viernes, 27 de noviembre de 2015

Catecismo 689-690. La misión conjunta del Hijo y del Espíritu

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Punto 689 Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf. Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.

. El Catecismo nos presenta el misterio de Dios desde una visión personal, no habla tanto de Dios de forma impersonal como si hablase de una esencia divina, sino de Dios que se relaciona con nosotros como Padre, como Hijo, como Espíritu Santo. Son las personas divinas las que entran en contacto con nosotros. Partimos del Padre como un principio sin principio, nadie le ha infundado a él. No partimos pues de una esencia, sino que partimos de una persona, del Padre. Cuando hablamos de Dios sin decir Padre, Hijo o Espíritu Santo, entendemos que nos referimos a Dios Padre.

. Es conveniente distinguir lo siguiente para una mejor comprensión. Las misiones, se refiere al envío del Hijo o del Espíritu Santo a nosotros. Por ejemplo, en la encarnación tuvo lugar la misión del Hijo, el envío del Padre al Hijo; en Pentecostés se produjo la misión del Espíritu, es enviado el Espíritu Santo. Por tanto misiones es el envío de las personas divinas a nosotros. Procesiones, es lo que tiene lugar en el interior de Dios. Por ejemplo igual que el Padre y el Hijo enviaron el Espíritu Santo en Pentecostés, en el seno de la Trinidad está teniendo lugar ese amor mutuo que está infundiendo el Espíritu Santo entre ellos.  Las misiones son envíos hacia nosotros y las procesiones son las relaciones entre las personas divinas en el seno de la Trinidad. Conocemos lo que pasa en el seno de la Trinidad porque ha habido una misión del Hijo y del Espíritu Santo hacia nosotros.

. Por tanto nosotros cuando celebramos la encarnación el 25 de marzo, el envío del Verbo y cuando celebramos Pentecostés, el envío del Espíritu Santo, aparte de celebrar el acontecimiento de amor hacia nosotros, estamos asomándonos a lo que ocurre en el seno de la Trinidad. Desde las misiones accedemos a las procesiones intratrinitarias, y desde éstas comprendemos la esencia de Dios: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Punto 690 Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (cf. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria (cf. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (cf. Jn 16, 14). La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él:
«La noción de la unción sugiere [...] que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe» (San Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spirirtu Sancto, 16).

. La unción es derramar aceite encima de la piel, y dicho aceite es absorbido y ha pasado a ser una sola cosa con la piel. Esta imagen de la unción es lo que nos dice San Gregorio de que Jesús está empapado del Espíritu Santo. En el bautismo de Jesús en el Jordán se produce la unción del Espíritu Santo y comienza a ejercer su ministerio de tres años.

. El Padre es la fuente de la Trinidad en la medida en la que no recibe la divinidad de nadie, es el principio sin principio, el origen y fuente de la Trinidad. Entrega su naturaleza divina al Hijo y juntamente con el Hijo al Espíritu Santo. El Padre está generando eternamente al Hijo, generar o engendrar no implica el paso del no ser al ser, eternamente existe el Hijo y eternamente está siendo generado por el Padre. El Padre y el Hijo son al mismo tiempo desde toda la eternidad. El Hijo posee la naturaleza divina recibiéndola del Padre. El Padre es dándose y el Hijo es recibiendo. El Hijo es el amado, en quien el Padre se complace. Así para nosotros, el Padre nos lo ha dado todo en Jesucristo, nos lo ha revelado todo en el Hijo. Recibiendo a Cristo, recibiendo su revelación lo tenemos todo.

. El Padre por medio del Hijo nos envía al Espíritu Santo y a su vez el Espíritu a nosotros nos inserta en Cristo para volver al Padre. El Padre posee la naturaleza divina entregándola, el Hijo recibiéndola y el Espíritu Santo recibiéndola y devolviéndola de nuevo al Padre y al Hijo.


. A veces pensamos que la Santísima Trinidad no está clara en las Sagradas Escrituras, y eso es signo de un conocimiento superficial de las escrituras. El Espíritu Santo está apareciendo como sujeto de acciones diversas, por ejemplo, mora en los discípulos, viene a los discípulos, oye, enseña, hace conocer, revela, glorifica a Jesús, da testimonio de Jesús,… todas estas son funciones que Jesús atribuye al Espíritu Santo que aparece como sujeto. Si no fuera una persona no podría hacer todo lo anterior. Se trata de una persona divina porque es el segundo enviado del Padre después de Cristo. En Juan 16,14-15 nos dice “El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes»”, aquí habla de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, recibe de la divinidad de Jesucristo.

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