Punto 790 Los
creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del Cuerpo de
Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se
comunica a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio
de los sacramentos de una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es particularmente verdad en el caso del Bautismo por el
cual nos unimos a la muerte y a la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6,
4-5; 1 Co 12, 13), y en el caso de la Eucaristía, por la cual,
"compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que nos eleva hasta la
comunión con él y entre nosotros" (LG 7).
. La afirmación de este punto insiste en que estamos siendo
alimentados, que Cristo alimenta su iglesia, que la cabeza alimenta al cuerpo.
Y lo hace a través del bautismo y la eucaristía. El bautismo nos injerta en
Cristo dándonos una vida nueva, y por otra parte el bautismo se complementa con
la eucaristía dónde se nos alimenta. Primero nos injerta y luego nos alimenta.
En el bautismo nace la unión con Cristo y en la eucaristía nos alimenta.
Nuestra unión con Cristo no es por mero voluntarismo nuestro, no basta quererlo
o desearlo, sino que esa unión se realiza por medio de los sacramentos que son
el camino por el que se hace posible la unión. Los sacramentos son un don
místico que nos supera, son pura gracia de Cristo.
Punto 791 La unidad
del cuerpo no ha abolido la diversidad de los miembros: "En la
construcción del Cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de
funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de
los ministerios, distribuye sus diversos dones para el bien de la
Iglesia". La unidad del Cuerpo místico produce y estimula entre los
fieles la caridad: "Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con
él; si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él" (LG 7). En fin, la unidad del Cuerpo místico sale victoriosa de todas las
divisiones humanas: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis
revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre
ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3,
27-28).
. Cuando tenemos una parte de nuestro cuerpo enferma no se nos
ocurre decir mi estómago está enfermo o mi brazo está enfermo, sino que decimos
estoy enfermo, porque tenemos bien claro que cuando nos duele el estómago u
otro miembro nos afecta al resto del cuerpo. Tener un miembro del cuerpo
enfermo nos condiciona al resto de nuestro cuerpo. Tal es la unidad que
formamos en la iglesia, que no podemos fraccionar nuestras partes, uno no puede
desprenderse de una parte sin que eso afecto al todo. Esta imagen que tenemos
del cuerpo es aplicable a la iglesia.
. Unidad y diversidad: nos cuesta un montón compaginar la unidad y
la diversidad. Hemos de integrar unidad y diversidad con la caridad. La caridad
es la clave, en el momento en que hay un amor que nos mueve a todos los que
formamos la iglesia, deja de haber problemas entre unidad y diversidad. Si hay
caridad no hay conflicto y se alcanza la unidad. Cuando falta la caridad somos
muy dados a subrayar lo que nos diferencia. Cuando estamos unidos en Cristo
esas diferencias son anecdóticas y cuando no estamos llenos de la caridad de
Cristo las diferencias suelen ser siempre motivo de fricción porque parece que
yo afirmo lo mío frente a lo tuyo, es una especie de afirmar para contraponerte
a otra persona y no para complementar. Cuando es el espíritu de Cristo las
diferencias son motivo de alegría pero cuando no estamos movidos por el
Espíritu Santo, las diferencias son motivo de pique, de fricción, de comparación,
tendemos a restar en lugar de sumar. El Espíritu Santo es el que forma la
unidad en la iglesia sin que sea en detrimento de la diversidad y forma la
diversidad sin que sea en detrimento de la unidad.
Punto 792 Cristo
"es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 18). Es el
Principio de la creación y de la redención. Elevado a la gloria del Padre,
"él es el primero en todo" (Col 1, 18), principalmente en la
Iglesia por cuyo medio extiende su reino sobre todas las cosas.
. Este punto remarca el cristo-centrismo, Cristo como centro, como
alfa y omega, principio y fin.
Punto 793 Él nos une
a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él
"hasta que Cristo esté formado en ellos" (Ga 4, 19). "Por
eso somos integrados en los misterios de su vida [...], nos unimos a sus
sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados
con él" (LG 7).
