lunes, 23 de enero de 2017

Catecismo 995-996. La resurrección de Cristo y la nuestra. Revelación progresiva de la resurrección II

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Punto 995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf. 4, 33), "haber comido y bebido con él después de su Resurrección de entre los muertos" (Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él.

. En los textos que se nos ofrecen como Hechos 1,23 se narra como la comunidad cristiana una de las cosas que hizo fue suplir la ausencia de Judas. Se dieron cuenta que Jesús había constituido a los doce y con la falta de Judas por su traición, quedaba como incompleta aquella colegialidad. Los apóstoles entendían que el número 12 no era algo casual sino que Jesús lo había elegido como una imagen de la antigua Israel que estaba constituida en 12 tribus. Entendian que algo faltaba, que la traición de Judas había que suplirla y en Hechos 1,23 cuentan como hicieron para suplirlo: “Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.» Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles”, los dos candidatos del grupo que seguía a Jesús eran discípulos que habían convivido con él desde que comenzó su vida pública hasta su muerte y resurrección. Lo relevante de este texto es que se pone la condición de ser testigo de la resurrección para ser apóstol porque la resurrección de Cristo acredita todo lo anterior que Jesús había dicho, acredita que era cierto y no ensoñaciones o falsedades. Las palabras de Jesús prometiendo y dando esperanza a los pobres no eran pues únicamente palabras bonitas sino que eran palabras llenas de verdad y de sentido. La resurrección llena de verdad a toda su predicación. Lo que Jesús ha hecho además de hermoso es verdadero y así lo testifica con su resurrección.

. Este texto se complementa con Hechos 4,33 “Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús”. Los apóstoles hablarían de muchas cosas de Jesús, pero especialmente lo primero que testimoniaban es que a ese al que vosotros crucificasteis, Dios Padre lo ha resucitado, son testigos por sus sentidos comprobando y palpando el acontecimiento que ha sacudido sus vidas que es Cristo resucitado.

Punto 996 Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1 Co 15, 12-13). "En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne" (San Agustín, Enarratio in Psalmum 88, 2, 5). Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la vida eterna?

. Cuando Pablo predica en el Areópago de Atenas recibió un rechazo fuerte cuando habló de la resurrección de la carne, Hechos 17,32 “Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: «Sobre esto ya te oiremos otra vez.» Así salió Pablo de en medio de ellos. Pero algunos hombres se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita, una mujer llamada Damaris y algunos otros con ellos”, es decir, tuvo poca resonancia esa predicación. Pablo estaba predicando un asunto que era contrario a la cultura de aquél tiempo, pero es que uno tiene que predicar a favor de corriente y contra corriente, es decir, independientemente de la bondad de las personas y sus culturas propias. No somos dueños del evangelio para seleccionar lo que pueda sentar bien o mal a unas determinadas personas, no, predicamos a Cristo completo. Pablo predica la resurrección aun sabiendo que les vaya a costar a los griegos aceptarla. En 1ª Corintios 15,12-13 nos dice:”Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos? .Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”, es decir, tanto les costaba a los griegos creer en la resurrección de la carne que Pablo en esta carta a los Corintios nos deja el testimonio de que había cristianos a los que les costaba creer en la resurrección. Creían en la resurrección de Cristo, pero como eran cristianos de cultura griega, les costaba creer en la resurrección propia.

. Por qué nos cuesta creer tanto en la resurrección?, igual que a los corintios, nosotros tenemos la experiencia de que nos arrastra nuestra condición carnal, que tenemos una tendencia a los pecados de la carne, a la pereza, al materialismo, la gula, … muchas veces vemos los pecados expresados en la carnalidad del hombre y entonces nos cuesta creer que esa carne que la vemos tan pecadora esté llamada a la salvación. Tenemos una especie de tentación de dualismo pensando que el alma es buena y el cuerpo es malo. Pues no, el alma es buena y el cuerpo también, todo lo creado por Dios es bueno y llamado a la salvación. Otra cosa es el uso que damos, igual que el dinero es bueno en sí, lo malo es cuando lo utilizamos mal. Cristo ha venido a salvar al hombre entero, en cuerpo y alma. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él.

sábado, 21 de enero de 2017

Catecismo 992-994. La resurrección de Cristo y la nuestra. Revelación progresiva de la resurrección I

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Punto 992 La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:
«El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna» (2 M 7, 9). «Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él» (2 M 7, 14; cf. 2 M 7, 29; Dn 12, 1-13).

. La primera afirmación importante que se hace es que la fe en la resurrección no fue revelada desde el primer momento al pueblo de Israel, sino que fue el pueblo de Israel el que lo fue descubriendo poco a poco. La revelación es progresiva y Cristo es el culmen de la misma. Jesús es consciente de que la revelación del Antiguo Testamento es parcial. La revelación es progresiva porque el hombre no tiene la capacidad de recibirla de forma integra e instantánea, tiene que prepararse igual que a un niño primero hay que darle una papilla antes de un filete. De hecho algunos especialistas del Antiguo Testamento hablan de que se conocen seis concepciones distintas en las que el pueblo de Israel fue poco a poco progresando de lo que creían sobre el más allá de la muerte hasta que finalmente clarificó su idea de la inmortalidad del alma y de la resurrección al final de los tiempos, eso poco a poco se va clarificando. En este progresivo crecimiento, se van convenciendo de que si Dios fue el creador de los cielos y tierra, el creador del hombre entero, cuerpo y alma, Dios todopoderoso que crea de la nada tiene poder para recrear desde los restos mortales, así pues desde la fe en la creación se llega a la fe en la resurrección. En el pasaje de 2ª Macabeos capítulo 7 donde se muestra el martirio de siete hermanos, vemos como la fe en la resurrección les hace capaces de afrontar ese martirio tan cruel.

Punto 993 Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).

. Hay un texto muy interesante en Hechos 23,8 (“Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso”) donde se ve que el pueblo de Israel estaba dividido en el tema de la fe en la resurrección, mientras que los fariseos creían en la resurrección los saduceos no y mientras que los fariseos creían en la existencia de los ángeles, los saduceos no creían tal cosa. Digamos que los saduceos se habían quedado en la primera parte de la revelación y no habían aceptado los libros que progresivamente… los libros sapienciales, etcétera, que habían ido desarrollando esa revelación primera.
. En Marcos 12,18-27, un grupo de saduceos que no creían en la resurrección van ante Jesús para tenderle una trampa, y el pasaje dice “Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.» Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error”.
. Sin embargo, en el resto de Israel estaba ya consolidada la fe en la resurrección y por ejemplo, los amigos de Jesús: Marta, María y Lázaro creían claramente en la resurrección. Cuando muere Lázaro le dice Marta a Jesús, (Juan 11,24: “Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?. Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo”), Marta ya creía en la resurrección el ultimo día, había ido avanzando la creencia en la resurrección en buena parte del pueblo de Israel. Una de las razones principales de la fe en la resurrección es porque descansa en la fe en que Dios no es un Dios de muertos sino un Dios de vivos, y ese es el argumento que utiliza también Jesús en el pasaje anterior de los saduceos.
Punto 994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, Él habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39), del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10, 34).
. Al llegar Jesucristo, se liga la fe en la resurrección a la fe en la propia persona de Jesucristo, el capítulo 11 de san Juan versículo 25 dice “Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá”, es decir, Jesús pide un paso más que es creer que la resurrección se identifica con la persona de Jesús.

. El Catecismo nos recuerda que en el evangelio se nos ofrecen los tres milagros de resurrección que Jesús quiso realizar como una prenda de la resurrección definitiva. Hay una clara diferencia entre estos tres milagros y la resurrección de Jesús, pues la resurrección de Jesucristo es una resurrección a la vida eterna y en los milagros son resurrecciones a la vida temporal, es decir, volvían a la vida temporal y al cabo de unos años volverían a morir. Jesús sanó a los enfermos también para un tiempo y al cabo de unos años volverían a enfermar, igual que con estas tres resurrecciones.
. El primer milagro es el de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga que vemos en Marcos 5,38: “Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: « Talitá kum », que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer”, este milagro impactó mucho pues se trataba del jefe da la sinagoga que era muy conocido. Lo más hermoso de este texto es que cuando Jesús se acerca a esa casa, Jesús dice que la niña está dormida y este aspecto ha tenido tal fuerza en la comunidad cristiana que hemos llamado dormitorios al lugar en el que depositamos a los muertos. La palabra cementerio significa dormitorios, y fueron los cristianos griegos los que cambiaron el nombre del lugar donde enterraban a los muertos que era llamado necrópolis, que significaba ciudad de los muertos por dormitorio que luego se tradujo al latín por cementerio, y todo ello por la devoción a este texto de la resurrección de la hija de Jairo. “Esta niña no ha muerto, duerme”, y para nosotros la muerte es un dormir a la espera de un despertar.

. El siguiente texto es el de la resurrección de la viuda de la hija de Naím que se encuentra en Lucas 7,11-17 “Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre”, se remarca sobre todo el hecho de que era una mujer viuda que estaba enterrando a su hijo único, lo cual remarca el drama de la soledad de la viuda. Jesús tuvo compasión de ella, compasión ante la soledad del corazón del hombre porque para nosotros la muerte es un drama de soledad.

martes, 17 de enero de 2017

Catecismo 988-991. Creo en la resurrección de la carne

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Punto 988 El Credo cristiano —profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora— culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.

. Aquí el Catecismo encuadra el Credo en torno a las tres personas divinas apropiando a cada una, un aspecto principal. El Credo está dividido en tres partes, la primera hace referencia al Padre y lo refiere a la acción creadora de Dios, la segunda hace referencia al Hijo y lo refiere a la acción salvadora de Dios y la tercera parte hace referencia la Espíritu Santo y lo refiere a la acción santificadora de Dios.

Punto 989 Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad:
«Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8, 11; cf. 1 Ts 4, 14; 1 Co 6, 14; 2 Co 4, 14; Flp 3, 10-11).

. Afirmamos que lo que ocurrió en Cristo es el modelo de lo que esperamos que ocurra en nosotros, nosotros tenemos noticia del más allá por Jesucristo, y lo que ocurrió en Jesucristo así esperamos que ocurra en nosotros. Cristo nos ha hecho cercano lo que nos resultaba lejano, tenemos plena esperanza que su camino es el nuestro.

. En Juan 6,39-40 “Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día. Es difícil hablar más claro por parte de Jesús sobre la resurrección. En Romanos 8,11: “Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros”, y en 1ª Tesalonicenses 4,13: “Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, nos habla de no entristecernos como los que no tienen esperanza, la muerte efectivamente es motivo de tristeza para los que no tienen esperanza porque supone una desesperación, un decir “todo esto para luego nada?, toda esta capacidad que tiene el hombre de ilusionarse, de estar deseando una plenitud que en esta vida no encuentra, al final nada?”, bueno pues nos dice que no nos entristezcamos, porque de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
. San Pablo en Filipenses 3,10-11 nos dice que todo lo estima basura con tal de ganar a Cristo, es decir, todo por lo que nos hemos afanado en la vida, todo por lo que nos hemos roto la cabeza, todo lo que nos ha supuesto disgustos, etcétera, todo eso se queda aquí. Todo eso es insignificante comparado con la clave principal del sentido de la vida que es morir con Cristo para luego resucitar con él.
Punto 990 El término "carne" designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos mortales" (Rm 8, 11) volverán a tener vida.

