Punto 702 Desde el
comienzo y hasta "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), la
Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero
activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos,
sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser
esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el
Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3, 14), investiga en él
(cf. Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu, "que habló por los
profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), quiere
decirnos acerca de Cristo.
Por "profetas", la fe de la Iglesia entiende
aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio
y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o
Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y
proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos]
(cf. Lc 24, 44).
. La primera afirmación que hay en este punto, hace referencia a
la plenitud de los tiempos, que está en Jesucristo. Jesús dice a los fariseos “muchos
(en el Antiguo Testamento) soñaron con ver lo que vosotros estáis viendo y
murieron sin verlo” y se refiere a que muchos desearon y suspiraron por ver el
cumplimiento de las promesas pero murieron sin verlo, y a vosotros fariseos os
ha tocado ver este momento de plenitud de los tiempos en Jesucristo y sin
embargo no lo apreciáis. Es la controversia que mantiene Jesús con los
fariseos. Antes de esto, el Verbo y el Espíritu Santo estaban ocultos pero
activos, no están plenamente revelados pero ya han sido prometidos para que
sean esperados y aceptados cuando se revelen. Por ejemplo, cuando Jesús nos
dice “conviene que yo me vaya para que venga el Espíritu Santo, el Paráclito,…”
. Si no se entiende que todo el Antiguo Testamento era una espera
a la llegada de Jesucristo, que formaba parte de una pedagogía de Dios en su
revelación hasta llegar la plenitud de los tiempos en Jesucristo y en
Pentecostés en el Espíritu Santo, pues entonces uno no entiende el Antiguo
Testamento. Así lo vemos en 2ª Corintios 3,14 “Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece
hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el
que lo hace desaparecer”. Algo similar ocurre con los dos de
Emaús, a los que se les cae el velo al revelarse Jesucristo al partir el pan.
Toda la Sagrada Escritura estaba conducida a desvelar, a revelarnos el misterio
oculto de Dios. Tenemos la gracia de que en esta plenitud de los tiempos hemos
conocido al Padre, hemos conocido al Hijo, hemos conocido al Espíritu Santo.
Punto 703 La
Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda
creatura (cf.Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3,
20-21; Ez 37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y
anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él
se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el
Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según
el modo segundo. Antífonas 1 y 2).
. El Catecismo continúa como rastreando aquéllas partes del
Antiguo Testamento en las que de una manera velada se está hablando ya de la
manifestación del Verbo y del Espíritu Santo y así para que comenzásemos a
entender el misterio del Espíritu Santo y del Verbo ocultos en el Antiguo
Testamento todavía no plenamente manifestados. Por ejemplo, en el Salmo 33,6 ”por la palabra de Yahveh fueron hechos los
cielos, por el soplo de su boca todo lo creado”, donde la tradición
cristiana percibe una referencia velada y oculta al Espíritu Santo. En el
inicio de la Sagrada Escritura, en Génesis 1,2, ”Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe
y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía
sobre las aguas”, se sugiere la presencia del Espíritu Santo en la creación.
En la creación, aunque se la apropiemos especialmente al Padre, intervienen
indistintamente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En Génesis 2,7 “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con
arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se
convirtió en un ser viviente”, es otra referencia a la que también la tradición
cristiana ha visto una insinuación del Espíritu Santo. Puede ser entendida esta
referencia como la creación del alma. Hay muchas referencias en las escrituras
sobre la presencia oculta del Espíritu del Verbo.
Punto 704 "En
cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos [es decir, el Hijo y el
Espíritu Santo] Y Él dibujó trazó sobre la carne moldeada su propia forma, de
modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio
praedicationis apostolicae, 11: SC 62, 48-49).
. Esta imagen de san Ireneo habla del Espíritu Santo y del Verbo
como las manos de Dios, es decir, Dios Padre tiene dos manos, una es el Hijo y
la otra el Espíritu Santo, y con esas dos manos moldea al hombre, crea al
hombre dejando impresa su huella en nuestro ser.
Punto 705 Desfigurado
por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo "a imagen de
Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la Gloria de Dios"
(Rm 3, 23), privado de la "semejanza". La Promesa hecha a
Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo
asumirá "la imagen" (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la
restaurará en "la semejanza" con el Padre volviéndole a dar la
Gloria, el Espíritu "que da la Vida".
. Dice el libro del Génesis que el hombre fue creado a imagen y
semejanza de Dios, luego vino el pecado del hombre, y san Ireneo y los padres
de la iglesia lo que interpretan es que al romper el hombre con Dios tras el
pecado, se rompe la semejanza con Dios. Sigue siendo imagen de Dios pero no
la semejanza, ha perdido la semejanza de Dios. Tras el pecado hay algo que
se ha borrado, pero hay algo que permanece, hay una ruptura de la amistad con
Dios pero uno no deja de ser hijo de Dios, sigue teniendo impresas en su
ser las huellas de Dios.
. En Romanos 3,23 se dice “todos pecaron y están privados de la
gloria de Dios”, es decir, esa semejanza que hemos perdido por el pecado es
estar privados de la gloria de Dios, ésta no habita en nosotros. Sin embargo, en
Jesucristo volveremos a recuperar la imagen que habíamos perdido, él la
recupera para nosotros. Juan 1,14 “y la palabra se hizo carne, y puso su
morada en nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre
como hijo único”, es decir, en Jesucristo
el hombre recupera la semejanza, la gloria que había perdido por el pecado.
Cristo se hace semejante a los hombres y nosotros volvemos a ser semejantes a Dios.
Punto 706 Contra
toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como
fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18,
1-15; Lc 1, 26-38. 54-55; Jn 1, 12-13; Rm4, 16-21). En
ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3).
Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en quien la
efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios
dispersos" (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento
(cf.Lc 1, 73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado
(cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn 3, 16) y al don del
"Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda ... para redención del Pueblo
de su posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).
. Génesis 22,17-19 dice: “Luego
el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: Juro
por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado
a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus
descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia
se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”,
es decir, tras la ofrenda que Abraham hace de su hijo Isaac, que estaba
dispuesto a sacrificarle, Dios se compromete con Abraham. Dios se está comprometiendo
con Abraham a enviar a su Hijo y al Espíritu Santo.
. O en Gálatas 3,14 “Y esto,
para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús,
y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, es decir,
cuando Dios estaba bendiciendo a Abraham y le estaba diciendo que hará por él
una descendencia numerosa, le estaba prometiendo a Abraham la llegada del Verbo
y del Espíritu Santo. Podemos ver pues como la Santísima Trinidad estaba
presente desde el comienzo de la Sagrada Escritura, oculta pero estaba actuando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario