domingo, 28 de febrero de 2016

Catecismo 796-801. La Iglesia,Cuerpo de Cristo.La Iglesia es la Esposa de Cristo.La Iglesia,templo del E.S. Los carismas

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Punto 796 La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del cuerpo, implica también la distinción de ambos en una relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia mediante la imagen del esposo y de la esposa. El tema de Cristo Esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan Bautista (cf. Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2, 19; cf. Mt 22, 1-14; 25, 1-13). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa "desposada" con Cristo Señor para "no ser con él más que un solo Espíritu" (cf. 1 Co 6,15-17; 2 Co 11,2). Ella es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22,17; Ef 1,4; 5,27), a la que Cristo "amó y por la que se entregó a fin de santificarla" (Ef 5,26), la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que no cesa de cuidar como de su propio Cuerpo (cf. Ef 5,29):

. La imagen de la esponsalidad no solo está subrayando la identificación tan grande entre Jesús y su iglesia, entre Jesús y nosotros, entre la cabeza y el cuerpo, además muestra una imagen de Jesucristo que está necesitado de nuestro amor. Cuando Jesús dice a la samaritana “dame de beber”, o a sus discípulos “orad conmigo”, es impresionante ver como Jesús que en sí es la plenitud, que no necesita de nosotros, ha querido necesitar de nosotros y ha querido mendigar nuestra reciprocidad. Esta imagen de esponsalidad, es una imagen de un amor de Dios que se implica con nosotros. En esta sociedad hay personas que no se implican por no complicarse.

. En Juan 3,29 “En una boda, el que tiene a la novia es el novio; y el amigo del novio, que está allí y le escucha, se llena de alegría al oírle hablar. Por eso, también mi alegría es ahora completa”, Juan Bautista se presenta aquí como el amigo del novio (Jesús es el novio que viene a desposarse con nosotros). En Marcos 2,19 leemos “Jesús les contestó: –¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar”. Mientras que Jesús estuvo con sus discípulos, el estaba con los suyos, por lo tanto no era momento de ayunar, y cuando Jesús les sea arrebatado después de su muerte y ascensión, entones ayunaremos. Mateo 22,1-14 “…El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete para la boda de su hijo…”, se presenta el reino de los cielos con la imagen de un rey, imagen de Dios Padre, que celebra el banquete de bodas de su hijo, celebra el desposorio de su Hijo con la humanidad, con su iglesia. Otros textos parecidos los vemos en Mateo 25, 1-13 y en las cartas de san Pablo. Es frecuente en la sagrada escritura la imagen de la esponsalidad de Cristo con su iglesia.  

Punto 797 Quod est spiritus noster, id est anima nostra, ad membra nostra, hoc est Spiritus Sanctus ad membra Christi, ad corpus Christi, quod est Ecclesia ("Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia"; san Agustín, Sermo 268, 2). "A este Espíritu de Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros" (Pío XII:Mystici Corporis: DS 3808). El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo del Dios vivo" (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21):
«En efecto, es a la misma Iglesia, a la que ha sido confiado el "don de Dios" [...] Es en ella donde se ha depositado la comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, arras de la incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra ascensión hacia Dios [...] Porque allí donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 24, 1).

. San Agustín hace una comparación muy gráfica: lo que es el alma para nuestro cuerpo, es el Espíritu Santo para la iglesia. Un cuerpo sin alma es un cadáver, el momento de la muerte es el momento de la separación del cuerpo y el alma, y en el momento en que el alma abandona el cuerpo se pierde la vida, se desfigura el rosto en el momento en que esa persona deja de estar ahí. Lo mismo sería la iglesia sin el Espíritu Santo, sería un cadáver, sería meramente una organización llamada a descomponerse. Si la iglesia no tuviese el Espíritu Santo, hace tiempo que se habría descompuesto, que habría desaparecido. El alma habita en todo el cuerpo, si una parte del cuerpo se pierde, el alma deja de estar en esa parte amputada del cuerpo. Lo mismo pasa con la iglesia, cuando nos separamos de la iglesia, le impedimos al Espíritu Santo continuar inhabitando en nosotros y seguir siendo templo del Espíritu.

. Pío XXII complementa la imagen anterior de San Agustín diciendo que el Espíritu Santo está todo él en cada parte de la iglesia, todo él en la cabeza, todo él en el cuerpo, no pensemos que hay un trozo del Espíritu Santo en nosotros y otro poco en…, no el Espíritu Santo está plenamente en cada una de las partes de la iglesia. De la misma manera que fraccionamos el pan eucarístico en parte pequeñas, pues Cristo entero está cada una de esas partes pequeñas. Pio XII insiste en que todo el Espíritu Santo está en cada una de esas partes de la iglesia, y dentro de los distintos carismas asiste plenamente en cada uno. En 2ª Corintios 6.16 “somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios, habitaré en medio de ellos” por lo tanto la iglesia es templo vivo de Dios. En 1ª Corintios 3,16-17 “no sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros”, otra vez se insiste en que somos santuario de Dios. Se habla de la iglesia como templo del Espíritu Santo, como santuario, como morada. Por lo tanto todo el Espíritu Santo habita en cada miembro humilde que formamos la iglesia.

. San Irineo (s.XII) habla de la iglesia como a la que se le ha confiado el don de Dios, que es depósito de la comunión con Cristo, es decir, depósito del Espíritu Santo, es decir, la iglesia es un lugar en el que el Espíritu Santo es depositado. Define a la iglesia como escala de nuestra ascensión hacia Dios. Y concluye diciendo que allí donde está la iglesia está el espíritu de Dios y viceversa.

Punto 798 El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia" (LG 12; cf. AA 3).

. El Espíritu Santo actúa de diversas formas en la edificación del cuerpo de Cristo: por la palabra de Dios que está formando a la iglesia, por el bautismo que nos incorpora a Cristo, por los sacramentos que hacen crecer y curar, por la gracia concedida a los apóstoles, por los carismas.

Punto 799 Extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.

. Los carismas son una de las formas a través de los cuales el Espíritu Santo va construyendo la iglesia. Hay carismas extraordinarios y también carismas humildes, pero todos ellos son gracias del Espíritu Santo. La verdadera medida de los carismas es la caridad. Pueden ser muchos los carismas pero si no tenemos amor no somos nada, si no hay caridad, los demás carismas quedan reducidos a la nada, si no hay caridad, no sirve de nada.

Punto 800 Los carismas se han de acoger con reconocimiento por el que los recibe, y también por todos los miembros de la Iglesia. En efecto, son una maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el Cuerpo de Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de dones que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir, según la caridad, verdadera medida de los carismas (cf. 1 Co 13).

. Tenemos que valorar los carismas no tanto por su espectacularidad sino por que estén animados por la caridad. Los carismas tienen que ser acogidos con gratitud por todos nosotros, el hecho de que uno no tenga uno u otro carisma no te da derecho a juzgar o criticar los carismas recibidos en otras personas, no hemos de criticar los carismas porque no sean los nuestros, tenemos que mirar con reconocimiento y gratitud todos los carismas que el Espíritu Santo suscita en la iglesia y dar gracias a Dios porque haya gente que tenga carismas que yo no los tengo.

Punto 801 Por esta razón aparece siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia. "A ellos compete especialmente no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse con lo bueno" (LG 12), a fin de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y complementariedad, al "bien común" (cf. 1 Co 12, 7; cf. LG 30; CL, 24).

. Compete a los pastores de la iglesia no apagar el Espíritu, tienen que discernir y quedarse con lo bueno. Una de las claves para discernir cuando un carisma es verdadero es que sea dócil, que no tenga la terquedad de considerarse autosuficiente. Cuando un carisma es de Dios uno no pretende poseerlo, sino que lo pone con confianza en manos de la iglesia. En 1ªCorintios 12,7 “ a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común”, tenemos que tener mucha confianza en el provecho común, los carismas son para provecho común de todos, y habrá personas a las que ese carisma, aunque no sea el mío, Dios en su providencia lo haya suscitado para bien común de todos.


. El Espíritu Santo sopla donde quiere y muchas veces complementa con los carismas aquello que los ministerios de la iglesia no llegan a alcanzar. No falta el florecimiento de diversos carismas entre los fieles laicos hombres y mujeres, los carismas se conceden a personas concretas pero pueden ser participados por otros, de este modo continúan en el tiempo como herencia que genera una particular afinidad espiritual entre las personas. De la misma manera que en las órdenes religiosas ha existido un fundador y el carisma de ese fundador se ha extendido a través de los miembros de esa orden religiosa, también hay muchos movimientos apostólicos hoy en día en los que Dios ha dado un carisma a un laico fundador de ese movimiento y luego pues todos aquellos que han sentido una llamada del Espíritu Santo a participar de ese movimiento han prolongado y han continuado el carisma que Dios le dio a ese seglar fundador de ese movimiento en la iglesia. Es un signo de que el Espíritu Santo está continuamente llamando, suscitando, creando su iglesia, no solo a través de los ministerios sino también a través de los carismas.    

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