Punto 796 La unidad
de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del cuerpo, implica también la
distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto es expresado con
frecuencia mediante la imagen del esposo y de la esposa. El tema de Cristo
Esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan
Bautista (cf. Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el
Esposo" (Mc 2, 19; cf. Mt 22, 1-14; 25, 1-13). El apóstol
presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa
"desposada" con Cristo Señor para "no ser con él más que un solo
Espíritu" (cf. 1 Co 6,15-17; 2 Co 11,2). Ella es la
Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22,17; Ef 1,4;
5,27), a la que Cristo "amó y por la que se entregó a fin de
santificarla" (Ef 5,26), la que él se asoció mediante una Alianza
eterna y de la que no cesa de cuidar como de su propio Cuerpo
(cf. Ef 5,29):
. La imagen de la esponsalidad no solo está subrayando la
identificación tan grande entre Jesús y su iglesia, entre Jesús y nosotros,
entre la cabeza y el cuerpo, además muestra una imagen de Jesucristo que está
necesitado de nuestro amor. Cuando Jesús dice a la samaritana “dame de beber”,
o a sus discípulos “orad conmigo”, es impresionante ver como Jesús que en
sí es la plenitud, que no necesita de nosotros, ha querido necesitar de
nosotros y ha querido mendigar nuestra reciprocidad. Esta imagen de
esponsalidad, es una imagen de un amor de Dios que se implica con nosotros. En
esta sociedad hay personas que no se implican por no complicarse.
. En Juan 3,29 “En una boda, el que tiene a la novia es el novio;
y el amigo del novio, que está allí y le escucha, se llena de alegría al oírle
hablar. Por eso, también mi alegría es ahora completa”, Juan Bautista se
presenta aquí como el amigo del novio (Jesús es el novio que viene a desposarse
con nosotros). En Marcos 2,19 leemos “Jesús
les contestó: –¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el
novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar”.
Mientras que Jesús estuvo con sus discípulos, el estaba con los suyos, por lo
tanto no era momento de ayunar, y cuando Jesús les sea arrebatado después de su
muerte y ascensión, entones ayunaremos. Mateo 22,1-14 “…El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete
para la boda de su hijo…”, se presenta el reino de los cielos con la imagen
de un rey, imagen de Dios Padre, que celebra el banquete de bodas de su hijo,
celebra el desposorio de su Hijo con la humanidad, con su iglesia. Otros textos
parecidos los vemos en Mateo 25, 1-13 y en las cartas de san Pablo. Es
frecuente en la sagrada escritura la imagen de la esponsalidad de Cristo con su
iglesia.
Punto 797 Quod est
spiritus noster, id est anima nostra, ad membra nostra, hoc est Spiritus
Sanctus ad membra Christi, ad corpus Christi, quod est Ecclesia ("Lo
que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso
mismo es el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia"; san Agustín, Sermo 268, 2). "A este
Espíritu de Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que
todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con
su excelsa Cabeza, puesto que está todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo,
todo en cada uno de los miembros" (Pío XII:Mystici Corporis: DS 3808). El
Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo del Dios vivo" (2
Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21):
«En efecto, es a la misma Iglesia, a la que ha sido
confiado el "don de Dios" [...] Es en ella donde se ha depositado la
comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, arras de la
incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra ascensión
hacia Dios [...] Porque allí donde está la Iglesia, allí está también el
Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y
toda gracia» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 24, 1).
. San Agustín hace una comparación muy gráfica: lo que es el
alma para nuestro cuerpo, es el Espíritu Santo para la iglesia. Un cuerpo
sin alma es un cadáver, el momento de la muerte es el momento de la separación
del cuerpo y el alma, y en el momento en que el alma abandona el cuerpo se pierde
la vida, se desfigura el rosto en el momento en que esa persona deja de estar
ahí. Lo mismo sería la iglesia sin el Espíritu Santo, sería un cadáver, sería
meramente una organización llamada a descomponerse. Si la iglesia no tuviese el
Espíritu Santo, hace tiempo que se habría descompuesto, que habría
desaparecido. El alma habita en todo el cuerpo, si una parte del cuerpo se pierde,
el alma deja de estar en esa parte amputada del cuerpo. Lo mismo pasa con la
iglesia, cuando nos separamos de la iglesia, le impedimos al Espíritu Santo
continuar inhabitando en nosotros y seguir siendo templo del Espíritu.
. Pío XXII complementa la imagen anterior de San Agustín diciendo
que el Espíritu Santo está todo él en cada parte de la iglesia, todo él
en la cabeza, todo él en el cuerpo, no pensemos que hay un trozo del Espíritu
Santo en nosotros y otro poco en…, no el Espíritu Santo está plenamente en cada
una de las partes de la iglesia. De la misma manera que fraccionamos el pan eucarístico
en parte pequeñas, pues Cristo entero está cada una de esas partes pequeñas.
