miércoles, 25 de noviembre de 2015

Catecismo 687-688. Creo en el Espíritu Santo II

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Punto 687 "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn14, 17).

. La afirmación de entrada es 1ª Corintios 2,11 que dice “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios”, la sagrada escritura nos dice que Dios es amor, y eso es lo íntimo de Dios, la esencia de Dios. Decimos en nuestra fe trinitaria que el amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo.
. El Espíritu Santo no ha querido o no ha sido su función la de revelarse a sí mismo. Ha revelado al Padre o al Hijo pero no a sí mismo. Juan 16,13 dice “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”.       Es decir, el mismo Jesucristo nos dice que el Espíritu Santo vendrá, pero que no hablará de sí mismo sino que revelará al Padre o al Hijo. Por ejemplo tanto en el Jordán (bautismo) como en el monte Tabor, el Espíritu Santo hace que el Padre hablé “.. este es mi Hijo amado”, es decir, hace que el Padre hable. No encontraremos en toda la escritura que el Espíritu Santo hable. El Espíritu Santo no habla, es propio de El hacer una manifestación para que el Padre hable. Lo propio del Espíritu Santo es ser revelador del Padre y del Hijo.

. Al Espíritu Santo no le oímos, no le conocemos sino en la obra, le conocemos en su obrar en una doble forma, en una doble acción: nos revela a Dios y nos dispone a nosotros a recibirlo, a reconocerlo. Este es el estilo del Espíritu Santo, el ocultamiento discreto. Obra sin anunciarse. La gran sorpresa nuestra al encontrarnos con Dios será que él estaba continuamente con nosotros, actuando, y a veces nos quejamos de su ausencia, y que nuestra vida es un especie de evocación del  camino de Emaús, que Jesús camina junto a nosotros, que el Espíritu Santo está inspirando nuestros pensamientos, acciones y palabras y nosotros no le reconocemos hasta el momento de ese partir el pan en el que reconocemos la acción del Espíritu.

. Juan 14,16-17 dice “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. En la medida en que uno conozca y ame al Espíritu Santo, puede recibirlo más, en la medida en la que uno abra libremente su corazón al Espíritu Santo, en la medida en la que le invoquemos, caer en cuenta que mora en nosotros, etcétera.

Punto 688 La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
– en las Escrituras que Él ha inspirado;
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
– en los signos de vida apostólica y misionera;
– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

. Se muestra en este punto un abanico de lugares donde actúa el Espíritu Santo y nosotros podemos reconocerle. La Iglesia es el lugar donde reconozco el Espíritu Santo. Nos indica el Catecismo que hay ocho “lugares especiales” de conocimiento del Espíritu: las Escrituras están inspiradas por el Espíritu Santo y por tanto está preservada de error humano, es palabra cierta, de vida y verdad.  En las Escrituras se nos habla a personas de todos los tiempos, igual de un siglo que de otro, la palabra de Dios trasciende el tiempo y el lugar porque está dicha personalmente a cada uno.

. En la Tradición. Si Jesús dijo “pediré que se os envíe el Espíritu Santo, y os iluminará todo lo que yo os he dicho”, hay pues una promesa de que el Espíritu Santo va a dar luz para interpretar y vivir la Sagrada Escritura. Desde el principio el Espíritu Santo nos está inspirando para interpretar, desde el principio ha actuado en la Iglesia.

. En el magisterio de la Iglesia. El Señor prometió que el Espíritu Santo sostendría a su Iglesia en la interpretación de la Escritura, no nos dejó a expensas del error. Sin el magisterio inspirado por el Espíritu Santo, se llega a considerar la Biblia como un cajón de sastre pues cada uno le hace decir a la Biblia lo que a uno le parece que tiene que decir porque está proyectando su ideología personal, y es muy fácil hacer un Dios a nuestra medida.

. En la liturgia sacramental. Cuando uno va a la Santa Misa participamos por el Espíritu Santo en la liturgia divina del cielo donde el Cristo glorioso ejerce una alabanza a Dios Padre por toda la eternidad, donde los ángeles alaban al Padre, la Virgen María, los coros celestiales y todos los santos alaban a Dios. La liturgia no es una iniciativa donde nos juntamos para desarrollar nuestra capacidad espiritual. Es una participación en la liturgia del cielo, rezar con Cristo al Padre. La liturgia de la tierra no es sino una participación de la liturgia del cielo, con ella estamos entrando en comunión con la liturgia celeste.

. En la oración intercede por nosotros. En Gálatas 4,6 “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” El Espíritu Santo clama en nosotros Abba!, inhabita en nosotros, inspira nuestra oración e intercede por nosotros delante del Padre. Es importante cuando vamos a rezar pedirle que nos inspire la oración, que nos inspire lo que nos conviene pedir, que nos enseñe a pedir lo que Dios quiere darnos, que nos enseñe a conformar nuestra voluntad con la suya. Para que nuestra oración no sea expresión de nuestro capricho, sino dejarnos inspirar para buscar la voluntad de Dios.

. En los carismas y ministerios dentro de la Iglesia. Encontramos una pluriformidad dentro de la iglesia fruto de la riqueza del Espíritu Santo. No se trata de pluralidad sino dentro de una unidad hay una pluriformidad. El Espíritu Santo nos hace distintos pero complementarios dentro del cuerpo místico que es la Iglesia.

. Podemos reconocer el Espíritu Santo en la vida de los santos, que son un reflejo de la luz de Dios. En un santo uno ve como el Espíritu Santo ha suscitado la humildad, y en otro especialmente la caridad, o la valentía, o la generosidad. El Espíritu Santo ha ido obrando en todos ellos, una forma de conocer el Espíritu Santo es verle obrando en la vida de los santos.


. Todos estos son lugares donde descubrimos la presencia oculta pero eficaz del Espíritu Santo. No habla, actúa con un ocultamiento discreto. Revela al Padre y al Hijo. Nos sostiene e inspira. Fecunda su Iglesia.

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