En las Teofanías y en la Ley
Punto 707 Las
Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los
Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de
los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que, en
estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y
"cubierto" por la nube del Espíritu Santo.
Punto 708 Esta
pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley
(cf. Ex 19-20; Dt 1-11; 29-30), que fue dada como un
"pedagogo" para conducir al Pueblo hacia Cristo (Ga 3, 24). Pero
su impotencia para salvar al hombre privado de la "semejanza" divina
y el conocimiento creciente que ella da del pecado (cf. Rm 3, 20)
suscitan el deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan.
. Cómo vemos al Espíritu Santo preparado en el Antiguo Testamento?.
Una de las formas es cuando Yahveh da la ley a su pueblo, una ley escrita en
tablas de piedra, una alianza de Yahveh con su pueblo. Fue un compromiso donde
el pueblo se compromete a cumplir esa ley y Yahveh se compromete a no apartarse
jamás de ese pueblo. Esa ley ponía en evidencia la impotencia del hombre para
poder cumplirla por la pérdida de la semejanza con Dios en el pecado original.
Romanos 3,20 nos dice “Porque a los ojos
de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se
limita a hacernos conocer el pecado”, es decir, la ley por sí sola
es hacernos conscientes que no somos capaces de vivir según la voluntad de
Dios, la ley deja al descubierto nuestro pecado.
. Hacemos cosas que no queremos hacer y nos proponemos cosas que
luego no somos capaces de hacer. Esto formó parte en el plan de Yahveh para que
el hombre creciese en sed del Espíritu Santo, así Israel fue cayendo en cuenta de
que no le bastaba con una ley escrita en unas tablas de piedra, sin embargo el
espíritu de Yahveh capacita al hombre para que el cumplimiento de la ley no sea
algo pesado sino algo gozoso para el hombre, para que no sea un peso sino una
liberación. Escribe la ley en nuestros corazones como fruto del Espíritu Santo.
. Cuando se ven preceptos, mandamientos y prohibiciones en la ley
de Dios, que nos resultan antipáticos, pues me manda lo que no me apetece y me prohíbe
lo que me apetece, ahí tenemos una percepción muy carnal de ver la ley de Dios,
es una sensación donde falta el Espíritu Santo, y uno todavía no ha
experimentado que la ley de Dios no solo es la voluntad de Dios sino que es
también el bien del hombre, y esto lo hace entender el Espíritu Santo. El
hombre carnal piensa que las cosas son pecado porque están prohibidas de forma
caprichosa por el legislador, sin embargo el hombre espiritual piensa que son
pecado porque hacen daño al hombre, la ley no es un precepto caprichoso de Yahveh,
las cosas no están prohibidas porque son pecado, sino que son pecado porque
hacen daño al hombre. El Espíritu Santo capacita para entender que la
ley es el bien del hombre y al mismo tiempo da la fuerza para poderla cumplir
gozosamente sin que sea un yugo que aplaste al hombre.
En el Reino y en el Exilio
Punto 709 La Ley,
signo de la Promesa y de la Alianza, habría debido regir el corazón y las
instituciones del pueblo salido de la fe de Abraham. "Si de veras
escucháis mi voz y guardáis mi alianza [...], seréis para mí un reino de
sacerdotes y una nación santa" (Ex 19,5-6; cf. 1 P2, 9). Pero, después
de David, Israel sucumbe a la tentación de convertirse en un reino como las
demás naciones. Pues bien, el Reino objeto de la promesa hecha a David
(cf. 2 S 7; Sal89; Lc 1, 32-33) será obra del Espíritu
Santo; pertenecerá a los pobres según el Espíritu.
Punto 710 El olvido
de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte: el Exilio, aparente
fracaso de las Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador
y comienzo de una restauración prometida, pero según el Espíritu. Era necesario
que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación (cf. Lc 24, 26); el
Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el Designio de Dios, y el Resto de
pobres que vuelven del Exilio es una de la figuras más transparentes de la
Iglesia.
. Cuando Israel es llevada al exilio y parece un aparente fracaso
de las promesas, en realidad forma parte de la pedagogía de Dios para
purificarnos, es la sombra de la cruz de Cristo que purifica, es decir para que
el Espíritu Santo esté actuando en nosotros necesitamos desmontar nuestras iniciativas
carnales, uno tiene hechos sus planes donde no le dejamos sitio al Espíritu
Santo. El Señor permite que todos nuestros planes se nos vengan abajo y en
ese desconcierto es cuando el Espíritu Santo encuentra en nosotros menos obstáculos
para actuar. Hay que sentirse impotente para empezar a confiar en el Espíritu
Santo.
. El que pone su esperanza en sus propias manos, en sus propios
medios, en el poder humano, finalmente perece. Y Yahveh utiliza el momento
de la derrota para purificar, para decirle a Israel “porqué has puesto la
esperanza y tu confianza en tu propia fuerza”?, y de este desconcierto va surgiendo
una confianza en el Espíritu Santo. Israel tuvo necesidad del exilio, de la
derrota, de la esclavitud, de la humillación, para confiar en el Espíritu. Nos
enseña que tenemos que vivir como momentos de gracia nuestras humillaciones,
son momentos de gracia y de purificación interior, de confiar en Dios y de
entender que el Espíritu Santo está continuamente llevando a término la obra de
santificación que comenzó en nosotros. Y la cruz y la humillación suele ser
uno de los instrumentos más eficaces de santificación en nuestra vida. Esto
hizo de Israel un pueblo más a la espera del Espíritu Santo.