. Cristo no me salva desde fuera sin transfórmame. La salvación no
es algo extrínseco. Cristo ha de formarse en nosotros para que la redención sea
completa en el sentido de que el Señor nos transforme por dentro. Cristo que es
la cabeza configura el cuerpo conforme a la gracia que le está dando, gradualmente,
poco a poco la gracia de esa cabeza va transformando al cuerpo. Siendo
integrados en los misterios de la vida de Jesús nos vamos transformando,
recordando por ejemplo cuando Jesús se retiró al desierto cuarenta días,
nosotros comenzamos la Cuaresma, y se nos predica la penitencia, el ayuno, es
decir, nos integramos en los misterios de Jesús, y cuando recordamos la Pasión
de Jesús, nosotros nos disponemos a morir al hombre viejo, al pecado que
arrastramos para nacer de nuevo, es decir, para que no solo seamos espectadores
de lo que le pasó a Jesús sino que lo que le ocurrió a Jesús pase por nosotros.
Es una unión entre la cabeza y el cuerpo.
Punto 794 Él provee
a nuestro crecimiento (cf. Col 2, 19): Para hacernos crecer
hacia él, nuestra Cabeza (cf. Ef 4, 11-16), Cristo distribuye en
su Cuerpo, la Iglesia, los dones y los servicios mediante los cuales nos
ayudamos mutuamente en el camino de la salvación.
. En Efesios 4,11-16 “Y él
mismo concedió a unos ser apóstoles, y a otros, profetas; a
otros anunciar el evangelio, y a otros ser pastores y maestros. Así preparó a los suyos para un acto de servicio, para
la edificación del cuerpo de Cristo…”,
Cristo nuestra cabeza provee al crecimiento del cuerpo, y lo hace por ejemplo en
la vida sacramental, en la oración, en la vida eclesial, en el testimonio de
los santos, etc.
Punto 795 Cristo
y la Iglesia son, por tanto, el "Cristo total" [Christus
totus]. La Iglesia es una con Cristo. Los santos tienen conciencia muy viva de
esta unidad:
«Felicitémonos y demos gracias por lo que hemos
llegado a ser, no solamente cristianos sino el propio Cristo. ¿Comprendéis,
hermanos, la gracia que Dios nos ha hecho al darnos a Cristo como Cabeza?
Admiraos y regocijaos, hemos sido hechos Cristo. En efecto, ya que Él es la
Cabeza y nosotros somos los miembros, el hombre todo entero es Él y nosotros
[...] La plenitud de Cristo es, pues, la Cabeza y los miembros: ¿Qué quiere
decir la Cabeza y los miembros? Cristo y la Iglesia» (San Agustín, In
Iohannis evangelium tractatus, 21, 8).
Redemptor noster unam se personam cum sancta Ecclesia,
quam assumpsit, exhibuit ("Nuestro Redentor muestra que forma una
sola persona con la Iglesia que Él asumió") (San Gregorio
Magno, Moralia in Job, Praefatio 6, 14)
Caput et membra, quasi una persona
mystica ("La Cabeza y los miembros, como si fueran una sola persona
mística") (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 48, a. 2, ad 1).
Una palabra de Santa Juana de Arco a sus jueces resume
la fe de los santos doctores y expresa el buen sentido del creyente: "De
Jesucristo y de la Iglesia, me parece que es todo uno y que no es necesario
hacer una dificultad de ello" (Juana de Arco, Dictum: Procès de
condamnation).
. Se subraya por parte de san Agustín que hemos llegado a ser no
solamente cristianos sino que hemos llegado a ser Cristo porque tal es la unión
entre la cabeza y el cuerpo que no se diferencian. Si Cristo es mi cabeza no es
que sea una parte de mí, es que soy yo. Cristo cuando le dice a Pablo “yo soy Jesús
a quien tú persigues”, Cristo se identifica totalmente con su iglesia, entiende
que la iglesia no es que sea su cuerpo, es que es él mismo.
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