lunes, 30 de noviembre de 2015

Catecismo 691-694. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo

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El nombre propio del Espíritu Santo

Punto 691 "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19).
El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos "espíritu" y "santo".

. El Catecismo está totalmente empapado de la palabra de Dios y vamos a enriquecernos de ello en este punto.  Mateo 28,19 dice “Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Se distingue entre apelativos y nombre propio hablando del Espíritu Santo, hay muchísimos apelativos como el fuego, la luz, la paloma, el sello, la nube, la unción ….. pero como nombre propio se recoge el del Espíritu Santo porque está puesto por Jesús al mismo nivel que el del Padre y el Hijo. Por eso nos atrevemos a llamarle a este nombre de Espíritu Santo, nombre propio.

. Nosotros los cristianos hemos sido bautizados en su nombre, en su nombre comenzamos nuestras reuniones cristianos, en sus nombre somos bendecidos. Los términos espíritu y santo se pueden atribuir cada uno por su cuenta, a las tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son espíritu; el Padre es santo, el Hijo es santo y el Espíritu Santo es santo. No podemos decir lo mismo de los otros términos, por ejemplo, el término hijo no puede ser atribuido al Padre pues el Padre es Padre, no es Hijo.

. El Antiguo Testamento está escrito en hebreo y el Nuevo Testamento está escrito en griego. El término espíritu se traduce del término hebreo Ruah que significa “soplo, aire, viento”, que nos sugiere el significado profundo que tiene el texto de Juan 3,5-8 que recoge el dialogo de Jesús con Nicodemo: “Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu»”, este texto nos ilumina mucho cual es el origen de la palabra nacer del Espíritu, el que uno vuelva a nacer. Nacer del Espíritu Santo en el bautismo, nacer del agua y del Espíritu haciendo una clara referencia al bautismo.

Los apelativos del Espíritu Santo

Punto 692 Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf.1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).

. La traducción literal de paráclito es “aquél que es llamado junto a uno, aquél que es invocado para estar junto a nosotros”, por eso Jesús nos dice que no nos vamos a quedar solos, él va a estar presente en el Espíritu Santo junto a nosotros, no vamos a quedar huérfanos, vamos a sentir la sombra protectora de Dios., nos va a acompañar, a guardar. Así nos lo dice Jesús en el momento de su partida en Juan 14,16 “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” . Paráclito se traduce también habitualmente por Consolador.

. En 1ª Juan 2,1 nos dice que Jesús aboga por nosotros ante el Padre cuando pecamos. Jesús es el primer consolador, pero el Espíritu Santo es el consolador que nos está aliviando nuestras heridas, nos consuela en nuestras dificultades, en nuestros agobios. Igual que Jesús sintió el consuelo en Getsemaní, sintamos el consuelo nosotros del Espíritu Santo.

. Otro apelativo del Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, en Juan 16,13 “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”, el Espíritu Santo no nos consuela en sueños en los que nos podamos refugia, sino que nos consuela en la Verdad.

Punto 693 Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19;1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).

. Todos estos apelativos los encontramos en san Pablo y en san Pedro, por ejemplo en Gálatas 3,14 “Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, en Romanos 8,15 “ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios”, en Romanos 8,11 “Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes”,  en 1ª Pedro 4,14 “Felices si son ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes”.


Los símbolos del Espíritu Santo

Punto 694 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados [...] en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).

. Si no somos gestados en el Espíritu Santo no podemos nacer a la vida eterna. Igual que si no hemos sido gestados en el agua, en el seno de nuestra madre, no nacemos a esta vida. Esta es una profunda comparación que hace el Catecismo. 1ª Corintios 12,13 nos dice “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”.


. En el texto de Juan 19,34 “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua”, la Iglesia siempre ha visto en esa agua la imagen del Espíritu Santo. Juan 7,37 “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Juan 4,10-14 “Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva». «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?». Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna»”. Tenemos que pensar que en el Espíritu Santo encontramos un manantial de agua de vida, tengamos sed del agua viva, sed del Espíritu Santo.

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