domingo, 27 de diciembre de 2015

Catecismo 724-726. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' II

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Punto 724 En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2, 11).

. Aquí el Catecismo utiliza la imagen de la zarza ardiente que no se consumía refiriéndose a María. En la zarza que se quema sin ser consumida, la tradición católica la leyó como un símbolo de María Virgen durante el parto. San Bernardo ve una zarza sin consumirse, cómo es ello posible?, una mujer da a luz sin perder su virginidad, cómo es ello posible?. Cómo es posible que el fuego no consuma, cómo es posible que la maternidad y la virginidad puedan llegar a ser dos vocaciones compatibles, que María sea madre sin dejar de ser virgen. María da a luz sin consumirse, sin deteriorarse porque es un don de Dios.

. En el prólogo del evangelio de san Juan dice “… la Palabra no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios”, es decir, no nació de la sangre que hace referencia a la violencia del parto en el que niño nace envuelto en sangre, sino al parto virginal de María. Dios es capaz de hacer fecunda a una madre haciendo que ese don sea compatible con su virginidad porque es un don que supera al hombre.

Punto 725 En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (cf. Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.

. María es un puente de comunión de Cristo con los demás. Por medio de ella, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión a Cristo con los hombres.

Punto 726 Al término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del "Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.

. Se hace referencia a dos títulos que se le dan a María, el primero es el de Madre, cuando Jesús teniendo a María al pie de la cruz le encomendó la maternidad hacia sus hijos, Juan 19,25-27 “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” María es madre del Cristo total, san Juan en este texto llama a María, mujer y a Juan, tu hijo, como un hijo al que no se le pone el nombre propio de Juan y así prefigure a cada uno de nosotros. María no solo es madre de Cristo sino también madre del cuerpo místico del que su hijo es cabeza, ella ejerce de madre de su hijo y de madre de todos nosotros que estamos insertados en su hijo, somos un solo cuerpo con su hijo, tan unidos estamos a Jesucristo que la maternidad de María hacia su hijo es también hacia nosotros, pero con una diferencia, que la maternidad de María hacia su hijo fue un parto virginal, sin embargo el nuestro es un parto doloroso con esa espada que le atraviesa el corazón, la redención de Cristo le costó a María sudor y sangre, y la maternidad que ejerce hacia nosotros le cuesta dolor, María sufre con sus hijos pues no se puede querer a unos hijos que van por camino de perdición sin sufrir por ellos, es imposible, porque cuando se quiere se sufre.


. El segundo título que se da a María lo vemos en Hechos 1,14 “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos”, María estaba presente en Pentecostés, en el cenáculo, con los apóstoles, atrayendo al Espíritu Santo que vino sobre unos y sobre otros. Tres son los momentos en los que la noche se hizo luz, en la Navidad, en la Resurrección y en el amanecer de Pentecostés.  

viernes, 25 de diciembre de 2015

Catecismo 721-723. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' I

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Punto 721 María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el "Trono de la Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia:

. El Espíritu Santo obró en la plenitud de los tiempos en María. El mundo protestante receló del catolicismo pensando en que en la medida en que los católicos venerasen a los santos y especialmente a la Virgen María se iba a quitar la centralidad al que es solo Santo, que es Dios. Entendían de forma restrictiva los pasajes del evangelio que dicen “y no llaméis santo a nadie en la tierra, no llaméis bueno a nadie en la tierra porque uno solo es bueno, no llaméis padre a nadie en la tierra porque uno solo es padre”, y entendiendo esto de forma restrictiva parece que hablar de la santidad de una criatura era contradictorio y era olvidar que el único santo es Dios. Claro que el único santo es Dios, pero Dios ha querido manifestar su santidad de forma difusiva y no exclusiva, la santidad de Dios se manifiesta no excluyendo a los demás de la santidad sino haciéndoles partícipes de su santidad. Por lo tanto hablar de la santidad de los santos y de María no es hacerle sombra a Dios, todo lo contrario, es prolongar la santidad de Dios en sus criaturas. Cuando ensalzamos la santidad de María estamos ensalzando a Dios.

