Punto 1.038 La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).
. Este punto del Catecismo recoge casi literalmente varios textos de la Sagrada Escritura. Hay tres acontecimientos escatológicos que se unen: la resurrección de los muertos, la venida en gloria de Jesucristo (la parusía) y el juicio final, son tres acontecimientos que la Sagrada Escritura nos narra de forma seguida. En primer lugar tendrá lugar la resurrección de los muertos que precederá inmediatamente a la venida en gloria de Cristo y que entonces Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos. Con respecto a la resurrección de los muertos, con ella concluye el tiempo de espera, es como ponernos en pie ante la llegada de Cristo que viene como juez de cielos y tierra, es como cuando dicen “pónganse en pie en la sala que va a entrar el juez”.
. Qué añade el juicio final al juicio particular?,en el punto 1.022 vimos que el juicio particular tiene lugar inmediatamente después de la muerte y cada hombre después de morir recibe en su alma inmortal una retribución eterna en un juicio particular. El juicio final no cambia el veredicto del juicio particular. El juicio final añade en primer lugar que hay una retribución no solamente al alma, sino una retribución al hombre entero: cuerpo y alma. En el juicio particular cuando el alma se separa del cuerpo, es el alma la que recibe en primer lugar la retribución, bien sea en el cielo, infierno o purgatorio. En el juicio final, el cuerpo resucitado se une a su alma. En segundo lugar, el juicio final supone la conclusión del purgatorio, supone el final de ese estado de purificación para todas las almas. En tercer lugar, añade que ahora se vive también la plenitud de la comunión de los santos, es decir, la familia del cielo está completada, ya no falta nadie por llegar. Al gozo de la visión de Dios se añade el gozo de ver que la familia entera está completa en el cielo, están todos los que han respondido a la llamada de gracia de Jesucristo. Por último, el juicio final añade una dimensión pública, añade un aspecto público en el que toda la iglesia está presente en ese momento en el que Cristo viene como juez de vivos y muertos.
Punto 1.039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena:
«Todo el mal que hacen los malos se registra y ellos no lo saben. El día en que "Dios no se callará" (Sal 50, 3) [...] Se volverá hacia los malos: "Yo había colocado sobre la tierra —dirá Él—, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre, pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en Mí"» (San Agustín, Sermo 18, 4, 4).
. Cómo conjugamos la autoexclusión y el juicio?, por un lado entendemos que el infierno es más la autoexclusión propia del hombre que el hecho de que sea Dios quien nos condena, y por otro lado hay textos de la Sagrada Escritura que parecen decir lo contrario, que Dios viene como juez que juzga y dicta sentencia y en su caso condena. En Juan 12,46 dice: “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día.” Aquí Jesús nos viene a decir que él no juzga a quien no oye sus palabras sino que es uno mismo el que se juzga a sí mismo porque son tus propias obras las que se constituyen en tu juez, tus obras son testigos de tu bondad o de tu maldad. La voluntad de Cristo es salvarte, no es juzgarte. Cristo como juez en su juicio final viene a sentenciar respetando nuestra libertad, es decir, el juicio de Dios coincide al milímetro con la opción libre que el hombre ha hecho de recoger la gracia o de rechazarla. En el juicio final, Cristo no hace más que corroborar lo que nuestra libertad ha elegido. Si uno se ha autoexcluido, el juicio de Dios es de condenación y si uno se ha abierto a la gracia, el juicio de Dios es de salvación.
. Frente a Cristo que es la verdad, la verdad será puesta al desnudo, esto nos recuerda el texto de Lucas 12,2-5, que dice “"Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados", este texto habla de que el juicio consiste en que ante Cristo, que es la verdad, toda la verdad del hombre es puesta al descubierto. Nuestra capacidad de juzgar a las personas es limitadísima, por eso Jesús nos dice en el evangelio “no juzguéis y no seréis juzgados” porque no tenemos ni idea, porque las verdaderas obras del hombre permanecen ocultas ante nuestros ojos. Tenemos que pedir que Dios sea mi público, que no busque el ser visto por los demás, que lo que me importe es lo que Dios piense de mí y no lo que los demás piensen de mí.
. San Agustín nos recuerda que las personas necesitadas, pobres, enfermas, personas que Dios a puesto en nuestro camino que son personas a las que cuidar y entregarse, son como comisionados que formaban parte de la providencia de Dios para recoger nuestras buenas obras y llevarlas delante de Dios. Esas personas nos dan la ocasión de presentar nuestras buenas obras delante de Dios. Lázaro era un enviado de Dios que el rico Epulón no supo ver.
Punto 1.040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).
. Aquí se dice algo muy importante que es que en el juicio final hay también como un triunfo definitivo de la justicia sobre el mal. Muchas veces decimos que en este mundo parece que triunfa el mal, y nos preguntamos porqué Dios lo permite. Nosotros tenemos que decir que Dios calla pero no calla para siempre y reserva su última palabra para el juicio final donde se restablecerá definitivamente la justicia. También hay que decir que calla en parte porque está hablando por medio de su iglesia. En el juicio final supone restablecer plenamente la justicia, entonces conoceremos el sentido de muchas cosas que en esta vida no hemos entendido su sentido, entenderemos el sentido salvífico de muchas situaciones donde aparentemente reinaba el mal. Tenemos que proclamar que el mal tiene sus días contados, no tenemos que escandalizarnos porque en este mundo aparentemente y momentáneamente parezca que triunfa el mal.
Punto 1.041 El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la "bienaventurada esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que "vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído" (2 Ts 1, 10).
. La existencia del juicio final es una llamada a que vivamos este tiempo como tiempo favorable, como tiempo de salvación para que todos nos preparemos para comparecer ante Dios. Hoy tenemos dos concepciones del hombre, una en la que se dice que el hombre tiene una conciencia autónoma en la que no tiene que responder ante nadie de sus obras, nadie tiene que decirle lo que es bueno o malo sino que es uno mismo el que lo decide y uno responde por sí mismo ante su propia conciencia constituyéndose el mismo en su propio juez sin tener que responder ante ninguna instancia superior. Sin embargo hay otra concepción que no es tan soberbia sino que es mucho más humilde, que es entender que nuestra conciencia no es autónoma sino que es un reflejo de la autoridad de Dios ante la cual yo debo responder. El hombre responde ante Dios, no responde únicamente ante si mismo. En la conciencia percibimos la aprobación o la reprobación y hemos de descubrir detrás de ella a la autoridad de Dios ante la cual el hombre debe de responder, el hombre no es autónomo sino que responde ante la grandeza de Dios.
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