Punto 687 "Nadie
conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11).
Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su
Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los
profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la
Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra
mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe.
El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de
sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente
divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni
le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora
en ellos (Jn14, 17).
. La afirmación de entrada es 1ª Corintios 2,11 que dice “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu
de Dios”, la sagrada escritura nos dice que Dios es amor, y eso es lo
íntimo de Dios, la esencia de Dios. Decimos en nuestra fe trinitaria que el
amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo.
. El Espíritu Santo no ha querido o no ha sido su función la de
revelarse a sí mismo. Ha revelado al Padre o al Hijo pero no a sí mismo. Juan
16,13 dice “Cuando venga el Espíritu de
la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí
mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”.
Es decir, el mismo Jesucristo nos
dice que el Espíritu Santo vendrá, pero que no hablará de sí mismo sino que
revelará al Padre o al Hijo. Por ejemplo tanto en el Jordán (bautismo) como en
el monte Tabor, el Espíritu Santo hace que el Padre hablé “.. este es mi Hijo amado”, es decir, hace
que el Padre hable. No encontraremos en toda la escritura que el Espíritu Santo
hable. El Espíritu Santo no habla, es propio de El hacer una manifestación para
que el Padre hable. Lo propio del Espíritu Santo es ser revelador del Padre y
del Hijo.
. Al Espíritu Santo no le oímos, no le conocemos sino en la obra,
le conocemos en su obrar en una doble forma, en una doble acción: nos revela a
Dios y nos dispone a nosotros a recibirlo, a reconocerlo. Este es el estilo del
Espíritu Santo, el ocultamiento discreto. Obra sin anunciarse. La gran sorpresa
nuestra al encontrarnos con Dios será que él estaba continuamente con nosotros,
actuando, y a veces nos quejamos de su ausencia, y que nuestra vida es un
especie de evocación del camino de
Emaús, que Jesús camina junto a nosotros, que el Espíritu Santo está inspirando
nuestros pensamientos, acciones y palabras y nosotros no le reconocemos hasta
el momento de ese partir el pan en el que reconocemos la acción del Espíritu.
. Juan 14,16-17 dice “Y yo
rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni
lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y
estará en ustedes”. En la medida en que uno conozca y ame al Espíritu
Santo, puede recibirlo más, en la medida en la que uno abra libremente su
corazón al Espíritu Santo, en la medida en la que le invoquemos, caer en cuenta
que mora en nosotros, etcétera.
Punto 688 La
Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es
el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
– en las Escrituras que Él ha inspirado;
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia
son testigos siempre actuales;
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras
y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
– en los carismas y ministerios mediante los que se
edifica la Iglesia;
– en los signos de vida apostólica y misionera;
– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta
su santidad y continúa la obra de la salvación.
. Se muestra en este punto un abanico de lugares donde actúa el Espíritu
Santo y nosotros podemos reconocerle. La Iglesia es el lugar donde reconozco el
Espíritu Santo. Nos indica el Catecismo que hay ocho “lugares especiales” de
conocimiento del Espíritu: las Escrituras están inspiradas por el Espíritu
Santo y por tanto está preservada de error humano, es palabra cierta, de
vida y verdad. En las Escrituras se
nos habla a personas de todos los tiempos, igual de un siglo que de otro,
la palabra de Dios trasciende el tiempo y el lugar porque está dicha
personalmente a cada uno.
. En la Tradición. Si Jesús dijo “pediré que se os envíe el Espíritu Santo, y os iluminará todo lo que
yo os he dicho”, hay pues una promesa de que el Espíritu Santo va a dar
luz para interpretar y vivir la Sagrada Escritura. Desde el principio el Espíritu
Santo nos está inspirando para interpretar, desde el principio ha actuado en la
Iglesia.
. En el magisterio de la Iglesia. El Señor prometió que el Espíritu
Santo sostendría a su Iglesia en la interpretación de la Escritura, no nos
dejó a expensas del error. Sin el magisterio inspirado por el Espíritu Santo,
se llega a considerar la Biblia como un cajón de sastre pues cada uno le hace
decir a la Biblia lo que a uno le parece que tiene que decir porque está
proyectando su ideología personal, y es muy fácil hacer un Dios a nuestra
medida.
. En la liturgia sacramental. Cuando uno va a la Santa Misa
participamos por el Espíritu Santo en la liturgia divina del cielo donde el
Cristo glorioso ejerce una alabanza a Dios Padre por toda la eternidad, donde
los ángeles alaban al Padre, la Virgen María, los coros celestiales y todos los
santos alaban a Dios. La liturgia no es una iniciativa donde nos juntamos
para desarrollar nuestra capacidad espiritual. Es una participación en la
liturgia del cielo, rezar con Cristo al Padre. La liturgia de la tierra no
es sino una participación de la liturgia del cielo, con ella estamos
entrando en comunión con la liturgia celeste.
. En la oración intercede por nosotros. En Gálatas 4,6 “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que
Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios
llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” El Espíritu Santo clama en
nosotros Abba!, inhabita en nosotros, inspira nuestra oración e intercede
por nosotros delante del Padre. Es importante cuando vamos a rezar pedirle
que nos inspire la oración, que nos inspire lo que nos conviene pedir, que nos
enseñe a pedir lo que Dios quiere darnos, que nos enseñe a conformar nuestra
voluntad con la suya. Para que nuestra oración no sea expresión de nuestro
capricho, sino dejarnos inspirar para buscar la voluntad de Dios.
. En los carismas y ministerios dentro de la Iglesia. Encontramos
una pluriformidad dentro de la iglesia fruto de la riqueza del Espíritu Santo. No
se trata de pluralidad sino dentro de una unidad hay una pluriformidad. El
Espíritu Santo nos hace distintos pero complementarios dentro del cuerpo
místico que es la Iglesia.
. Podemos reconocer el Espíritu Santo en la vida de los santos,
que son un reflejo de la luz de Dios. En un santo uno ve como el Espíritu Santo
ha suscitado la humildad, y en otro especialmente la caridad, o la valentía, o
la generosidad. El Espíritu Santo ha ido obrando en todos ellos, una forma de
conocer el Espíritu Santo es verle obrando en la vida de los santos.
. Todos estos son lugares donde descubrimos la presencia oculta
pero eficaz del Espíritu Santo. No habla, actúa con un ocultamiento discreto.
Revela al Padre y al Hijo. Nos sostiene e inspira. Fecunda su Iglesia.
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