Punto 722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la Madre de Aquel en quien "reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia  (cf. Lc 1, 46-55).

. Se subraya especialmente que el Espíritu Santo preparó a María con su gracia, convenía que fuese llena de gracia. A través de esa expresión “llena de gracia”, la iglesia ha deducido muchas cosas como que sea inmaculada, si se es llena de gracia no cabe el pecado. Se especifica aquí en que consiste estar llena de gracia como ser capaz de acoger el don inefable del omnipotente, es decir, ser dócil a la obra del Espíritu Santo en ella. No poner obstáculos ni barreras.

. Nosotros aprendemos que tenemos que no estorbar a la acción de Dios en nosotros, seamos dóciles aceptando y no ofreciendo lo que a uno se le ocurre. Lo principal es la aceptación porque en ella se expresa la docilidad a lo que Dios hace en nosotros y decir “hágase en mí” y confiar. El don de acogida, de no poner resistencia es el don principal que el Espíritu Santo pone en María. Pidamos nosotros al Espíritu Santo el don de la docilidad, de no endurecernos, de no ponerle condiciones a Dios, de no pretenderle decir a Dios como tiene que hacer las cosas, sino tener plena confianza y docilidad.

. Se dice que hay dos formas de presentarse delante de Dios, una cuando uno firma un cheque en blanco y se lo ofrece a Dios y le dice “Señor ahí está mi firma, pon lo que quieras”, y la otra forma es la de quien coge el cheque, rellena la cantidad, la fecha, el lugar del cobro y se lo presenta a Dios para que se lo firme, y le pide que Dios firme lo que uno ha escrito”. Esta doble forma marca dos estilos muy distintos en la espiritualidad, pues muchas veces vamos con el cheque relleno y pretendemos que Dios nos lo firme y corrobore mi plan, en lugar de que mi actitud sea “firmo el cheque y lo que tú quieras yo también lo quiero”, éste es el estilo de María. Así lo primero es que Dios nos inspire y que no sea una ocurrencia o cabezonada mía, y lo segundo es que Dios lo sostenga y acompañe. Cuando se tiene muy claro que la iniciativa es de Dios, y que es Dios el que hace su obra de santificación en nosotros, y que la santidad no es hacerle sombra a Dios. 

Punto 723 En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 18-21;Ga 4, 26-28).


. Curiosamente, el hecho de que Dios quisiera hacer a una virgen fecunda, engarza con el Antiguo Testamento donde muchos de los profetas fueron concebidos de madres estériles, como el caso de Juan Bautista o el caso de Isaac hijo de Abraham. Es decir, para manifestar que el profeta es un don de Dios, muchas veces Dios elige una madre estéril. Ahora bien en el caso de María no es el caso de una madre estéril, sino que es concebido sin concurso de varón, de una manera virginal para subrayar la total iniciativa de Dios y que hay una desproporción muy grande entre el don de Dios y la colaboración del hombre, es decir, es un don que supera la carne y cualquier mérito humano, es algo dado inmerecidamente.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Catecismo 717-720. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. Juan, Precursor, Profeta y Bautista

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Punto 717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "Visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).

. Hemos visto cómo el Espíritu estaba en el tiempo de las promesas en el Antiguo Testamento, y ahora vemos el Espíritu en la plenitud de los tiempos. Antes de verlo en Jesucristo y en la Virgen María, lo encontramos en Juan Bautista, el precursor, el profeta. El Espíritu Santo estaba presente en Juan, fue lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. En Lucas 1,15 “…porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre”, se nos indica un nacimiento de Juan como obra del Espíritu, dónde Zacarías permanece mudo hasta que su hijo Juan naciese, es purificado por su incredulidad en esa mutez para que crea en el poder del Espíritu. Zacarías manifiesta al pueblo por revelación de Dios, que el nombre que va a poner a su hijo es el de Juan por medio de una tablilla pues estaba mudo. Se extrañan sus contemporáneos pues ninguno de su familia se llamaba así, cuando la costumbre generalizada era poner un nombre de alguno de sus antepasados, y éste es un signo de Dios como una iniciativa o elección de Dios.     

