lunes, 21 de diciembre de 2015

Catecismo 717-720. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. Juan, Precursor, Profeta y Bautista

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Punto 717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "Visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).

. Hemos visto cómo el Espíritu estaba en el tiempo de las promesas en el Antiguo Testamento, y ahora vemos el Espíritu en la plenitud de los tiempos. Antes de verlo en Jesucristo y en la Virgen María, lo encontramos en Juan Bautista, el precursor, el profeta. El Espíritu Santo estaba presente en Juan, fue lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. En Lucas 1,15 “…porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre”, se nos indica un nacimiento de Juan como obra del Espíritu, dónde Zacarías permanece mudo hasta que su hijo Juan naciese, es purificado por su incredulidad en esa mutez para que crea en el poder del Espíritu. Zacarías manifiesta al pueblo por revelación de Dios, que el nombre que va a poner a su hijo es el de Juan por medio de una tablilla pues estaba mudo. Se extrañan sus contemporáneos pues ninguno de su familia se llamaba así, cuando la costumbre generalizada era poner un nombre de alguno de sus antepasados, y éste es un signo de Dios como una iniciativa o elección de Dios.     

Punto 718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).

. En Mateo 17,10-13 vemos “Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?». El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre”, entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan Bautista. Es decir, que existía una tradición proveniente desde el Antiguo Testamento que hablaba del retorno de Elías. Elías fue el gran profeta del Antiguo Testamento, y había una profecía que decía que Elías retornaría, que el Espíritu Santo iluminaría a otro profeta, y Jesús lo dice: “volvió Elías y no le recibisteis y el Espíritu de Elías volvió de nuevo en Juan Bautista…”. Es en Juan en quien se cumple esa profecía, Juan es aquél en el que el Espíritu Santo culmina la obra de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto, dice Lucas 1,17 “Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”.

Punto 719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7; cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios [...] He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).

. En Juan 1,33-36, Juan bautista dice a sus discípulos que Aquél sobre el que veas que baja el Espíritu Santo y se queda sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo… podemos decir que Juan bautista es el culmen del profetismo del Antiguo Testamento, en él se consuma el hablar por los profetas, confesamos en nuestro credo que el Espíritu Santo habló por los profetas, el profetismo es un instrumento del Espíritu de Yahveh. La clave está en discernir quien es verdadero profeta y quien es falso profeta, y una de las tareas de la Iglesia es la de discernir donde está el Espíritu Santo en los profetas  para distinguir al verdadero profeta del falso.

. Juan bautista dice que es la voz que clama en el desierto, pero el Señor es la palabra, Juan es una voz pasajera y Cristo es la palabra eterna. Una manera de discernir un verdadero profeta es ver si busca ser voz pero no palabra, aquél que busca prestarle su voz a Jesucristo, sin interferir con sus palabras o ideología en el mensaje de Jesucristo. Los líderes de sectas lo que hacen es confundir la voz con la palabra, hacen que su voz se constituya en palabra, y no predican la palabra de Dios sino que predican su propia ideología. No se basan en la Sagrada Escritura, sino que la aprovechan para introducir sus ideologías. El falso profeta es el que confunde la voz con la palabra, abusa del pueblo de Dios que acude a él como si de un verdadero profeta se tratase para introducir su propia palabra y mezclarla con la palabra de Dios. Lo propio del verdadero profeta es desaparecer una vez que la palabra ha tomado el puesto central, el verdadero profeta se oculta a los ojos del mundo, no busca protagonismo, no sabe dar a Jesucristo la centralidad.

. Todos tenemos que pedir a Dios ser voz de Cristo por la que el Señor hable a los demás, tenemos que pedir al Espíritu Santo que nuestra voz no distorsione la palabra, que no diga ni más ni menos que la palabra, ser la voz fiel que proclama la palabra.  

Punto 720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).


. Juan 3.5: “respondió Jesús, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”, el bautismo de Juan era una petición a Dios del perdón de los pecados y el bautismo de Jesús es conceder el don de la regeneración del hombre, el primero es una súplica, y el segundo nos hace hombres nuevos, encontramos en el segundo el agua viva que calma nuestra sed que solo es saciada en el don del Espíritu que es Jesús. 

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