. Nuestra fe en el más allá de la muerte, cree por una parte en la inmortalidad del alma, en ese alma que se separa del cuerpo en el momento de la muerte, y recibe la retribución inmediata, pues acordaros lo que Jesús le dijo al buen ladrón “hoy estarás conmigo en el paraíso”, no le dijo “en el día final estarás conmigo en el paraíso”, con lo cual estaba hablando Jesús que le daba una retribución inmediata a su alma. Pero también Jesús habla de la resurrección al final de los tiempos cuando El venga en gloria, en la que los cuerpos se unirán a las almas.

. La palabra “carne” se refiere a creatura de Dios, pues Dios salva al hombre entero. El cristianismo desde los primeros siglos se tuvo que enfrentar a las herejías gnósticas, se tuvo que enfrentar a la idea de que hay dos dioses, el dios del bien que crea lo espiritual y el dios del mal que crea lo material. A esos primeros herejes gnósticos les costaba creer que todo lo material fuese bueno y estuviese llamado a la salvación. No aceptaban que Dios creara todo bueno y que lo malo entró por nuestro pecado, por la mala utilización de nuestra libertad, el mal entró por el pecado del hombre, pero el mal no fue creado por Dios. El mal es la falta de bien, es nuestra falta de santidad, pero en sí mismo el mal no es nada. La carne, lo carnal, lo material es bueno, todo es bueno, otra cosa es que nosotros con nuestro pecado lo utilicemos mal. El cristianismo cree en la resurrección de la carne y la condición carnal está llamada también a la salvación. Dios ha venido a salvar al hombre entero, pues cada uno de nosotros no somos únicamente el alma, somos el alma y el cuerpo.

Punto 991 Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. "La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella" (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1):
«¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe [...] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (1 Co 15, 12-14. 20).

. Se subraya como es un elemento esencial de la fe cristiana la resurrección de los muertos. La palabra resurrección de la carne se introdujo en el credo precisamente contra las interpretaciones de tipo gnóstico que no creían en la salvación de lo material, sino únicamente de lo espiritual, que pensaban que la material era malo. Para combatir a esto, se hablo de la resurrección de la carne, para no dejar lugar a dudas de que la dimensión corporal del hombre está llamada a la salvación. Como la palabra muertos puede ser más manipulable porque se podría hablar de muertos pero en sentido espiritual nada más, pues se introdujo la palabra carne para que no se pudiese manipular el sentido de la resurrección de los muertos.

viernes, 13 de enero de 2017

Catecismo 981-983. Creo en el perdón de los pecados. El poder de las llaves del Reino

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Punto 981 Cristo, después de su Resurrección envió a sus Apóstoles a predicar "en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones" (Lc 24, 47). Este "ministerio de la reconciliación" (2 Co 5, 18), no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y llamándoles a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias al poder de las llaves recibido de Cristo:
La Iglesia «ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta Iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado» (San Agustín, Sermo 214, 11).

. Aquí el Catecismo hace referencia al texto de Mateo 16 donde Jesús pone los ojos en Pedro y le elige como roca, como fundamento de la iglesia. En este pasaje Pedro confiesa a Cristo como el hijo de Dios vivo y luego Cristo le responde dándole las llaves del reino de los cielos, Mt 16,13-19 “Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» .Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. En el contexto de este pasaje vemos como Pedro es capaz de ver quién es Jesús, y entonces Jesús le contesta a quien ha sido capaz de reconocerle por la gracia del Espíritu Santo que su misión va a consistir en ser roca y recibir las llaves del reino.
. La imagen de las llaves tenemos que purificarla pues popularmente hemos utilizado la imagen de las llaves de Pedro como la imagen del portero, incluso hemos hechos chistes sobre si Pedro está atendiendo la puerta del cielo, y esta imagen hemos de purificarla. La imagen de la llave tiene muy poco que ver con esa imagen de portero, es más bien la imagen de la autoridad sobre la casa, la autoridad de poder disponer quién es miembro de esa casa y quien no lo es. En el arte español conocemos el cuadro famoso de “La rendición de Breda” donde se entregan las llaves de la ciudad, y algo así significa la imagen de las llaves, la autoridad sobre la casa, la capacidad de abrir y cerrar, la capacidad de disponer quien entra en esa casa y quien no entra en esa casa.
. Tambien se nos ofrece el texto de Lucas 24,36-47 cuyo contexto es la aparición de Cristo resucitado, la ascensión a los cielos y el anuncio de que se va a recibir el Espíritu Santo, es un momento solemne. Dice el texto “Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.» Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”. Es un texto solemne pues casi está Jesús dando el testamento último antes de ascender a los cielos, Jesús aparece resucitado, les da a los apóstoles el don de perdonar los pecados, les proclama que todo estaba como finalizado para poder otorgarles el poder de perdonar los pecados a todas las naciones comenzando por Jerusalén y antes de ascender a los cielos, les da la promesa de que el Padre les va a revestir de poder desde lo alto, el poder de perdonar los pecados. Todo este pasaje se centra en torno a la acción fundamental de perdonar los pecados, para eso había venido Cristo y esa misma capacidad de Cristo la trasmite a los suyos. Además Jesús les dice a sus apóstoles que no solo tienen que anunciar que Jesús nos ha perdonado los pecados en la cruz, sino que ellos van a ser instrumentos del perdón de los pecados. Los apóstoles no son solo anunciadores sino que son instrumento de ello, y esto es muy importante pues es una de las cosas que distinguen la fe católica de la fe protestante, esta última no entiende que nosotros seamos instrumentos de Cristo para trasmitir el don de la salvación.

