Punto 689 Aquel al
que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo
(cf. Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el
Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en
su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad
vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa
también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo,
envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el
Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es
quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu
Santo quien lo revela.
. El Catecismo nos presenta el misterio de Dios desde una visión
personal, no habla tanto de Dios de forma impersonal como si hablase de una
esencia divina, sino de Dios que se relaciona con nosotros como Padre, como
Hijo, como Espíritu Santo. Son las personas divinas las que entran en contacto
con nosotros. Partimos del Padre como un principio sin principio, nadie le ha
infundado a él. No partimos pues de una esencia, sino que partimos de una
persona, del Padre. Cuando hablamos de Dios sin decir Padre, Hijo o Espíritu
Santo, entendemos que nos referimos a Dios Padre.
. Es conveniente distinguir lo siguiente para una mejor
comprensión. Las misiones, se refiere al envío del Hijo o del Espíritu Santo a
nosotros. Por ejemplo, en la encarnación tuvo lugar la misión del Hijo, el
envío del Padre al Hijo; en Pentecostés se produjo la misión del
Espíritu, es enviado el Espíritu Santo. Por tanto misiones es el envío
de las personas divinas a nosotros. Procesiones, es lo que tiene lugar
en el interior de Dios. Por ejemplo igual que el Padre y el Hijo enviaron el
Espíritu Santo en Pentecostés, en el seno de la Trinidad está teniendo lugar
ese amor mutuo que está infundiendo el Espíritu Santo entre ellos. Las misiones son envíos hacia nosotros y las
procesiones son las relaciones entre las personas divinas en el seno de la
Trinidad. Conocemos lo que pasa en el seno de la Trinidad porque ha habido una misión
del Hijo y del Espíritu Santo hacia nosotros.
. Por tanto nosotros cuando celebramos la encarnación el 25 de
marzo, el envío del Verbo y cuando celebramos Pentecostés, el envío del Espíritu
Santo, aparte de celebrar el acontecimiento de amor hacia nosotros, estamos asomándonos
a lo que ocurre en el seno de la Trinidad. Desde las misiones accedemos a
las procesiones intratrinitarias, y desde éstas comprendemos la esencia de
Dios: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.
Punto 690 Jesús es
Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que
sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (cf. Jn 3,
34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de
junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su
Gloria (cf. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica
(cf. Jn 16, 14). La misión conjunta se desplegará desde entonces en
los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del
Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él:
«La noción de la unción sugiere [...] que no hay
ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera
que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los
sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo
con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la
fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay
parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la
confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la
aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan
por la fe» (San Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spirirtu
Sancto, 16).
. La unción es derramar aceite encima de la piel, y dicho aceite
es absorbido y ha pasado a ser una sola cosa con la piel. Esta imagen de la
unción es lo que nos dice San Gregorio de que Jesús está empapado del Espíritu
Santo. En el bautismo de Jesús en el Jordán se produce la unción del Espíritu
Santo y comienza a ejercer su ministerio de tres años.
. El Padre es la fuente de la Trinidad en la medida en la que no recibe
la divinidad de nadie, es el principio sin principio, el origen y fuente de la
Trinidad. Entrega su naturaleza divina al Hijo y juntamente con el Hijo al Espíritu
Santo. El Padre está generando eternamente al Hijo, generar o engendrar no
implica el paso del no ser al ser, eternamente existe el Hijo y eternamente
está siendo generado por el Padre. El Padre y el Hijo son al mismo tiempo
desde toda la eternidad. El Hijo posee la naturaleza divina recibiéndola
del Padre. El Padre es dándose y el Hijo es recibiendo. El Hijo es
el amado, en quien el Padre se complace. Así para nosotros, el Padre nos lo ha
dado todo en Jesucristo, nos lo ha revelado todo en el Hijo. Recibiendo a
Cristo, recibiendo su revelación lo tenemos todo.
. El Padre por medio del Hijo nos envía al Espíritu Santo y a su
vez el Espíritu a nosotros nos inserta en Cristo para volver al Padre. El Padre
posee la naturaleza divina entregándola, el Hijo recibiéndola y el Espíritu
Santo recibiéndola y devolviéndola de nuevo al Padre y al Hijo.
. A veces pensamos que la Santísima Trinidad no está clara en las
Sagradas Escrituras, y eso es signo de un conocimiento superficial de las
escrituras. El Espíritu Santo está apareciendo como sujeto de acciones
diversas, por ejemplo, mora en los discípulos, viene a los discípulos, oye,
enseña, hace conocer, revela, glorifica a Jesús, da testimonio de Jesús,… todas
estas son funciones que Jesús atribuye al Espíritu Santo que aparece como
sujeto. Si no fuera una persona no podría hacer todo lo anterior. Se trata de
una persona divina porque es el segundo enviado del Padre después de Cristo. En
Juan 16,14-15 nos dice “El me
glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que
es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a
ustedes»”, aquí habla de que el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo, recibe de la divinidad de Jesucristo.
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