Punto 718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).

. En Mateo 17,10-13 vemos “Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?». El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre”, entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan Bautista. Es decir, que existía una tradición proveniente desde el Antiguo Testamento que hablaba del retorno de Elías. Elías fue el gran profeta del Antiguo Testamento, y había una profecía que decía que Elías retornaría, que el Espíritu Santo iluminaría a otro profeta, y Jesús lo dice: “volvió Elías y no le recibisteis y el Espíritu de Elías volvió de nuevo en Juan Bautista…”. Es en Juan en quien se cumple esa profecía, Juan es aquél en el que el Espíritu Santo culmina la obra de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto, dice Lucas 1,17 “Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”.

Punto 719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7; cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios [...] He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).

. En Juan 1,33-36, Juan bautista dice a sus discípulos que Aquél sobre el que veas que baja el Espíritu Santo y se queda sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo… podemos decir que Juan bautista es el culmen del profetismo del Antiguo Testamento, en él se consuma el hablar por los profetas, confesamos en nuestro credo que el Espíritu Santo habló por los profetas, el profetismo es un instrumento del Espíritu de Yahveh. La clave está en discernir quien es verdadero profeta y quien es falso profeta, y una de las tareas de la Iglesia es la de discernir donde está el Espíritu Santo en los profetas  para distinguir al verdadero profeta del falso.

. Juan bautista dice que es la voz que clama en el desierto, pero el Señor es la palabra, Juan es una voz pasajera y Cristo es la palabra eterna. Una manera de discernir un verdadero profeta es ver si busca ser voz pero no palabra, aquél que busca prestarle su voz a Jesucristo, sin interferir con sus palabras o ideología en el mensaje de Jesucristo. Los líderes de sectas lo que hacen es confundir la voz con la palabra, hacen que su voz se constituya en palabra, y no predican la palabra de Dios sino que predican su propia ideología. No se basan en la Sagrada Escritura, sino que la aprovechan para introducir sus ideologías. El falso profeta es el que confunde la voz con la palabra, abusa del pueblo de Dios que acude a él como si de un verdadero profeta se tratase para introducir su propia palabra y mezclarla con la palabra de Dios. Lo propio del verdadero profeta es desaparecer una vez que la palabra ha tomado el puesto central, el verdadero profeta se oculta a los ojos del mundo, no busca protagonismo, no sabe dar a Jesucristo la centralidad.

. Todos tenemos que pedir a Dios ser voz de Cristo por la que el Señor hable a los demás, tenemos que pedir al Espíritu Santo que nuestra voz no distorsione la palabra, que no diga ni más ni menos que la palabra, ser la voz fiel que proclama la palabra.  

Punto 720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).


. Juan 3.5: “respondió Jesús, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”, el bautismo de Juan era una petición a Dios del perdón de los pecados y el bautismo de Jesús es conceder el don de la regeneración del hombre, el primero es una súplica, y el segundo nos hace hombres nuevos, encontramos en el segundo el agua viva que calma nuestra sed que solo es saciada en el don del Espíritu que es Jesús. 

jueves, 17 de diciembre de 2015

Catecismo 707-716. El Espíritu Santo y la palabra de Dios en el tiempo de las promesas. El E.S. en el Antiguo Testamento

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En las Teofanías y en la Ley

Punto 707 Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y "cubierto" por la nube del Espíritu Santo.

Punto 708 Esta pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley (cf. Ex 19-20; Dt 1-11; 29-30), que fue dada como un "pedagogo" para conducir al Pueblo hacia Cristo (Ga 3, 24). Pero su impotencia para salvar al hombre privado de la "semejanza" divina y el conocimiento creciente que ella da del pecado (cf. Rm 3, 20) suscitan el deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan.