. En 2ª Corintios 5,18 “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación… somos, pues, embajadores de Cristo...”, nos dice que Cristo fue el instrumento de Dios Padre para reconciliar al mundo y la iglesia es el instrumento de Cristo para prolongar ese ministerio de reconciliación. 

Punto 982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón" (Catecismo Romano, 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).

. La Sagrada Escritura insiste en la capacidad de Dios de renovarlo todo, de hacer nuevas todas las cosas, Jesús en su redención es capaz de hacer borrón y cuenta nueva, de recrearnos, de regenerarnos, de hacernos hombres nuevos…. Cuántas veces para nosotros el pasado es una rémora, bueno pues el Señor nos libera gratuitamente del pasado, nos libera de nuestro pecado, esto es un don inmenso. En Mateo 18,21-22: “Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. El perdón gratuito de Dios se manifiesta en dos cosas, en la reiteración ilimitada del perdón, Jesús tiene esperanza en el hombre, tiene esperanza en que todo hombre tiene un momento de gracia, acordémonos del pasaje “este árbol no da fruto, lo cortamos, y Jesús dice, dejadlo sin cortar, a ver si el año que viene da fruto”; y el perdón también se manifiesta en que el perdón se ofrece a cualquier tipo de pecado por muy grave que sea, el Señor se complace especialmente en perdonar a los pecadores más endurecidos, no es un problema la gravedad del pecado ni que haya sido reiterativo, el problema es la cerrazón al arrepentimiento, la falta de fe en que Dios pueda hacer de nosotros una criatura nueva.
. Cuando se dice que el pecado contra el Espíritu Santo no puede ser perdonado, se refiere al pecado del endurecimiento de corazón, se refiere a la cerrazón de recibir la gracia, a no querer disponerse a recibir el perdón gratuito de Dios. El pecado contra el Espíritu Santo es el pecado de impenitencia, de dureza de corazón, es aquello que le imposibilita a Dios darnos el perdón, en el fondo es el no querer recibir el perdón, no querer recibir la luz, es aquello que dice el evangelio de san Juan “la luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron”, eso es lo que no puede ser perdonado, pues sería como decir que los pecados pueden ser perdonados sin arrepentimiento, y no, los pecados no pueden ser perdonados sin arrepentimiento porque entonces Dios no respetaría nuestra libertad.
Punto 983 La catequesis se esforzará por avivar y nutrir en los fieles la fe en la grandeza incomparable del don que Cristo resucitado ha hecho a su Iglesia: la misión y el poder de perdonar verdaderamente los pecados, por medio del ministerio de los Apóstoles y de sus sucesores:
«El Señor quiere que sus discípulos tengan un poder inmenso: quiere que sus pobres servidores cumplan en su nombre todo lo que había hecho cuando estaba en la tierra» (San Ambrosio, De Paenitentia 1, 8, 34).
«[Los sacerdotes] han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles, ni a los arcángeles [...] Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo» (San Juan Crisóstomo, De sacerdotio 3, 5).
«Si en la Iglesia no hubiera remisión de los pecados, no habría ninguna esperanza, ninguna expectativa de una vida eterna y de una liberación eterna. Demos gracias a Dios que ha dado a la Iglesia semejante don» (San Agustín, Sermo 213, 8, 8).

. Nos recuerda que la catequesis ha de esforzarse en la importancia del don del perdón de los pecados. La gran noticia es el perdón porque el gran mal es el pecado. A veces nosotros esperamos en nuestra vida que se resuelva este u otro problema sin darnos cuenta que esos problemas son la consecuencia del verdadero problema que es nuestro pecado. Acordémonos del pasaje en el que bajan al paralítico desde el techo de una casa porque no había sitio para entrar y Jesús para sorpresa de todos y del propio paralítico, Jesús le dice “tus pecados están perdonados” y los allí presentes le dirían, “oye que te has equivocado, que ha venido para que le cures su parálisis”, y Jesús podía responder “no, no me he equivocado, el gran problema de éste no es su parálisis, son sus pecados”, y esto es un reflejo de lo que nos pasa a todos nosotros, que nuestro gran problema es el pecado, y si Jesús curó la parálisis de aquél hombre fue para dar testimonio de que aquello que le había dicho de que tus pecados son perdonados era cierto. Es decir, Jesús nos está describiendo cual es nuestro problema más profundo, que no es esa parálisis, que no es mi problema de salud, que no es mi disgusto, que no es mi fracaso, que no es tantas cosas, no, el problema principal es mi pecado y Cristo me hace nuevo, y el poder del perdón de los pecados otorgado por Cristo a la iglesia da la capacidad de incidir en lo fundamental sin dejarnos despistar por otros males que no son el mal principal.

. Las cosas en mi vida se podrán torcer o truncar, yo quizás no entenderé nada, pero lo que sí que se, es que Cristo es mi libertador y él me hace nuevo, el me regenera en una vida nueva y eso es lo importante y lo demás “publicidad”. Mi esclavitud es la del pecado y no es otra, y El ha puesto en manos de la iglesia esa tarea de reconciliación y de liberación, la iglesia es la gran libertadora. Algunos ven todo lo contrario porque no tienen ojos de fe, se piensan que la iglesia está poniendo cadenas a la gente cuando es todo lo contrario, es la gran libertadora, la que da esperanza de vida eterna al hombre.

