domingo, 27 de diciembre de 2015

Catecismo 724-726. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' II

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Punto 724 En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2, 11).

. Aquí el Catecismo utiliza la imagen de la zarza ardiente que no se consumía refiriéndose a María. En la zarza que se quema sin ser consumida, la tradición católica la leyó como un símbolo de María Virgen durante el parto. San Bernardo ve una zarza sin consumirse, cómo es ello posible?, una mujer da a luz sin perder su virginidad, cómo es ello posible?. Cómo es posible que el fuego no consuma, cómo es posible que la maternidad y la virginidad puedan llegar a ser dos vocaciones compatibles, que María sea madre sin dejar de ser virgen. María da a luz sin consumirse, sin deteriorarse porque es un don de Dios.

. En el prólogo del evangelio de san Juan dice “… la Palabra no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios”, es decir, no nació de la sangre que hace referencia a la violencia del parto en el que niño nace envuelto en sangre, sino al parto virginal de María. Dios es capaz de hacer fecunda a una madre haciendo que ese don sea compatible con su virginidad porque es un don que supera al hombre.

Punto 725 En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (cf. Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.

. María es un puente de comunión de Cristo con los demás. Por medio de ella, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión a Cristo con los hombres.

Punto 726 Al término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del "Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.

. Se hace referencia a dos títulos que se le dan a María, el primero es el de Madre, cuando Jesús teniendo a María al pie de la cruz le encomendó la maternidad hacia sus hijos, Juan 19,25-27 “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” María es madre del Cristo total, san Juan en este texto llama a María, mujer y a Juan, tu hijo, como un hijo al que no se le pone el nombre propio de Juan y así prefigure a cada uno de nosotros. María no solo es madre de Cristo sino también madre del cuerpo místico del que su hijo es cabeza, ella ejerce de madre de su hijo y de madre de todos nosotros que estamos insertados en su hijo, somos un solo cuerpo con su hijo, tan unidos estamos a Jesucristo que la maternidad de María hacia su hijo es también hacia nosotros, pero con una diferencia, que la maternidad de María hacia su hijo fue un parto virginal, sin embargo el nuestro es un parto doloroso con esa espada que le atraviesa el corazón, la redención de Cristo le costó a María sudor y sangre, y la maternidad que ejerce hacia nosotros le cuesta dolor, María sufre con sus hijos pues no se puede querer a unos hijos que van por camino de perdición sin sufrir por ellos, es imposible, porque cuando se quiere se sufre.


. El segundo título que se da a María lo vemos en Hechos 1,14 “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos”, María estaba presente en Pentecostés, en el cenáculo, con los apóstoles, atrayendo al Espíritu Santo que vino sobre unos y sobre otros. Tres son los momentos en los que la noche se hizo luz, en la Navidad, en la Resurrección y en el amanecer de Pentecostés.  

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