. Cómo vemos al Espíritu Santo preparado en el Antiguo Testamento?. Una de las formas es cuando Yahveh da la ley a su pueblo, una ley escrita en tablas de piedra, una alianza de Yahveh con su pueblo. Fue un compromiso donde el pueblo se compromete a cumplir esa ley y Yahveh se compromete a no apartarse jamás de ese pueblo. Esa ley ponía en evidencia la impotencia del hombre para poder cumplirla por la pérdida de la semejanza con Dios en el pecado original. Romanos 3,20 nos dice “Porque a los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se limita a hacernos conocer el pecado”, es decir, la ley por sí sola es hacernos conscientes que no somos capaces de vivir según la voluntad de Dios, la ley deja al descubierto nuestro pecado.

. Hacemos cosas que no queremos hacer y nos proponemos cosas que luego no somos capaces de hacer. Esto formó parte en el plan de Yahveh para que el hombre creciese en sed del Espíritu Santo, así Israel fue cayendo en cuenta de que no le bastaba con una ley escrita en unas tablas de piedra, sin embargo el espíritu de Yahveh capacita al hombre para que el cumplimiento de la ley no sea algo pesado sino algo gozoso para el hombre, para que no sea un peso sino una liberación. Escribe la ley en nuestros corazones como fruto del Espíritu Santo.

. Cuando se ven preceptos, mandamientos y prohibiciones en la ley de Dios, que nos resultan antipáticos, pues me manda lo que no me apetece y me prohíbe lo que me apetece, ahí tenemos una percepción muy carnal de ver la ley de Dios, es una sensación donde falta el Espíritu Santo, y uno todavía no ha experimentado que la ley de Dios no solo es la voluntad de Dios sino que es también el bien del hombre, y esto lo hace entender el Espíritu Santo. El hombre carnal piensa que las cosas son pecado porque están prohibidas de forma caprichosa por el legislador, sin embargo el hombre espiritual piensa que son pecado porque hacen daño al hombre, la ley no es un precepto caprichoso de Yahveh, las cosas no están prohibidas porque son pecado, sino que son pecado porque hacen daño al hombre. El Espíritu Santo capacita para entender que la ley es el bien del hombre y al mismo tiempo da la fuerza para poderla cumplir gozosamente sin que sea un yugo que aplaste al hombre.   

jueves, 10 de diciembre de 2015

Catecismo 702-706. El Espíritu Santo y la palabra de Dios en el tiempo de las promesas

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Punto 702 Desde el comienzo y hasta "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3, 14), investiga en él (cf. Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu, "que habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), quiere decirnos acerca de Cristo.
Por "profetas", la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos] (cf. Lc 24, 44).

. La primera afirmación que hay en este punto, hace referencia a la plenitud de los tiempos, que está en Jesucristo. Jesús dice a los fariseos “muchos (en el Antiguo Testamento) soñaron con ver lo que vosotros estáis viendo y murieron sin verlo” y se refiere a que muchos desearon y suspiraron por ver el cumplimiento de las promesas pero murieron sin verlo, y a vosotros fariseos os ha tocado ver este momento de plenitud de los tiempos en Jesucristo y sin embargo no lo apreciáis. Es la controversia que mantiene Jesús con los fariseos. Antes de esto, el Verbo y el Espíritu Santo estaban ocultos pero activos, no están plenamente revelados pero ya han sido prometidos para que sean esperados y aceptados cuando se revelen. Por ejemplo, cuando Jesús nos dice “conviene que yo me vaya para que venga el Espíritu Santo, el Paráclito,…”

. Si no se entiende que todo el Antiguo Testamento era una espera a la llegada de Jesucristo, que formaba parte de una pedagogía de Dios en su revelación hasta llegar la plenitud de los tiempos en Jesucristo y en Pentecostés en el Espíritu Santo, pues entonces uno no entiende el Antiguo Testamento. Así lo vemos en 2ª Corintios 3,14 “Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer”. Algo similar ocurre con los dos de Emaús, a los que se les cae el velo al revelarse Jesucristo al partir el pan. Toda la Sagrada Escritura estaba conducida a desvelar, a revelarnos el misterio oculto de Dios. Tenemos la gracia de que en esta plenitud de los tiempos hemos conocido al Padre, hemos conocido al Hijo, hemos conocido al Espíritu Santo.

Punto 703 La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf.Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según el modo segundo. Antífonas 1 y 2).