. Nos dice san Juan Crisóstomo que este don del perdón se lo ha dado Dios a los sacerdotes, no se lo ha dado ni a los ángeles ni arcángeles. Algún santo padre incluso explica así el motivo de la rebelión de los ángeles contra Dios, que siendo ellos de una naturaleza superior a la humana no aceptaron que se otorgara a los hombres ese don de capacidad de reconciliación, de trasmitir el perdón de Dios.

lunes, 9 de enero de 2017

Catecismo 979-980. Creo en el perdón de los pecados. Un solo bautismo para el perdón de los pecados II

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Punto 979 En este combate contra la inclinación al mal, ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado? "Puesto que era necesario que, además de por razón del sacramento del bautismo, la Iglesia tuviera la potestad de perdonar los pecados, le fueron confiadas las llaves del Reino de los cielos, con las que pudiera perdonar los pecados de cualquier penitente, aunque pecase hasta el final de su vida" (Catecismo Romano, 1, 11, 4).

. Aquí se nos recuerda que tras el bautismo quedó una inclinación al mal en aquel que incluso había sido puesto bajo la bandera de Cristo por el bautismo. Aunque el bautismo deja a una persona plenamente purificada y preparada para ir al cielo, no suprime la tendencia que tiene nuestra naturaleza a la concupiscencia, esa inclinación al mal que no es pecado en sí misma. En esa lucha contra esa inclinación al mal, era previsible que la iglesia fuera a necesitar de un instrumento más para purificarnos, que después del bautismo era previsible que el hombre fuera a caer bajo las garras de la tentación, y no iba a ser suficiente el bautismo para la mayoría de los cristianos, pues como vemos en la carta de Pedro “satanás anda rondando en torno a vosotros queriendo también apartaros de la gracia bautismal”.

. La vida es combate, es milicia, estamos llamados a no pactar con el pecado, a ser luchadores con la gracia de Cristo. Se habla de milicia en el sentido estimulante de recibir la fuerza de Cristo para combatir y no pactar con satanás sino hacer de Cristo nuestro rey y luchar por la instauración del reino de Cristo. La iglesia con el paso de los siglos fue desarrollando el sacramento de la penitencia como instrumento de ese combate contra el mal.

Punto 980 Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia:
«Los Padres tuvieron razón en llamar a la penitencia "un bautismo laborioso" (San Gregorio Nacianceno, Oratio 39, 17). Para los que han caído después del Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la Penitencia, como lo es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados» (Concilio de Trento: DS 1672).

. Siendo Dios rico en misericordia, y sabiendo que somos de barro, procuró un remedio que de vida para quienes después del bautismo nos hubiésemos entregado por desgracia a la esclavitud del pecado, al poder del demonio, a saber, el sacramento de la penitencia. Por su misericordia quiso Dios dar a luz este sacramento, por el que se aplica el beneficio de la muerte de Cristo a quienes hemos caído después del bautismo, se presenta de alguna manera como un complemento del bautismo.
. En los primeros siglos los padres llamaban al sacramento de la confesión, el segundo bautismo o segunda tabla de salvación. Jesús nos indicó: “id por todo el mundo y perdonad los pecados, a quienes les perdonéis los pecados quedaran perdonados….” Pero Jesús no explicitó a los apóstoles de qué manera tenían que llevar a cabo ese sacramento, por ejemplo, Jesús no les dijo a los apóstoles con qué frecuencia debían administrar dicho sacramento. De hecho en los primeros siglos, la iglesia permitía la administración del sacramento de la penitencia una única vez en la vida, como una segunda tabla de salvación. Esto cambió con el tiempo porque los cristianos iban posponiendo para el momento casi final de su vida la recepción de este sacramento con lo que se iba convirtiendo más o menos en una especie de unción de enfermos. La iglesia entendió que el sacramento de la penitencia era bueno que pudiese ser reiterada, y también se dejaría iluminar por las palabras de Jesús (Mateo 18,23 “Pedro se acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Dícele Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” Imaginamos que estas palabras iluminaron a la iglesia para que la confesión no fuera una única vez en la vida sino que se pudiera reiterar a lo largo de la vida.

. En los primeros siglos, el sacramento de la penitencia era hecho de una manera más pública, existía el orden de los penitentes. Aquellos que pedían reconciliarse con la iglesia ingresaban en el orden de los penitentes y de esa manera se les pedía un tiempo de penitencia que podía durar incluso varios años hasta que finalmente eran reconciliados en la iglesia. Estaban también tarifadas las penitencias según los distintos pecados, y uno ingresaba en el orden de los penitentes y podía estar más o menos tiempo dependiendo de la gravedad de sus pecados. Esto no significa que la confesión del pecado fuese pública, pero de alguna manera como todos sabían a qué tipo de pecado correspondían las penitencias, pues casi, casi se intuían los pecados de cada uno. Se cumplía la penitencia antes de recibir la absolución, no como ahora que recibimos la absolución y después cumplimos la penitencia. En aquél tiempo uno ingresaba en el orden de los penitentes y hasta que no cumplía la penitencia no era reconciliado con la iglesia. El orden de los penitentes no participaba de la eucaristía, sino que se ponían en la entrada de la iglesia como sentido de que mientras no cumpliesen la etapa de purificación no podían acceder a la plena celebración del sacramento de la eucaristía. Esto marcaba una forma muy seria de vivir la eucaristía.

sábado, 7 de enero de 2017

Catecismo 976-978. Creo en el perdón de los pecados. Un solo bautismo para el perdón de los pecados I

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Punto 976 El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a su Apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).
(La Segunda parte del Catecismo tratará explícitamente del perdón de los pecados por el Bautismo, el sacramento de la Penitencia y los demás sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Aquí basta con evocar brevemente, por tanto, algunos datos básicos).

