Punto 695 La
unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del
Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo
(cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación
cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las
Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que
tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo:
la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa
"Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo
"ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente
el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una
manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por
el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el
Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María
concibe a Cristo del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como
Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al
Templo a ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien
Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus
curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él
en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8,
11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su humanidad
victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye
profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en
su unión con la humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto [...] que
realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo
total" según la expresión de San Agustín (Sermo 341, 1, 1: PL 39,
1493; Ibíd., 9, 11: PL 39, 1499)
. Además del símbolo del agua, hay más símbolos como el del fuego,
la paloma, la unción, la nube y la luz, el sello, la mano, el dedo. El símbolo
de la unción se ha convertido en sinónimo del Espíritu Santo, en la primera
carta de Juan 2,20 dice “Ustedes
recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento”,
en lugar de decir que estáis llenos del Espíritu Santo dice que estáis ungidos
por el Santo, la unción es como ser empapado y penetrado por el Espíritu Santo.
Cristo, que significa Mesías en hebreo, también significa el ungido de Dios. En
la antigua alianza hubo ungidos del Señor, por ejemplo en Éxodo 30,22-32 “El Señor habló a Moisés en estos términos:
Consigue especies aromáticas de la mejor calidad:…..; y prepara con ellos
una mezcla aromática, como lo sabe hacer el fabricante de perfumes. Este
será el óleo para la unción sagrada. Con él deberás ungir la Carpa del Encuentro,
el Arca del Testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus
accesorios, el altar de los perfumes, el altar de los holocaustos con todos sus
accesorios y la fuente con su base. Así los consagrarás, y serán una cosa
santísima. Todo aquello que los toque quedará consagrado. También ungirás a
Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio.
Luego hablarás a los israelitas en estos términos: Ustedes emplearán este
óleo para la unción sagrada, a lo largo de sus generaciones. El no será
derramado sobre el cuerpo de ningún hombre y no se hará ningún otro que tenga
la misma composición. Es una cosa santa, y como tal deberán considerarlo”. Es
decir, ya en el Antiguo Testamento existía la imagen de ser consagrado por
la unción, además el crisma es una mezcla de aceite y perfume, el aceite
simboliza la fuerza de Dios, el aceite penetra en nuestra piel, y el perfume
simboliza el buen olor de Cristo, el olor a santidad del Espíritu Santo que
nos unge. El crisma con el que ungimos en los bautizos o en la confirmación
quiere simbolizar la fuerza del Espíritu Santo en esa unción al mismo tiempo
que da el buen olor de la santidad.
. En el primer libro de Samuel 16,13 “Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos.
Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David”, nos
narra la unción del rey David y la venida del Espíritu de Yahveh sobre él. Es
la unción con el aceite el signo de esta venida.
. De Jesús emana el Espíritu Santo en sus curaciones como
vemos en algunos textos, Lucas 6,19 “y
toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos”
o Lucas 8,46 cuando cura a la mujer con hemorragias “Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una
fuerza salía de mí”. La fuerza que sale de Jesús no es una energía ni
nada parecido, sino el Espíritu Santo. Jesús está lleno del Espíritu Santo,
está ungido por él, y difunde el Espíritu Santo a todos los que se acercan a él
con fe.
Punto 696 El
fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la
vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de
los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió [...] como el
fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su
oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo
(cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma
lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el
poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que
"bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu
del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto
desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de
lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los
discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La
tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más
expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama
de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).
. Mientras que el agua significa el nacimiento a una vida nueva,
Jesús le decía a Nicodemo que hay que nacer del agua y del Espíritu para entrar
en el reino de los cielos, el fuego simboliza la energía, la fuerza
transformadora de nuestros actos. El Espíritu
Santo trasmite calor, no admite la mediocridad, abrasa con su fuego.
. Juan Bautista nos dice en Lucas 3,16 “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y
yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los
bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”,
es decir, anuncia a Cristo como el que bautizará en el fuego. Existe pues la imagen
de bautizar en el agua y en el Espíritu, existe la imagen de bautizar en el
fuego y en el Espíritu. Ardemos en el celo de Dios, no permanecemos
indiferentes, salimos de la mediocridad. Bajo la forma de lenguas de fuego
es como descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. San
Juan de la Cruz llama al Espíritu Santo como la “llama de amor viva”.
Punto 697 La
nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones
del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube,
unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo
así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del
Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf.Ex 33,
9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1
Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8,
10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo.
Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su
sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la
montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con
su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se
oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido,
escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que
"ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión
(Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día
de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).
. En el libro del Éxodo hay varios pasajes donde aparece el
símbolo de la nube, 24,15-18; 33,9-10; 40,36-38, como signo de la presencia de
Dios que nos empapa. En el monte Tabor vemos como se formó una nube en el
pasaje de la transfiguración como presencia del Espíritu Santo, y es la misma
nube la que ocultó a Jesús a los ojos de los discípulos el día de la ascensión.
La imagen de la nube es algo que oculta y algo que nos empapa, así es
Dios, es trascendente y cercano, nos supera y es más íntimo a nosotros que
nosotros mismos. Curiosamente se nos dice en Lucas 21,27 que la llegada
final, la parusía se describe en medio de una nube “Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno
de poder y de gloria”.
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