Punto 981 Cristo,
después de su Resurrección envió a sus Apóstoles a predicar "en su nombre
la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones"
(Lc 24, 47). Este "ministerio de la reconciliación" (2
Co 5, 18), no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando
solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y
llamándoles a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión
de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias
al poder de las llaves recibido de Cristo:
La Iglesia «ha recibido las llaves del Reino de los
cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la
sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta Iglesia es donde
revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo,
cuya gracia nos ha salvado» (San Agustín, Sermo 214, 11).
. Aquí el Catecismo hace referencia al texto de Mateo 16 donde
Jesús pone los ojos en Pedro y le elige como roca, como fundamento de la
iglesia. En este pasaje Pedro confiesa a Cristo como el hijo de Dios vivo y
luego Cristo le responde dándole las llaves del reino de los cielos, Mt
16,13-19 “Llegado Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del hombre?» .Ellos dijeron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles
él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos”. En el contexto de este pasaje vemos como Pedro es
capaz de ver quién es Jesús, y entonces Jesús le contesta a quien ha sido capaz
de reconocerle por la gracia del Espíritu Santo que su misión va a consistir en
ser roca y recibir las llaves del reino.
. La imagen de las llaves tenemos que purificarla pues
popularmente hemos utilizado la imagen de las llaves de Pedro como la imagen
del portero, incluso hemos hechos chistes sobre si Pedro está atendiendo la
puerta del cielo, y esta imagen hemos de purificarla. La imagen de la llave tiene
muy poco que ver con esa imagen de portero, es más bien la imagen de la
autoridad sobre la casa, la autoridad de poder disponer quién es miembro de esa
casa y quien no lo es. En el arte español conocemos el cuadro famoso de “La rendición
de Breda” donde se entregan las llaves de la ciudad, y algo así significa la
imagen de las llaves, la autoridad sobre la casa, la capacidad de abrir y
cerrar, la capacidad de disponer quien entra en esa casa y quien no entra en
esa casa.
. Tambien se nos ofrece
el texto de Lucas 24,36-47 cuyo contexto es la aparición de Cristo resucitado, la
ascensión a los cielos y el anuncio de que se va a recibir el Espíritu Santo,
es un momento solemne. Dice el texto “Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo:
«La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero
él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un
espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» Y, diciendo esto, los
mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la
alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos
le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después
les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba
con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la
Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."» Y,
entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les
dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los
muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de
los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois
testigos de estas cosas. «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi
Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de
poder desde lo alto.» Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los
bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado
al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con
gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”. Es un texto
solemne pues casi está Jesús dando el testamento último antes de ascender a los
cielos, Jesús aparece resucitado, les da a los apóstoles el don de perdonar los
pecados, les proclama que todo estaba como finalizado para poder otorgarles el
poder de perdonar los pecados a todas las naciones comenzando por Jerusalén y
antes de ascender a los cielos, les da la promesa de que el Padre les va a revestir
de poder desde lo alto, el poder de perdonar los pecados. Todo este pasaje se
centra en torno a la acción fundamental de perdonar los pecados, para eso había
venido Cristo y esa misma capacidad de Cristo la trasmite a los suyos. Además Jesús
les dice a sus apóstoles que no solo tienen que anunciar que Jesús nos ha
perdonado los pecados en la cruz, sino que ellos van a ser instrumentos del
perdón de los pecados. Los apóstoles no son solo anunciadores sino que son
instrumento de ello, y esto es muy importante pues es una de las cosas que
distinguen la fe católica de la fe protestante, esta última no entiende que
nosotros seamos instrumentos de Cristo para trasmitir el don de la salvación.
. En 2ª Corintios 5,18 “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió
consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación… somos,
pues, embajadores de Cristo...”, nos dice que Cristo fue el instrumento de
Dios Padre para reconciliar al mundo y la iglesia es el instrumento de Cristo
para prolongar ese ministerio de reconciliación.
Punto 982 No hay
ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No hay
nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de
sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón" (Catecismo
Romano, 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en
su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que
vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).
. La Sagrada Escritura insiste en la capacidad de Dios de
renovarlo todo, de hacer nuevas todas las cosas, Jesús en su redención es capaz
de hacer borrón y cuenta nueva, de recrearnos, de regenerarnos, de hacernos
hombres nuevos…. Cuántas veces para nosotros el pasado es una rémora, bueno
pues el Señor nos libera gratuitamente del pasado, nos libera de nuestro
pecado, esto es un don inmenso. En Mateo 18,21-22: “Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que
perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele
Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. El
perdón gratuito de Dios se manifiesta en dos cosas, en la reiteración ilimitada
del perdón, Jesús tiene esperanza en el hombre, tiene esperanza en que todo
hombre tiene un momento de gracia, acordémonos del pasaje “este árbol no da
fruto, lo cortamos, y Jesús dice, dejadlo sin cortar, a ver si el año que viene
da fruto”; y el perdón también se manifiesta en que el perdón se ofrece a
cualquier tipo de pecado por muy grave que sea, el Señor se complace
especialmente en perdonar a los pecadores más endurecidos, no es un problema
la gravedad del pecado ni que haya sido reiterativo, el problema es la cerrazón
al arrepentimiento, la falta de fe en que Dios pueda hacer de nosotros una
criatura nueva.
