jueves, 3 de diciembre de 2015

Catecismo 695-697. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo. Símbolos del Espíritu Santo I

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 695 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibíd., 9, 11: PL 39, 1499)

. Además del símbolo del agua, hay más símbolos como el del fuego, la paloma, la unción, la nube y la luz, el sello, la mano, el dedo. El símbolo de la unción se ha convertido en sinónimo del Espíritu Santo, en la primera carta de Juan 2,20 dice “Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento”, en lugar de decir que estáis llenos del Espíritu Santo dice que estáis ungidos por el Santo, la unción es como ser empapado y penetrado por el Espíritu Santo. Cristo, que significa Mesías en hebreo, también significa el ungido de Dios. En la antigua alianza hubo ungidos del Señor, por ejemplo en Éxodo 30,22-32 “El Señor habló a Moisés en estos términos: Consigue especies aromáticas de la mejor calidad:…..; y prepara con ellos una mezcla aromática, como lo sabe hacer el fabricante de perfumes. Este será el óleo para la unción sagrada. Con él deberás ungir la Carpa del Encuentro, el Arca del Testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus accesorios, el altar de los perfumes, el altar de los holocaustos con todos sus accesorios y la fuente con su base. Así los consagrarás, y serán una cosa santísima. Todo aquello que los toque quedará consagrado. También ungirás a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio. Luego hablarás a los israelitas en estos términos: Ustedes emplearán este óleo para la unción sagrada, a lo largo de sus generaciones. El no será derramado sobre el cuerpo de ningún hombre y no se hará ningún otro que tenga la misma composición. Es una cosa santa, y como tal deberán considerarlo”. Es decir, ya en el Antiguo Testamento existía la imagen de ser consagrado por la unción, además el crisma es una mezcla de aceite y perfume, el aceite simboliza la fuerza de Dios, el aceite penetra en nuestra piel, y el perfume simboliza el buen olor de Cristo, el olor a santidad del Espíritu Santo que nos unge. El crisma con el que ungimos en los bautizos o en la confirmación quiere simbolizar la fuerza del Espíritu Santo en esa unción al mismo tiempo que da el buen olor de la santidad.

. En el primer libro de Samuel 16,13 “Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David”, nos narra la unción del rey David y la venida del Espíritu de Yahveh sobre él. Es la unción con el aceite el signo de esta venida.

. De Jesús emana el Espíritu Santo en sus curaciones como vemos en algunos textos, Lucas 6,19 “y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos” o Lucas 8,46 cuando cura a la mujer con hemorragias “Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza salía de mí”. La fuerza que sale de Jesús no es una energía ni nada parecido, sino el Espíritu Santo. Jesús está lleno del Espíritu Santo, está ungido por él, y difunde el Espíritu Santo a todos los que se acercan a él con fe.

Punto 696 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió [...] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).

. Mientras que el agua significa el nacimiento a una vida nueva, Jesús le decía a Nicodemo que hay que nacer del agua y del Espíritu para entrar en el reino de los cielos, el fuego simboliza la energía, la fuerza transformadora de nuestros actos.  El Espíritu Santo trasmite calor, no admite la mediocridad, abrasa con su fuego.

. Juan Bautista nos dice en Lucas 3,16 “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”, es decir, anuncia a Cristo como el que bautizará en el fuego. Existe pues la imagen de bautizar en el agua y en el Espíritu, existe la imagen de bautizar en el fuego y en el Espíritu. Ardemos en el celo de Dios, no permanecemos indiferentes, salimos de la mediocridad. Bajo la forma de lenguas de fuego es como descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. San Juan de la Cruz llama al Espíritu Santo como la “llama de amor viva”.

Punto 697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf.Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).


. En el libro del Éxodo hay varios pasajes donde aparece el símbolo de la nube, 24,15-18; 33,9-10; 40,36-38, como signo de la presencia de Dios que nos empapa. En el monte Tabor vemos como se formó una nube en el pasaje de la transfiguración como presencia del Espíritu Santo, y es la misma nube la que ocultó a Jesús a los ojos de los discípulos el día de la ascensión. La imagen de la nube es algo que oculta y algo que nos empapa, así es Dios, es trascendente y cercano, nos supera y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Curiosamente se nos dice en Lucas 21,27 que la llegada final, la parusía se describe en medio de una nube “Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario