cosas están como están, porqué tenemos un progreso técnico como nunca había existido y sin embargo la infelicidad está establecida en muchos corazones, porqué hay tanto mal en el mundo, porqué en este mundo crecen las dificultades….. éste es el contraste de cómo se puede compaginar ese reinado de Cristo al mismo tiempo que satanás ejerce de príncipe de este mundo. Podemos llegar a ver momentos en que el mal se nos hace invisible, como si fuera algo natural que sólo busca confundirnos. En el mal de este mundo reconocemos la bondad de Dios rechazada. Miramos el mal del mundo porque estamos llamados a interpretar los signos de los tiempos, y como Jesús nos dijo debemos caminar como ovejas en medios de lobos y tenemos que distinguir la oveja del lobo y estar atentos a donde está el lobo. Hablar del mal no es ser pesimista, al contrario, y no hay que estar ciego a las consecuencias del mal por el rechazo de ese reinado de Cristo. El mal tiene un gran influjo en el mundo del que hemos de ser conscientes y no hemos de desesperar porque los cristianos podemos ver estos males confiando en Dios sabiendo que todo ha de concurrir para bien en los que confían en Dios que es un texto clave de la Sagrada Escritura que está en Romanos 8,28 “…Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman…”, a la luz de esta confianza debemos ver los males del mundo para mejor salvarnos de ellos y para mejor sanar al mundo de sus miserias, verlos en la esperanza de que Cristo reina.

. Hay una cierta tendencia nostálgica por el pasado pensando en que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esto no es cierto. Igual que pensar que en el futuro por el mero progreso tuviese que traer ya al hombre la victoria sobre el mal. Esto también es ingenuo pensarlo. Estos dos pensamientos parten de la comparación con la sociedad del pasado o la sociedad del futuro, y coinciden con pasar la pelota a la sociedad. La lucha entre el mal y el bien está dentro de cada uno de nosotros, no se trata de tiempos mejores o tiempos peores, en cada uno de nosotros está la lucha entre Cristo rey y el príncipe de las tinieblas, esos dolores de parto tienen lugar en cada uno de nosotros. No es cierto que el hombre sea bueno por naturaleza, el hombre es un pecador y por eso no nos extrañamos de los males del mundo, basta con mirarnos al espejo. A los cristianos no nos tienen que desconcertar los males del mundo, es más sabemos y confiamos que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia y esto nos da una inmensa esperanza y también una gran paciencia, porque participamos de la paciencia de Dios que nos dice “no cortes ese árbol a ver si el año que viene da frutos”, sabemos que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios, Dios puede cambiar los corazones.


. La primera iglesia cristiana tuvo que abrirse paso en medio de la decadencia del imperio romano, se estaba dando una quiebra de la vida moral, abundaba el suicidio, el aborto, el divorcio, el número reducido de hijos, los grandes hombres famosos se divorciaban, el adulterio era frecuente y tolerado,… Roma estaba sostenida por el trabajo de los esclavos, por las contribuciones de los pueblos sometidos y no pensaba más que en divertirse, los días de fiesta eran más que los días de trabajo, circo, matanzas en los anfiteatros, todo esto absorbía la atención de la gente. En el teatro se llegó a poner en cartelera “el Laureolus” durante doscientos años cuyo protagonista era un asesino ladrón e incendiario y entonces por autorización del emperador, de Domiciano se sacaba a un prisionero de la cárcel para matarla en vivo y en directo ante los ojos de todo el mundo. Cada vez el morbo, la violencia, el sexo,…era mayor para mantener la atención de la gente. Es decir, una similitud con nuestra época tremenda, se dice que cuando un pueblo decae, no suele ser consciente de su propia decadencia, de hecho Roma no se da cuenta de su propia decadencia y de su caída. Fijémonos en esto porque hay una autentica evocación con nuestra época. Nuestro mundo actual es también decadente, y es la misma historia del imperio romano decadente. No nos asustamos por lo que pueda venir pues la providencia de Dios hasta purificará una sociedad que se está pudriendo. Vemos similitudes como que hay unos cincuenta millones de abortos, unos novecientos cincuenta y seis mil millones de dólares de presupuesto anual en armas cuando hay muchos países con rentas per cápita de unos pocos dólares, entran males como el divorcio, la promiscuidad, la pornografía, trastornos psíquicos… vemos signos de la decadencia como la del imperio romano, que compagina un gran adelanto técnico pero con un “que continúe la fiesta” donde vamos poco a poco perdiendo dignidad moral.