. El símbolo de los apóstoles o credo de los apóstoles, que es el credo corto que habitualmente rezamos en la santa Misa, se compone de tres partes, la primera referida al Padre, la segunda referida a Jesucristo y la tercera al Espíritu Santo. En esta tercera parte, se vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo. Dentro de la tercera parte entran: la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Estas cinco materias de fe están ligadas al Espíritu Santo porque se entienden como dones del Espíritu Santo. La iglesia católica se inauguró en Pentecostés, el Espíritu Santo es el que nos une creando entre nosotros una profunda comunión, si el pecado nos fraccionó, el Espíritu Santo crea comunión entre nosotros. Por la fuerza del Espíritu Santo resucitaremos a una vida nueva y nuestros cuerpos serán regenerados. Es el Espíritu Santo el que nos introduce en la vida divina.
. El perdón de los pecados se liga al Espíritu Santo sobre todo por el texto de Juan 20,22-23 “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos », es un pasaje de una de las apariciones de Cristo resucitado que es una preparación de Pentecostés porque también aquí aparecen los apóstoles como hombres temblorosos, llenos de miedo, estando las puertas cerradas por miedo a los judíos, y Jesús se presenta en medio de ellos sin haber tocado la puerta para donar la paz, con ello se remarca la paz como un don de Cristo. Una vez que les dice “paz a vosotros”, les mostró las manos y el costado, les muestra las huellas de la pasión, les está diciendo “mirad cual es el precio de la paz”, el don de la paz es un don que Cristo nos ha obtenido por su muerte redentora. Nosotros los cristianos concebimos la paz no solo como una especie de estrategia política que lleva más o menos a una convivencia que a veces es una paz que no es mas que un egoísmo consensuado, a veces las paces políticas son una especie de injusticias consensuadas. La paz de Cristo no es una estrategia sino que consiste en el hombre que nace de nuevo, que renace, que es recreado por Cristo, parte de un profundo arrepentimiento que hace al hombre nuevo. La paz del mundo es una paz compatible con que el hombre siga siendo el hombre viejo, el hombre lleno de pecado, puede ser una paz que hasta a veces le puede resultar más rentable y pueda sacar un provecho egoísta.
. Jesús sopla sobre los apóstoles, y el don del Espíritu Santo está recibido por la imagen del soplido, imagen que también la iglesia la ha recogido en algunas imágenes sacramentales como por ejemplo cuando el obispo en la misa crismal sopla sobre los óleos que serán utilizados por las parroquias durante todo el año. Igualmente evocamos ese soplido en Génesis 2,7 “Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”, y si el soplo de Dios creó al hombre, el soplo de Jesucristo recrea al hombre por el perdón de los pecados. Hay un nacer que está en la creación de Dios y hay un renacer que está en la recreación de los sacramentos por el que Dios nos regenera a una vida nueva. Hemos nacido físicamente y hemos nacido sobrenaturalmente en nuestro Bautismo.
Punto 977 Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al Bautismo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará" (Mc 16, 15-16). El Bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (cf. Rm 4, 25), a fin de que "vivamos también una vida nueva" (Rm 6, 4).

. Recibimos la vida resucitada de Jesucristo del sacramento del bautismo. El bautismo es nuestra pascua, para nosotros el bautismo es la pascua de Jesús, el paso de la muerte a la vida, por eso la primitiva comunidad cristiana celebraba los bautismos en la noche pascual simbolizando en ello que es nuestro paso de la muerte a la vida.

Punto 978 "En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la culpa original, sea de cualquier otra cometida u omitida por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarlas. Sin embargo, la gracia del Bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario [...] todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal" (Catecismo Romano, 1, 11, 3).


. Se remarca que el sacramento por excelencia para el perdón de los pecados es el bautismo que nos recrea, nos hace hombres nuevos, es tan pleno el perdón que no nos queda nada por borrar. Cuando un adulto es bautizado, está recibiendo el perdón de todos los pecados personales que haya podido cometer porque el bautismo le ha recreado plenamente a una vida nueva. Ahora bien, el bautismo no nos libra de las tendencias de la naturaleza humana, no elimina nuestra tendencia a la concupiscencia que nos puede arrastrar al pecado. La virgen María es la única persona humana que no ha tenido esa concupiscencia, esa tendencia al mal, pero nosotros sí que la tenemos, y hacemos compatible dos cosas, una que el bautizado ha quedado regenerado plenamente, es una criatura nueva, en él no queda rastro de pecado, está perfectamente purificado, aunque a nivel natural el bautizado tiene que luchar con sus tendencias como todo el mundo, el bautizado va a tener la misma tendencia a la pereza que el no bautizado, va a tener la misma tendencia al egoísmo que el no bautizado.

viernes, 6 de enero de 2017

Catecismo 971-972.María,Madre de Cristo,Madre de la Iglesia.Culto a la Santísima Virgen.Icono escatológico de la Iglesia

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Punto 971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC 56). La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (MC 42).