. Cuando se dice que el pecado contra el Espíritu Santo no puede
ser perdonado, se refiere al pecado del endurecimiento de corazón, se refiere a
la cerrazón de recibir la gracia, a no querer disponerse a recibir el perdón gratuito
de Dios. El pecado contra el Espíritu Santo es el pecado de impenitencia, de
dureza de corazón, es aquello que le imposibilita a Dios darnos el perdón, en
el fondo es el no querer recibir el perdón, no querer recibir la luz, es
aquello que dice el evangelio de san Juan “la luz vino a los suyos y los suyos
no la recibieron”, eso es lo que no puede ser perdonado, pues sería como decir
que los pecados pueden ser perdonados sin arrepentimiento, y no, los pecados no
pueden ser perdonados sin arrepentimiento porque entonces Dios no respetaría
nuestra libertad.
Punto 983 La
catequesis se esforzará por avivar y nutrir en los fieles la fe en la grandeza
incomparable del don que Cristo resucitado ha hecho a su Iglesia: la misión y
el poder de perdonar verdaderamente los pecados, por medio del ministerio de
los Apóstoles y de sus sucesores:
«El Señor quiere que sus discípulos tengan un poder
inmenso: quiere que sus pobres servidores cumplan en su nombre todo lo que
había hecho cuando estaba en la tierra» (San Ambrosio, De
Paenitentia 1, 8, 34).
«[Los sacerdotes] han recibido un poder que Dios no ha
dado ni a los ángeles, ni a los arcángeles [...] Dios sanciona allá arriba todo
lo que los sacerdotes hagan aquí abajo» (San Juan Crisóstomo, De
sacerdotio 3, 5).
«Si en la Iglesia no hubiera remisión de los pecados,
no habría ninguna esperanza, ninguna expectativa de una vida eterna y de una
liberación eterna. Demos gracias a Dios que ha dado a la Iglesia semejante don»
(San Agustín, Sermo 213, 8, 8).
. Nos recuerda que la catequesis ha de esforzarse en la importancia del don del perdón de los pecados. La gran noticia es el perdón porque el gran mal es el pecado. A veces nosotros esperamos en nuestra vida que se resuelva este u otro problema sin darnos cuenta que esos problemas son la consecuencia del verdadero problema que es nuestro pecado. Acordémonos del pasaje en el que bajan al paralítico desde el techo de una casa porque no había sitio para entrar y Jesús para sorpresa de todos y del propio paralítico, Jesús le dice “tus pecados están perdonados” y los allí presentes le dirían, “oye que te has equivocado, que ha venido para que le cures su parálisis”, y Jesús podía responder “no, no me he equivocado, el gran problema de éste no es su parálisis, son sus pecados”, y esto es un reflejo de lo que nos pasa a todos nosotros, que nuestro gran problema es el pecado, y si Jesús curó la parálisis de aquél hombre fue para dar testimonio de que aquello que le había dicho de que tus pecados son perdonados era cierto. Es decir, Jesús nos está describiendo cual es nuestro problema más profundo, que no es esa parálisis, que no es mi problema de salud, que no es mi disgusto, que no es mi fracaso, que no es tantas cosas, no, el problema principal es mi pecado y Cristo me hace nuevo, y el poder del perdón de los pecados otorgado por Cristo a la iglesia da la capacidad de incidir en lo fundamental sin dejarnos despistar por otros males que no son el mal principal.
. Las cosas en mi vida se podrán torcer o truncar, yo quizás no entenderé nada, pero lo que sí que se, es que Cristo es mi libertador y él me hace nuevo, el me regenera en una vida nueva y eso es lo importante y lo demás “publicidad”. Mi esclavitud es la del pecado y no es otra, y El ha puesto en manos de la iglesia esa tarea de reconciliación y de liberación, la iglesia es la gran libertadora. Algunos ven todo lo contrario porque no tienen ojos de fe, se piensan que la iglesia está poniendo cadenas a la gente cuando es todo lo contrario, es la gran libertadora, la que da esperanza de vida eterna al hombre.
. Nos dice san Juan Crisóstomo que este don del perdón se lo ha dado Dios a los sacerdotes, no se lo ha dado ni a los ángeles ni arcángeles. Algún santo padre incluso explica así el motivo de la rebelión de los ángeles contra Dios, que siendo ellos de una naturaleza superior a la humana no aceptaron que se otorgara a los hombres ese don de capacidad de reconciliación, de trasmitir el perdón de Dios.
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