Pio XII insiste en que todo el Espíritu Santo está en cada una de esas partes
de la iglesia, y dentro de los distintos carismas asiste plenamente en cada
uno. En 2ª Corintios 6.16 “somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios, habitaré
en medio de ellos” por lo tanto la iglesia es templo vivo de Dios. En 1ª
Corintios 3,16-17 “no sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de
Dios habita en vosotros”, otra vez se insiste en que somos santuario de Dios.
Se habla de la iglesia como templo del Espíritu Santo, como santuario, como
morada. Por lo tanto todo el Espíritu Santo habita en cada miembro humilde
que formamos la iglesia.
. San Irineo (s.XII) habla de la iglesia como a la que se le ha
confiado el don de Dios, que es depósito de la comunión con Cristo, es decir,
depósito del Espíritu Santo, es decir, la iglesia es un lugar en el que el
Espíritu Santo es depositado. Define a la iglesia como escala de nuestra ascensión
hacia Dios. Y concluye diciendo que allí donde está la iglesia está el espíritu
de Dios y viceversa.
Punto 798 El
Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable
en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808).
Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el cuerpo en la caridad
(cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de
construir el edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual
forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que
hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a
los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las
múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las
cuales los fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas
o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia"
(LG 12; cf. AA 3).
. El Espíritu Santo actúa de diversas formas en la edificación del
cuerpo de Cristo: por la palabra de Dios que está formando a la iglesia, por el
bautismo que nos incorpora a Cristo, por los sacramentos que hacen crecer y
curar, por la gracia concedida a los apóstoles, por los carismas.
Punto 799 Extraordinarios
o sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen
directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a
la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del
mundo.
. Los carismas son una de las formas a través de los cuales el
Espíritu Santo va construyendo la iglesia. Hay carismas extraordinarios y
también carismas humildes, pero todos ellos son gracias del Espíritu Santo. La
verdadera medida de los carismas es la caridad. Pueden ser muchos los carismas
pero si no tenemos amor no somos nada, si no hay caridad, los demás carismas
quedan reducidos a la nada, si no hay caridad, no sirve de nada.
Punto 800 Los
carismas se han de acoger con reconocimiento por el que los recibe, y también
por todos los miembros de la Iglesia. En efecto, son una maravillosa riqueza de
gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el Cuerpo de
Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de dones que
provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente
conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir, según la
caridad, verdadera medida de los carismas (cf. 1 Co 13).
. Tenemos que valorar los carismas no tanto por su
espectacularidad sino por que estén animados por la caridad. Los carismas
tienen que ser acogidos con gratitud por todos nosotros, el hecho de que uno no
tenga uno u otro carisma no te da derecho a juzgar o criticar los carismas
recibidos en otras personas, no hemos de criticar los carismas porque no sean
los nuestros, tenemos que mirar con reconocimiento y gratitud todos los
carismas que el Espíritu Santo suscita en la iglesia y dar gracias a Dios
porque haya gente que tenga carismas que yo no los tengo.
Punto 801 Por esta
razón aparece siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma
dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia.
"A ellos compete especialmente no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo
y quedarse con lo bueno" (LG 12), a fin de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y
complementariedad, al "bien común" (cf. 1 Co 12, 7;
cf. LG 30; CL, 24).
. Compete a los pastores de la iglesia no apagar el Espíritu,
tienen que discernir y quedarse con lo bueno. Una de las claves para discernir cuando
un carisma es verdadero es que sea dócil, que no tenga la terquedad de
considerarse autosuficiente. Cuando un carisma es de Dios uno no pretende
poseerlo, sino que lo pone con confianza en manos de la iglesia. En 1ªCorintios
12,7 “ a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho
común”, tenemos que tener mucha confianza en el provecho común, los carismas
son para provecho común de todos, y habrá personas a las que ese carisma, aunque
no sea el mío, Dios en su providencia lo haya suscitado para bien común de
todos.
. El Espíritu Santo sopla donde quiere y muchas veces complementa
con los carismas aquello que los ministerios de la iglesia no llegan a alcanzar.
No falta el florecimiento de diversos carismas entre los fieles laicos hombres
y mujeres, los carismas se conceden a personas concretas pero pueden ser
participados por otros, de este modo continúan en el tiempo como herencia que
genera una particular afinidad espiritual entre las personas. De la misma
manera que en las órdenes religiosas ha existido un fundador y el carisma de
ese fundador se ha extendido a través de los miembros de esa orden religiosa,
también hay muchos movimientos apostólicos hoy en día en los que Dios ha dado un
carisma a un laico fundador de ese movimiento y luego pues todos aquellos que
han sentido una llamada del Espíritu Santo a participar de ese movimiento han
prolongado y han continuado el carisma que Dios le dio a ese seglar fundador de
ese movimiento en la iglesia. Es un signo de que el Espíritu Santo está
continuamente llamando, suscitando, creando su iglesia, no solo a través de los
ministerios sino también a través de los carismas.
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