. Es imprescindible para todo cristiano dar culto a María, la veneración a María. No se puede ser católico sin tener esa devoción hacia la virgen María, no se puede ser verdadero seguidor de Jesucristo prescindiendo de la veneración a su madre. María es imprescindible en nuestra fe cristiana. El centro de nuestra religión cristiana es Cristo, pero María es imprescindible. Hay devociones a María que han sido especialmente recomendadas por la iglesia como la del santo rosario. San Pío V en el siglo XVI lo formuló más o menos como nosotros lo rezamos ahora. Juan Pablo II introduce los misterios luminosos. De esta manera la iglesia recomienda insistentemente el rezo del santo rosario acordándonos de que Jesús nos dijo que orásemos sin desfallecer, pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, y esa petición que Jesús nos hizo de que tengamos una oración constante también se traduce en la oración del santo rosario. Es como la tradición occidental ha expresado ese mandato de Jesús de orar sin desfallecer. En la tradición oriental ha primado más la oración litánica, por ejemplo a través de la expresión “Jesús misericordia, Jesús misericordia” dejándose empapar por esa repetición litánica. Así también, cada vez que nosotros rezamos el santo rosario, estamos repitiendo “Jesús misericordia”. Como decía el cura de Ars, el hombre es un mendigo, y qué otra cosa va a hacer sino pedir la gracia, así el ave María es la oración lógica del mendigo.

. La oración de consagración a la virgen María también ha sido firmemente recomendada por la iglesia: “Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guardame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén. Esta consagración no es una desviación teológica pues tenemos claro que una cosa es el culto a Dios y otra cosa el culto por el que veneramos con singularidad a la virgen María. Nosotros somos de Dios, somos criaturas suyas, y Dios ha querido que seamos de María incluso antes de que nos consagrásemos a ella, por lo tanto consagrarse a María no es mas que hacer un reconocimiento explicito de que estamos encomendados por Dios a María. El que uno se consagre a María no significa un comienzo pues somos de María desde siempre porque Dios nos puso bajo su cuidado. Otra cosa es que en el momento en que se hace la consagración uno es consciente, la consagración se hace no para que empiece como tal, sino para que empiece a ser consciente de que María cuida de uno. Consagrarse a María es caer en cuenta de que Dios nos encomendó ella. Consagración en el sentido estricto significa que uno se consagra a Dios, es la consagración bautismal que es ser de Dios, pero es que Dios ha querido que seamos de María, que nos encomendemos bajo María, El dijo “hay tienes a tu hijo..” y le pidió a María que se consagrase como madre nuestra y a nosotros que nos consagrásemos como hijos de su madre.

. Hay otras devociones también destacadas como el Ángelus, que nos enseña a vivir el misterio de Dios por medio de la encarnación. Otras devociones van unidas a la medalla milagrosa, la de los cinco primeros sábados del mes. Es decir, hay un cúmulo de devociones que nos ayudan como medios el alcanzar el fin, que es llegar al amor a María, y en María el amor a Cristo. El rasgo fundamental de la devoción a María es ser capaz de percibir en ella la obra más bella que Dios ha hecho. Tenemos con ella una relación singular de maternidad, es mucho más intensa que la maternidad carnal en la tierra, cada vez dependemos menos de nuestra madre carnal según va avanzando nuestra vida, sin embargo con nuestra madre del cielo pasa al revés, María cada vez es más madre según avanza nuestra vida.
. Hay algunos errores a los que tenemos que estar atentos a ellos, por ejemplo cuando se dice “a mí me basta Jesucristo sin necesidad de María”, es como si un niño dijese que a él le basta la vida que ha recibido de Dios sin que necesite de la madre a través del cual Dios le ha concebido. Pues claro que nosotros hemos recibido la vida de Dios, pero Dios se ha servido de nuestra madre que nos ha engendrado, entonces nadie puede decir que “Dios me ha dado la vida pero puedo prescindir de mi madre terrenal” pues es un pecado de soberbia y un no agradecer los medios a través de los cuales Dios te da la vida. Dios te da la vida, pero te la da a través de tu madre. Uno no puede decir que es seguidor de Cristo y prescindir de María.

. Otro error es por ejemplo hablar de María como que es el rostro de la misericordia frente a la justicia de Dios, y así es como si María nos consiguiera el perdón ante la ira de Dios. Esto, aunque se diga con buena voluntad, no es correcto porque María es el reflejo de la misericordia de Dios. No hay que contraponer a María con Dios, María es reflejo de Dios. Por tanto el culto a la virgen María nos enseña a poner nuestro corazón en Dios.

Punto 972 Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:
«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (LG 68).

. Igual que se dice que el cuerpo es icono del alma, el alma está oculta en el cuerpo, el alma se expresa a través del cuerpo, se dice en ese refrán popular que “los ojos son el espejo del alma”, la corporalidad es expresión del alma. Esto es lo que significa ser icono. María es el icono de Dios, María es como la luna que refleja la luz de Cristo. Pero María no es solo icono, es icono escatológico, con lo cual estamos como diciendo que María es como un adelanto, como las arras de lo que está por llegar, en María vemos la promesa realizada, eso que Dios nos ha prometido lo vemos realizado en María, eso que para nosotros es una esperanza, en María es una plena realidad. Hay dos caminos para llegar a Dios, la inocencia y la penitencia, en María ha sido por el camino de la inocencia y en nosotros es por el de la penitencia, y una de las cosas que a veces nos cuesta más creer es que Dios nos pueda hacer santos. Es mucho más fácil creer en la existencia de Dios que creer que Dios nos pueda santificar, porque a veces estamos ya desesperados porque estamos continuamente repitiendo y cayendo en los propios pecados, por eso se levanta la figura de María, porque Dios nos dice “lo he hecho en María y lo haré en ti”, mira ese icono y mira lo que quiere hacer Dios en ti. En María por el camino de la inocencia y en ti por el de la penitencia. Esa imagen de María como icono escatológico le está diciendo a la iglesia qué es la iglesia, la iglesia es madre, a qué está llamada la iglesia?, pues a llevar a sus hijos a Dios, María le enseña a la iglesia cuál es su vocación, cuál es su misión, llevar a Jesucristo a sus hijos.

lunes, 2 de enero de 2017

Catecismo 967-970. María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia. María es nuestra Madre en el orden de la gracia

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Punto 967 Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" [typus] de la Iglesia (LG 63).

. Entendemos por figura o tipo cuando designamos los simbolismos que se descubren en el lenguaje bíblico. En este lenguaje se utilizan términos que están describiendo, son prefiguraciones, cosas que prefiguran otras que están por llegar. Ser figura o tipo es como decir ejemplo, sombra, parábola, imitación. Por ejemplo san Pablo describe muchos de estos tipos, así dice que Adán era un figura del que estaba por venir refiriéndose a Jesucristo, dice también que el maná era una figura de lo que estaba por llegar que era el pan de la eucaristía, también en el paso por el desierto, el agua que brotó de la roca era una figura de lo que estaba por llegar que era el agua bautismal, también la serpiente de bronce que fue levantada en aquél palo era una figura de lo que estaba por llegar que era la cruz salvadora de Cristo. A todo esto se le llama figuras, prefiguraciones o tipos, donde en la sagrada escritura es como una insinuación del cumplimiento pleno del plan de salvación. El mundo judío en el Antiguo Testamento vivió las sombras de las cosas venideras y finalmente en Cristo ha llegado la imagen en la que se proyecto su sombra en el Antiguo Testamento. Esta tipología la vemos en la santa Misa donde siempre se nos evocan figuras del Antiguo Testamento en la primera lectura que se ven cumplidas en Cristo.

. En este sentido, se dice que María es figura, es tipo de la iglesia. Lo es por varios motivos:
·         Por su adhesión a la voluntad del Padre. Si María dijo en el anuncio del ángel “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu voluntad”, si Jesús dijo en Getsemaní “que no se haga mi voluntad sino la tuya”, nos damos cuenta de que María en plena conjunción con su hijo Jesucristo está enseñando a la iglesia cual es su función… su función es hágase la voluntad de Dios. La iglesia aprende de Jesús y de María a decir “hágase”.
·         Por la obra redentora de su hijo. María ha sido asociada a la pasión de Jesús desde el principio, ya el anciano Simeón le profetiza “y a ti una espada te traspasará el corazón”. María sufre con su hijo y en su propia carne la pasion de Jesús, y sin embargo María no tiene un amor posesivo, no le cuesta darlo para el mundo, no le cuesta darlo para la voluntad de Dios. María es un acicate para que Jesús se entregue a la voluntad del Padre. Lejos de haber sido un freno, ha animado a su hijo camino de la cruz padeciendo junto con él.
·         Por su adhesión a toda moción del Espíritu Santo. Igual que el evangelio nos dice que Jesús fue movido al desierto por el Espíritu Santo, que Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, que Jesús se dejaba mover por el Espíritu Santo. Lo mismo cabe decir de María, el Espíritu Santo le condujo a Ein Karem a visitar a su prima Isabel, también María llena del Espíritu Santo ora y eleva su oración a Dios cuando por ejemplo reza el Magnificat.

. Si se dice de María “dichosa tú que has creído”, también Jesús dice de nosotros “dichosos vosotros cuando creéis, dichosos los que crean sin haber visto”, dichoso todo creyente porque está haciendo un acto de fe, de abandono, de seguimiento en fidelidad a Jesús del cual es tipo María. María es pues figura, es imagen de la iglesia, es el tipo, y así lo entendemos.

Punto 968 Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. "Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).

. Dios ha querido asociarnos a su plan de salvación como colaboradores conscientes y libres, y María es la perfecta colaboradora en la obra de Dios. En vida de Jesús fue colaboradora activa, llevó en su seno a Jesucristo, estuvo al pie de la cruz entregando a su hijo, se asocia al sacrificio de su hijo.

Punto 969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna [...] Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG62).

. María es el instrumento del cual muchas veces Dios se sirve para dar sus consolaciones. El momento de la noche se hace más llevadero por el hecho de que la luna está reflejando la luz del sol. Así también es María, que en muchas noches oscuras del alma, Dios se sirve de ella para darnos el consuelo en medio de la noche, de la purificación, para reflejarnos el consuelo de la gracia de Dios.

Punto 970 "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres [...] brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversas maneras tanto los ministros como el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).


. Una vez más el Catecismo pasa a matizar para que se entienda bien que María no le quita el puesto central a la única mediación de Cristo. Cualquiera que podamos decir que es mediador lo que hace es participar de la mediación de Jesucristo. Es importante comprender el término “participación”, a la mediación de Jesús no le falta nada. Cristo quiere asociar a su obra, quiere sujetos activos que sean partícipes. No le quitan la centralidad a la figura de Cristo pues él es el único mediador en el sentido estricto de la palabra. Un ejemplo muy claro es el sacerdocio, Cristo ha querido prolongar su sacerdocio, Cristo dijo a sus apóstoles “haced esto en conmemoración mía”, ha querido necesitar de nosotros “la mies es abundante pero los obreros son pocos”, es decir, un ejemplo claro de la importancia de que la mediación de Cristo se prolongue en otras mediaciones humanas que participen de la mediación de Cristo es el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles.