sábado, 18 de marzo de 2017

Catecismo 1033-1037. El infierno

Haz clic AQUI pr escuchar el audio completo

Punto 1.033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si no omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

. “Salvo que elijamos amar libremente a Dios no podemos estar unidos a él”: el cielo es aceptar la amistad de Dios y el infierno es rechazar la amistad de Dios. Una amistad no se puede imponer, uno no le puede imponer a otro su amistad. Una amistad se acepta libremente, no se puede imponer. Dios no me puede imponer su amistad, Dios me propone su amistad y soy yo quien me abro o me cierro a ella. La amistad es cosa de dos. El cielo que es la amistad con Dios, supone que no basta con que él me ame sino que yo también le tengo que amar, es decir, yo tengo que corresponder esa amistad, uno no puede ir al cielo sin aceptar voluntaria y libremente la amistad de Dios porque sino es una contradicción. Si uno no se quiere salvar, ni siquiera Dios te puede salvar porque Dios ha decidido hacernos libres y respetar nuestra voluntad. El infierno es el estado de autoexclusión de la comunión con Dios. La condena de Dios es respetar la autoexclusión, la condena no es una venganza de Dios sino respetar nuestra libertad. El juicio de Dios coincide al milímetro con el respeto a nuestra libertad, con el respeto a esa autoexclusión que tiene el hombre de la gracia de Dios.

. No podemos amar a Dios si estamos pecando gravemente contra él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos. Estar abierto a la amistad de Dios se traduce en nuestras obras, quien ama no peca, quien ama no se hace esclavo de las obras del pecado.

Punto 1.034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles [...] que recogerán a todos los autores de iniquidad (maldad), y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41).

. Jesús utiliza distintas imágenes sobre las penas del infierno, en estos puntos se nos muestras varios pasajes bíblicos, pues Jesús habla claramente del infierno por lo menos en 14 ocasiones, por ejemplo Mateo 5,22 “Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego”. O también en Mateo 13,42 “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes”. O Marcos 9,43 “Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga”, etcétera, etcétera, es decir, la predicación de Jesús es clarísima.

. Gehena - etimología: este lugar en la antigüedad era el basurero de Jerusalén, y por ello una fuente de malos olores (la cañada o barranco de Hinón), a eso se suma que quemaban azufre para disimular los olores, así que el lugar se transformaba en un verdadero infierno en la Tierra.

Punto 1.035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

. La reflexión que hace la iglesia nos dice que la pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, ese es el mayor sufrimiento, el rechazo de la visión de Dios, el rechazo de la verdad, el rechazo del bien. Es la desesperación de darse uno cuenta que su opción ha sido contraria a la felicidad, ha sido autoexcluirse de la felicidad. El alma condenada no tiene arrepentimiento sino que está endurecida en su opción de maldad porque en el momento de la muerte el alma de alguna manera se reafirma en esa opción, bien sea de amor a Dios o de rechazo de Dios.

. La teología tradicionalmente distinguió entre pena de daño que consiste en el sufrimiento por el rechazo de Dios, que es de alguna manera emperrarse en rechazar tú bien, y la pena de sentido son las penas que nos describen las imágenes como las llamas del fuego del infierno que se añaden a la pena de daño.              
Punto 1.036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14):
«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes"» (LG 48).

. Las enseñanzas de la iglesia y las afirmaciones de la Sagrada Escritura sobre las penas del infierno son un llamamiento a nuestra responsabilidad, a tomarnos en serio nuestra vida. No hay libertad sin responsabilidad, en todas las opciones que tomamos libremente vamos tomando un camino u otro. Mateo 7,13-14 nos advierte de lo fácil que es dejarse llevar por un camino de condenación pues basta dejarse arrastrar por las apetencias, por la comodidad, por el ambiente,…. Jesús nos advierte de no dejarnos llevar.

. No es correcto decir que existe el infierno pero que estará vacío, eso es incorrecto porque pretender hablar de un infierno al que no va nadie es contrario a las escrituras. Estas hablan de un futuro real: “y entonces dirá a los de su izquierda ir al fuego eterno porque tuve hambre y no me disteis de comer”. Si decimos que el infierno es un estado pues lo que es imposible es que haya un estado en el que no esté nadie, un estado en el que no esté nade es como decir que no existe el estado del infierno. El infierno es un estado de rechazo de Dios del cual Jesús nos advierte porque Jesús quiere que vivamos en la verdad y el ejercicio de nuestra libertad tiene consecuencias eternas.

Punto 1.037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3, 9):
«Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos (Plegaria eucarística I o Canon Romano, 88: Misal Romano)


. Dios no predestina a nadie al infierno, la iglesia rechazó como una herejía la afirmación de que unos estaban predestinados al cielo y otros al infierno. Cristo murió en la cruz por todos, por los que aceptaban su salvación y por los que la rechazaban. Para que el infierno llegue a ocurrir como un estado de autoexclusión es necesaria una aversión voluntaria y persistir en ella. El estado de rechazo de la gracia de Dios no es un descuido puntual sino una opción clara y persistente de rechazo de esa gracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario