Punto 1.047 Así pues, el universo visible también está destinado a ser transformado, "a fin de que el mundo mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los justos", participando en su glorificación en Jesucristo resucitado (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 5, 32, 1).
. La plenitud del hombre se manifiesta en la plenitud de la
creación, no podemos pensar en que Dios salve a un hombre sacándole del entorno
en el que vive y que sea el hombre el que tenga una vida eterna sin entorno, no,
el hombre tiene un entorno. Igual que Adán y Eva tuvieron el entorno del paraíso
terrenal, Dios quiere que el hombre tenga un entorno de unos cielos nuevos y
una tierra nueva. El mundo ha sido llamado por Dios a la existencia antes de
que el hombre fuera creado, las estrellas, el agua, la luz, las plantas, los
animales…. existieron previamente al hombre, nosotros necesitábamos de esas
cosas para existir y por amor a nosotros fueron creadas. Dios nos preparó un
entorno donde habitar al que estamos unidos y Dios nos dio superioridad sobre
dicho entorno. El mundo es confiado al hombre para que lo administre. Según la
sagrada escritura, el pecado del hombre tiene consecuencias destructoras hacia
el orden que había sido creado en la naturaleza, tras el pecado, la naturaleza
muestra un rostro hostil hacia el hombre. En Romanos 8,20 san Pablo nos dice: “La creación, en efecto, fue sometida a la
vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de
ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa
libertad de los hijos de Dios”, las criaturas están sujetas a la vanidad,
es decir, al mal, sujetas por satanás, y la naturaleza participa de la
esperanza de ser liberada.
. La afirmación del Catecismo es que Cristo también es la plenitud
de la naturaleza, puesto que Cristo es la plenitud del hombre, Cristo es también
la plenitud de la naturaleza. La creación será librada de la corrupción por
Cristo, la naturaleza será también redimida y puesta al servicio del hombre.
Esta transformación de la creación ya fue profetizada en el Antiguo Testamento,
en Isaías 65,17 “porque voy a crear
cielos nuevos y tierra nueva, y ya no se recordará lo pasado, ya no habrá de
ello memoria”. Cuando Cristo profetiza en su discurso del juicio, la catástrofe
final, promete a la vez un cielo nuevo y una tierra nueva, hay una promesa que
tras la destrucción vendrá la recreación del mundo. En definitiva, Cristo
cumple una función transformadora de la creación.
Punto 1.048 "Ignoramos el momento de la
consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se
transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada
por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva
morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya
bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en
los corazones de los hombres"(GS 39).Punto 1.049 "No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios" (GS 39).
. El progreso humano y el reino de Dios son dos cosas que están en relación, la instauración del reino de Cristo entre nosotros debe tener expresiones de progreso humano, pero no se identifican las dos cosas al cien por cien. Ha de ser un progreso humano que no esté basado en la soberbia, en la comodidad, en la auto satisfacción, etcétera que entonces es un progreso que lo que puede hacer es destruir al hombre. Nosotros debemos de intentar que el progreso sea expresión de la llegada de Dios a nosotros, el progreso por el progreso no dignifica al hombre. Todo lo que el hombre hace en su trabajo, en su esfuerzo de transformación del mundo tiene un aspecto perecedero y otro inmortal. Los esfuerzos que hace el hombre por transformar la materia, por crear riqueza en el mundo, en parte aquí se van a quedar y en parte, en la medida en que la pone al servicio del reino de Cristo trascenderá la vida eterna. La creación de un reino de riqueza egocéntrico aquí se va a quedar, acordaros de lo que nos dice Jesús “para qué amontonar tesoros donde la polilla puede roerlos”, nos advierte de esos esfuerzos para acumular nuestras riquezas materiales aquí se van a quedar, pero hay otra dimensión que trascenderá, por ejemplo cuando dice san Juan de la Cruz que al final de la vida se nos examinará del amor, en el fondo ese amor ha tenido lugar a través de la expresión de cómo hemos utilizado los bienes. Cuando la naturaleza ha sido creada y trabajada por amor y al servicio de los hombres, al final de la vida se nos examinará del amor con el que hemos transformado y trabajado la naturaleza, y eso no se quedará aquí, eso traspasará la vida eterna.
Punto 1.050 "Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontraremos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal" (GS 39; cf. LG 2). Dios será entonces "todo en todos" (1 Co 15, 22), en la vida eterna:
«La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la vida eterna» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminandorum 18, 29).
. Creemos en la dignidad de la materia, nosotros no participamos de la concepción más bien oriental en la que el espíritu tiene que desprenderse de la materia sino que también lo material está llamado a la salvación. El hombre no es un espíritu puro sino que está encarnado, la salvación de Dios lo abarca todo, también lo material, ese trabajo tuyo también está llamado a ser transfigurado por Cristo. A Dios no se le escapa nada, Dios no se desdice de nada de lo que ha creado. La salvación de Dios lo abarca todo, el cielo y la tierra transfigurados sobre los que ser reúne la humanidad salvada cantan al Padre en el Espíritu Santo un himno de alabanzas y de acción de gracias.
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