Punto 783 Jesucristo
es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido
"Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas
tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio
que se derivan de ellas (cf .RH18-21).
. El pueblo de Dios está compuesto por todos los fieles, clérigo o
seglares, y la jerarquía hay que entenderla en el marco de todo el pueblo de
Dios, y está al servicio del pueblo de Dios. En un principio el término laico
significó a todos los miembros de este pueblo y a partir del siglo tercero en
la tradición de la iglesia el término laico pasó a designar a los que no eran
clérigos. Lo importante es que todos los miembros bautizados tienen una misma dignidad de hijos de Dios, de miembros
de un pueblo. La iglesia no es el clero, sino que somos todos los bautizados,
de modo que si dentro de la iglesia existe una jerarquía, es para el
servicio del pueblo en la palabra, en el sacramento y en el gobierno. Al
pueblo de Dios los hombres se incorporan por medio de la fe y el bautismo. De
todos es la responsabilidad de evangelizar y de santificarse en la iglesia.
. Al igual que Cristo fue ungido en el río Jordán con el Espíritu
Santo y es presentado por Dios ante el pueblo como sacerdote, profeta y rey.
Así lo entiende Juan Bautista que entiende que su ser profeta ha alcanzado el
culmen y señala a sus discípulos que ya no le sigan a él y le sigan a Jesús.
Este es un momento culmen de manifestación de Jesús como el profeta. En nuestra
liturgia católica, estas tres dimensiones de Jesús como sacerdote, profeta y
rey, las celebramos de distintas maneras: en la culminación del año litúrgico celebramos
la fiesta de Cristo rey del universo, en torno a Pentecostés celebramos la
fiesta de Cristo sumo y eterno sacerdote. Como profeta no tenemos una fecha
concreta, pero como profeta le estamos continuamente celebrando a diario en el
evangelio. Esto que es Jesucristo, lo recibimos nosotros por el bautismo, lo
que en Cristo es por esencia, por su propio ser, en nosotros es por adopción. En
el bautismo hemos sido introducidos en Cristo por el Espíritu Santo y hemos
pasado a forma parte como miembros de Cristo, que es sacerdote, profeta y rey,
y es imposible ser miembro de Cristo si no se es sacerdote, profeta y rey,
porque es su propio ser que es compartido en nosotros.
Punto 784 Al entrar
en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única
de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice
tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de
sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por el
nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan
consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo» (LG 10).
. Los fieles son sacerdotes, en cuanto miembros del pueblo de Dios
sellados por el carácter bautismal. Lo propio del sacerdote es ofrecer un
sacrificio a Dios Padre. El cristiano se ofrece al Padre. Sobre todo en la
eucaristía es donde ejercitamos este sacerdocio al ofrecernos junto con Cristo
como víctimas al Padre. El tema del sacerdocio es importante entenderlo pues la
palabra sacerdote es dirigida a los presbíteros, a los curas, o a todos los
bautizados, hay un sacerdocio ministerial y un sacerdocio común. Lutero
negó el sacerdocio ministerial, el sacerdocio de los presbíteros y afirmó únicamente
el sacerdocio de los bautizados, el común. Los católicos reaccionaron ante la herejía
del sacerdocio ministerial, el sacerdocio ordenado por la sucesión apostólica,
y esta reacción se pudo entender también contra el sacerdocio que todos
recibimos por el bautismo, lo cual es verdad. Lutero negó el sacerdocio
ministerial pero dijo una cosa que era verdad, que es que todos por el bautismo
somos sacerdotes en el sentido de que ofrecemos sacrificios que son agradables
a Dios y que nos unimos a la ofrenda de la eucaristía, no somos meros espectadores
en la eucaristía de lo que hace el cura. Cuando participamos en la eucaristía,
no hemos de ser espectadores porque vamos a participar activamente de ese
sacrificio en el que el sacerdote transforma el pan y el vino en el cuerpo y la
sangre del Señor, y esto solo lo puede hacer el sacerdote por la imposición de
las manos de los obispos, y ese sacrificio lo ofrece el sacerdote y todos nos
unimos en esa ofrenda. En el ofertorio nos unimos al decir amén ejercitando el
sacerdocio en esa ofrenda.
. En la
alianza en el monte del Sinaí, Yahveh le dice a Moisés en Éxodo 19,6 “Vosotros
me seréis un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí. Diles todo esto a los israelitas”. O en Isaías 61.6 ”Y
a vosotros os llamarán sacerdotes del Señor, siervos de nuestro Dios”. Todo
esto que se está prefigurando, ocurrirá en Cristo.
Punto 785 "El
pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de
Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el
de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere
indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para
siempre" (LG 12)
y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este
mundo.
. Aquí se habla del carácter profético de Cristo del que nosotros
también participamos. La palabra profético no significa adivinar, sino que
significa enviado de Dios para anunciar su palabra. Todos los bautizados hemos
recibido el don del Espíritu Santo para comprender el sentido profundo de la
palabra de Dios y para transmitirla y constituirnos testigos de esa palabra
delante de los demás. Lógicamente hay que hacerlo en comunión con la iglesia
para no caer en peligros de subjetivismos o de relativismos, pero uno no puede
dimitir de esa función, como si eso tuvieran que hacerlo otros y yo tengo como
una especie de participación pasiva. El Espíritu Santo me ilumina a mí
personalmente en la comprensión de la palabra y me fortalece para ser testigo
de ella delante de los demás. La vocación de profeta la tenemos todos los
bautizados.
Punto 786 El Pueblo
de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce
su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección
(cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el
servidor de todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y
dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano,
"servir a Cristo es reinar" (LG 36),
particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde descubre
"la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8).
El pueblo de Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a
esta vocación de servir con Cristo.
«La señal de la cruz hace reyes a todos los
regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes;
y así, además de este especial servicio de nuestro ministerio, todos los
cristianos espirituales y perfectos debe saber que son partícipes del linaje
regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un espíritu que, sometido
a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una
conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del
corazón?» (San León Magno, Sermo 4, 1).
. Ser rey lo ejerce el cristiano cuando Dios le da la gracia de
ordenar interiormente su propia persona, de gobernar su cuerpo en su misión a
Dios como dice san León Magno. Uno es rey en la medida en que su voluntad
gobierna su vida y no es arrastrado por sus pasiones. La realeza del cristiano
comienza por el propio gobierno de sus desordenes interiores. A medida que va
creciendo el dominio del espíritu dentro de él, esa realeza se extiende a su
alrededor. También existe la función de satanás que quiere desordenar, quiere
que las cosas no estén hechas para gloria de Dios, y quiere que dentro de nosotros mismos exista un desorden en el
que las pasiones se adueñen de la voluntad. Ser rey es ejercitar el orden
interior y el orden exterior en la sociedad en el que las pasiones son
sometidas a la voluntad, y la voluntad propia es sometida a la voluntad de Dios.
. Ser rey no es darse la buena vida ni mandar y los que demás me
obedezcan. Ser rey es primero mandarse a uno mismo, mandar en tus pasiones, por
eso Jesús dijo “el que quiera ser primero que sea el último y el esclavo de
todos”, pues reinar es servir a los demás y que todo sirva a la gloria
de Dios. Jesús cuando lavaba los pies estaba reinando.
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