Punto 683 "Nadie
puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu
Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga4, 6). Este conocimiento
de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con
Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo.
Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el
Bautismo, primer sacramento de la fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre
y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el
Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo «nos da la gracia del nuevo nacimiento en
Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son
portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero
el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por
tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo,
nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y
el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo» (San
Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 7: SC 62 41-42).
. Nuestro primer contacto con Cristo es porque hemos sido atraídos
por el Espíritu Santo, a veces hemos tenido la errónea percepción de que el
acto de fe es un acto de mera opción personal, que dentro de un pluralismo
de opciones uno toma una opción y hace una elección. Esta visión es totalmente
falsa, el Señor nos dice (Juan 15,16)
“no sois vosotros lo que me habéis elegido a mí, soy yo el que os ha elegido a
vosotros”, la fe antes que una elección nuestra es una atracción de Dios
hacia él, y eso no quita que hay un acto libre en el que el hombre tenga que
adherirse. Juan 6,44 “Nadie puede
venir a mí si primeramente el Padre no lo atrae”, tenemos que pensar que el
acto de fe nuestro es fruto de un influjo de la gracia en nuestros corazones,
fruto de una atracción que tras ella tenemos la libertad de optar por ella. El
Espíritu Santo nos atrae a Cristo sin que seamos conscientes de ello, nos atrae
a Cristo. La fe pues, antes es una atracción y posteriormente es una elección.
. En Juan 14,8 Felipe le dice a Cristo “muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado
con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto
a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre?”,
es decir, Jesús es la ventana a
través de la cual nos adentramos en el misterio de Dios Padre. Esto mismo podemos
decir del Espíritu Santo con respecto a Jesucristo. A través del Espíritu Santo
conocemos a Jesucristo, ahora nadie puede conocer a Jesucristo desde que
esta asunto a los cielos si no es a través del influjo del Espíritu Santo. Esta
es la economía divina, el plan divino. Un ejemplo gráfico sería el
siguiente: el Padre es el manantial, Cristo es el acueducto que une el agua del
manantial con la humanidad, y el Espíritu Santo es como el grifo que nos aplica
personalmente a cada uno. Esto ocurre especialmente en el bautismo,
donde tiene lugar esta aplicación concreta de Cristo, por eso dijo Jesús a Nicodemo en Juan 3.4-5 “Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo?
¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?».
Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios»”. En el Bautismo el Espíritu Santo
nos inserta, nos injerta en el misterio de Cristo.
Punto 684 El
Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la
fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No
obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la
Santísima Trinidad . San Gregorio Nacianceno, "el Teólogo", explica
esta progresión por medio de la pedagogía de la "condescendencia"
divina:
«El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al
Padre, y más obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace
entrever la divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de
ciudadanía entre nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo. En efecto,
no era prudente, cuando todavía no se confesaba la divinidad del Padre,
proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando la divinidad del Hijo no era aún
admitida, añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una
expresión un poco atrevida ... Así por avances y progresos "de gloria en
gloria", es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez
más espléndidos» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 31
[Theologica 5], 26: SC 250, 326 [PG 36, 161-164]).
. Aquí se hace una explicación de cómo hemos llegado a conocer el
Espíritu Santo. Si ahora es el primero en actuar, ha sido el último en ser
revelado. En el Antiguo Testamento fue revelado especialmente el Padre, y
ya comenzaba al final a revelarse al Hijo, llega Jesucristo en el Nuevo
Testamento y se entrevé la revelación
del Espíritu Santo, Jesús dice “conviene que yo me vaya para que venga a
vosotros el Espíritu”. Y a partir de Pentecostés, es la tercera etapa, se
revela especialmente el Espíritu Santo.
Punto 685 Creer
en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de
las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al
Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150). Por eso se ha
hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la "teología
trinitaria", en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la
"Economía" divina.
. La economía divina en su concepto teológico es cómo actúa Dios,
cuál es la finalidad que persigue, los caminos por los que quiere llegar a
nosotros. No es lo mismo el ser que el actuar, cómo ahora Cristo lleva
adelante su plan de salvación para nosotros, esto es lo que se llama economía o
plan divino de salvación. Pentecostés
inaugura esa economía de salvación que actúa a través de la Iglesia, es el
Espíritu Santo el agente principal de este plan que quiere aplicarnos su gracia.
Del mismo modo que Dios modeló el cuerpo del hombre del barro de la tierra y
luego le insufló el espíritu y así pasó a ser un hombre viviente, Cristo formó
el cuerpo de su iglesia con la elección de sus apóstoles, les preparó para que
fueran a predicar, a bautizar etc y
luego le sopló el Espíritu Santo en Pentecostés
y paso a ser una iglesia viva, y la efusión de ese Espíritu Santo es el
signo de la inauguración de la economía divina. El Espíritu Santo nos guía
en la verdad de Cristo, Juan 16,13-15 “Cuando
venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no
hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá
sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a
ustedes. Todo lo que es del Padre
es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».
El Espíritu Santo nos va a asociar a Cristo, ésta es la economía divina.
Punto 686 El
Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de
nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos
tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el
Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona.
Entonces, este designio divino, que se consuma en Cristo,
"Primogénito" y Cabeza de la nueva creación, se realiza en la
humanidad por el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.
. Aunque el Espíritu Santo actuaba desde el principio se ha revelado
en estos últimos tiempos. Pentecostés es
la fiesta de la fecundidad del sacrificio de Cristo, en el Espíritu Santo
celebramos la fecundidad de su muerte y resurrección. Ahora tenemos la posibilidad
de entrar en comunión personal con el Espíritu Santo. El plan de salvación donde
el Espíritu Santo se hace fecundo el sacrificio de Cristo lo vemos en todos
estos aspectos: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.
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