Punto 671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).
. Tras la gloria de Cristo, de su ascensión, contrasta ver que el mal sigue presente en el mundo. Se da una convivencia misteriosa entre la gracia y el pecado, entre la victoria de Cristo y el influjo del mal en el mundo. Somos conscientes de esta situación dónde aún no se ha establecido el reino plenamente en la tierra.
Punto 672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13;Mc 13, 33-37).
. En Mateo 24, 3 y siguientes Jesús les
contesta a los apóstoles que antes de su venida habrá hambre,… dolores de parto
“Cuando llegó al monte de los Olivos,
Jesús se sentó y sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Cuándo sucederá
esto y cuál será la señal de tu Venida y del fin del mundo?». El les
respondió: «Tengan cuidado de que no los engañen, porque muchos se presentarán
en mi Nombre, diciendo: "Yo soy el Mesías", y engañarán a mucha
gente. Ustedes oirán hablar de guerras y de rumores de guerras; no se
alarmen: todo esto debe suceder, pero todavía no será el fin. En efecto, se
levantará nación contra nación y reino contra reino. En muchas partes habrá hambre
y terremotos. Todo esto no será más que el comienzo de los dolores del parto”.
. En Efesios 5,16 vemos parte de este
contraste “Cuiden mucho su conducta y no
procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el
momento presente, porque estos tiempos son malos”. Y en Mateo 12,28
nos dice que el reino de Dios ya ha llegado a nosotros “si expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere
decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Y otra vez en la
1ª carta de Juan 4,3 “Y todo el que niega
a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo,
por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo”.
El error y la mentira circulan por el mundo como por su casa, abundan
violencias, injusticias, el imperio del mal se muestra poderoso en el mundo laboral,
político, económico, cultural, etcétera, la gente sufre, los pobres y también
los ricos de otra forma, la humanidad se pregunta desconcertada y desesperada
porqué las cosas están como están, porqué tenemos un progreso técnico como
nunca había existido y sin embargo la infelicidad está establecida en muchos
corazones, porqué hay tanto mal en el mundo, porqué en este mundo crecen las
dificultades….. éste es el contraste de cómo se puede compaginar ese reinado de
Cristo al mismo tiempo que satanás ejerce de príncipe de este mundo. Podemos
llegar a ver momentos en que el mal se nos hace invisible, como si fuera algo
natural que sólo busca confundirnos. En el mal de este mundo reconocemos la
bondad de Dios rechazada. Miramos el mal del mundo porque estamos llamados a
interpretar los signos de los tiempos, y como Jesús nos dijo debemos caminar
como ovejas en medios de lobos y tenemos que distinguir la oveja del lobo y
estar atentos a donde está el lobo. Hablar del mal no es ser pesimista, al
contrario, y no hay que estar ciego a las consecuencias del mal por el rechazo
de ese reinado de Cristo. El mal tiene un gran influjo en el mundo del que hemos
de ser conscientes y no hemos de desesperar porque los cristianos podemos ver
estos males confiando en Dios sabiendo que todo ha de concurrir para bien en
los que confían en Dios que es un texto clave de la Sagrada Escritura que está
en Romanos 8,28 “…Dios dispone, todas
las cosas para el bien de los que lo aman…”, a la luz de esta
confianza debemos ver los males del mundo para mejor salvarnos de ellos y para
mejor sanar al mundo de sus miserias, verlos en la esperanza de que Cristo
reina.
. Hay una cierta tendencia nostálgica por
el pasado pensando en que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esto no es cierto.
Igual que pensar que en el futuro por el mero progreso tuviese que traer ya al
hombre la victoria sobre el mal. Esto también es ingenuo pensarlo. Estos dos
pensamientos parten de la comparación con la sociedad del pasado o la sociedad
del futuro, y coinciden con pasar la pelota a la sociedad. La lucha entre el
mal y el bien está dentro de cada uno de nosotros, no se trata de tiempos
mejores o tiempos peores, en cada uno de nosotros está la lucha entre Cristo
rey y el príncipe de las tinieblas, esos dolores de parto tienen lugar en
cada uno de nosotros. No es cierto que el hombre sea bueno por naturaleza, el
hombre es un pecador y por eso no nos extrañamos de los males del mundo,
basta con mirarnos al espejo. A los cristianos no nos tienen que
desconcertar los males del mundo, es más sabemos y confiamos que donde abundó
el pecado sobreabundó la gracia y esto nos da una inmensa esperanza y también
una gran paciencia, porque participamos de la paciencia de Dios que nos dice “no
cortes ese árbol a ver si el año que viene da frutos”, sabemos que lo que es
imposible para los hombres es posible para Dios, Dios puede cambiar los
corazones.
. La primera iglesia cristiana tuvo que
abrirse paso en medio de la decadencia del imperio romano, se estaba dando
una quiebra de la vida moral, abundaba el suicidio, el aborto, el divorcio, el
número reducido de hijos, los grandes hombres famosos se divorciaban, el
adulterio era frecuente y tolerado,… Roma estaba sostenida por el trabajo de
los esclavos, por las contribuciones de los pueblos sometidos y no pensaba más
que en divertirse, los días de fiesta eran más que los días de trabajo, circo,
matanzas en los anfiteatros, todo esto absorbía la atención de la gente. En el
teatro se llegó a poner en cartelera “el Laureolus” durante doscientos años
cuyo protagonista era un asesino ladrón e incendiario y entonces por autorización
del emperador, de Domiciano se sacaba a un prisionero de la cárcel para matarla
en vivo y en directo ante los ojos de todo el mundo. Cada vez el morbo, la
violencia, el sexo,…era mayor para mantener la atención de la gente. Es decir, una
similitud con nuestra época tremenda, se dice que cuando un pueblo decae,
no suele ser consciente de su propia decadencia, de hecho Roma no se da cuenta
de su propia decadencia y de su caída. Fijémonos en esto porque hay una
autentica evocación con nuestra época. Nuestro mundo actual es también
decadente, y es la misma historia del imperio romano decadente. No nos
asustamos por lo que pueda venir pues la providencia de Dios hasta purificará
una sociedad que se está pudriendo. Vemos similitudes como que hay unos cincuenta
millones de abortos, unos novecientos cincuenta y seis mil millones de dólares de
presupuesto anual en armas cuando hay muchos países con rentas per cápita de
unos pocos dólares, entran males como el divorcio, la promiscuidad, la
pornografía, trastornos psíquicos… vemos signos de la decadencia como la del
imperio romano, que compagina un gran adelanto técnico pero con un “que
continúe la fiesta” donde vamos poco a poco perdiendo dignidad moral.
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