. El Catecismo continúa como rastreando aquéllas partes del Antiguo Testamento en las que de una manera velada se está hablando ya de la manifestación del Verbo y del Espíritu Santo y así para que comenzásemos a entender el misterio del Espíritu Santo y del Verbo ocultos en el Antiguo Testamento todavía no plenamente manifestados. Por ejemplo, en el Salmo 33,6 ”por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos, por el soplo de su boca todo lo creado”, donde la tradición cristiana percibe una referencia velada y oculta al Espíritu Santo. En el inicio de la Sagrada Escritura, en Génesis 1,2, ”Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas”, se sugiere la presencia del Espíritu Santo en la creación. En la creación, aunque se la apropiemos especialmente al Padre, intervienen indistintamente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En Génesis 2,7 “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente”, es otra referencia a la que también la tradición cristiana ha visto una insinuación del Espíritu Santo. Puede ser entendida esta referencia como la creación del alma. Hay muchas referencias en las escrituras sobre la presencia oculta del Espíritu del Verbo.  

Punto 704 "En cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] Y Él dibujó trazó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 11: SC 62, 48-49).

. Esta imagen de san Ireneo habla del Espíritu Santo y del Verbo como las manos de Dios, es decir, Dios Padre tiene dos manos, una es el Hijo y la otra el Espíritu Santo, y con esas dos manos moldea al hombre, crea al hombre dejando impresa su huella en nuestro ser.

Punto 705 Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23), privado de la "semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en "la semejanza" con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida".

. Dice el libro del Génesis que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, luego vino el pecado del hombre, y san Ireneo y los padres de la iglesia lo que interpretan es que al romper el hombre con Dios tras el pecado, se rompe la semejanza con Dios. Sigue siendo imagen de Dios pero no la semejanza, ha perdido la semejanza de Dios. Tras el pecado hay algo que se ha borrado, pero hay algo que permanece, hay una ruptura de la amistad con Dios pero uno no deja de ser hijo de Dios, sigue teniendo impresas en su ser las huellas de Dios.

. En Romanos 3,23 se dice “todos pecaron y están privados de la gloria de Dios”, es decir, esa semejanza que hemos perdido por el pecado es estar privados de la gloria de Dios, ésta no habita en nosotros. Sin embargo, en Jesucristo volveremos a recuperar la imagen que habíamos perdido, él la recupera para nosotros. Juan 1,14 “y la palabra se hizo carne, y puso su morada en nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como hijo único”,  es decir, en Jesucristo el hombre recupera la semejanza, la gloria que había perdido por el pecado. Cristo se hace semejante a los hombres y nosotros volvemos a ser semejantes a Dios.

Punto 706 Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38. 54-55; Jn 1, 12-13; Rm4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios dispersos" (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf.Lc 1, 73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn 3, 16) y al don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda ... para redención del Pueblo de su posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).

. Génesis 22,17-19 dice: “Luego el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”, es decir, tras la ofrenda que Abraham hace de su hijo Isaac, que estaba dispuesto a sacrificarle, Dios se compromete con Abraham. Dios se está comprometiendo con Abraham a enviar a su Hijo y al Espíritu Santo.


. O en Gálatas 3,14 “Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, es decir, cuando Dios estaba bendiciendo a Abraham y le estaba diciendo que hará por él una descendencia numerosa, le estaba prometiendo a Abraham la llegada del Verbo y del Espíritu Santo. Podemos ver pues como la Santísima Trinidad estaba presente desde el comienzo de la Sagrada Escritura, oculta pero estaba actuando.  

lunes, 7 de diciembre de 2015

Catecismo 698-701. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo. Símbolos del Espíritu Santo II

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Punto 698 El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (2 Co 1, 22;Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello [sphragis] indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.

. El sello es una imagen cercana a la de la unción, el efecto que hace el Espíritu Santo cuando somos ungidos es sellarnos en nuestra alma, con un sello imborrable de Dios en nuestra alma. Al igual que en un rebaño un pastor ha marcado a sus terneros con un sello, Dios nos marca, nos deja una huella imborrable en nuestra alma, es el sello que el Espíritu Santo ha imprimido en nosotros, de que somos de Dios.