La espera del Mesías y de su Espíritu
Punto 711 "He
aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a
perfilar, una se refiere a la espera del Mesías, la otra al anuncio de un
Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los
Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la
"consolación de Israel" y "la redención de Jerusalén"
(cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a
Él se refieren. A continuación se describen aquéllas en que aparece sobre todo
la relación del Mesías y de su Espíritu.
Punto 712 Los
rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el
Libro del Emmanuel (cf. Is 6, 12) (cuando "Isaías vio [...] la
gloria" de Cristo Jn 12, 41), especialmente en Is 11,
1-2:
«Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor».
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor».
. Poco a poco Israel se va preparando para la llegada del
Espíritu. Hay dos líneas proféticas que van a preparar la llegada del don del
Espíritu, una es la que se refiere a la espera del Mesías y la otra anuncia un
Espíritu nuevo. Estas dos líneas convergen totalmente, y las vemos en el
anciano Simeón y la profetisa Ana: “Vivía
entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba
el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había
revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor”, “Ana… tenía ochenta y cuatro años. No se
apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se
presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca
del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. Esta
espera mesiánica y esta espera del Espíritu la vemos también en Isaías 11,1-2,
es decir, en ese Mesías que se está esperando se va a posar el Espíritu del
Señor, confluyen la promesa del Mesías y la promesa del Espíritu.
Punto 713 Los
rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo
(cf. Is 42, 1-9; cf.Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; y
también Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por
último Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido
de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para
vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra
"condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra
muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
. Los rasgos de ese Mesías están descritos en el cántico del
Siervo de Yahveh en Isaías 42,1-9: “Este
es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo
he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El
no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.. Yo,
el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te
destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los
ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la
cárcel a los que habitan en las tinieblas. ¡Yo soy el Señor, este es mi
Nombre! No cederé mi gloria a ningún otro ni mi alabanza a los ídolos. Las
cosas antiguas ya han sucedido y yo anuncio cosas nuevas; yo se las hago
oír a ustedes”. Yahveh ha puesto su Espíritu sobre Jesús, están confluyendo
la promesa del Mesías y la promesa del Espíritu.
Punto 714 Por eso
Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de
Isaías (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2):
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor».
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor».
. Cristo inaugura su ministerio leyendo el pasaje de Isaías en
la sinagoga, recordando que en él se cumple esa profecía. Comienza con la
afirmación de que el Espíritu del Señor está sobre él porque le ha ungido, es
decir, es como decir que esa promesa que estaba hecha en el Antiguo Testamento,
es decir, la manifestación que tiene Jesucristo de su mesianismo delante de
Israel es como diciéndole: esa promesa referida al siervo de Israel aquí la
tenéis cumplida, el Espíritu del Señor está sobre mí, confluyen la promesa del
Mesías y la promesa del Espíritu.
Punto 715 Los
textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo
son oráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la
Promesa, con los acentos del "amor y de la fidelidad" (cf. Ez 11,
19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5,
cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés
(cf. Hch 2, 17-21). Según estas promesas, en los "últimos
tiempos", el Espíritu del Señor renovará el corazón de los hombres
grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los pueblos dispersos
y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los
hombres en la paz.
. Los textos principales donde se profetiza la llegada del
Espíritu Santo los vemos en Ezequiel 11,19 “os daré un solo corazón… quitaré de
su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”, es decir, va
a cambiar el corazón de piedra por un corazón de carne, va a cambiar la alianza
escrita en la tabla de piedra a una alianza escrita en el corazón, es como una
espiritualización de la alianza. Es cambiar una moral externa a una moral
interna, cambiar una moral del precepto por una moral del amor. Otro
texto es Ezequiel 36,25-28, “os rociaré con agua pura y quedaréis purificados
de todas vuestras inmundicias”.
. Ezequiel 37,1-14 nos muestra la profecía sobre los huesos,
pidiendo que venga el Espíritu y los regenere. Ese montón de huesos se refiere
al pueblo de Israel que está como seco, desligado de la alianza, disperso, como
oveja sin pastor, y el don del Espíritu Santo es capaz de unir y fortalecer
allí donde el pecado separó.
Punto 716 El Pueblo
de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34,
3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los mansos, totalmente
entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no
de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la
Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para
preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo,
purificado e iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos
pobres, el Espíritu prepara para el Señor "un pueblo bien dispuesto"
(cf. Lc 1, 17).
. Es la disposición de los humildes la que les hace capaces de
recibir este Espíritu, es decir, los pobres de Yahveh son los que están perfectamente
dispuestos a recibir el Espíritu Santo. El que es pobre de Espíritu, todo lo
espera del Espíritu Santo, el que se siente rico de Espíritu no tiene sed del Espíritu
Santo porque ya piensa que lo tiene todo. El pobre de Espíritu siente que le
falta el don pleno y todo lo espera de Dios.
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