sábado, 21 de enero de 2017

Catecismo 992-994. La resurrección de Cristo y la nuestra. Revelación progresiva de la resurrección I

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Punto 992 La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:
«El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna» (2 M 7, 9). «Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él» (2 M 7, 14; cf. 2 M 7, 29; Dn 12, 1-13).

. La primera afirmación importante que se hace es que la fe en la resurrección no fue revelada desde el primer momento al pueblo de Israel, sino que fue el pueblo de Israel el que lo fue descubriendo poco a poco. La revelación es progresiva y Cristo es el culmen de la misma. Jesús es consciente de que la revelación del Antiguo Testamento es parcial. La revelación es progresiva porque el hombre no tiene la capacidad de recibirla de forma integra e instantánea, tiene que prepararse igual que a un niño primero hay que darle una papilla antes de un filete. De hecho algunos especialistas del Antiguo Testamento hablan de que se conocen seis concepciones distintas en las que el pueblo de Israel fue poco a poco progresando de lo que creían sobre el más allá de la muerte hasta que finalmente clarificó su idea de la inmortalidad del alma y de la resurrección al final de los tiempos, eso poco a poco se va clarificando. En este progresivo crecimiento, se van convenciendo de que si Dios fue el creador de los cielos y tierra, el creador del hombre entero, cuerpo y alma, Dios todopoderoso que crea de la nada tiene poder para recrear desde los restos mortales, así pues desde la fe en la creación se llega a la fe en la resurrección. En el pasaje de 2ª Macabeos capítulo 7 donde se muestra el martirio de siete hermanos, vemos como la fe en la resurrección les hace capaces de afrontar ese martirio tan cruel.

Punto 993 Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).

. Hay un texto muy interesante en Hechos 23,8 (“Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso”) donde se ve que el pueblo de Israel estaba dividido en el tema de la fe en la resurrección, mientras que los fariseos creían en la resurrección los saduceos no y mientras que los fariseos creían en la existencia de los ángeles, los saduceos no creían tal cosa. Digamos que los saduceos se habían quedado en la primera parte de la revelación y no habían aceptado los libros que progresivamente… los libros sapienciales, etcétera, que habían ido desarrollando esa revelación primera.
. En Marcos 12,18-27, un grupo de saduceos que no creían en la resurrección van ante Jesús para tenderle una trampa, y el pasaje dice “Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.» Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error”.
. Sin embargo, en el resto de Israel estaba ya consolidada la fe en la resurrección y por ejemplo, los amigos de Jesús: Marta, María y Lázaro creían claramente en la resurrección. Cuando muere Lázaro le dice Marta a Jesús, (Juan 11,24: “Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?. Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo”), Marta ya creía en la resurrección el ultimo día, había ido avanzando la creencia en la resurrección en buena parte del pueblo de Israel. Una de las razones principales de la fe en la resurrección es porque descansa en la fe en que Dios no es un Dios de muertos sino un Dios de vivos, y ese es el argumento que utiliza también Jesús en el pasaje anterior de los saduceos.
Punto 994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, Él habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39), del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10, 34).
. Al llegar Jesucristo, se liga la fe en la resurrección a la fe en la propia persona de Jesucristo, el capítulo 11 de san Juan versículo 25 dice “Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá”, es decir, Jesús pide un paso más que es creer que la resurrección se identifica con la persona de Jesús.

. El Catecismo nos recuerda que en el evangelio se nos ofrecen los tres milagros de resurrección que Jesús quiso realizar como una prenda de la resurrección definitiva. Hay una clara diferencia entre estos tres milagros y la resurrección de Jesús, pues la resurrección de Jesucristo es una resurrección a la vida eterna y en los milagros son resurrecciones a la vida temporal, es decir, volvían a la vida temporal y al cabo de unos años volverían a morir. Jesús sanó a los enfermos también para un tiempo y al cabo de unos años volverían a enfermar, igual que con estas tres resurrecciones.
. El primer milagro es el de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga que vemos en Marcos 5,38: “Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: « Talitá kum », que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer”, este milagro impactó mucho pues se trataba del jefe da la sinagoga que era muy conocido. Lo más hermoso de este texto es que cuando Jesús se acerca a esa casa, Jesús dice que la niña está dormida y este aspecto ha tenido tal fuerza en la comunidad cristiana que hemos llamado dormitorios al lugar en el que depositamos a los muertos. La palabra cementerio significa dormitorios, y fueron los cristianos griegos los que cambiaron el nombre del lugar donde enterraban a los muertos que era llamado necrópolis, que significaba ciudad de los muertos por dormitorio que luego se tradujo al latín por cementerio, y todo ello por la devoción a este texto de la resurrección de la hija de Jairo. “Esta niña no ha muerto, duerme”, y para nosotros la muerte es un dormir a la espera de un despertar.

. El siguiente texto es el de la resurrección de la viuda de la hija de Naím que se encuentra en Lucas 7,11-17 “Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre”, se remarca sobre todo el hecho de que era una mujer viuda que estaba enterrando a su hijo único, lo cual remarca el drama de la soledad de la viuda. Jesús tuvo compasión de ella, compasión ante la soledad del corazón del hombre porque para nosotros la muerte es un drama de soledad.

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