. Jesús está marcado por el sello, en Juan 6,27 “trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. El sello del Espíritu Santo nos marca para siempre.  En la segunda carta a los Corintios 1,22 “Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu”. En el pasaje del hijo pródigo que vuelve a casa de su padre, comprueba que el hijo no podía nunca dejar de ser hijo porque ser hijo está marcado en el ser de la persona. Una vez que somos hijos no podemos pasar a ser otra cosa. En los sacramentos del bautismo, confirmación y del orden, quedamos marcados, sellados, tienen un carácter que no se borra, es indeleble. Cuando uno es bautizado, ya estás sellado, ya eres hijo de Dios, ese sello no se ha borrado nunca, el bautismo no se puede repetir, igual que uno no se puede borrar del bautismo.  

Punto 699 La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (cf. Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (cf. Mc 10, 16). En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (cf. Mc 16, 18; Hch5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (cf. Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.

. Marcos 6,5 “Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos”, Jesús con sus manos impone las manos y cura, y el Espíritu Santo ha pasado a simbolizar las manos de Jesús. En Marcos 8,23 “El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de poner la saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?». El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan». Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad“. Esas manos simbolizan espiritualmente la caricia del Espíritu Santo. En su nombre los apóstoles harán lo mismo, impondrán las manos y curarán: Marcos 16,18 “Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán“, Jesús pone el signo de la imposición al mismo nivel que el exorcismo, que la expulsión de los demonios. Los apóstoles ejercieron la imposición de las manos no solo para la sanación sino que también daban el mismo don del Espíritu: en Hechos 8,17-19 “Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo. Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, diciéndoles: Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”.

. El momento cumbre del sacramento de la confirmación es cuando se imponen las manos sobre los confirmados simbolizando la trasmisión del Espíritu Santo. Esta misma imposición se hace en el sacramento de la unción de los enfermos. La imposición de las manos es imagen de la trasmisión del Espíritu Santo. En todos los sacramentos se ha conservado una especie de epíclesis o invocación del Espíritu Santo cuando por ejemplo el sacerdote en la eucaristía extiende las manos sobre el pan y el vino pidiendo que el Espíritu Santo venga sobre el pan y el vino para convertirlo en el cuerpo y la sangre del Señor.

. El Catecismo hace referencia a Hebreos 6,2 “Por eso, dejando a un lado la enseñanza elemental sobre Cristo, vayamos a lo más perfecto, sin volver otra vez sobre las verdades fundamentales, como el arrepentimiento por las obras que llevan a la muerte y la fe en Dios. la instrucción sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno”, donde llama la atención que se hable de la imposición de las manos como uno de los artículos fundamentales de la enseñanza, a un nivel comparativo con la resurrección, el juicio eterno…, es decir, qué importancia tenía la imposición de las manos en la primitiva comunidad cristiana, más que entre nosotros.

Punto 700 El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").

. Hay algunos versículos donde se utiliza la imagen del dedo por ejemplo en Lucas 11,20  “por el dedo de Dios expulso yo los demonios”. La imagen del dedo no es más que una extensión de la imagen de la mano.

Punto 701 La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (cf. Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (cf. Mt 3, 16 paralelos). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En algunos templos, la Santa Reserva eucarística se conserva en un receptáculo metálico en forma de paloma (el columbarium), suspendido por encima del altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana.

. El símbolo de la paloma es el símbolo del Espíritu Santo más popular. Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo en forma de paloma baja y se posa sobre él. Mateo 3,16 “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él “. El Espíritu Santo desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados, éstos son pues templo del Espíritu Santo.


. A los primitivos sagrarios en muchas partes de la iglesia católica se les llamaba columbario. Un columbario es una imagen de una paloma hueca por dentro que tiene en el pecho una pequeña puerta dentro de la cual se coloca la eucaristía.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Catecismo 695-697. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo. Símbolos del Espíritu Santo I

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Punto 695 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibíd., 9, 11: PL 39, 1499)

. Además del símbolo del agua, hay más símbolos como el del fuego, la paloma, la unción, la nube y la luz, el sello, la mano, el dedo. El símbolo de la unción se ha convertido en sinónimo del Espíritu Santo, en la primera carta de Juan 2,20 dice “Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento”, en lugar de decir que estáis llenos del Espíritu Santo dice que estáis ungidos por el Santo, la unción es como ser empapado y penetrado por el Espíritu Santo. Cristo, que significa Mesías en hebreo, también significa el ungido de Dios. En la antigua alianza hubo ungidos del Señor, por ejemplo en Éxodo 30,22-32 “El Señor habló a Moisés en estos términos: Consigue especies aromáticas de la mejor calidad:…..; y prepara con ellos una mezcla aromática, como lo sabe hacer el fabricante de perfumes. Este será el óleo para la unción sagrada. Con él deberás ungir la Carpa del Encuentro, el Arca del Testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus accesorios, el altar de los perfumes, el altar de los holocaustos con todos sus accesorios y la fuente con su base. Así los consagrarás, y serán una cosa santísima. Todo aquello que los toque quedará consagrado. También ungirás a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio. Luego hablarás a los israelitas en estos términos: Ustedes emplearán este óleo para la unción sagrada, a lo largo de sus generaciones. El no será derramado sobre el cuerpo de ningún hombre y no se hará ningún otro que tenga la misma composición. Es una cosa santa, y como tal deberán considerarlo”. Es decir, ya en el Antiguo Testamento existía la imagen de ser consagrado por la unción, además el crisma es una mezcla de aceite y perfume, el aceite simboliza la fuerza de Dios, el aceite penetra en nuestra piel, y el perfume simboliza el buen olor de Cristo, el olor a santidad del Espíritu Santo que nos unge. El crisma con el que ungimos en los bautizos o en la confirmación quiere simbolizar la fuerza del Espíritu Santo en esa unción al mismo tiempo que da el buen olor de la santidad.

. En el primer libro de Samuel 16,13 “Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David”, nos narra la unción del rey David y la venida del Espíritu de Yahveh sobre él. Es la unción con el aceite el signo de esta venida.

. De Jesús emana el Espíritu Santo en sus curaciones como vemos en algunos textos, Lucas 6,19 “y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos” o Lucas 8,46 cuando cura a la mujer con hemorragias “Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza salía de mí”. La fuerza que sale de Jesús no es una energía ni nada parecido, sino el Espíritu Santo. Jesús está lleno del Espíritu Santo, está ungido por él, y difunde el Espíritu Santo a todos los que se acercan a él con fe.

Punto 696 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió [...] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).

. Mientras que el agua significa el nacimiento a una vida nueva, Jesús le decía a Nicodemo que hay que nacer del agua y del Espíritu para entrar en el reino de los cielos, el fuego simboliza la energía, la fuerza transformadora de nuestros actos.  El Espíritu Santo trasmite calor, no admite la mediocridad, abrasa con su fuego.

. Juan Bautista nos dice en Lucas 3,16 “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”, es decir, anuncia a Cristo como el que bautizará en el fuego. Existe pues la imagen de bautizar en el agua y en el Espíritu, existe la imagen de bautizar en el fuego y en el Espíritu. Ardemos en el celo de Dios, no permanecemos indiferentes, salimos de la mediocridad. Bajo la forma de lenguas de fuego es como descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. San Juan de la Cruz llama al Espíritu Santo como la “llama de amor viva”.

Punto 697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf.Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).


. En el libro del Éxodo hay varios pasajes donde aparece el símbolo de la nube, 24,15-18; 33,9-10; 40,36-38, como signo de la presencia de Dios que nos empapa. En el monte Tabor vemos como se formó una nube en el pasaje de la transfiguración como presencia del Espíritu Santo, y es la misma nube la que ocultó a Jesús a los ojos de los discípulos el día de la ascensión. La imagen de la nube es algo que oculta y algo que nos empapa, así es Dios, es trascendente y cercano, nos supera y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Curiosamente se nos dice en Lucas 21,27 que la llegada final, la parusía se describe en medio de una nube “Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria”.